Javi el Gran Pescador Solitario y los Chinos que no Quieren Ser Molestados
Había una vez un hombre que amaba la pesca, pero no cualquier tipo de pesca. A nuestro protagonista, al que llamaremos “El Gran Pescador Solitario” -el Javi-, le encantaba salir al rio al amanecer, lanzar su caña y esperar pacientemente a que los peces vinieran a él, mientras navegaba en redes sociales. Eso sí, su única regla era clara: no quería ser molestado ni que lo contradigan.
Le gustaba que todo fluyera en paz. Si los peces se acercaban a su anzuelo, era porque respetaban su calma. Si otros pescadores pasaban cerca, él solo esperaba que lo hicieran en silencio, sin incomodarlo. Para él, el secreto del éxito estaba en no hacer olas. “Si no los molestas, vendrán”, repetía, convencido de que su enfoque zen era infalible.
Un día, se decidió a explorar otros territorios y se fue de viaje a Estados Unidos. “Ahí los peces son más grandes, y la pesca debe ser más interesante”, pensaba. Pero tras varios -muchos- viajes, volvía siempre a su rio con las manos vacías. Los peces de allá parecían más esquivos de lo que pensaba. “No pasa nada”, se decía, ajustándose su peluca de pescador. “A veces es cuestión de paciencia. Además, no es que los moleste demasiado”.
Así que, cansado de las idas y venidas al norte sin éxito pues solo Elon lo recibe y vaya uno a saber porque desinterés en Argentina, nuestro Gran Pescador Solitario miró hacia el este. Ahí estaba el Océano de las Oportunidades Orientales, donde grandes barcos surcaban las aguas, llenos de promesas de pesca abundante. Y no eran barcos cualquiera, sino unos enormes, robustos, algunos sin pintar, que llevaban banderas rojas con caracteres chinos. China. Ese país que, según le dijeron, era el mejor socio comercial pero no le gusta que lo molesten. Como cuando pesca uno. Y ellos pescas mucho e ilegalmente en nuestro mar Argentino. Y se ve que no le gusta que los molesten.
Antes de embarcarse hacia esas aguas, nuestro pescador hizo un anuncio: “China es un gran pescador, un socio comercial importante. Pero, ojo, no hay que molestarlo.” O sea, digamos, o sea…. déjenlos pescar tranquilos.
Y ahí es donde la historia empieza a tomar un giro cómico, casi irónico. Porque, mientras nuestro pescador se preocupaba por no incomodar a los gigantes barcos chinos, esos mismos barcos estaban, digamos, bastante cómodos en nuestras aguas llevándose lo nuestro. Sí, la mismísima argentina, el Mar Argentino, donde la flota china se pasea como si estuviera en su casa, lanzando redes, sacando toneladas de peces, y apenas saludando a los pequeños botes locales que, con suerte, sacan algún pececito que les queda en las sobras.
El pescador Solitario, navegando con su lancha, sigue repitiendo su mantra, que ya no todos creen. Y mientras él mira al horizonte, soñando con los grandes peces que le prometieron los orientales, los pescadores locales empiezan a preguntarse si no es hora de alzar un poquito la voz.
Porque, claro, hay algo que no cuadra. Mientras el pescador va de viaje y lanza su anzuelo al aire en países lejanos sin traer ni un pez de vuelta, los barcos chinos siguen pescando alegremente en las aguas argentinas. ¡Y cómo pescan! Enormes redes que parecen aspiradoras submarinas, barriendo todo lo que encuentran a su paso. ¿Qué peces quedan para los locales? ¿Quién sabe? Pero lo importante, parece, es no molestar a los que pescan en gran escala.
Quizás lo más curioso de esta historia es cómo, mientras el Gran Pescador Solitario sigue buscando grandes peces en mares lejanos —EE.UU., China, y quién sabe dónde más—, no parece notar que en su propio mar, los grandes barcos ya están ahí, llevándose lo mejor de la pesca sin pedir permiso. Es como si, al preocuparse tanto por no incomodar a los peces gigantes, se olvidara de los pescadores locales, esos que también quieren una parte mínima de la pesca.
Además de la pobreza, de la cual ya hemos hablado. Tenemos otro dato: en la Argentina hay más de dos millones de trabajadores formales que están en situación de pobreza. Es decir, el trabajo formal, aunque brinda protección, no es suficiente para mitigar los impactos de la crisis social. En el 2024 se duplicó la cantidad de asalariados formales pobres. Yo calculo que en los barcos chinos no hay trabajo para los locales y, si hubiera, no sería formal ni registrado.
Según las cifras conocidas recientemente, el 66,1% de los menores de 14 años es pobre. En cada aula de 30 alumnos hay 20 que viven en casas en las que no llegan a cubrir la canasta básica total. Y para colmo, estamos recortando plata en la educación. Pobres y brutos, no augura un muy buen destino para Argentina
Y así, queridos lectores, seguimos navegando en este mar de promesas y peces lejanos, mientras los barcos chinos no parecen tener ningún problema en pescar donde quieran. Pero tranquilos, que al menos, según nuestro Gran Pescador Solitario, nadie será molestado.
Como siempre, de un lado de la reja esta la realidad, del otro lado también está la realidad. Lo único realmente irreal, es la reja.
Hasta la próxima.