
Diego Hartfield: de tenista sin tierra a político sin pueblo
Consultando diversas revistas y medios especializados, lo que más se destaca de Diego Hartfield durante su carrera deportiva es que “es argentino”. Poco o nada se menciona sobre su origen misionero; las crónicas, escuetamente y como dato, solo rezan: “nació en Oberá, Misiones”. Jamás narran su vínculo real o amor con la tierra que ahora pretende representar. Su identidad pública se forjó exclusivamente a partir de su carrera como tenista, sin un solo gesto de orgullo por su provincia, su gente o las problemáticas sociales y económicas que atraviesa Misiones.
Ahora, en un giro inesperado, Hartfield decide incursionar en la política nacional. Sin embargo, parece ignorar por completo la esencia misma de la democracia representativa, ese sistema republicano que obliga a quienes aspiran a ser diputados nacionales a representar fielmente a los ciudadanos de sus provincias. Representar no es solo ocupar un escaño o pronunciar discursos pomposos; es conocer el territorio, dialogar con su gente y defender sus intereses en todos los ámbitos.
Pero la campaña de Hartfield dista mucho de cumplir con este mandato. Ni una sola vez aborda temas que son el alma y la identidad de Misiones: la yerba mate, que no es solo un producto sino un símbolo cultural; el turismo, motor económico vital que posiciona a la provincia como un destino único; o las cuestiones sociales que afectan a las comunidades locales. En cambio, se limita a repetir sin filtro las consignas de Javier Milei: “motosierra”, “ajuste”, “casta”, conceptos que poco tienen que ver con la realidad y urgencias misioneras.
Lo más irónico es que Hartfield, quien se presenta ahora como un crítico férreo de la Renovación -partido que, recordemos, lo cobijó y lanzó al mundo político en 2015-, pretende desvincularse de ese pasado con una vehemencia casi caricaturesca. La Renovación, a la que hoy demoniza, fue el trampolín que le permitió dar sus primeros pasos en política. ¿Cómo se puede pretender representar a un pueblo cuando se niega incluso a reconocer su propia historia política?
La política no es un juego de raquetas ni un escenario para repetir frases hechas sin sentido ni profundidad. Es el arte de escuchar, construir y representar con raíces genuinas. Y hasta ahora, ni la raqueta ni el discurso de Hartsfield parecen haber tocado siquiera la tierra roja y fértil que busca ahora conquistar.
La impronta Kuider y Cía seduce a muchos hoy “libertarios” 😜😜