La pandemia agudizó la crisis del transporte público y abre interrogantes
A poco más de un año de desatarse la pandemia de coronavirus, el transporte público pende de un hilo en la mayoría de las ciudades del mundo. Los usuarios se quedan en sus casas o siguen con miedo de meterse en un subte o en un colectivo. Y sin usuarios, la recaudación de las empresas se derrumbó. De hecho, en algunos lugares hay cortes y reducciones de servicios, las tarifas aumentaron, y los empleados enfrentan la perspectiva del despido.
Y todo eso implica un desastre para enfrentar esa otra crisis global que enfrenta el mundo: la del cambio climático. Hasta ahora, el impulso del transporte público era una de las salidas fáciles que tenían las grandes ciudades para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, además, por supuesto, de mejorar la calidad del aire, bajar el nivel de ruido, y aliviar los congestionamientos urbanos.
“Tal vez estemos frente a la mayor crisis del sector del transporte público en varias partes del mundo”, dice Sérgio Avelleda, director de movilidad urbana del Instituto de Recursos del Mundo y exsecretario de transporte de la ciudad de San Pablo. “Hay que actuar de manera urgente”.
¿Pero actuar cómo? Las empresas de transporte recibieron rescates de los gobiernos, pero se preguntan cuánto tiempo más durará esa generosidad, y en casi todas partes los expertos en transporte se desviven por adaptar el transporte público a las necesidades de los usuarios que van asomando la cabeza todavía en medio de la pandemia.
En el caso de la Argentina, hay un largo reclamo de las provincias por el desigual reparto de esa “generosidad” en cuanto a los subsidios. Las empresas de Capital y Buenos Aires reciben mucho más recursos que las del resto del país. Si bien los subsidios se mantuvieron durante el año de la parálisis, el transporte no volvió a recuperar ritmo siquiera con la vuelta a clases presenciales. Es que hasta ahora los estudiantes van una semana a la escuela y la otra se quedan en su casa, lo que reduce el uso del transporte público a la mitad.
Además, en el caso de Posadas, los subsidios están congelados desde 2019, lo que abre un interrogante sobre la fortaleza de las empresas para seguir soportando los incrementos, tanto de insumos como salariales.
Por eso, el subsidio al transporte se transformó en uno de los reclamos más duros de los gobernadores del Norte Grande al presidente Alberto Fernández. Es que no hay criterios claros para el reparto. En 2018 los Subsidios nacionales al interior del país sumaron 27.000 millones en concepto de cupos de gasoil, Sistema Integrado de Transporte Automotor y Compensaciones Complementarias Provinciales. En 2019: por Pacto Fiscal se eliminaron subsidios nacionales y se incluyó un Fondo Compensador para el interior por 6.500 millones.
En 2020 se ejecutaron 17.000 millones para el interior, contra los 102.000 millones ejecutados para el AMBA.
El último año la participación del interior cayó a un 17%, por debajo aún de los coparticipados durante 2018 (24%).
Para 2021 al Fondo Compensador para el Transporte Urbano y Suburbano del Interior se le asignaron 20.000 millones, cuando, según el cálculo de los gobernadores, ese monto debería ascender a 42.162 millones, más del doble.
El resto del mundo
Hay algunas excepciones. En Shanghai, por ejemplo, las cifras del transporte público se hundieron en febrero de 2020, pero con la disminución de los contagios y el rebote de la economía, los usuarios volvieron. En la mayoría de las ciudades, de todos modos, el panorama es desolador.
En el metro de París, durante los dos primeros meses de este año, la cantidad de pasajeros apenas superó el 50% del número habitual. La Oficina de Transporte de Île-de-France, la región del Gran París, informó pérdidas de más de 3000 millones de dólares durante el año pasado. Para el año en curso, la agencia ya prevé pérdidas adicionales de más de 1000 millones de dólares.
En Ámsterdam, el número de pasajeros en tranvías y colectivos es de alrededor de un tercio de lo normal, y el sitio web de la Oficina de Transporte de la ciudad aconseja usarlos “solo cuando sea absolutamente necesario”. En Roma, el número de usuarios del subte se mantiene por debajo de la mitad de los niveles prepandemia.
Una de las redes de subtes más concurridas del mundo es la de Londres, que en los días laborables de épocas normales registra alrededor de cuatro millones de viajes. Actualmente, el subte londinense está funcionando a alrededor del 20% de su capacidad.
Los colectivos están un poco más concurridos, y operan a alrededor del 40% de lo normal. La Oficina de Transporte de la ciudad, que para 2020 tenía previsto un superávit presupuestario, desde que golpeó la pandemia depende de los rescates del Estado. La oficina cree que pasarán al menos dos años hasta que el uso del transporte público vuelva a niveles de prepandemia.
La elogiada red de colectivos de Río de Janeiro hoy es una ruina. La empresa privada que administra el sistema redujo su flota en más de un tercio y despidió a 800 empleados, debido a la caída del número de usuarios, que el año pasado se redujo a la mitad, según datos del Departamento de Transporte de la ciudad. A eso se suman las huelgas de choferes de colectivos por salarios adeudados, que complican aún más los traslados.