El Tracking y el caso australiano: cambios profundos en la estructura económica
(Economic GPS) La economía argentina se encamina a profundos cambios estructurales, tanto a nivel macro como microeconómico. Estos cambios implicarán grandes desafíos para los diversos sectores y actores económicos y su comprensión -y adaptación a los mismos- podría implicar la diferencia entre la supervivencia o no. Si bien ninguna situación es completamente extrapolable a otra, algunas experiencias pueden arrojar luz sobre el devenir. A continuación les proponemos un sucinto resumen del caso australiano.
Desde los años 50 el país experimentaba una reducción de sus niveles de productividad y una marcada divergencia entre el aumento de los salarios reales frente al crecimiento de ésta, lo cual trajo aparejado una disminución en la expansión económica y un aumento en el desempleo y la inflación. En la década de 1970 Australia contaba con una industria protegida y centralizada, enfocada al mercado interno; con reducida productividad, competitividad e innovación. Ante este panorama, la economía pasó de posicionarse en el quinto lugar en cuanto a PIB per cápita
del ranking de la OCDE en 1950, al décimo quinto puesto en 1990. En el año 2022, Australia se posicionó en el noveno lugar.
Partiendo desde esta situación, en las décadas de los 80’s y 90’s Australia implementó una serie de medidas que apuntaron a lograr una sostenida mejora de diversos indicadores macroeconómicos, entre los que se encuentran
el PIB Per Cápita y la productividad, mediante un cambio profundo en la matriz productiva de su economía.
En el proceso de cambio estructural de Australia tuvieron lugar reformas de carácter microeconómico y macroeconómico. Entre las reformas microeconómicas se encuentran la remoción de protecciones a la industria, la apertura al comercio y a la inversión extranjera, la reducción de controles al mercado laboral y transformaciones en los servicios esenciales de infraestructura.
Por otro lado, las reformas macroeconómicas incluyeron a la liberación del tipo de cambio, la determinación de la tasa de interés por parte del Banco Central con una política de inflation targeting y un marco temporal a mediano plazo para la política fiscal.
En este sentido, una de las primeras políticas implementadas por Australia para alcanzar el cambio estructural fue la reducción de aranceles y la apertura al comercio. Desde mediados de la década de 1970 hasta 1996 fueron aplicadas disminuciones de aranceles que ubicaron el impuesto medio a las importaciones en 5%. Esto obligó a los productores australianos a ser más eficientes ante la competencia internacional, bajando sobrecostos de producción. La mayor apertura a los mercados internacionales tuvo una incidencia en la participación de las importaciones en el PIB del país, que pasó de 13,2% en 1970 a superar el 20% para fines de la década del 90. No obstante, ello se da en paralelo a un sostenido crecimiento de las exportaciones, de modo tal de no comprometer el equilibrio del sector externo.
También fueron relevantes las reformas aplicadas en el mercado laboral. La mayor apertura de la economía y el proceso de reforma estructural impactó en un principio sobre los niveles de empleo. Los niveles de desempleo alcanzaron picos de 10% en 1983 y de 10,9% en 1993.
Mediante el Acuerdo de Precios e Ingresos, implementado entre 1983 y 1996, se descentralizaron los acuerdos salariales. Las primeras políticas en este sentido fueron enfocadas en la fijación de salarios, por medio de un convenio entre los sindicalistas y el gobierno para evitar incrementos en los salarios reales a cambio de mayores salarios sociales, lo que implicaba una mejora en los servicios de salud y bienestar social. Con el correr de los años, la tasa de crecimiento de los salarios convergió a la tasa de crecimiento de la productividad y el desempleo evidenció una sostenida reducción.
La creación de la Política Nacional de Competencia fue otro punto clave en el proceso de reestructuración. Estas reformas, presentadas en 1995 bajo un acuerdo entre el gobierno nacional y las Administraciones Regionales, revisaron el grado de libertad intervencionismo en todos los sectores de la economía. Fue de fundamental importancia para la instrumentación de estas políticas el consenso entre la federación, los estados y municipios. Como parte de este acuerdo, el gobierno federal aceptó compartir mayores ingresos fiscales con los estados, si éstos cumplían con los compromisos establecidos.
