Dolarización de la economía argentina: ¿Propuesta esperanzadora o caótica?

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Dos economistas analizan la propuesta de Javier Milei y su apuesta por la dolarización

Javier Milei, mantiene su aspiración de dolarizar la economía del país. Si bien al inicio de su mandato se mostró abierto al debate sobre la “competencia de monedas”, recientes declaraciones suyas reafirman su persistente interés en la dolarización. Incluso ha denominado la última fase de su plan monetario como una “dolarización endógena”.

Emilio Ocampo y Alfredo Romano se han convertido en figuras clave en el impulso de la dolarización en Argentina. Ocampo, (inicialmente considerado para liderar el Banco Central, cargo que finalmente fue ejercido por Santiago Bausili), en una entrevista con el medio Bloomberg Línea con motivo de la publicación del libro: “Argentina Dolarizada” analizaron la viabilidad del esquema propuesto por Milei y sus potenciales beneficios.

Ocampo recuerda que la dolarización se puede hacer de múltiples maneras y que cada país la hace según las restricciones que enfrente. Aun así, considera que lo ideal sería que el peso deje de existir porque “si el peso sobrevive, quedaría un régimen monetario muy vulnerable al embate de un político populista”. Y al respecto, advirtió: “Mientras sobreviva el peso y no haya libertad monetaria, la estabilidad de precios será una quimera”.

Romano, por su parte, señala que para implementar la dolarización se necesitarían entre 7 y 10 mil millones de dólares, provenientes preferiblemente de las reservas netas del Banco Central y no de préstamos externos. Enfatiza que un sistema bimonetario sería insuficiente y vulnerable a pesificaciones compulsivas.

Críticas a esquemas bimonetarios y falta de disciplina fiscal

En contraste con los esquemas bimonetarios adoptados por países vecinos como Perú o Uruguay, los autores argumentan que las condiciones institucionales y la historia económica de Argentina hacen improbable la efectividad de una medida similar. Critican la falta de disciplina fiscal e institucional en el país, elementos esenciales para el éxito de cualquier régimen monetario.

Ocampo, sostuvo: “con el grado de anomia institucional que existe en la Argentina creer que vamos a tener un banco central independiente porque lo dice una ley del Congreso (o se propone una enmienda constitucional) es delirante. Desde hace años tenemos un banco central independiente de jure, pero de facto es una agencia dependiente del Poder Ejecutivo. Basta ver lo que ocurre ahora”.

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Romano, en tanto completó: “la indisciplina monetaria de Argentina extendida durante décadas no nos permite ya compararnos con países como Uruguay y Perú, quienes hace más de 30 años decidieron optar por estos modelos bimonetarios y los llevaron adelante de manera exitosa”.

Dudas sobre la “dolarización endógena”

En cuanto al concepto de “dolarización endógena” promovido por Milei, Ocampo y Romano expresan sus dudas sobre la viabilidad de depender de la voluntad de la sociedad para remonetizar la economía con dólares.

En palabras de Ocampo: “Una dolarización oficial no tiene sentido si no se adopta el dólar como moneda de curso legal. Tampoco tiene sentido si el peso sobrevive en el sistema bancario. No hay que eliminar el peso. Hay que darle curso legal al dólar y convertir todos los activos y pasivos del sistema bancario a dólares, dejándole a la gente la libertad de elegir con que moneda quiere operar. Este es el sistema que funcionó muy bien en El Salvador”.

Por su parte, Romano enfatizó: “creo que es fundamental ofrecer de manera voluntaria el canje del circulante en primera instancia, para luego terminar de dolarizar de manera completa la economía con el paso del tiempo, cómo lo hizo El Salvador. La sociedad terminara de optar por la moneda fuerte, pero esto se dará en un plazo de tiempo más prolongado.

Preocupaciones sobre la credibilidad del Banco Central y la fuente de dólares

Los autores abordan las preocupaciones sobre la capacidad del Banco Central de Argentina para reconstruir su credibilidad y la fuente de los dólares necesarios para la dolarización, frente a posturas del FMI que favorecen la competencia entre monedas.

Romano, con respecto a la credibilidad expresa que: “Hay que mirar el futuro y entender que nuestra historia está allí para enseñarnos, y no para volver a caer en las mismas trampas populistas que nos aquejan cada 5 o 10 años en la Argentina”.

Enfocándose sobre la fuente de dólares, en tanto, Romano señala: “Si se decide avanzar con la dolarización que vengo proponiendo desde hace años, únicamente es necesario avanzar con el canje voluntario del circulante, que hoy ronda, dependiendo el tipo de cambio, en 7 a 10 mil millones de dólares. Siempre he sido enfático que esos dólares tienen que provenir de reservas netas de nuestro BCRA y no deben ser dólares prestados cómo una señal de confianza”.

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La pobreza y el déficit, dos variables claves para el futuro:

Ambos autores reflexionan sobre el futuro, con una mirada esperanzadora con respecto al buen uso de las herramientas económicas, señalando que históricamente no se han empleado correctamente, por ello aún son positivos con el futuro.

En palabras de Ocampo, no hay que pensar que esto aumentaría la pobreza: “No hay razón para que una dolarización aumente la pobreza como argumentan algunos de sus detractores. La pobreza solo se puede reducir con crecimiento económico sostenido. Es imposible que la economía crezca con una inflación alta, persistente y volátil. Y mientras sobreviva el peso y no haya libertad monetaria, la estabilidad de precios será una quimera mientras la sociedad argentina siga adicta al populismo”.

Cuando el autor habla con respecto al déficit fiscal, señala: “Obviamente la dolarización no necesariamente implica su eliminación. Lo que elimina es la posibilidad de que el gobierno fuerce al banco central a emitir dinero para financiarlo. La dolarización implica un cambio de régimen monetario y fiscal. Monetario porque la variación de la oferta monetaria dependerá de la actividad económica y los flujos netos de divisas. Fiscal porque los gobiernos no podrán recurrir a la maquinita para financiar sus déficits. Es decir, elimina el mecanismo de financiamiento del gasto más pernicioso que existe y que nos condena a tener la inflación más alta del mundo”.

Finalmente, Ocampo concluye con que: “La Argentina es adicta al populismo y bajo el populismo la política cambiaria nunca amortigua los shocks externos, sino que los agudiza. Sus políticas económicas son esencialmente pro-cícilicas y temporalmente inconsistentes. Los procesos de apreciación más fuerte del tipo de cambio real de los últimos cincuenta años han ocurrido con un régimen cambiario semi-flexible y discrecional. En la medida que la sociedad argentina siga adicta al populismo, es irrealista esperar que las cosas cambien en el futuro. La idea de que nos estamos quedando sin una herramienta valiosa para estabilizar la economía es absurdo. Nunca hemos empleado bien esa herramienta! En la Argentina, la política económica no se guía por lo que dicen los manuales de texto sino por lo que deciden los políticos, siempre adictos al gasto”.

Fuente: Bloomberg

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