Feria del libro en un marco de crisis y bajas expectativas
La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires abre sus puertas este jueves en medio de la profunda crisis económica que atraviesa el país y con problemáticas propias del sector que, en el último año, se agravaron aún más.
La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires abre sus puertas este jueves en medio de la profunda crisis económica que atraviesa el país y con problemáticas propias del sector que, en el último año, se agravaron aún más. Con este panorama, las expectativas son acotadas y se centran, más que nada, en el microclima propio y festivo que se genera en la feria porteña, la más importante de la literatura hispanoamericana. Economis consultó a escritores, editores, distribuidores y libreros para conocer la realidad del mercado editorial.
Primero, un breve repaso. Los libros vienen de una Feria 2022 que fue histórica y que rompió el récord de visitantes, algo lógico luego de dos años en que la cita se canceló por la pandemia. Asimismo, el mercado tenía buenas expectativas por la recuperación del sector que, gracias al público lector y a la fuerte inversión estatal, había alcanzado cifras de producción y ventas cercanas a aquellas que hoy se añoran de los años 2014 y 2015. La doble crisis provocada por las políticas neoliberales del macrismo y por el confinamiento, parecían haber quedado atrás. ¿Qué pasó en estos doce meses? Que los problemas de entonces no solo perduran, sino que se han agravado a niveles preocupantes.
Dólar, inflación y papel versus el libro
La economía argentina se mueve al ritmo del avance del dólar y de una inflación incontrolable, algo que impacó de lleno en el mundo editorial. En este rubro, además, aparece el agravante del papel, cuya producción es oligopólica e incide negativamente en toda la cadena productiva. Juan Pampín, del sello Corregidor y vicepresidente de la Cámara Argentina del Libro, explica que “el mercado editorial se encuentra retraído y con ventas en baja en relación al año pasado. La realidad es que los problemas que venimos contando hace rato, lejos de solucionarse y a nuestro pesar, se fueron agravando.
Tradicionalmente cuando hablábamos de la incidencia del papel en el costo de un libro hablábamos de un 30/33%, en la actualidad, ese costo es superior al 50%, llegando la importancia de este insumo en algunos casos al 54/55%, lo que hace que el papel se lleve dentro de eso más que cualquier otro factor de la industria, más allá que con todos los problemas inflacionarios y al tener la sartén por el mango ponen condiciones leoninas a la hora de exigir el pago, haciéndonos pagar incluso al momento de encargar el papel”.
La editorial Híbrida tiene un año en la calle y esta será su primera feria. Su creador Sergio Criscolo afirma que “nos encontramos en una situación económica muy compleja que atenta contra todos los sectores del consumo y, en el caso de los libros, todo lo que tiene que ver con el papel está muy vinculado al precio del dólar y eso afecta directamente a la industria, en especial a las pequeñas y mediadas editoriales que tienen menos espalda y tienen que poner un precio competitivo”.
La misma definición de crisis nos brinda Guido Cervetti, jefe de Ventas de la distribuidora regional Big Sur, para el que existen “dos factores fundamentales. Uno es la inflación corriente de la gente que hace que la plata cada vez le alcanza menos y empiezan a recortar. Y una de las primeras cosas que se recortan o se resienten son los consumos culturales. El otro problema gravísimo es el papel. Si la inflación aumentó el 100%, el papel aumentó el 300. Se rige por la cotización del dólar paralelo o no sé qué dólar y la industria de los libros está presa y rehén de lo que deciden las papeleras que son dos. Así que la crisis es gruesa”.
El oligopolio del papel lo describe Pampín cuando detalla que “el papel está en manos de dos grandes productores: Ledesma y Celulosa, entre ambos conforman un oligopolio en el que se reparten las porciones de mercado y a donde por cuestiones de cambios en los hábitos de consumo el papel para uso editorial ocupa menos del 20% de la producción. Hoy se produce poco, caro y con casi nula posibilidad de elección (comprás lo que hay y pagás lo que te piden), y claro, a partir de una falta de control por parte del Estado hace que todo se vuelva más complejo. Se da una “tormenta perfecta”: oligopolio, especulación y falta de controles”.
Desde el lado de los autores, Marcelo Larraquy, uno de los escritores más prolíficos y exitosos de las últimas dos décadas, comenta que “al mercado editorial lo veo como siempre vinculado a los vaivenes de la economía, con épocas de mayor y de menor consumo. Cuando la clase media está golpeada por la inflación y la crisis económica, en especial la clase media entendida como fiel consumidora de libros, el mercado se resiente”.
