Las razones detrás del alza de la pobreza
Los datos de pobreza difundidos por el INDEC correspondientes al primer semestre del año no sorprendieron a muchos, pero no dejan de marcar un escenario realmente problemático que pareciera no tener mejoras sustanciales en el corto plazo. A nivel país, la pobreza tocó un máximo en 20 años y no hubo aglomerado urbano, salvo CABA, donde la pobreza no haya superado el 40%. Cuando se analizan las evoluciones, más allá del número final, se observa con mucha precisión el durísimo impacto de las condiciones económicas sobre las condiciones de vida de los argentinos. Hubo rincones del país donde la pobreza saltó 20 puntos de un semestre a otro y también lugares donde saltó más de 30 puntos contra el año anterior.
Recordemos en primer lugar que la nueva serie de medición de pobreza se inició en 2016, una vez “normalizado” el INDEC tras la intervención política del organismo durante el segundo mandato de Cristina Fernández. Cuando se reinició esta medición, hubo un ajuste metodológico clave: se la hizo más “exigente”, traducido esto en que se cambió la forma de contrastar ingresos respecto a la canasta básica. Si bien la manera de relevar ingresos se mantuvo constante, se realizó un ajuste sobre la composición de las canastas, haciéndola más abarcativa al incluir más bienes y servicios. ¿Qué significa esto? Pongámoslo en un ejemplo gráfico. Previo al 2016, la canasta utilizada para determinar el valor de la línea de pobreza era, supongamos, equivalente a un carrito lleno de supermercados. Tras el cambio en 2016, a ese carrito se le sumó otro: se le agregaron bienes y servicios a la valorización de la canasta, encareciendo su costo. Nobleza obliga, esta analogía la mencionó el reconocido sociólogo Daniel Schteingart, actual miembro de Fundar.
¿A qué viene esta mención? Si queremos comparar los datos actuales contra los de, por ejemplo, los años 2001 y 2022, hay que hacer un ajuste metodológico. En palabras simples: hay que recalcular la pobreza de aquel entonces midiéndose según los parámetros de hoy. Según los datos históricos de INDEC, la pobreza a finales del 2002 (post salida del uno a uno, impacto del 2001 y todo lo que ya conocemos sobre ese período) era del 57,5%, apenas superior a la que tenemos hoy. Pero si ese dato lo recalculamos con la metodología actual, llegamos a la conclusión de que la pobreza en 2022 llegaba al 65,5% de la población.
Lejos de pretender “minimizar” el número actual, esta aclaración sirve para poner en contexto el escenario que atravesamos: más allá de lo escandaloso que es el dato de este 2024, es muy útil ver qué tan lejos (o tan cerca, en este caso) estamos de los períodos sociales más críticos de nuestro país.
Este mismo ejercicio debemos hacer para los resultados regionales y locales. Siguiendo la metodología de ajuste y midiendo con la vara actual, a finales de 2002 la pobreza en el NEA era del 79,5% mientras que en Posadas alcanzaba el 77,9%, considerablemente mayores a los niveles actuales, aunque no tan alejado como los años anteriores.
Para Posadas en particular, el dato actual del 55,9% de personas pobres es el más alto desde el primer semestre del 2016, cuando fue (ajustada) del 57,5%. El proceso que vivió el aglomerado misionero es muy similar al nacional, obviamente marcado por los ciclos económicos: fuerte aceleración entre la segunda mitad de 2001 y primera del 2003 (pasó del 61,1% al 79,1%), sostenido descenso de la pobreza entre finales de 2003 hasta el primer semestre del 2008 (cuando llegó al 49,4%) y en la segunda mitad de ese año, principalmente por el fuerte impacto de la crisis internacional (y otros de tono político nacional) provocaron un alza al 51,4%. Entre 2009 y 2013, se vieron momentos volátiles, con semestres de alzas y de bajas. El último dato que puede ser considerado representativo corresponde al primer semestre del 2013, cuando la pobreza en Posadas marcó 31,4%.
El apagón estadístico entre 2014 y 2015 no nos permite ver que pasó en esos años, más allá de algunas reflexiones y proyecciones que se puedan realizar sobre la base de un escenario nacional. Al momento de reanudar la medición, en el segundo semestre 2016, la pobreza en Posadas fue del 28,0% y desde allí llegó al 41,2% a finales del 2019. Otra vez, los ciclos económicos determinaron la variación de este indicador.
En 2020, principalmente a partir de la rápida recuperación posadeña tras la pandemia y por efectos también de diferentes medidas de contención social que se aplicaron en ese momento, la pobreza fue descendiendo y entre 2021 y 2022 hubo, otra vez, volatilidades. Lo relevante de este período es que a principios del 2022, la pobreza en Posadas marcó 28,7%, un nivel parecido a los de 2016-2017 que, en comparación con lo que fueron los años 2018 y 2019, marcaron un descenso significativo.
Lamentablemente, allí terminó el proceso a la baja. A finales del 2022 y sobre todo en 2023, las condiciones económicas fueron altamente desfavorables en el plano macro, la inflación volvió a aparecer con mucha más fuerza y el Gobierno nacional de ese entonces quedó atrapado entre la inacción, la ausencia de ideas y el calendario electoral. Esto, sumado al golpe feroz de la devaluación como primera medida del nuevo gobierno nacional, provocaron que el 2023 cierre con un alza en la pobreza.
