El elevado precio de la cruzada de Netanyahu
Medio Oriente, desde la segunda mitad del siglo XX es conocido por ser un foco de conflictividad que involucra lo religioso, territorial, político, económico y cultural. Sin embargo, la decisión de Israel comenzó a dar que hablar. Un gran conflicto con varios frentes pero donde todos los cañones siempre apuntan a Teherán.
La posición bélica de Benjamín Netanyahu, potenció una oleada de ataques que, como paradoja, también amenazan la seguridad israelí. En Gaza contra Hamás, en Líbano contra Hezbolá y en Yemen contra los hutíes. Sus blancos fueron atacados con voracidad en las últimas semanas, dando a entender que la única solución para Netanyahu es cortar de cuajo con las amenazas terroristas.
Los tres frentes del Bibi
La posición geográfica de Israel es determinante para entender el mapa de sus frentes de ofensiva. Desde 1948, fueron ganando terreno a base de guerras que, en principio, eran árabes-israelíes y luego fueron mutando a palestinas-israelíes. A través de los sucesivos conflictos, y con rispideces multifactoriales, distintas organizaciones caracterizadas como terroristas en Occidente, fueron tomando una posición de enfrentamiento con Tel Aviv. Cada organización, en mayor o menor medida fue financiada por Irán, el gran enemigo de Israel.
Es así que varios sitios fronterizos o cercanos a Israel se volvieron amenazas: Gaza, Yemen, Líbano, Siria, Irak e Irán.
El lunes se cumple un año de los ataques de Hamás a Israel durante un festival de música. El episodio ha sumido en la violencia a Gaza y Cisjordania y motivado a grupos apoyados por Irán a atacar a Israel por solidaridad con Hamás.
A partir de esto, la política de Netanyahu parece estar direccionada a asestar un golpe definitivo y profundo a estas organizaciones. Esto se puede dar aprovechando el envión de la guerra en Gaza, la cual ya lleva un año de haber comenzado.
La lectura da como resultante a una serie de frentes para desarticular o al menos descabezar a tres facciones terroristas en particular: Hamás, Hezbolá y Hutíes. Con la primera de ellas ya lleva un enfrentamiento encarnizado que dejó a Gaza hecha trizas. Esa incursión aún se mantiene activa por la esperanza de recuperar a algunos de los rehenes israelíes capturados por Hamás en el asedio a los kibutz israelíes en octubre del año pasado.
Hezbolá es, sin lugar a dudas, el mayor escollo para Netanyahu. La frontera sur de Líbano y norte de Israel es un caldero en donde el fuego cruzado se hizo presente. Asimismo, la incursión terrestre de Israel y el bombardeo sobre Beirut logró descabezar a Hezbolá con el golpe de gracia a Hassan Nasralá, su líder histórico.
Los Hutíes en Yemen son, quizás, el menor de los problemas en este frente, por no tener la estructura ni el financiamiento de Hezbolá. De igual manera, los ataques en las zonas portuarias han ocurrido y tienen la firma del mismísimo Netanyahu.
La cúpula de poder de Israel ve hoy la posibilidad de gastar todas sus energías en aminorar las acciones o amenazas de estos grupos terroristas en la zona. Perdido por perdido o a todo o nada, el gobierno de Netanyahu, que parecía tener cierta fragilidad ante una serie de protestas dentro de las fronteras israelíes, hoy se ve con la capacidad de sostener tres frentes de guerra, pero siempre con la mira puesta en Teherán.
Irán, la antítesis de Israel
La realidad de estos frentes diversos de Netanyahu solamente decanta en un único destinatario. Irán es el gran hegemónico musulmán de la región, junto a Arabia Saudita, pero en el caso de Teherán con una diferencia de carácter irreconciliable con Israel.
Desde la Revolución Islámica de Irán en 1979, el régimen de los Ayatollah solamente habla de una única forma de pacificar la zona: el exterminio del Estado de Israel. Ante esta situación y postura yuxtapuesta filosóficamente hablando, la situación parece ser que hay una guerra latente que en cualquier momento puede estallar.
El hecho de que Irán no haya encausado una guerra directa contra Israel tiene que ver con los distintos contextos a nivel mundial que varían año tras año, sumado a alineación total con Estados Unido, y además, el hecho del crecimiento bélico exponencial de Israel mediante una industria pujante.
Irán decidió tomar una posición distinta. A lo largo de los años y con una fuerte impronta de influencia fue financiando cuanto movimiento pueda causar desestabilización a Israel. Hamás, Hezbolá, Hutíes, milicias en Irak y Siria responden directamente a lo que el líder espiritual y político de Irán determine.
Esta guerra indirecta le sirve a Irán para usar como títeres a esas organizaciones sin tener que dar la cara contra Israel, salvo momentos de extrema tensión que se dieron este año con lanzamientos de misiles cruzados entre ambos países.
Netanyahu entiende que un enfrentamiento directo no es la jugada más inteligente para “ganarle” a Irán, sino que el descabezamiento y desarticulación de las organizaciones financiadas por Teherán genera que Irán baje la retaguardia y lo empuje a un conflicto directo. Irán deberá repartir las cartas nuevamente y rearmar su estrategia.
Medio Oriente no conoce la frase “paz total”, simplemente viven en una paz armada como la que existía en Europa antes de la primera Guerra Mundial. La guerra es algo inevitable entre Irán e Israel, será cuestión de días, meses o años, pero el estallido está latente, y el día que se dé, el mundo entero estará asistiendo a un conflicto regional que puede escalar a nivel global, activando una serie de alianzas. El interés de las grandes potencias es meramente económico y de intereses que se maquillan en palabras como “democracia” o “soberanía”. Los ojos de Estados Unidos, China y Rusia ven al petróleo de esa zona como el gran afectado, lo cual acarrea a variaciones en el mercado mundial y eso, indefectiblemente, golpea a sus economías internas.
La única certeza que nos deja esto es que si hay alguna “Tercera Guerra Mundial”, probablemente tenga a israelíes e iraníes como protagonistas.