Además, se llevaron a cabo modificaciones en las políticas de infraestructura, desregulando mercados y permitiendo el acceso a terceros, lo que repercutió en el crecimiento de diferentes sectores económicos.
La aplicación eficiente de estas medidas fue garantizada por instituciones independientes que, mediante la investigación académica, fomentaron una comunicación adecuada de las políticas tomadas. En este sentido, fue fundamental el rol de la Comisión de Productividad como órgano consultivo del Estado y mediador con todos los interlocutores relevantes.
En el plano macroeconómico, la política fiscal también experimentó modificaciones, mediante la aprobación de medidas de racionalización del gasto y privatización de activos que apuntaron a reducir la deuda pública. Al mismo tiempo, fueron rebajados los tributos a las personas y empresas.
El principio básico en el que se apoyó el esfuerzo de reforma tributaria desde 1983 ha sido ampliar la base impositiva y reducir las tasas. Los recortes en impuestos a las ganancias y empresariales han sido compensados por una variedad de nuevos impuestos que amplían la base impositiva, incluyendo un impuesto a las ganancias de capital, un impuesto a los beneficios marginales y un Impuesto al Valor Agregado.
Desde el punto de vista monetario/cambiario, a finales de 1983 fue aprobado un giro en la política del Banco Central, que permitió que el tipo de cambio del dólar australiano fuera definido por el mercado. Desde ese momento el tipo de cambio ha flotado libremente, con intervenciones ocasionales del Banco de la Reserva, pero ninguna intención de fijar las cotizaciones. Tras la modificación del régimen cambiario las variaciones del tipo de cambio fueron menos desestabilizadoras que las experimentadas con los tipos fijos registrados previamente. La economía se adaptó de manera relativamente eficiente a los movimientos cambiarios, teniendo generalmente un menor impacto en los precios.
Esto ha sido gracias a varios factores, entre los que se incluyen a mercados más competitivos tanto internos como externos y relaciones laborales más flexibles.
Las políticas cambiarias ayudaron al sistema de metas de inflación (implementado a inicios de la década de 1990) a proteger a la economía de las oscilaciones de precios, inevitables debido a las significativas exportaciones de materia prima. En esta línea, la inflación promedio de la década 1990 fue de 2,5%, muy por debajo de las resultantes en las décadas de 1970 y 1980, que se posicionaron en 9,8% y 8,4% respectivamente.
Todas estas políticas permitieron que el país registrara un cambio estructural en su economía, lo cual se evidencia en una modificación de la participación de los diferentes sectores en el total de producción, empleo, inversiones y exportaciones del país.
Así, la economía australiana pasó de ser una economía que a mediados del siglo XX se apoyaba en un sector agrícola exportador -dando cuenta de aproximadamente dos tercios de las exportaciones-, un sector manufacturero mayormente orientado al mercado interno y uno de servicios enfocado en brindar soporte a la logística y comercio internacional e interior,a una economía mucho más diversificada y compleja.
Apalancándose en las ventajas comparativas de sus sectores primarios -en los 2000 mantenían un 17% de la participación en las inversiones y continuaban representando 60% de las exportaciones del país, pero con un marcado mayor foco en la minería-, dio lugar a un proceso de liberalización y de mejora en la competitividad en el sector manufacturero y terciario que le permitió no solo generar la creación de empleo que los sectores exportadores -intensivos en
recursos naturales y capital- no generaban, sino también hacer que estos sectores fuesen mucho más competitivos a nivel internacional -su participación en las exportaciones pasó del 23% en la década del 60 al 40% en la del 2000-.
Si bien es cierto que los cambios estructurales de Australia partieron de un contexto histórico, político y económico distinto al que se presenta en la Argentina actual, ante un nuevo gobierno que impulsa medidas que apuntan a un cambio de régimen, parece interesante tomar nota de los resultados y analizar la experiencia para aprender de aquellas situaciones y políticas que pudiera resultar útil aplicar.