Los resultados del plan Massa

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En los dos meses que lleva operativo el “Plan Massa” en el Ministerio de Economía se logró salir de un
escenario de alta incertidumbre con el riesgo de una devaluación brusca inminente a un escenario de
una precaria estabilidad.

De entrada, se avanzó en una renegociación de deuda que despejó los vencimientos en pesos durante
90 días, sacando el fantasma del rollover en el cortísimo plazo. El “Plan Massa” también configuró otros
elementos como una suba en las tasas de interés para contener una mayor dolarización de los
excedentes en un escenario de aceleración inflacionaria. Por el lado fiscal, la proyectada reducción de
los subsidios a las tarifas se combinó con una contracción del gasto público destinado a empresas
públicas y gastos de capital, manteniendo las transferencias a jubilaciones y programas sociales sin una
mejora significativa.

En el mundo financiero también “pasó la gorra” por distintos organismos con un resultado relativo: le sacó un compromiso de desembolsos al BID en boca de un Claver-Carone en retirada, una propuesta de repo con bancos privados que no prosperó y una relación amigable con el staff del FMI para sostener el acuerdo.

Pero la medida estrella para la nueva gestión económica fue el “dólar soja”, que permitió revertir la tendencia de pérdida de reservas constante en la que venía el BCRA desde junio y se había intensificado en julio. Con ello, se logró activar la liquidación de una buena parte de las exportaciones de soja demoradas, que rondaban los USD 3.700 M a fines de agosto.

Sin embargo, el dólar soja no podía ser una medida sobre la cual descanse toda la estabilidad económica porque tal como se diseñó era imposible sostenerse en el tiempo. A su vez, tener de forma permanente un tipo de cambio diferencial que de beneficios al sector más competitivo – un esquema cambiario “anti Diamand” – generaría más perjuicio que los beneficios que se cosecharon en el corto plazo.

Por último, pero no menos importante, están los efectos colaterales y los costos de estas medidas. La sábana corta tiene el tamaño de una servilleta para la magnitud de los frentes que tiene abiertos la economía argentina y toda medida que trae alivio en un frente trae costos en otro. El efecto más inmediato del dólar soja se vio en los dólares paralelos. Evidentemente, era un canal por el cual se iba a
canalizar parte de los pesos que el BCRA le entregaba a los exportadores a cambio de los dólares.

Por el lado de la economía real, si bien no se advierte un freno brusco de la actividad hasta el momento, tal como quedó planteado en el Presupuesto 2023, se espera una caída del 0,9% en los dos trimestres que quedan por delante y un muy magro 2% de crecimiento para el año que viene. Incluso, por la
escasez de dólares, hasta un crecimiento de 2% está entre signos de interrogación para el año que viene.

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Más preocupante es la evolución de los precios, donde se corre el riesgo de la consolidación de un nivel
de inflación inercial de tres dígitos. La “alta inflación” reduce bruscamente la temporalidad económica
ya que es imposible proyectar decisiones económicas a mediano plazo y reduce la efectividad de los
instrumentos de negociación salarial para lograr la recuperación de los ingresos.
Ante semejante escenario, queda abierto un interrogante: ¿Cómo lograr que esta precaria estabilidad
financiera y cambiaria lograda por el “plan Massa” perdure en el tiempo?

Desde el CESO venimos insistiendo en la inefectividad de los instrumentos fiscales y monetarios como único abordaje del complejo fenómeno inflacionario, que tiene un elevado componente inercial. En las puertas de un régimen de alta inflación, el riesgo de que se consolide la inercia en estos niveles es grande. Por lo tanto, entendemos que esta precaria estabilidad debe ser la antesala para la aplicación de un programa de estabilización de precios ambicioso. Esta es la principal alternativa para conseguir una mejora de los ingresos en términos reales ya que el actual escenario de alta inflación, impide consolidar cualquier mejora de los ingresos de las mayorías que tienen, en el mejor de los casos, un resultado efímero.

El efecto “dólar soja” en las reservas
El BCRA había tenido que vender USD 1.284 M en el mes de julio y USD 522 M en el mes de agosto. Sin reservas acumuladas para afrontar esas corridas, la tensión cambiaria se incrementó y surgieron los sectores que habitualmente exigen un “sinceramiento” del tipo de cambio, como si su precio contuviese
alguna verdad que es necesario develar y no como si fuese un precio clave para la asignación de ganadores y perdedores en un sistema económico.

En septiembre, el gobierno logró revertir la tendencia a la baja en las reservas. Gracias a las ventas de
soja, que superaron los USD 6.000 M, acumuló un saldo comprador superior a los USD 2.500 M en el mes solamente hasta el 20/09 (últimos datos disponibles). Esto modificó notablemente la estacionalidad de esta altura del año en la que el BCRA suele tener una posición vendedora en el mercado de cambios.

La incógnita que queda hacia adelante es ¿qué pasará con las liquidaciones de octubre a abril del año
próximo? Si el sector agroexportador utiliza los pesos como una forma de volver a posponer exportaciones, las presiones en el mercado cambiario pueden retornar. El gobierno destinó cerca del 37% de las liquidaciones por el “dólar soja” a cubrir la demanda de dólares en el mercado oficial, para cubrir las importaciones, compras de dólar ahorro, consumos con tarjeta y pagos de deuda.

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Para evitar el retorno de la tensión cambiaria, el gobierno va a necesitar reforzar los controles sobre la demanda de divisas. Por el lado de las importaciones, la menor actividad contribuirá levemente por la
vía de las cantidades, así como la menor demanda de importaciones de combustible para generación de
energía por una cuestión estacional. Aún así, todavía queda pendiente una definición más acorde a las
circunstancias del esquema de Licencias Automáticas y Licencias No Automáticas para las importaciones. Son medidas centrales de la administración del comercio que estuvieron muy relegadas en la gestión hasta esta instancia.

El eterno dilema del turismo
El turismo también viene haciendo mella en las reservas, con un déficit que se triplicó en los primeros 7
meses de 2022 respecto al mismo período del año pasado y llegó a USD 3.115 M. Si bien el déficit se debe en gran parte al nulo ingreso de divisas por este concepto y no tanto por un nivel de turismo emisivo récord, todas las señales que apuntaron a generar algún incentivo adicional para atraer la oferta de divisas del turismo terminan quedándose cortas frente al incentivo de precio y simplicidad que ofrece
el mercado paralelo. Por el lado de la demanda, también vía precio es muy difícil establecer un esquema que esté permanentemente arbitrado con los tipos de cambio paralelos si se fija todo en base al tipo de cambio oficial, como sucede actualmente.

Las medidas “vía precio” para el dólar turista – impuesto PAIS, adelanto de ganancias, etc. – ya están agotadas. Sólo queda como recurso un desdoblamiento cambiario en el cual se tenga que pagar de acuerdo a una cotización de mercado. Como una medida defensiva adicional para limitar la demanda por turismo, se puede aplicar un tope mensual a los consumos con tarjeta en moneda extranjera. No sólo se atacaría el turismo de esa manera sino gran parte de las compras que se realizan en el exterior.

De esa manera, los consumos adicionales deberían cancelarse con dólares propios o bien comprados en
el mercado paralelo. Desde ya, la sábana corta implica que esto suma presión en el dólar paralelo que hoy aparece como una vía de escape menos dañina de las presiones en el tipo de cambio oficial para
evitar una devaluación.

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