Falsedades y tergiversaciones del liberalismo económico
Tal como lo definió con notable maestría Friedrich List, en pleno apogeo del liberalismo como doctrina económica excluyente, y como lo precisaron posteriormente muchos analistas políticos y económicos, el liberalismo económico es una doctrina ideada para perpetuar la subordinación política y económica de los Estados no industrializados ni desarrollados, respecto a las naciones y bloques de poder desarrollados.
Analistas destacados, entre ellos Jauretche, Aldo Ferrer, Methol Ferré y muchos más, siempre silenciados por “los poderes establecidos” (el establishment), coincidieron en dicho análisis, aportando sus valiosos puntos de vista, enriquecedores del mismo enfoque básico.
En su momento, el liberalismo fue la herramienta predicada hacia afuera pero no cumplida hacia adentro por Gran Bretaña, para impedir el desarrollo tecnológico e industrial del resto del mundo. Y eso le dio más de 100 años de absoluta supremacía mundial, basada en su industria, su tecnología, su poderosa marina de guerra y enorme marina mercante (creada en base a muy fuerte proteccionismo y estímulos de la Corona, o sea del Estado). Todo ello con los soportes de su fuerza financiera y el accionar sinuoso, falaz y terrible de su refinada pero feroz diplomacia.
El liberalismo se basó en una serie de falsedades groseras, a las que se pretende instalar en el altar pagano de las “leyes” económicas, las que como tales no deberían –supuestamente- jamás ser objetadas ni menos aun duramente cuestionadas probándose las falsedades y tergiversaciones de las mismas.
Esas “leyes” forman el andamiaje pseudo académico, sobre las que se basa todo el armazón político – cultural que sostiene la vigencia de esa doctrina político – económica; la cual como se dijo, es esencialmente una doctrina de colonización política, cultural y económica aplicada a escala planetaria.
Algunas de esas “leyes” económicas, parten del supuesto de la competencia perfecta, lo cual es una teorización abstracta, que casi nunca se da en la vida real.
El equilibrio al cual por si mismos tienden “los mercados libres”, es otra falsedad mayúscula. Por una parte, las sucesivas crisis económicas mundiales y las crisis que se dan en muchos países, desmienten categóricamente la supuesta
autoregulación de los mercados y su falsa búsqueda automática del equilibrio. No fue casualidad que EEUU y Europa recurriesen a las ideas keynesianas –con fuerte rol del Estado y muy lejos de las “leyes de los mercados” para salir de crisis severas, como la de 1929, y la de 2008. En ambos casos además, sin pizca de “inocencia”, buscaron transferir los elevados costos de esas crisis a las naciones excluidas del núcleo de las desarrolladas. Esto último es claro y fácilmente demostrable, pero siempre ocultado por los economistas y otros operadores al servicio de los intereses transnacionales (mega finanzas, Potencias Atlantistas y grupos de presión desconocidos por el común de la gente, como la Comisión Trilateral y otros).
Por otra parte, los mercados nunca son “libres”; o son regulados por los oligopolios, o son regulados por el Estado. En el primer caso, los productores primarios (como en el caso de la yerba mate, entre muchos otros) sin la intervención reguladora y equilibradora del Estado, quedan a merced del antojo y conveniencia de los oligopolios compradores de la yerba en bruto (sin elaborar), en cuyo caso el precio llega a ser ridículamente bajo, y además, con frecuencia las condiciones de pago son directamente abusivas, con cheques postdatados a varios meses, sin ningún ajuste por intereses ni por la inflación.
De la misma forma en la óptica del consumidor, las petroleras sin ningún control por parte del actual Estado CEOcrático ultra liberal, se valen de su abusivo rol oligopólico, e imponen aumentos leoninos a los combustibles y lubricantes. Los propaladores de las “bondades” del neoliberalismo, nada dicen de esa y otras realidades impresentables.
Otro de los dogmas, supuestamente “indiscutibles”, es sostener la “eficiencia privada” y su supuesta contraparte de la “ineficiencia del Estado”. Por supuesto, los “eficientes privados” utilizan todas las prebendas como los de la patria contratista, viejos usufructuarios de “ventajas” de todo tipo, que junto con otros oligarcas diversificados (incursionando en ramas que antes la oligarquía tradicional nunca había incursionado), fueron los que lograron la estatización de sus deudas externas, en épocas de Cavallo en los años ’90.
Esto está asociado con las feroces criticas al supuesto cuadro de “elefantiasis” que los operadores neoliberales enarbolan como trampa cazabobos,
para lograr consensos favorables a las políticas de destrucción lisa y llana de los Estados, para con ello entronizar sin limitaciones el gobierno de las mega corporaciones transnacionales, y sus lacayos internos. Con eso tienden a implementar sin límite alguno la globalización salvaje, la cual no solo implica la desaparición de los Estados, sino también a institucionalizar la neoesclavitud de la tecnocracia, con seres humanos prescindibles y desechables, sistema sin pizca alguna de humanismo ni de espiritualidad.
Para lograr tan impresentables fines, cuentan con operaciones de pinzas, con un brazo tecnocrático, “eficientista” y ultra privatista; el de las tecnocracias corporativas, ramificadas desde los centros del Poder Transnacional; complementado con el brazo muy hábilmente manipulado de las “progresías”, de discursos virulentos y supuestamente “anti sistema”, que en realidad terminan siendo marionetas dóciles de los poderes transnacionales apátridas, a los que sirven de pantalla distractivas, a la vez que operan como instaladores de mensajes disociadores, que en esencia buscan destruir los valores humanos y espirituales sobre los que se asienta todo el tejido social que mantiene unidos a los pueblos en base a valores éticos superiores. Valores que esas progresías, con discursos, operaciones y en muchos casos financiaciones facilitadas por los que manipulan a favor de la globalización salvaje. Todo eso con el soporte de los mercenarios de la comunicación.
Esa supuesta “elefantiasis” de la que acusan al Estado Argentino, parte de un análisis sesgado y malicioso, ocultando cuantas acciones muy productivas y beneficiosas en diversas formas al desarrollo e integración nacional, se realizan desde entes y organismos nacionales, como la Comisión Nacional de Energía Atómica, INVAP, INTI, INTA, Conicet, Astilleros Río Santiago, YPF, Aerolíneas Argentinas, Río Turbio, Fabricaciones Militares, y un largo etcétera. Por no mencionar los roles indelegables de la Salud y la Educación Pública, pilares esenciales del país, la Seguridad Pública cuidadas por las policías y otros organismos de seguridad; además de otras funciones indelegables que deben ser cumplidas por el Estado.
Tampoco mencionan los promotores del neoliberalismo salvaje, que muchos sectores industriales y tecnológicos fueron desarrollados por el Estado, ante la inacción de los privados, solo ávidos de ganancias rápidas y fáciles, en muchos casos conseguidas a costa del Estado, como los “grandes empresarios” de la “patria contratista”, uno de cuyos exponentes más conocidos es el propio actual presidente argentino.
Tampoco dicen esos promotores del neoliberalismo salvaje, al cual quieren empujar definitivamente a nuestro país, que grandes avances de la humanidad, en sectores claves como la exploración espacial, antes la exploración marítima, avances en la medicina, la física, la química y otros, se lograron en base a la activa participación de Estados Nacionales cuyos dirigentes no se dejaron encandilar por las falsedades ideológicas del liberalismo extremista, el mismo que esas potencias pregonan fronteras afuera pero no practican fronteras adentro.