“No podemos evitar que las bacterias se vuelvan resistentes a los antibióticos, pero sí demorar que eso suceda”

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(Agencia CyTA-Leloir).- Cuando la eligió como su objeto de estudio, en los primeros años del siglo XXI, todavía no se había convertido en una de las principales amenazas para la salud pública. Pero a la bioquímica María Soledad Ramírez, que por entonces hacía su posdoctorado en la Facultad de Medicina de la UBA, la bacteria Acinetobacter baumannii (Ab) le resultó muy interesante por su enorme versatilidad genética y la alta tasa de mortalidad que tiene al invadir el organismo humano.

Dos décadas después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) estadounidense incluyen a Ab en la lista de patógenos críticos y la consideran una “superbacteria” porque es resistente a todos los antibióticos disponibles. Ramírez, por su parte, investiga desde su propio laboratorio en la Universidad del Estado de California de Fullerton, Estados Unidos, cómo contrarrestar el poder letal de esta bacteria que se contrae principalmente en el ámbito hospitalario y produce neumonía, septicemia y meningitis, entre otras infecciones que pueden llevar a la muerte.

“Tiene una capacidad de adaptación terrible. Puede permanecer sobre una superficie más de 100 días… en una mesada o en equipamiento hospitalario, por ejemplo. Una vez que Ab ha ingresado dentro del hospital, es casi imposible de erradicar”, especificó Ramírez a la Agencia CyTA-Leloir, que en su página web personal hace una contundente declaración de principios: “Nunca más subestimes el poder de una bacteria”.

La especialista estudia los mecanismos de adaptación de Ab y cómo se vuelve resistente a los distintos antibióticos, como una manera de buscar nuevas alternativas terapéuticas frente a uno de los grandes problemas sanitarios de la actualidad. “Las bacterias han adquirido una capacidad de evolución terrible, mucho mayor que el ser humano”, aseguró. Y graficó: “Apenas 15 años atrás, una infección urinaria se trataba muy fácilmente con antibióticos. Pero hoy ya no es así y es necesaria la información que brinda el antibiograma para poder determinar la mejor manera de abordarla”.

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Según la científica, esta pérdida de eficacia de los medicamentos tiene que ver, en parte, con una capacidad natural de las bacterias para adaptarse, pero resaltó que otras de las causas es el mal uso de los antibióticos. “Por ejemplo, cuando uno lo toma sin que se lo hayan indicado o interrumpe el tratamiento antes de tiempo porque ya se siente bien, e incluso porque los médicos lo prescriben ‘por las dudas’ o ceden a la presión de los pacientes”, enumeró. Otro gran problema, enfatizó, es el uso de antibióticos en la ganadería, donde se los utiliza como factor de crecimiento o de manera preventiva para no afectar la producción.

Si bien Ab es una bacteria hospitalaria y hay muy pocos reportes de casos a nivel comunitario, Ramírez explicó que, como también está asociada a climas tropicales, se estima que más allá de la resistencia a los antibióticos, el cambio climático además impactará en el tipo de infección que cause.

En busca de soluciones

Un informe reciente de la OMS establece como especialmente alarmante la rápida propagación mundial de bacterias multirresistentes y “panresistentes” (a todos los antibióticos), que provocan infecciones que ya no pueden tratarse. “La resistencia a los antimicrobianos es una de las 10 principales amenazas de salud pública a las que se enfrenta la humanidad”, advirtió.

“Cada vez tenemos menos antibióticos que funcionen y es muy difícil desarrollar uno nuevo. Siempre emerge la resistencia; en algunos casos más rápido, en otros más lento, pero es una situación dramática. Lo que nosotros como investigadores, médicos y pacientes podemos hacer es demorar esa resistencia”, apuntó Ramírez, que aprovechó su reciente visita a Buenos Aires para presentar los resultados de sus últimos trabajos a los científicos de la Fundación Instituto Leloir (FIL), con quienes mantiene una colaboración permanente; en especial con Rodrigo Sieira, del Laboratorio de Microbiología Molecular y Celular.

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Pero lo nuevos antibióticos tampoco están exentos de contratiempos. Ramírez compartió en su disertación sus conclusiones sobre el cefiderocol, uno de los últimos antibióticos aprobado por la FDA, la agencia reguladora de los medicamentos de Estados Unidos, para tratar infecciones serias producidas por “superbacterias”. “Aunque es bastante prometedor por su efectividad, ya estamos viendo incrementos de resistencia”, aseguró.

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