En el plano local, Matías Scaraboti, dueño de la Librería Tras los Pasos, la más importante de la región y uno de las más lindas del país, explica que “según los editores el tema del papel es muy problemático. En nuestras librerías se evidencia de dos maneras: la cantidad de libros que nos llega es menor y, en muchos casos, no hay posibilidad de reponer el material vendido. De todas formas, como nuestro mercado es muy chico, a nosotros no nos impacta significativamente”.
Esta tríada problemática entre dólar, inflación y papel genera una paradoja de mercado, tal como lo revela Gabriela Halac, de la editorial cordobesa Documenta. “Esta es una feria a la que vienen muchos libreros del mundo a comprar a precios que, probablemente, no se ajusten al precio de las reimpresiones que tengamos que hacer después. Eso nos pone en alerta sobre si vender muchos libros nos está capitalizando o descapitalizando”.
Con esta descripción coincide Criscolo, ya que “es muy difícil poner un precio a un libro que se lanza teniendo como regla la medición de la inflación porque ese precio sería muy alto y no podríamos competir contra autores consagrados que cuentan con todo el apoyo publicitario de las grandes editoriales. Pensá que nosotros cobramos el libro seis meses después de vendido y tenemos márgenes de ganancia muy cortos, que además con una inflación mensual tan fuerte corren serios riesgos de existir”.
A pesar de todo, el libro perdura
Más allá de este panorama de crisis y expectativas acotadas, la fiesta de la literatura hispanoamericana está asegurada gracias a la pasión con la que autores, editores, libreros y lectores viven este evento que llega a su 47° edición. Una herramienta para subsistir, visibilizar y amplificar la presencia editorial en la Feria es la unidad de sellos y los stands compartidos. Esta experiencia que se instaló con éxito a partir de la experiencia de Siete Logos, uno de los stands más innovadores de los últimos años, gana adeptos, como ocurre con Híbrida y Documenta.
La primera, creada por Criscolo, llega por primera vez a la feria, con “un concepto, explica su director, que no solo tiene que ver con el contenido de cada libro en sí, algunos libros no son necesariamente híbridos y otros sí, son difíciles de catalogar, sino también que es una época en la que han salido muchas editoriales de nichos y en este caso adoptamos un riesgo importante al sacar una editorial sin tanto nicho concreto”. Híbrida estará presente en el stand de la distribuidora “Asunto impreso” y en la librería colectiva que propone el stand de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Documenta apunta al “surgimiento de nuevas autorías”, enfatiza su creador Gabriela Halac. “Hay que plantearse, continúa, que si hay una crítica al colonialismo, también desde la industria del libro se aportan otras voces que entren en la discusión del campo del pensamiento y de la experiencia en relación al mundo en el que vivimos, de las utopías que construimos para las vías futuras que vamos a poner en danza para la imaginación social. Hay editoriales más enfocadas a un trabajo de circulación comercial del libro, con autores que funcionan comercialmente y hay otras que trabajamos desde un campo de acción mucho más poroso, más frágil y al que personalmente apuesto desde hace 20 años”. Con ese espíritu el sello compartirá dos espacios. Uno “en Todo libro es político, en donde estamos desde el 2017, y en Un Cuarto impropio, por segundo año consecutivo. Se trata de una red de editoriales que se piensan desde los márgenes geográficos, identitarios y económicos”.
Cada editorial apuesta a innovar y a las novedades para impactar en la feria. Fernando Fagnani, editor de Edhasa y Vicepresidente de Riverside Agency, comenta que acaban de lanzar “un nuevo sello de novelas clásicas de aventura, Zenda Edhasa. Es un emprendimiento de Edhasa y la página web zendalibros.com, creada y dirigida por Arturo Pérez Reverte. Empezamos con dos libros: Taras Bulba, de Nicolas Gogol, y Las cuatro plumas, de A.E.W. Mason; ambos prologados por Arturo Pérez Reverte”.
En el caso de Scaraboti, en tanto librero, explica que “aprovecho la feria para tomar contacto con mis proveedores principalmente. Es un espacio para la socialización”.
Por último, Larraquy confiesa que “la feria es parte del sueño de escribir libros, o de ser escritor, de ser autor, de ser historiador, de ser periodista. Es un lugar que recorrí desde joven, adolescente, que esperaba cada año. Después llega un momento en el que pasás del otro lado del mostrador, no tanto como lector sino como autor. De eso también ya pasó bastante tiempo de mi primer libro. Mi primera vez como autor lo recuerdo de una manera muy emotiva y con muchos nervios. Presentarse como autor en la feria con el libro Galimberti fue algo muy sentido, porque fue como llegar a un lugar que uno había soñado de adolescente: escribir un libro, publicarlo y ser parte de esa comunión entre el autor y el lector”.