El fin de la neutralidad argentina

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Neutral como Suiza pero pobre como Sudán. Pequeñas y breves apreciaciones para un giro inesperado en el país. Las palabras del presidente Javier Milei parecieran pasar desapercibidas para el mundo pero cayeron fuerte en Argentina, que de manera histórica dejó de ser la “no alineada” de la región. 

Furibundo, combativo y con un discurso desafiante, el presidente Milei arribó a la asamblea número 79 de la Organización de las Naciones Unidas. Con sede en Nueva York, el mandatario argentino se dirigió a un puñado de dirigentes que aún se encontraba en el recinto cuando comenzó a direccionar sus palabras. Dardos venenosos hacia la propia ONU por la decisión sanitaria de proponer cuarentenas globales debido a la pandemia de COVID 19, inclusive utilizando el concepto de “delitos de lesa humanidad” por esa decisión. 

Fiel a una prédica populista de corte derechista, Milei arrojó cuantas acusaciones posibles acerca de directrices socialistas por decisiones mundiales. A tal punto de plantear una agenda de “izquierda” de la ONU, incluyendo el Pacto del Futuro, al cual no adhirió Argentina

Entre tanto palabrerío, Milei deslizó una decisión trascendental para el futuro geopolítico del país: el abandono de la neutralidad.

El adiós a la “Suiza latinoamericana” 

Históricamente, Argentina mantuvo una posición neutral absoluta en conflictos que no guardaban estrecha relación con lo que sucedía en el país. Desde la consolidación del Estado nacional con las guerras ya conocidas como la Triple Alianza, la Conquista del Desierto y la definitiva delimitación del territorio argentino en el siglo XIX, nuestro país no tuvo mayores sobresaltos bélicos, salvo la ya conocida Guerra de Malvinas en 1982 contra el Reino Unido. 

El “corto” siglo XX, como lo denomina el historiador Eric Hobsbawm, tuvo la presencia de dos grandes guerras mundiales con una posterior reconfiguración del mundo bipolar que trajo a colación una serie de conflictos bélicos en gran parte del globo. Paralelamente, Medio Oriente empezó su senda de extrema conflictividad que ya conocemos al día de hoy, con el conflicto árabe – israelí, convertido en conflicto palestino – israelí. Pese a todo esto, Argentina siempre fue neutral. 

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En la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), nuestro país mantuvo la neutralidad en manos de un gobierno radical, el de Hipólito Yrigoyen. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945), la neutralidad siguió siendo sostenida por los militares argentinos y por la incipiente gesta de lo que sería el peronismo, con la figura del mismísimo Juan Domingo Perón, pese a que días antes del final de la guerra se optó para alinearse con los aliados. 

Durante los años de la Guerra Fría, Argentina siguió optando por la neutralidad, inclusive con los conflictos en Medio Oriente, pese a alguna preferencia de ciertos mandatarios, la decisión del Estado siempre fue la de no involucrarse. 

Las razones por las cuales Argentina siempre fue neutral están a la vista. Durante años y años de historia, nuestro país nunca logró consolidarse como una potencia militar, más allá de algunos intentos por cambiar ese rumbo, nuestro país siempre tuvo un reducido crecimiento de carácter bélico. Asimismo, las luchas al no estar en Argentina, siempre fueron algo distante. Es simple, las grandes potencias pelean en tierras ajenas por el poder y la hegemonía. Argentina al no ser una potencia ni tener pretensiones imperiales, nunca vio con buenos ojos las guerras.

La nueva Argentina

La decisión del presidente Milei es militar, geopolítica e históricamente infundada. Argentina no tiene suficiente espalda para soportar un alineamiento total. Esto, básicamente, porque el fin de la neutralidad no es otra cosa que un apoyo tácito a las potencias occidentales: Estados Unidos e Israel. Es muy peligrosa esa decisión, entendiendo que Washington es el gran aliado y financista de Ucrania en la guerra contra Rusia, y en el caso de Israel lleva una guerra en Gaza contra Hamás, un impresionante operativo contra Hezbolá en Líbano y fuego cruzado contra los Hutíes en Yemen. Paralelamente, su inevitable enfrentamiento con Irán, hacen que la conflictividad sea la única respuesta. 

Entendiendo esto, Argentina no tiene espalda para soportar un conflicto, ni para mandar tropas a combatir por una guerra que no es nuestra. 

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Que se entienda, Argentina tiene una patria que incluye naciones y ninguna nación dentro de la patria argentina tiene goce de beneficios por sobre el sentimiento nacional y la unión. Todo esto manejado por un Estado. 

Asimismo, la parte más compleja son las represalias ante el posicionamiento que podría sufrir el país. Alinearse directamente con Israel es básicamente un boleto picado para que Hezbolá actúe en el territorio nacional. Con recordar los nefastos acontecimientos en la Embajada de Israel y en la AMIA en la década de los 90 ‘s es suficiente motivo para darse cuenta que es comprarse un problema. 

Este aspiracionismo crónico propalado por una pésima decisión geopolítica, lleva a una lectura que puede ser mucho más oscura y doliente de aquí a futuro. Quizás el alineamiento no tiene que ver con el combate directo contra potencias orientales o contra organizaciones terroristas, sino que es una devolución de favores. Si Argentina, en manos de Milei, Caputo y Sturzenegger consiguen más préstamos de entidades financieras internacionales y logran modificar partes del acuerdo que incluya ocupación territorial, bases militares y recursos naturales, el posicionamiento en el concierto internacional parece algo obvio. 

Una ecuación sería: me ayudas a pagar lo que me queda o a tener más dólares y yo te brindo espacio y recursos a través de la mecánica del alineamiento militar con una amenaza de combate al terrorismo internacional. Parece macabra, pero es una simple teoría que no debe ser descartada. “Neutral como Suiza pero pobre como Sudán”, con esa frase arrancaba este artículo, y es que mientras Milei cambia las pretensiones geopolíticas de Argentina, el país se sumerge en una inexorable crisis económica que tiene como los padecientes a los sectores más desguarnecidos del país, incluyendo una pobreza que supera el 52% y con la promesa de una “deep” motosierra a futuro. Parece que existen dos Argentinas, la que está alineada con el poderío militar de la potencias occidentales y la que también es neutral ante el sufrimiento de los compatriotas que menos tienen.

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