¡Gurises a trabajar! La situación del trabajo infantil en Argentina y Misiones

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Las palabras del diputado nacional de La Libertad Avanza (LLA) Bertie Benegas Lynch causaron un revuelo importante que motivó la respuesta de organismos internacionales, como UNICEF, e incluso correcciones desde su propio partido. Pero, ¿Es el único que piensa que “lo mejor” para el niño es trabajar en el empleo del padre? 

El trabajo infantil en cifras

La medición del trabajo infantil en Argentina es bastante reciente. La primera Encuesta Nacional de Actividades Niñas, Niños y Adolescentes se realizó en 2004. En su segunda edición, en 2016-2017, se encontró que el 10% de los niños y niñas de 5 a 15 años realizan al menos una actividad productiva. Son 764.000 niñas y niños que trabajan en al menos una actividad y un porcentaje no menor lo hacían en más de una. En el ámbito urbano el porcentaje es de 8,4% mientras que en el rural sube a un 19,8%

Para el segmento considerado como adolescente (16 a 17 años de edad) el porcentaje trepa a 3 de cada 10 adolescentes. En el ámbito urbano es del 29,9% mientras que en el rural, 43,5%.

Se reproduce, tanto para niños y niñas como para adolescentes una brecha de género: varones se dedican más al trabajo para el mercado y autoconsumo; niñas más dedicadas al trabajo doméstico intensivo. 

La Encuesta también registró un deterioro de las trayectorias educativas (acceso, permanencia y rendimiento) siendo problemáticas frecuentes: repitencia, tardanzas y faltas frecuentes. Sobre todo en las actividades orientadas al mercado respecto a quienes realizan actividades de autoconsumo o actividades domésticas intensivas.

La pandemia por Covid 19 agudizó el problema del trabajo infantil en Argentina.

A fines de 2020 Unicef, en coordinación con la OIT y el Ministerio de Trabajo, relevó 2.351 hogares a través de una encuesta telefónica. 

La franja etaria seleccionada fue 13 a 17 años de edad. Se encontró que el 16% trabajaba de forma remunerada. De ellos poco menos de la mitad no lo hacía antes de la pandemia y 7 de cada 10 viven en hogares en los que algún miembro se quedó sin trabajo, se redujeron sus horas de trabajo o tuvieron suspendidos sus trabajos temporales “changa”. 

Además el 56% de los que trabajan para el mercado viven en hogares que recibieron algún tipo de asistencia estatal. En 2021 se repitió la encuesta y el porcentaje aumentó de un 16% a un 23%. Es decir, en un contexto de crisis, el trabajo infantil aumenta. La triste realidad es que no hay una elección posible para muchas familias entre comer y mandar a los chicos a la escuela porque la crisis y el ajuste los llevan a garantizar, como sea, la supervivencia.

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El caso de la yerba mate en Misiones

Hay un mito instalado en ciertos sectores de que un niño puede hacer el trabajo de un adulto, en el taller o en donde sea y que esto representa un “bien” para él o su futuro. 

En Misiones esta idea suele aparecer de la mano de algunos productores yerbateros quienes argumentan que es mejor tener tareferitos trabajando que drogándose en la calle. Así idealizan el trabajo desde temprana edad porque favorecería a la construcción de valores: aprenderían de la “cultura del trabajo” y no se dedicarían a robar. El tiempo de ocio de los niños sería el camino a la delincuencia. Así, no es extraño encontrar trabajo infantil en la tarefa.

