<"> <"> La vida offline – Economis
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Por Elda Cantú, Senior News Editor, Latin America New York Times. Imagínate una vida sin internet. Es decir, sin Zoom, sin correo electrónico, sin Netflix. ¿A qué te dedicarías si no estuvieras viendo la pantalla?
Tal vez tu fantasía offline sea aprender a tocar el ukelele, cultivar tomates en el jardín, recorrer caminando tu ciudad, terminar de leer todos esos libros apilados en la mesita de noche, llamar más seguido a tu abuela por teléfono.
Lo cierto es que este ejercicio parece un capricho estéril. Nuestra vida entera —nuestro empleo, el contacto con los familiares, nuestras compras más triviales, y hasta el acceso a la salud— pende del cable de nuestro módem.
Dicha dependencia tecnológica también ha extendido el tiempo que pasamos trabajando y las empresas han empezado a notar los efectos negativos de la fatiga resultante.
Esta semana los empleados del banco Citi recibieron un memo de Jane Fraser, su directora ejecutiva, anunciando que, para paliar el agotamiento tecnológico, los viernes no tendrían llamadas internas por videoconferencia:
“El desvanecimiento de la línea entre el hogar y el trabajo y la incesante jornada laboral pandémica han afectado nuestro bienestar”, escribió Fraser en el memorando, al que tuvo acceso The New York Times.
Sucede que, según encontraron unos científicos de Stanford, las videollamadas representan un esfuerzo mental más agotador que las interacciones cara a cara. Los empleadores que han llenado la jornada laboral con encuentros por Zoom no consideraron esta carga, ni que “requieren distintos músculos intelectuales”, según explicó un experto.
¿A qué renunciamos cada vez que acudimos a una pantalla para depositar otro poco de nuestra atención? Tal vez a la introspección, a la salud física, al contacto cara a cara. Y a largo plazo, paradójicamente, también a nuestra conexión con los demás.
Es que, al realizar una parte de nuestras tareas, pareciera que las computadoras se han llevado también una pequeña parte de nuestra humanidad, incluso en la oficina.
“Gran parte del intercambio de información y de la lluvia de ideas tiene lugar durante las pausas para el café y las cervezas después de las horas de trabajo”, escribía Paul Krugman en esta columna.
A pesar de que el teletrabajo ha demostrado sus ventajas, Krugman anticipa que tal vez lo mejor de regresar a la oficina, teléfonos y computadoras a cuestas, sea “la serendipia que puede surgir de las interacciones no programadas”.

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