La educación popular como modelo de transformación social

Escribe Soledad Balán

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A pocos días de cumplirse dos años del inicio de la pandemia por coronavirus y con la reciente vuelta a clases con la presencialidad total, se vuelve fundamental poner en valor los espacios comunitarios y de organización que buscaron acompañar y contener el proceso pedagógico de las infancias en este tiempo.

La educación popular, aquella que se posiciona como un proceso participativo y transformador, en el que el aprendizaje se basa en la experiencia práctica de las propias personas y su comunidad, también logró reinventarse en tiempos de pandemia.

La necesidad de conectividad, de intercambio colectivo y de aprender desde nuevas plataformas, permitieron que distintos barrios populares de Posadas se organizaran para garantizar la permanencia de los niños y niñas en el sistema educativo.

“Nadie se salva solo” fue una frase que resonó con fuerza durante los primeros meses de pandemia y, una vez más, las mujeres jefas de hogar y referentas comunitarias pusieron la cabeza y el corazón para generar un lugar donde los gurises puedan hacer sus tareas, conectarse a las clases virtuales y, de paso, llenar la panza.

Los recorridos por los barrios -que, estoy convencida que son muchos más de los que frecuento- demostraron que estos espacios lograron contener a los chicos e incluso mejorar el rendimiento educativo que años anteriores del inicio de la pandemia.

Aprender a leer y escribir, un proceso tan significativo que representa el primer paso de libertad a través del conocimiento, fue posible gracias al gran acompañamiento que se realizaron en las bibliotecas, comedores, merenderos, iglesias y otros espacios comunitarios.

Hoy nuestros barrios de Posadas cuentan con nuevas bibliotecas, repletos de libros usados y nuevos donados por el Parque del Conocimiento. También con conexión a Internet, útiles escolares para compartir y espacios adecuados para el encuentro de estudio.

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Estas redes de contención pedagógica, visibilizaron que las formas de enseñar también se transformaron y estos espacios se convirtieron en encuentros de talleres de títeres, música y actividades recreativas.

Sin embargo, no sólo los chicos fueron beneficiados, sino también estudiantes de la Universidad. Se me vienen a la mente dos estudiantes de enfermería que pudieron rendir en la Biblioteca de Manantiales, lugar que logramos que accedan a internet mediante Marandú. Justo estudiantes de enfermería, profesión tan necesaria y revalorada en estos tiempos.

Lejos de romantizar la brecha social que se vio aún más amplia durante la pandemia en los barrios populares, se pone en valor la red de contención y de soporte pedagógico que se gestó ante una necesidad, donde con la asistencia de un Estado provincial presente, se pudo dar respuestas inmediatas a la concentración de demandas.

Este “aniversario” de la pandemia, que no propicia ninguna celebración, nos invita a reflexionar acerca de aquellas pequeñas luchas diarias que se convirtieron en conquistas y hoy permiten que cientos de niños y niñas no sólo asistan a la escuela diariamente, sino también tengan un espacio donde se garantice el Derecho al juego, a la cultura y a la educación popular.

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