El Código que salva al mundo

Escribe Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 4° domingo de Cuaresma [14 de marzo de 2021]

Durante la Cuaresma, somos invitados a hacer un buen examen de conciencia, no solo personal, sino también eclesial, comunitario. Mirando nuestra realidad seguramente nos encontramos con muchos gestos concretos de cristianos que son signos proféticos de esperanza. Ya hemos dicho cómo en las comunidades se multiplican acciones solidarias ligadas al bien común.

Sin embargo, contemplando una vez más la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), debemos decir que hay también muchos cristianos que siguen de largo ante el herido del camino. Lamentablemente se siguen multiplicando la pobreza, el hambre, las deplorables condiciones en que se encuentran jóvenes y niños, la violencia contra los derechos humanos de los niños por nacer, los niños desnutridos, los ancianos descartados, los enfermos y los que sufren el flagelo de la pandemia por el coronavirus. Y tantas otras pobrezas de las periferias existenciales que se suman a esta larga lista. Éstas y tantas otras situaciones nos reclaman la actividad más básica de nuestra condición de cristianos: el reconocer que esos otros son también mis hermanos.

Quisiera que pidiéramos juntos a Dios que podamos asumir este tiempo de gracia como nueva oportunidad de volver a Él y que con humildad revisemos cómo vivimos nuestra fe en Dios y cómo la expresamos en el compromiso para con nuestros hermanos. Recordamos que este fin de semana realizamos la Colecta Cuaresmal «del 1%». Proponemos compartir con nuestros hermanos más necesitados por lo menos el 1% del total de nuestros ingresos. Es importante recordar que este aporte cuaresmal tiene sentido si es fruto de nuestra conversión a Dios y expresa nuestro deseo de amarlo a Él y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Esta ofrenda estará destinada especialmente a aquellos hermanos necesitados a quienes se ayudará a mejorar las viviendas, los techos, las letrinas.

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El tiempo cuaresmal nos ayuda a abrirnos a la gracia de Dios que nos invita a seguir los pasos de Jesucristo el Señor. Necesitamos mirarlo. El apóstol Pablo nos dice en la carta a los Filipenses: «Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor.» (Flp 2,5-11).

Este es el misterio Pascual: Cristo el Señor dio su vida por amor, se hizo uno de nosotros y padeció por amor el sufrimiento y la humillación. Recibió una sentencia a muerte siendo que él era inocente. Asumió nuestras fragilidades y pecados para redimirnos. La Pascua es la celebración de Dios que es amor y que nos llama a dignificarnos y dignificar a nuestros hermanos amando.

Aun cuando esto parece imposible, es el código, el único código que salva al mundo y hace posible la fraternidad humana. Por eso la Pascua sigue siendo en nuestro siglo XXI la Buena Noticia que necesita el mundo y que nos llena de verdadera esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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