No es un colectivo, es un derecho humano fundamental
Juan Labandozka fue un vecino sexagenario que, allá por el 2019, decidió irse a vivir a uno de los parajes de Cerro Corá para iniciar una nueva vida en familia. Lleno de ilusiones y sueños no tardó en afincarse en su nuevo hogar, aunque sin sospechar que su salud estaba por jugarle una mala pasada.
Comenzaban las primeras alertas y restricciones por la pandemia, mientras Juan asistía en colectivo a médicos que procuraban darle un diagnóstico.
Para cuando se supo que aquello que lo afectaba era cáncer y que por lo cual sus visitas al médico debían ser regulares en pos del tratamiento pertinente, resulta que la empresa de colectivos toma la repentina decisión de suspender indefinidamente el servicio que prestaba por aquella zona. Dado lo cual, quedando en absoluto aislamiento, no tuvo más remedio que soportar su enfermedad sin asistencia más que aquella que con mucho amor pudieron brindarle sus allegados y vecinos.
Juan falleció y el parte nos habla de un deceso fruto de una cruel enfermedad. Pero las voces que recorren las chacras cuentan otra historia en la que se dice que Juan falleció de abandono por la avaricia inescrupulosa de una empresa de colectivos.
“Nuestra Señora del Rosario” tiene esta línea adjudicada y dejó de prestar el servicio sin darle explicaciones a nadie, literalmente de la noche a la mañana desde que se impusieran las restricciones por la pandemia, allá por el 2019.
Hablamos aquí de un territorio olvidado al sur de la provincia de Misiones. El trayecto establecido por la ruta provincial 208 o “Ruta J”, que une la localidad de Cerro Cora con Cerro Azul y que afecta de manera directa a los parajes de Las Quemadas, Villa Venecia, Campiñas 1, Campiñas 2, Alberdi, Arroyo Tomas, Tacuaruzu, Colonia Alemana y Güemes.
Territorio de chacras y campesinos pobres para quienes el colectivo significaba su único medio de movilidad e interacción con la ciudad.
Aquí hace ya casi cuatro años que a la tragedia de falta de lluvias y la apatía municipal se le suma la condena de estar absolutamente aislados del mundo y por ende con la carestía cercenada de sus derechos humanos fundamentales.
Hacer compras o visitar un médico se convirtió en literales privilegios de quienes aún pueden, ante la falta del transporte público, pagar un remis o flete a un precio realmente astronómico.
Graciela Daneluk, vecina de la zona nos cuenta que “hay docentes que tuvieron que dejar de venir a dar clases… si se nos enferma un hijo tenemos que pagar un flete de $4000 para poder llegar al hospital o esperar que venga la ambulancia, pero si no está convulsionando, o no se está muriendo la ambulancia no llega, y si llega igual tenemos que caminar 2.5 km hasta la ruta porque no vienen hasta la casa… Tenemos un abuelo de 70 años que camina 25 km con una sonda médica a cuestas desde su casa hasta Cerro Azul para recibir su tratamiento y poder llegar al banco y así poder cobrar”.
La gestión municipal de Cerro Corá y Cerro Azul se han desentendido totalmente del tema agravando aún más el desamparo pero esto no ha sido suficiente para frenar la indignación. Los vecinos se reúnen, debaten y gestionan igual, aún en estas denigrantes condiciones. Con infinito amor a su tierra se plantan ante la injusticia porque para ellos, abandonar la chacra no es una opción.
Me tocó ser testigo de que en reunión vecinal, recibiendo la presencia de un concejal en funciones por Cerro Corá y con mandato casi cumplido, se supo tolerar en calma discursos sobre su supuesto interés y compromiso. Un tal Márques, del Frente PAyS, para quien los escrúpulos no parecen fundamentales y para quien, a su vez, en su mandato popular no pareció necesario contemplar la calamidad que esas chacras sufren.
Infinita paciencia e infinito amor de más de 100 familias que hoy reclaman por su derecho al transporte, a la salud, a la dignidad.
Familias campesinas a quienes la sociedad les debe gratitud por ser quienes producen los alimentos para nuestras mesas. Seres humanos maravillosos, honestos, trabajadores, sufridos, que no viven de subsidios ni de limosnas. Seres humanos que solo piden poder pagar su boleto en una línea de colectivos que para ellos lo es todo.