La política del “Idiótes”

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“El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres”.

Platón (427 – 347 a.C)

Durante mucho tiempo la política ha sido tema de debates filosóficos. Un tópico común de una cultura en la que nacemos insertos sin saberlo y que nos demanda lo que para Hannah Arendt es lo que define nuestra intervención en el mundo: la acción. Hannah fue una pensadora filosófico/política alemana que en gran parte del siglo XX incursionó en temáticas que movilizaban al mundo: el mal, el poder, la condición política, etc. Pero ¿Por qué la traemos aquí? En la Argentina estamos viviendo tiempos en donde la política copa la escena: las decisiones en torno a la cuarentena (económicas, laborales, tributarias entre otras), el debate súper extendido por la despenalización del aborto que divide posiciones sociales fuertes, en fin Hannah nos ayuda a pensar estos momentos desde sus reflexiones pasadas pero para nada fuera de moda.

En su libro “La condición humana” publicado en 1958, realiza un análisis sobre ¿Qué es la acción política? Y la entrecruza con el existencialismo, esa corriente filosófica que entre las guerras mundiales le decía a la gente que los seres humanos somos una proyección constante, un transformarnos todo el tiempo a través de las decisiones que tomamos por estar “condenados a ser libres”. Para Arendt la esfera política se corresponde justamente con el ámbito de la libertad, y nota que es en la modernidad cuando la política y la economía se confunden en un solo plano. Aquí desarrolla una idea que me parece fundamental compartir para que reflexionemos en torno a nuestras acciones dentro de la política ya que hace demasiado tiempo que sentimos que somos parte de ella, “democráticamente” hablando, pero sin embargo hay una brecha de estratos entre “lo político” y nuestro día a día. Hannah viaja en sus ideas a la Grecia antigua y resalta que allí la experiencia política era una condición necesaria para ser ciudadano y era donde el concepto de igualdad podía ser manifestado. El ámbito familiar, por ejemplo era verticalista y la horizontalidad de las relaciones se daba “abandonando” esa esfera para pasar a la de la “polis”, la ciudad estado.

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Aristóteles decía que somos animales políticos por naturaleza, entendiendo que el ámbito de la ciudad-estado es el escenario de la sociabilidad más fructífera y que por naturaleza estoy empujado a desarrollarme en ella. También lo expresaba Platón cuando el prisionero de la caverna rompe las cadenas de la ignorancia para ascender a la luz real que las sombras de su entorno confortable y oscuro no lo dejaban ver. Esa concepción griega de la participación política estaba representada por una palabra: “polites”, el ciudadano que está inserto con su acción en la práctica política. Pero hablamos de participación, de expresarse, de interesarse por cuestiones comunes de la sociedad, eso es la política y no la errónea concepción que tenemos actualmente de que nuestra participación se reduce a votar, ir a una marcha o afiliarse por intereses personales a algún sector.

Tenemos una concepción confusa de qué es la acción política porque estamos acostumbrados a que es un ámbito representado por una “clase política” diferente a la del ciudadano y el hecho de que su rol sea estrictamente de gestión representativa del bien común, no me libra de mi responsabilidad de instruirme sobre esa esfera y por supuesto, dejar huella de mi participación en la misma. En Grecia no era ciudadano quien no participaba en la polis y veían con malos ojos el desinterés por cuestiones que claramente apuntan al desarrollo positivo de la comunidad y a la realización de mi propia condición natural de sociabilidad. ¿Interesante no? Con todas las críticas que podemos hacer a la civilización griega (como el lugar que allí ocupaban las mujeres, los niños y esclavos) nos siguen brindando horizontes para repensarnos en este mundo-con-los-otros, como diría Heidegger.

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Por último una curiosidad: la palabra griega  contraria a “polites” era “idiótes” que viene del vocablo griego idión (privado), en contraste con el koinón (el elemento común). Como afirma Giovanni Sartori, “de acuerdo con ello, idiótes era un término peyorativo que designaba al que no era polités –un no ciudadano y, en consecuencia, un hombre vulgar, ignorante y sin valor–que sólo se interesaba por sí mismo”. ¿En qué concepto querés estar?

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