Latinoamérica, laboratorio de dictaduras

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Bolivia fue epicentro, nuevamente, de un intento de desestabilización del orden democrático. En esta ocasión, la cúpula militar tocó las puertas del palacio presidencial, en una brutal muestra de la fragilidad institucional que atraviesa Latinoamérica.

Juan José Zúñiga es el nombre de quien encabezó esta intentona golpista en Bolivia. Este jefe del Estado Mayor del Ejército boliviano, se aproximó hasta la sede del ejecutivo junto a un grupo reducido de militares. Sus subordinados movilizaron, de manera ilícita, los rodados del ejército para atemorizar a la población y meterle presión al presidente Luis Arce. En tanquetas, como si se tratara de un acto de defensa de la patria, estos uniformados fueron a sembrar el terror, pero se encontraron con el pueblo.

Arce y Morales, presidente y vicepresidente de Bolivia, resistieron al embate y llamaron a una movilización popular pacífica, con el fin de resguardar el sistema democrático. La intentona se diluyó, y tras la destitución de la cúpula militar, Zúñiga fue detenido por terrorismo y alteración del orden público. Este dramático hecho tuvo lugar en un puñado de horas pero fue suficiente para volver a cuestionarnos sobre acciones apátridas de quienes portan armas y sobre lo sensible de los hilos que mantienen al sistema político en América Latina.

El blues de Bolivia

Hay quienes creen que el blues es un género musical que inspira tristeza, quizás porque sus letras, históricamente, narraron los desahucios de los afroamericanos durante la esclavitud y la herencia del racismo que aún pulula en Estados Unidos. Quizás el blues sea idílico para musicalizar la actualidad boliviana, al menos en términos institucionales. 

Desde la asunción de Luis Arce y Evo Morales al poder, el MAS (Movimiento Al Socialismo) comenzó a vivir una fragmentación que quizás parecía inusitada, sobre todo por el contexto que venía acarreando Bolivia. Uno pensaría que, tras el golpe de Estado en 2019 con la figura dictatorial de facto de Jeanine Añez, el partido político de izquierda gozaría de unidad. Todo indica lo contrario. Enfrentamientos y divergencias entre el presidente y el vice comenzaron a hacer desentonar al gobierno, plasmado en conflictos sociales y económicos. Quizás, la más importante de todas, las huelgas del sector agrario, explicitado en los cocaleros. 

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Ese escenario de fragmentación partidaria en el seno del oficialismo, sumado a desavenencias en sectores sociales, fue el caldo de cultivo para que los militares se levanten. Cabe destacar que no fue el ejército entero ni en todo el país, sino que fue la cúpula que accionó solamente en la capital. Pero cuando los tiburones sienten la sangre, comienzan a rodear la presa para luego devorarla, y así parecen funcionar los militares bolivianos, al menos en este caso.

Si bien el golpe no se consumó, las imágenes dieron vuelta al mundo. Esto, además, abrió el panorama a una serie de hipótesis. La primera de ellas, y la más acertada a mi manera de entender, es que esto fue una intentona meramente política. No tuvo el acompañamiento de la clase media ni de los sectores productivos del capital concentrado boliviano, como así tampoco tuvo presión internacional, como si en el golpe del 2019. Pareciera ser que Zúñiga actuó como un lobo solitario, intentando embanderarse en el silogismo del patriota salvador. El tiro le salió por la culata.

Otro ítem de suma importancia es saber si Zúñiga, el golpista, actuó como un operativo de bandera falsa en pos de los intereses de alguno de los principales actores políticos del poder. Algunos dicen que fue enviado por Evo Morales para debilitar a Arce, y otros dicen que fue el mismísimo presidente Arce quien lo envió, en una suerte de pantomima política para engrandecer su imagen. No sería algo fuera de lugar creer en eso, sobre todo en un país donde todo parece que se resuelve con un golpe de Estado. Para dimensionar, el Estado Plurinacional boliviano sufrió 36 golpes de Estado desde su independencia, el primero de ellos en 1828. Tradición golpista si las hay. 

América Latina, el “conejillo de indias” 

El caso de Bolivia sirve para ponerse a pensar que los latinoamericanos somos los que sufrimos eventualidades constantes en cuanto a golpes de Estado. El siglo XX es suficiente tiempo para ver cómo cada país tuvo experiencias golpistas, las cuales muchas de ellas terminaron en un baño de sangre en manos de los dictadores contra los opositores. Sin ir más lejos, Argentina, hasta el día de hoy sufre las consecuencias del nefasto Proceso de Reorganización Nacional. 

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Pero no todo fue o es de derecha. Venezuela es el caso de una dictablanda a la que se llegó por un golpe Estado, el cual, según Hugo Chávez, fue una revolución, y hoy mantiene en el poder a uno de los políticos más cuestionados del mundo, Nicolás Maduro. Tal es el caso de Cuba y Nicaragua, en situaciones similares. 

Quizás la mayor experiencia golpista se vive en Bolivia y Perú. Este último tiene la pésima e irónica “tradición” de no dejar que los presidentes electos por el pueblo terminen sus mandatos. Siempre terminan con un juicio político en su contra, y con la presencia de un parlamento que trabaja para los lobistas del capital concentrado. 

La situación de América Latina es endeble, tal vez, por el hecho de que no hay un hegemón absoluto en la zona. Si bien, Brasil es la gran potencia regional, con el Lava Jato, sufrió un golpe institucional y donde sus instituciones, justamente, padecieron la desestabilización. El hecho, propiamente dicho, de que no haya una potencia total en la zona, como lo es Estados Unidos, Rusia, China o la Unión Europea, puede ser una de las respuestas. 

La más factible de todas es, indudablemente, el hecho de que Latinoamérica es muy rica en cuanto a recursos y muy frágil en cuanto a soberanía. La clase política, penosamente, se construyó, en gran medida, de sectores dominantes con intereses en el extranjero, dejando que sea el mismo forastero adinerado quien desarme nuestras economías. Ese afán entreguista es una dinámica que se repite constantemente en cuanto país uno revise de América Latina. El brazo ejecutor de esos monopolios económicos suele ser prestado por las fuerzas armadas, como garantes del orden dominante en beneficio de un puñado de dólares. Cuanto duele Latinoamérica, a veces. 

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