La ciencia sale al rescate de la selva misionera

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Utilizando herramientas biotecnológicas se logró reproducir en laboratorio algunas de las especies arbóreas nativas de la Selva Misionera que se encuentran en peligro de extinción.

Se trata de uno de los tantos aportes científicos que se han gestado para ser utilizados en programas estratégicos de recuperación de especies en peligro. Con más de 200 especies arbóreas registradas, la Selva Misionera no escapa a la realidad de todas las zonas boscosas del Planeta, una excesiva tasa de corte y extracción, sumado a que -en su caso puntual- no va acompañado de acciones complementarias de manejo y conservación.

Sólo queda un 7% de su superficie original de selva. Mientras que en Paraguay y Brasil ha sido prácticamente destruida, la mayor parte remanente se encuentra en la Argentina, donde ha ido disminuyendo desde una superficie inicial de más de 2 millones de hectáreas hasta tan sólo unas 40.000 hectáreas de selvas prístinas y alrededor de 800.000 hectáreas de selvas secundarias en la actualidad.

Frente a esta situación límite bajo todo punto de vista, la ciencia realiza un aporte que lejos está de ser un salvataje. Uno de esos aportes vino de la mano de la doctora Evelyn Duarte, en su tesis doctoral realizada en el Instituto de Botánica del Nordeste (UNNE-CONICET), cuyo objetivo fue desarrollar un protocolo de procedimientos de reproducción para llevar a cabo programas estratégicos de recuperación de las especies en peligro.

Los detalles y resultados son explicados en esta entrevista:
Si bien en el título de su tesis habla de ‘clonación’, lo que usted termina realizando es una ‘propagación vegetativa’ de especies. ¿Podría desarrollar y diferenciar ambas técnicas?
Efectivamente, el termino ‘clonación’ hace referencia a la obtención de nuevos individuos a partir de partes vegetativas de los ejemplares selectos. En este caso, se utilizó como material inicial semillas del ejemplar selecto, y si partimos de semillas no estamos cumpliendo con la metodología de clonación propiamente dicha. ¿Y por qué se utilizó semillas en lugar de partes vegetativas? En primer lugar, porque son especies en peligro de extinción y es importante resguardar la variabilidad genética. Segundo, porque los estudios se realizaron con especies arbóreas y la factibilidad de obtener una nueva planta desde ramas de un árbol es relativamente compleja e inaccesible en muchos casos.

-¿Qué especies respondieron bien a la propagación vegetativa, y cuál no?
Los estudios comenzaron con cuatro especies: Cedrela fissilis (Cedro Misionero), Handroanthus heptaphyllus (Lapacho Negro), Cordia trichotoma (Petiribí) y Mirocarpus frondosus (Incienso); posteriormente se incorporó a Balforodendron riedelianum (Guatambú). La elección de estas especies obedece a que son las de mayor importancia económica que despertaron el interés del sector maderero.

-En la propagación vegetativa se utiliza como herramienta biotecnológica, el ‘cultivo in vitro’. ¿Qué metodologías de esta herramienta utilizaron?
Básicamente dos: la propagación vía axilar y organogénesis adventicia. La primera, implica obtener nuevas plantas a partir de la inducción de múltiples brotes desde las yemas axilares existentes y, la segunda, consiste en obtener plantas a partir de la inducción de yemas y posterior crecimiento de brotes de partes de las plantas que no generan yemas, como segmentos de hojas o porciones de tallos sin yemas.
Con la primera metodología se logró obtener un protocolo en las especies Cedrela fissilis, Handroanthus heptaphyllus, Cordia trichotoma, en tanto que con la segunda se logró en Balforodendron riedelianum. 
Con Mirocarpus frondosus no fue factible la realización de un protocolo con las técnicas mencionadas anteriormente por el nivel de desconociendo que existe sobre la especie y la imposibilidad de conseguir semillas viables.

– El objetivo de su trabajo fue desarrollar un protocolo de propagación. ¿Es utilizado en la actualidad para recuperar esas especies en extinción?, ¿o quedó planteado en una tesis doctoral solamente?
Me gustaría poder decirle que con tener un protocolo de propagación in vitro ya se solucionan los problemas, pero lamentablemente no es así. Estos protocolos sólo son un grano en toda una montaña de arena. Todavía queda mucho por investigar antes de que pueda ser usado en forma masiva.

-¿Qué estudios puntuales hacen falta?
Primero, es necesario conocer el comportamiento de esas plantas en campo. Es fundamental saber cuál es el nivel de sobrevivencia de las plantas en el terreno, cuál es el grado de resistencia al ataque de plagas como hongos, insectos o bacterias. Es importante tener datos de crecimiento de esas plantas, bajo qué condiciones plantarlas, si toleran el sol pleno o requieren de mucha sombra o cuál es el tiempo que deben permanecer en vivero antes de llevarlas a campo. Esto requiere nuevos experimentos; y por tratarse de especies arbóreas esa información puede demandar de 5 a 10 años.

-En una parte del informe de su trabajo, usted señala textualmente “las tasas excesivas de corte y la falta de acciones complementarias de manejo, dan como resultados la aparición de bosques degradados”, ¿cambió algo de este escenario? ¿O, por el contrario, se profundizó?
La Selva Misionera es una masa boscosa que se encuentra dentro una gran área conocida como Bosque Atlántico, y esta área boscosa hace varios años es considerada como hotspot del planeta. Es decir, que es una de las regiones boscosas más amenazadas del mundo, y esto sigue así hasta el día de hoy. Para revertir muchas de las prácticas de extracción que ocurren en la Selva Misionera, primero hay que educar y generar un cambio cultural en la comunidad, para luego incorporar nuevas estrategias de manejo y uso de los productos que se obtienen del bosque, y esto no es algo que se logra en pocos años.

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Texto: Juan Monzón Gramajo

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