La Oma, alfajores artesanales de chocolate de Andresito al mundo
Cada vez que su madre, doña Maria Eduviges Otto, hacía alfajores de maizena, su padre Carlos Zimmermann, sugería la idea de que se anime al chocolate. Era el sabor que más le gustaba, pero los calores de Andresito hacían difícil encontrarle el punto justo al chocolate.
Años después, Carla, quien heredó la mano de su madre para los dulces, decidió hacer realidad el gusto de su padre y comenzó con la producción artesanal de unos generosos alfajores de chocolate. Gruesos y bien cargados, se venden con rapidez a razón de unas diez docenas por semana. Tanto que La Oma, marca en homenaje a la mamá, comenzó a verse fuera de Andresito.
La distancia es un desafío, pero cada vez de más ciudades piden los alfajores de la Oma para que se vendan en otras reposterías.
“La pastelería es un arte que heredé de mi mamá y que descubrí de grande”, cuenta Carla “Puly” Zimmermann. Y es un homenaje a las raíces que no se olvidan. Pasó su infancia rodeada de olores y sabores que salían de la cocina de su mamá, quien le enseñó los secretos y le dio las primeras herramientas.
“Primero fue como ayudante y después me dijo seguí vos. Y ahí comencé a capacitarme como profesional con maestros pasteleros”, cuenta Puly.
“Lo de los alfajores salió recordando a mi padre. Empecé con prueba y error, haciendo distintas masas,combinando, haciendo probar a las amigas. Cuando gustó, le puse la marca La Oma por mi mamá y el sueño de mi papá”, explica. El logo es, incluso, un dibujo en miniatura de la mamá.
Puly atiende una demanda creciente y piensa en el desafío de exportar, aunque por ahora se ocupa del mercado local, que es cada vez más competitivo. La caja de seis alfajores, bañada a mano, sale hoy a 150 pesos. Y vuelan.