Pero lo verdaderamente impactante en términos estadísticos es justamente lo que pasó en estos primeros seis meses del año. La pobreza en Posadas llegó al 55,9%, el valor más alto desde 2006 como se dijo antes. Además, creció 20 puntos contra igual semestre del año anterior y 17,5 puntos contra el semestre anterior. Pongamos en contexto estos crecimientos. La pobreza en el primer semestre del 2002, luego del estallido de diciembre 2001 y con la enorme crisis económica, política y social que existió en este momento, creció en 15,1 puntos contra el semestre anterior y lo hizo en 12,1 contra igual semestre del 2001. En el segundo semestre del 2002, ya con los impactos más duros de la salida de la convertibilidad, la pobreza saltó, interanual, 16,8 puntos.
Podemos ver entonces de manera clara la situación actual: más allá de la cifra final lo que realmente asusta es la evolución: el salto de la pobreza en este primer semestre 2024 es más fuerte que el observado tras la crisis del 2001.
Dejamos atrás la comparación histórica y vamos particularmente a ver que pasó en este 2024. Como ya dijimos, la pobreza alcanzó al 55,9% de las personas en Posadas y afecta a 217.204 personas. Si la evolución la vemos en cantidad de personas, hay 79 mil pobres más que hace un año atrás y casi 69 mil nuevos pobres que seis meses antes. En este marco, el salto de los pobres indigentes fue todavía más fuerte: la tasa pasó de 9,6% a 18,3%: en un semestre casi se duplicó. A fines de 2023 había 36.970 indigentes, mientras que en la primera mitad de 2024 eran 71.339: un crecimiento absoluto de 34.369 nuevos indigentes.
La base sobre la que se inició este nuevo Gobierno nacional estaba debilitada, nadie podría dudar de eso. La herencia recibida era muy problemática, pero lejos de brindar una solución efectiva, el Gobierno de Milei (muy convencido en su programa) profundizó esa situación crítica: disparada inflacionaria (luego contenida), estancamiento en los ingresos, recesión económica al filo de convertirse en depresión, y un mercado laboral que quedó altamente vulnerable.
En estas mismas columnas, una semana atrás, advertíamos esto. En ella, comentábamos que la tasa de empleo se había contraído en 2,8 puntos y marcó su menor nivel desde el tercer trimestre del 2021, mientras que la tasa de desocupación fue del 6,3%, la más alta desde el cuarto trimestre de 2020, y creció 2,3 puntos. Sobre ello, decíamos que “el hecho de que el mercado de trabajo se haya achicado no es un dato menor y puede impactar directamente en las condiciones de pobreza de los hogares, sumado por supuesto a la caída real del poder de compra de los trabajadores”.
Podemos agregar el análisis del porqué creció la pobreza. La respuesta parece (y lo es) muy obvia: porque los ingresos no crecen al mismo ritmo que el costo de vida. Pero veamos a qué velocidad se movió esto. El INDEC afirma que el valor (promedio del semestre) de la Canasta Básica Alimentaria en el NEA, para un adulto equivalente, fue de $ 101.565. A su vez, el valor medio de la Canasta Básica Total de la región fue de $ 206.782, también para un adulto equivalente. ¿Qué es un adulto equivalente? Es como llama el INDEC a la referencia de medición, consistente en las necesidades calóricas y proteicas para varón de entre 30 y 60 años. A partir de la determinación de ese adulto equivalente (que se le asigna el valor de 1) se puede calcular las necesidades para el resto de los componentes de un hogar: Por ejemplo, una mujer de entre 30 y 60 años representa entre 0,76 y 0,77 de un adulto equivalente.
Volvamos a la evaluación de las canastas. Se mencionó ya su valorización, ahora resta saber su variación. Contra igual semestre del 2023, la canasta alimentaria del NEA creció 290,9%; contra el semestre anterior, 113,9%. Por su parte, la canasta total creció en 285,4% interanual y 117,9% semestral. Dicho esto, cabe determinar cuando crecieron los ingresos para ver de qué manera acompañaron a la suba de las canastas, que son las determinantes de las líneas de pobreza e indigencia.
Para ver la evolución de los ingresos, si bien hay un par de variables al respecto, se toma como mejor indicador el ingreso medio per cápita familiar, esto es, el resultado que se obtiene dividiendo el ingreso total familiar por la totalidad de los componentes del hogar. Si en un hogar hubo ingresos por $ 100.000 y hay 4 integrantes (sin importar cuantos de ellos aportan), el ingreso per cápita familiar es de $ 25.000.
El ingreso medio per cápita familiar en Posadas fue de $ 203.273: creció 175,6% interanual (115 puntos menos que la CBA y 110 menos que la CBT), mientras que en la comparación semestral se expandió 64,6% (49 puntos menos que la CBA y 53 puntos menos que la CBT). ¿Por qué existe tanta diferencia en las variaciones de ingresos y canastas y por qué los ingresos crecen tan lento? Acá empezamos a ver las consecuencias del escenario económico general.
En primer lugar, el costo de vida creció de manera fenomenal, principalmente, entre septiembre de 2023 y marzo 2024 provocando altas muy fuertes sobre todo de la canasta alimentaria; hacia el segundo trimestre 2024, con la corrección de precios relativos en servicios, la canasta de alimentos creció a un ritmo menor que la canasta total porque empezaron a sentirse más los aumentos en servicios públicos y en tarifas. Es decir, en el primer trimestre 2024 nos mataron con el precio de la comida, pero en el segundo trimestre, cuando se calmó la suba en alimentos, nos mataron con el precio de la luz, el transporte público, la telefonía e internet, etc.
Estas subas se dieron en el marco de un alza -nominal- muy lenta (casi estancada) de los ingresos en el sector registrado (más aun en el público) y con la pulverización de ingresos de los informales, sobre todo en el primer trimestre. A la par de esto, y como ya lo dijimos, el achicamiento del mercado de trabajo provocó que desaparezcan ingresos en los hogares, empujándolos hacia debajo de la línea de pobreza. Es decir, hay una combinación de retraso de ingresos con desempleo. Un escenario difícil.