Jueces de la democracia: un Poder Judicial cada vez más joven en Misiones

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Con un promedio general de 52 años y una mayoría de magistrados sub 50 en áreas claves, el recambio generacional ya es un hecho. Sólo quedan dos o tres jueces anteriores al Consejo de la Magistratura. La Justicia en Misiones, además, lleva una década sin paros, lo que la convierte en una de las más estables del país.

Misiones atraviesa un proceso silencioso pero profundo: el Poder Judicial se renovó casi por completo en las últimas dos décadas, especialmente desde la creación del Consejo de la Magistratura y el impulso a la digitalización iniciado en 2014. Del viejo esquema de designaciones políticas sólo sobreviven apenas dos o tres jueces superiores y una tanda de jueces de paz, cuyas nominaciones recién ahora se incorporaron a la selección por ternas. El resto ingresó por concursos públicos, con nuevas exigencias y nuevas perspectivas profesionales.

Los datos oficiales permiten dimensionar el fenómeno. Un relevamiento de casi un centenar de magistrados revela un promedio general de edad de 52,6 años. Pero ese número, que puede sugerir estabilidad o incluso madurez, esconde una transformación mucho más profunda: en la mayoría de las áreas sensibles -civiles, de familia, penales y de las circunscripciones más dinámicas- los jueces tienen entre 38 y 49 años. Muchos nacidos en democracia.

El recambio generacional está instalado, es masivo y ya define una nueva identidad institucional. El nuevo procurador general, Carlos Giménez, recién ingresó a las cuatro décadas y reemplazó a Miguel Piñeiro, que lo doblaba en edad. Lo mismo Martín Rau, flamante juez penal, antes de los 45 años. Vladimir Glinka, fiscal del escándalo Kiczka, tiene 36 años. El fiscal de Cibercrimen, que entiende en delitos informáticos, Juan Pablo Espeche, tiene uno menos.

En la Primera Circunscripción, por ejemplo, los jueces civiles promedian apenas 45 años. Apóstoles -una de las jurisdicciones con mayor volumen de causas- el promedio es de 47. En los tribunales penales de Posadas, la media ronda los 50, con una presencia fuerte de magistrados de 43 y 44 años. Sólo el fuero laboral -tradicionalmente más estable y con menor movilidad- sostiene promedios que superan los 60 y elevan la media general. Esto marca una consigna: la experiencia también aporta muchísimo a la eficiencia. La edad muchas veces aporta el conocimiento empírico que sostiene como una balanza las respuestas judiciales.

El contraste entre los jueces jóvenes y los de mayor trayectoria no es apenas biográfico: es estructural. Los magistrados que superan los 60 años -una fracción mínima pero todavía influyente en ámbitos como el laboral- fueron formados en una matriz jurídica previa a la digitalización, donde el expediente físico, la delegación vertical y la cultura del “tiempo judicial” marcaban ritmos y jerarquías.

Su experiencia aporta estabilidad y una comprensión territorial profunda. Pero también -y esto lo reconocen incluso ellos mismos- cargan con inercias que chocan con las demandas actuales: plazos más breves, trazabilidad digital, audiencias inmediatas y transparencia en la gestión. Son profesionales de un ecosistema institucional que ya no existe.

La generación sub 50 ingresó en un escenario radicalmente distinto: concursos obligatorios, paridad creciente, firma digital, oralidad, estándares de género, derechos humanos y control estadístico de gestión

Para esta camada, el expediente electrónico no fue un cambio sino un punto de partida; la firma digital, una herramienta natural; y la carga de indicadores, una obligación ética. La cultura de trabajo es otra: más horizontal, más medible, más orientada a resultados. Además, su formación incluye nuevas problemáticas -violencia de género, delitos informáticos, vulnerabilidad social- que exigen enfoques más complejos y multidisciplinarios. La pregunta sobre si “la Justicia necesita recambio generacional” pierde sentido: el recambio ya ocurrió. El desafío hoy es armonizar lenguajes y culturas institucionales que conviven, se tensan y, muchas veces, se complementan.

Un Superior Tribunal con otra matriz de ingreso

La composición del Superior Tribunal de Justicia también revela el alcance de los nuevos tiempos. De los actuales ministros, solo dos provienen de la carrera judicial tradicional: la presidenta, Rossana Venchiaruti Sartori y Froilán Zarza. Ambos hicieron todo su recorrido como secretarios, prosecretarios y camaristas dentro del Poder Judicial. El resto ingresó desde la abogacía privada o como referentes emergentes de otros ámbitos profesionales, introduciendo nuevas miradas y diversidad de trayectorias. 

Esta heterogeneidad en la cúspide del sistema no solo rompe con la lógica endogámica de décadas anteriores, sino que confirma que Misiones consolidó un modelo de selección donde el mérito, la formación continua y la competencia abierta sustituyen al viejo esquema de promociones automáticas.

Otro elemento que suele pasar desapercibido y que profundiza la singularidad del sistema misionero es su continuidad operativa. A diferencia de otros poderes judiciales del país, el de Misiones lleva más de una década sin paros, lo que se traduce en miles de horas de servicio efectivo. La ausencia de huelgas, sumada a la digitalización y a la estabilidad institucional, produce un volumen de trabajo que marca diferencias con provincias donde los conflictos gremiales paralizan periódicamente la actividad. La inexistencia de huelgas es producto de una gestión ordenada y un trabajo consensuado

Paradójicamente, algunos abogados señalan que la feria judicial sigue siendo “muy extensa”. Es un reclamo recurrente, pero que contrasta con una realidad objetiva: la Justicia misionera funciona todo el año, con licencias ordenadas y sin interrupciones laborales. En un sistema donde cada día perdido equivale a acumulación de expedientes, la continuidad es un activo institucional de enorme valor.

En Misiones se realizan concursos de manera continua, lo que explica por qué el recambio generacional opera sin necesidad de grandes reformas. Con cada convocatoria se incorporan nuevos perfiles, más jóvenes y con una visión profesional acorde a los estándares nacionales e internacionales. La narrativa del “Poder Judicial envejecido” es, en buena medida, un mito: los datos muestran exactamente lo contrario.

Ahora bien, ¿una justicia más joven es una justicia mejor? Una estructura más joven no garantiza eficiencia por sí misma, pero sí habilita nuevas dinámicas. Los jueces sub 50 se formaron con la lógica del expediente digital, el uso intensivo de tecnología y los mecanismos de monitoreo de gestión. En muchos despachos la medición de tiempos, el análisis estadístico de procesos y las audiencias virtuales ya forman parte del trabajo cotidiano, sobre todo con la experiencia de la pandemia.

Este cambio generacional implica un nuevo equilibrio: una justicia más dinámica, más digital y más permeable a cambios culturales, pero que todavía convive con tensiones heredadas y resistencias tradicionales en el ejercicio de la profesión. Lo cierto es que Misiones tiene hoy un Poder Judicial de la democracia, renovado por concurso, con fuerte presencia femenina y con una estructura etaria que ya no es un problema, sino parte de su impulso hacia la modernización.

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