“Les notres mans brutes de fang i les seues mans brutes de sang”
“Nosotros estamos cubiertos de barro, más ustedes están cubiertos de sangre” fue el coro que recorrió las calles de Valencia el pasado sábado. Los manifestantes españoles pidieron la dimisión urgente del Presidente Regional Carlos Mazón tras haberse mostrado inoperante ante la catástrofe que supuso la “DANA” ocurrida el 29 de octubre del corriente año.
Este evento, lejos de suponer un punto de inflección que encurse las políticas globales hacia una resiliencia climática urgente, no termino mas que por sacar a la luz el “Que ocurre” cuando el sistema colapsa, y “que supone esta situación para los espectadores así como para las víctimas, que terminan perdiéndolo todo de la noche a la mañana”.
Los reclamos populares señalan al gobierno español como responsable de la mayor parte de las víctimas fatales ocurridas en la ciudad Valenciana. Todo el debate, tanto local como mundial gira en torno a lo antes dicho, señalando la demora que ocurrió entre la catástrofe y el aviso de “alerta por tormenta” que debió llegar a los teléfonos móviles de los residentes.
Curiosamente, posterior al fenómeno de la DANA y ante los destrozos que saturan las calles de la ciudad, los valencianos se vieron obligados a dejar de lado sus ideologías, sus estatus y sus prejuicios para acudir a la causa común; limpiar los caminos de barro escombros y automóviles. Esto supuso una impresionante ebullición de parte del mismo pueblo, llenando Valencia de miles de manos dispuestas a darlo todo para ayudar al prójimo y, dando así, una inolvidable clase de humanística al mundo entero.
En esta fantástica explosión popular de auxilio mutuo cupo preguntarse ¿dónde estaba la ayuda del gobierno local?, la cual se reducía a la vacía frase de su propio representante “el gobierno central está listo para ayudar, si necesitan más recursos que los pidan”. Este desamparo desencadenó hordas enteras de compoblanos y extranjeros dispuestos a embarrarse junto a los locales, abasteciéndose además con alimentos, herramientas y tractores para limpiar las calles.
Ya innumerables influencers comenzaron a debatir quizás lo más crucial de este evento: “¿Realmente tienen que suceder estas cosas para que la gente actúe en consecuencia?” “¿Es acaso más fácil curar que prevenir?” Pero, lejos de ser un debate a discutir, raya lo absurdo el que hayan sido tantas las voces científicas que advirtieron hace ya décadas sobre las aberrantes consecuencias del cambio climático.
Si bien esto invita a entrar en la ancha puerta del colapsismo pesimista, alegando que merecemos la extinción por no haber anticipado las consecuencias del capitalismo, lo ocurrido en valencia representa un hito a favor de la humanidad, llenando de esperanza al resto de países que empiezan a ser conscientes de un inminente colapso del clima.
Hace unos días cayó nieve en el Sahara por primera vez en la historia de nuestra especie. En Colombia, Iraq, Indonesia y Perú sucede lo mismo que en España y los pronósticos hablan de inminentes sucesos similares a lo largo y ancho del planeta, pero resulta imposible predecir donde tomará lugar cada uno. Se sabe que las herramientas de las que los científicos disponen para predecir el clima están diseñadas para predecir un clima que ya no existe.
Quizás pequé de ingenuo si tratase de usar este medio para advertir sobre las consecuencias de la alienación individualizada de una sociedad capitalista, por lo que creo lógico ver humanos activar su instinto de supervivencia sólo cuando ésta se vea amenazada por sus condiciones de existencia. Es por ello, que se torna heróico todo acto que, aún sin sufrirla, lucha en contra de la extinción de LAS especies.
Valencia es hoy el epicentro de lo que puede llegar a significar una revolución cultural que aún está a tiempo de revertir la catástrofe que se avecina. No sin poder hacer más que escribir estas líneas, está de más hacer saber a quien haya llegado al final de este artículo que está en sus manos si tomar partido o no del destino de sus hijos y los hijos de sus hijos.