En la tarde de ayer falleció Néstor Leonardo, quien estuviera casado con Sandra Macri, hermana del presidente de la Nación. Leonardo fue una de las personas espiadas por el aparato de espionaje ilegal que se montó en la estructura del Gobierno de la Ciudad. La hipótesis familiar era que Leonardo engañaba a Sandra o que vivía a costa de ella, por lo cual se pudo en marcha una operación para grabar sus conversaciones, tal vez con la idea de hacérselas escuchar a Sandra. El padre del presidente –como ya ocurrió en otros hechos– se presentó en la Justicia y dijo que el espionaje fue encargado por él, aunque no pudo explicar por qué la estructura funcionó, por ejemplo, en el Ministerio de Educación porteño. No obstante, la declaración de don Franco y del titular de una agencia de seguridad norteamericana puso las bases para que el juez Sebastián Casanello le dictara un sobreseimiento a Mauricio pocos días después de su asunción. 

Toda la maniobra de las escuchas fue grotesca. Se armaron causas falsas relacionadas con un homicidio en Misiones y dos jueces le fueron ordenando a la SIDE  una larga serie de escuchas. Incluyeron a Sergio Burstein, quien fuera marido de Rita, fallecida en el atentado contra la AMIA, y a quien se buscó escuchar porque hablaba con Alberto Nisman sobre la evolución del expediente por el ataque a la mutual judía. Lo que hablaban le importaba al comisario Jorge “El Fino” Palacios porque estaba imputado en el encubrimiento AMIA. También espiaron a Carlos Avila, empresario de la televisación del fútbol. El objetivo era escucharlo porque Avila negociaba con Julio Grondona la ruptura del contrato de las transmisiones entre AFA y el Grupo Clarín, para armar un canal directo de la AFA. Esa ruptura luego se produjo con Fútbol para Todos. Otros de los espiados fue un hermano del empresario Juan Navarro, la esposa de un anticuario, dos abogados de Coto, otro letrado de grandes empresas y algún marido sospechado de infidelidad. La mecánica fue siempre la misma: órdenes de dos jueces misioneros en causas truchas armadas en esa provincia. 

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La clave de la estructura era el espía Ciro James que retiraba las escuchas de la SIDE. A James le dieron un trabajo en el Ministerio de Educación de la Ciudad. James nunca pudo explicar cuál era ese trabajo ni tampoco aclaró nada el ministro Mariano Narodowski. El espía registraba 190 llamadas con Palacios, jefe de la Metropolitana. El comisario decía que James quería entrar a la fuerza, pero buena parte de las llamadas eran antes de las 8 o después de las 22, horarios poco usuales para pedir trabajo. 

El macrismo dijo que la causa la armó la SIDE. Es posible que la denuncia partiera de una llamada hecha por un agente, pero la maniobra y el espionaje fueron reales y están probados. También se argumentó que Leonardo era parapsicólogo, un personaje oscuro y extorsionador. Nada modifica un ápice que el espionaje existió. 

El expediente concluyó que se armó una estructura de inteligencia ilegal en el marco del gobierno de la Ciudad. Los dos impulsores de la acusación fueron Burstein y Leonardo. Este último falleció sin ver a los responsables sentados en el banquillo de los acusados.