El irracional arboricidio sistemático que aqueja a Misiones
Escribe Carlos Andrés Ortiz
Los motivos profundos que hicieron instalar el desprecio sistemático a los árboles, que se evidencia en el accionar público y privado en esta provincia, son sin duda de vieja data
.Antes era expresión corriente decir –y escuchar- que la selva era “el enemigo a vencer”, y ese pensamiento, con claros ribetes de genocidio ambiental, parece haber calado muy hondo en el subconsciente colectivo, de esta provincia que, precisamente, ha sido bendecida por una naturaleza exuberante, que es un patrimonio valiosísimo en todo sentido, pero de lo cual claramente no se terminó de tomar conciencia.
Hace seis décadas o más, escuché hablar maravillas, de una nueva máquina que la provincia había incorporado, y el “mérito” era lo rápido que podía deforestar. Esa mentalidad subsiste, en este caso en el ámbito citadino.
Mucho se puede precisar, acerca de la lamentable mentalidad arboricida, que parece imperante en Misiones.
Incomprensiblemente, muchas poblaciones se diseñaron con veredas muy angostas, sin árboles y con muy poco espacio para plantarlos, en especial los ejemplares frondosos, los de sombras tupidas, tan necesarios.
Eso se puede constatar no solo en muchos barrios de la capital provincial, sino también en diversas ciudades y pueblos de Misiones. Un caso paradigmático de irracional arboricidio, fue el derribo de un hermoso y muy alto árbol, que estaba lejos de la ruta, en un punto alto, muy visible y vistoso, en la localidad de Jardín América. Tal vez el funcionario que ordenó tumbarlo, supuso que dejar un vestigio de la selva, era una señal de “atraso”, y tumbarlo un acto de “modernidad”.
Pero al caso que motiva este artículo, es el muy viejo y arraigado desprecio por los árboles, que se evidencia –en Posadas- en sucesivos derribos, cuando no en brutales mutilaciones, totalmente irracionales y de magnitudes innecesarias.
Intentando definir de cuales sectores provienen los constantes y casi sistemáticos actos de agresión al patrimonio arbóreo de esta ciudad capital, en principio pueden definirse los cuatro principales.
El personal estable municipal, del área específica, cuya mano de obra ejecutora, habitualmente operando sin un ingeniero forestal u otro personal calificado en el operativo, ese personal demuestra tanta enjundia desaprensiva para cortar, como carencia total de conocimientos del tema. Tal vez sea personal estable municipal, o contratado al efecto, o de cooperativas “ad hoc” o tal vez de planes de asistencia social. Como sea, los resultados son desastrosos, y puedo señalar dos casos del mismo “operativo arboricida” perpetrado hace algunos años, en mi vereda. Mutilaron en forma brutal e innecesaria, el árbol que está frente a mi oficina, pese a que les pedí por favor que no lo hagan. Y otro árbol, a pocos metros, que yo mismo había plantado, se salvó porque casualmente mi auto estaba abajo y me negué a sacarlo, pese a que el personal mutilador me exigió que lo saque. Hoy el árbol mutilado está muerto, y el otro está intacto, muy alto y hermoso.
Es evidente que a EMSA (la empresa prestataria del servicio eléctrico, de mayoría de capital del Estado provincial), nada le importan los árboles, pues con una facilidad preocupante, siempre optan por “lo más sencillo”, que es mutilar en forma acentuada los árboles, e incluso en algunos casos, sacarlos. Es costoso, pero reemplazar los cables eléctricos urbanos comunes, por los de tipo preensamblado, solucionaría buena parte del tema, pues a los últimos las ramas no los afectan. Y cuando se trata de colocar nuevos transformadores u otro tipo de infraestructura, no les hace asco destruir árboles. En la esquina de Buenos Aires y Salta, sin consultar a nadie, procedieron a tumbar con motosierra uno, y a arrancar el otro, para colocar –justo en ese sitio- un transformador (¿no tenían otro lugar?). De esos dos árboles, uno lo había plantado yo, el otro nació espontáneamente. Y hay más malos ejemplos a citar.
Es casi un “deber moral del buen bolichero” despejar el frente de locales comerciales, talando cuanto árbol haya. En muchos casos, el frente de esos locales da al sol poniente, por lo que los frentes vidriados son castigados por los fuertes rayos solares del mediodía y la tarde…pero parece que no lo piensan, o no les importa. Incluso, quienes construyen locales comerciales para alquilar, lo primero que hacen es mutilar o matar los árboles de la respectiva vereda.
En muchos casos son los propios vecinos quienes promueven el arboricidio o directamente derriban árboles. Los motivos aducidos son los levantamientos de las baldosas de las veredas por la raíces, o los problemas en cañerías de desagotes, que algunos árboles tapan con sus raíces que buscan agua. Por experiencia propia, sé que cortar algunas raíces puede ser la solución, pero parece que muchos piensan que “lo más fácil” es tumbar los árboles. También están los propietarios de nuevas casas lujosas u otros inmuebles destacados, que para que sus construcciones “luzcan” se ensañan con los árboles de sus veredas. Eso incluso se hizo en una iglesia, que para que sus vistosas cúpulas (monumentos artificiales) se vean mejor, mandaron tumbar tres añosos y frondosos árboles (monumentos naturales), que formaban parte de un “túnel” natural arbóreo, que por 400 metros cubría una avenida, la Rademacher.
Si bien parte de la ciudadanía está quejándose en un grupo de las redes sociales, faltan acciones de difusión cultural y claras leyes provinciales y ordenanzas municipales, que protejan a nuestros hermosos e indefensos árboles, a los que los desaprensivos arboricidas parecen actuar con fruicción para destruir, o peor aun, evidencian proceder con irracional odio a la naturaleza.
Y si algún árbol debe ser apeado, por estar muerto en pie, o irremisiblemente enfermo, la propia municipalidad local debe encargarse, sin dilaciones, de plantar un sustituto. ¿O acaso queremos vivir en un páramo de cemento y asfalto?
¡URGE PROTEGER A NUESTROS ÁRBOLES EN NUESTRAS CIUDADES Y PUEBLOS! Pongamos coto al arboricidio brutal y desenfrenado.
Mis disculpas a los muchos lectores de otras provincias y diversos países, por referirme esta vez a un tema esencialmente local.