Buscan darle nueva impronta a la casa de Horacio Quiroga

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La puesta en valor de un violín, la recuperación de un sello, un ciclo de cine y la reimplantación de algunas especies arbóreas originales son solo algunos de los hitos que hacen a la reestructuración del guión museográfico que desde la Subsecretaría de Cultura de la Provincia se busca darle a la Casa Museo de San Ignacio.
La puesta en valor de un violín, la recuperación de un sello, un ciclo de cine y la reimplantación de algunas especias arbóreas originales son sólo algunos de los hitos que hacen a la nueva impronta que desde la Subsecretaría de Cultura de la Provincia se busca darle a la casa de Horacio Quiroga en San Ignacio.
El trabajo se inició el año pasado, de la mano de Zulma Pittau, responsable de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Museos. En términos específicos, se trata de “reestructurar el guión museográfico de este espacio tan valioso para la cultura misionera, en función de los datos biográficos de la vida de Quiroga”.
Que no es otra cosa que buscar la mejor forma en que una visita por la casa del escritor uruguayo pueda “contar”, lo más clara y didácticamente posible, cómo fue la vida y la obra de Quiroga, cómo fue su estancia en este sector de la selva misionera en dos períodos de su existencia, y cómo esos breves años le dieron “combustible” a su producción literaria por mucho tiempo más.
“Esta puesta en valor de la Casa de Quiroga está dentro de la línea que proponemos en esta gestión, de poner el acento en la preservación de nuestro patrimonio cultural, a traves de varias acciones”, destacó Lucía Mikitiuk, subsecretaria de Cultura de la Provincia.
Un poco de historia… institucional
Para Zulma Pittau no es difícil dar detalles muy pormenorizados de la vida del escritor e historiar el proceso institucional que se vivió en el predio, ya que su propio padre (profesor de Letras), se dedicó a investigar la vida y obra del escritor. Hacer ese recorrido histórico sirve para comprender cómo se llega al momento actual en la Casa Museo.
“Sabemos que Quiroga conoció la tierra colorada en 1903, cuando el gobierno nacional manda a Leopoldo Lugones en una expedición para investigar los vestigios de las Misiones Jesuíticas… Y Lugones trajo a Quiroga como fotógrafo. Es en esa expedición que se reencuentran las ruinas jesuíticas, que por lo visto ya estaban fuera del horizonte identitario de las autoridades nacionales.
“Así que las primeras fotografías de la Reducción de San Ignacio fueron tomadas por Quiroga y es en base a ellas que se reconstruye el portal, en un primer momento. Ya desde ese entonces Quiroga es una pieza clave en la reconstrucción de nuestra identidad”.
En 1906 Quiroga compra 185 hectáreas de tierra en San Ignacio, en tiempos en que recién, por ejemplo, empezaban a asentarse las primeras masas inmigrantes en Misiones, como polacos y ucranianos en Apóstoles. “El escenario en Misiones era muy diferente. Prácticamente la población de la zona estaba constituida por criollos, paraguayos y brasileños muchos de ellos trabajadores de frontera y unos pocos extranjeros”, contextualiza Pittau.
Fascinado por el monte, Quiroga vivió en este espacio al que llamaba “su meseta”, en dos momentos diferentes: de 1910 a 1915 y de 1932 a 1936. “Y cuando se va a Buenos Aires a finales de 1936 porque estaba enfermo, no piensa que va a morir… así que deja todo en actividad y a cargo de su hombre de confianza en el lugar, don Isidoro Escalera”.
Al año de su muerte, su esposa legal Ana María Bravo, (que estaba en trámites de divorcio y no quería saber nada de estas “tierras salvajes”) entrega las mismas al gobierno nacional (ya que Misiones aún era territorio nacional). Y el predio permanece sin custodia alguna durante 50 años.