Durante el 2023, RENATRE detectó alrededor de 100 casos de trabajo infantil en Misiones. Varios de ellos, en la cosecha de yerba mate. Incluso se detectó a un niño de 11 años que acampaba en un yerbal desde hacía tres meses

En muchos casos los padres y las madres no quieren llevar a sus hijos a tarefear, pero no tienen otra opción. Este es otro obstáculo, no tener con quién dejar a sus hijos e hijas seguros y que les pueda garantizar alimentación, cuidado e higiene, acompañamiento escolar, etc. En Misiones sólo hay dos espacios de cuidados para hijas e hijos de tareferos, en Wanda y Andresito. Ambos funcionan con un gran esfuerzo de sus trabajadores y trabajadoras que, por lo menos hasta en 2022, se encontraban precarizados percibiendo un plan social. Faltan muchos más espacios de cuidado puesto que la yerba mate se produce en prácticamente toda la provincia y son alrededor de 18.000 tareferos y tareferas las que trabajan allí.

Trabajar desde la infancia no significa el aprendizaje de un conocimiento valioso para el desarrollo de la vida adulta. A su vez, hay trabajos que son reconocidos como riesgosos por las propias condiciones laborales en las que se desarrollan.

En la tarefa, son numerosos los siniestros laborales en los que resultaron lastimados o, incluso perdieron la vida niños y adolescentes. 

El siniestro vial de Salto Encantado ocurrido el 17/06/2013 en el que fallecieron 3 niños y otros 3 de 11,14 y 15 años de edad resultaron heridos y traumatizados es una de las muestras más fehacientes del peligro que representa el trabajo infantil en los yerbales. 

El 19/7/2013 un bebé de 1 año y 7 meses falleció atropellado por un camión cargador en el yerbal en el que cosechaban su madre y padre; el 20/7/2011 un adolescente de 15 años murió electrocutado mientras operaba una grúa hidráulica para cargar raídos al camión. La manipulación de las tijeras para el corte de las plantas y la intemperie a la que se ven expuestos los niños y las niñas constituye un riesgo para su salud. Además, está comprobado que el trabajo desde temprana edad lleva a trayectorias escolares discontinuas, al abandono escolar y la reproducción de un círculo vicioso en el qué no se posibilita otro futuro para el niño que “heredar” el trabajo y las condiciones de su padre o madre.

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Políticas públicas que no alcanzan

El primer obstáculo, para erradicar el trabajo infantil es la pobreza. Los tareferos de la provincia forman parte de eso que se denomina “pobreza consolidada”.

Como el pago por la cosecha es a destajo, es decir, por cantidad de kilos cosechada, la jornada laboral se extiende lo que dura la luz del sol. Por esto mismo, muchas veces la “ayuda familiar” resulta en la forma de encubrir el trabajo de niños y niñas por la propia necesidad de parar la olla. Algunas estimaciones daban cuenta en enero, mes que se realiza la “zafriña” de verano, que un tarefero podía “generar” en un mes un equivalente salarial a $200.000 – $300.000. Es decir, muy por debajo de la línea de pobreza. A su vez, quienes estuvieron registrados en 2023 pudieron acceder a un subsidio interzafra de $64.000 mensuales entre noviembre/23 y febrero/24. Claramente, ninguna familia puede vivir con estos montos y por eso la mayoría “changuea” en el período interzafra además de percibir algún plan social.Por más que Sandra Petovello haya salido a corregir a Benegas Lynch, la realidad es que el aumento de la pobreza y la miseria que su gobierno genera no hacen más que agudizar un problema que afecta a cada vez más niños, niñas y adolescentes en el país. Para erradicar el trabajo infantil, no basta con legislar y reconocer el derecho de niños, niñas y adolescentes. Es necesario destinar los recursos para garantizar realmente esos derechos. No hay suficientes espacios de cuidado para niños y niñas en la provincia, y en el país. Es necesario multiplicarlos, lo que además crearía puestos de trabajo. Esta política es una solución parcial y no ataca el problema de fondo. La producción yerbatera no puede sostenerse a costa de precarización y salarios de miseria. Resulta imperioso avanzar en eliminar las condiciones estructurales que posibilitan la explotación laboral infantil. Entre ellas, la informalidad y el pago a destajo. Todo ello eliminaría las condiciones que llevan a que muchas familias lleven a los niños y niñas a las tarefas, y a otras actividades en el resto del país.

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