En 1985, durante el gobierno del Dr. Barrios Arrechea, la Provincia se hace cargo del lugar y lo transforma en museo, dándole el comodato a la familia Ríos, pues no había presupuesto para su atención. “Ya en ese entonces había pocos elementos originales en la casa; la gente usaba el predio como lugar de esparcimiento y había tomado lo que podía ser útil o valioso”.
En 1994, con la filmación de la película sobre la vida de Horacio Quiroga, protagonizada por Víctor Laplace (“Historias de amor, de locura y de muerte – 1994”) se reconstruye el bungalow de madera, y se incorporan elementos de época, tal como se podía observar en el numeroso registro fotográfico de Quiroga, resguardado en el Archivo Nacional. Así mismo, se recuperaron las herramientas y el banco de carpintero originales, que Isidoro Escalera se había llevado al enterarse del fallecimiento del escritor uruguayo.
Otros cambios en la propiedad se sufrieron cuando se modificó la entrada a la misma, con lo cual todo el sentido del recorrido debió también modificarse.
Más recientemente en el tiempo, unos cuatro años atrás una empresa de Buenos Aires (“Experience”), estuvo tratando de implementar unas innovaciones tecnológicas en la Casa, con lo cual muchos elementos se guardaron en un depósito. La empresa se fue y los elementos permanecieron guardados.
Es en ese depósito que hace unas semanas atrás se recupera el violín, en el marco de un trabajo de reestructuración del guión museográfico de la casa del Horacio Quiroga.
Armando el guión de la visita
Asimismo, el año pasado se recuperó el sello original que Quiroga usó mientras fue juez de paz en San Ignacio . “Logramos poner en una vitrina ese sello, junto con una muestra de su huella. Lo tenían los abuelos de una persona que en 2017 lo restituyó. Por eso invitamos a quienes tengan objetos originales de Quiroga o saben de alguien que conserve piezas de él, que las repongan”, remarcó la Directora de Patrimonio y Museos.
Ese sello debería exhibirse “en el bungalow o la casa de piedra, porque corresponden a la primera parte de la vida de Quiroga en la provincia. Lo exhibimos en una vitrina y al lado de la lata de galletas en la que él guardaba sus anotaciones referidas a su trabajo como Juez de Paz, y que luego pasaba a los libros correspondientes en las oficinas de San Ignacio. El violín -que en este momento está en restauración- corresponde a la segunda etapa de la vida del escritor. “Se habla de un par de violines en las cartas que el mantiene con Ezequiel Martínez Estrada, hacia fines de su vida”.
Zulma reflexiona: “Quiroga era un apasionado de los artefactos. Le encantaban. Y en esas cartas él se pregunta si con las maderas de esta zona se podrían construir violines que sonaran mejor que los de abeto europeo. Cuenta también que planeaba fabricar uno de madera de timbó. Sin embargo, considero que este violín no es artesanal, sino hecho por un luthier. Tiene sí, algunas refacciones muy rústicas. Queremos exhibirlo restaurado, lo cual no quiere decir borrarle las marcas del tiempo, que cuentan ya una historia por sí mismas”.
El instrumento que perteneció al literato está siendo estudiado y puesto en valor en el Laboratorio de Ruinas Jesuíticas, que funciona en San Ignacio dentro del predio de la reducción. Desde la semana pasada el instrumento está en manos de la Magíster Estela Garma y Andrés Sansoni, quienes serán responsables de frenar el deterioro y buscar determinar su procedencia.
Tareas pendientes
El trabajo en la casa museo continúa. “Estamos viendo si podemos reimplantar especies arbóreas que se detallan en un inventario, y restablecer el círculo de palmeras que él había formado en torno a la casa. Así también, viendo otros detalles referidos al exterior de las viviendas”, cuenta Zulma.
La idea es poner en valor la casa desde distintas perspectivas y las exhibiciones de cine podrían ser unas de ellas.
“Me gustaría armar un ciclo mensual, ya que Quiroga fue un precursor en la Argentina en el arte cinematográfico. Para eso había que disponer un lugar para estacionar los autos, que no lo había… Ahora ya lo tenemos, gracias a la Intendencia de San Ignacio, así que vamos avanzando en las tratativas con el IAAViM para concretarlo”.

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