Perdonables entre La Doctora y el Ángel

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En su altiva declinación, el Tercer Gobierno Radical necesita acordar con el Peronismo Perdonable, vacilante y disperso.
Pero ya no sólo por el presupuesto de 2019. “Hace falta un acuerdo amplio, superador”.
Lo confirma Rogelio Frigerio, El Tapirito, Ministro del Interior, felizmente aceptado en la mesa relativa de las decisiones.
Pero persiste una extraña reciprocidad. La desconfianza mutua ante la palabra empeñada.
La de los Perdonables, que tienen una pluralidad de jefes fragmentarios (o sea no tienen jefe).
O la palabra de los macristas, que procuran embocarlos.
La Fábula del Acuerdo le sirve a Mauricio Macri, El Ángel Exterminador -presidente del TGR-, para compartir, con los Perdonables, la grandeza del fracaso perceptible de su administración.
Sin transmitirlo en público, lo sostienen algunos resignados Perdonables que se predisponen al riesgo de ayudar. Para salvar la ropa propia. El territorio.
Tanto legisladores de medialuna enarbolada, que procuran permanecer o ascender, como gobernadores con o sin ambiciones protagónicas, tratan de evitar la caída en la trampera.
Las opciones son igualmente perjudiciales.
Si se acuerda, se asocian mecánicamente a las políticas innovadoras que acabaron en el vejestorio del Fondo Monetario Internacional.
“Llegaron con el cuento del cambio para suplicar por la bacinilla del Fondo”.
Perdonables entre La Doctora y el ÁngelSi no se acuerda, son incorporados, sin anestesia, al kirchnerismo funcional que supieron servir, y que hoy adopta la categoría del agravio.
Cuesta asumir la historia que los estrategas astutos del TGR saben manipular.
Quedan como obstaculizadores especulativos que aguardan el reposo terminal de lo que está en el piso.
“El peronismo sabe que hizo mucho daño en el último gobierno, y que ya no hay más lugar para la demagogia”.
Así martilla el Ángel desde la prensa. Arbitra entre las diferentes posiciones de los privilegiados de “la mesa chica número dos”.
La mesa que contiene a María Eugenia, La Chica de Flores de Girondo, y a Horacio, El Geniol. Los adictos a las negociaciones sociales con los Perdonables. Hasta en un restaurante de San Isidro, que funciona como un espejismo para las capas medias.
Gastronomía que espanta a Marcos, El Pibe de Oro. Como al convaleciente don Jaime, El Equeco, pensador que brilla en la “mundanité” porteña. Aunque aturda en sus monólogos con la problemática de Méjico, para no referirse a la Argentina.
“¿Para qué arreglar con los peronistas, si te van a c…? Nunca cumplen. Aunque sean más divertidos que los radicales”.

Hombre con suerte

¿Es Macri, todavía, un hombre con suerte?
Perdonables entre La Doctora y el ÁngelEs el mito que confirman sus amigos históricos. Ponen -como Angelici, El Tano- el ajado ejemplo del paso por Boca Juniors, donde arrancó mal.
“Pero después acomodó el barco y se ganó todo”. Claro que lo tuvo a Carlos Bianchi.
O recurren al paso por la Jefatura del Maxi Quiosco de la Capital, donde empezó también mal. Hasta acomodar el barco y quedar como un gestor aceptable.
“Todo por la tontería de la «vía rápida»”.
Pero lo tuvo a Rodríguez Larreta.
En cambio, para timonear la barcaza del país hay que estar “muy preparado”, como confirma el pensador Jorge Giaccobe, El Versallesco.
Con el manto perversamente cruel de las verdades, la realidad lo supera. Dista de ajustarse a la comodidad de los slogans que le elaboran Marquitos y don Jaime.
La barcaza ya la chocó y ahora enfrenta el peligro de hundirse. De todos modos aspira a ofrecer a los Perdonables camarotes en su Titanic.
El Ángel presenta síntomas justificados de decepción súbita. Suele amargarse con la monotonía de las quejas. Despotrica contra los peronistas reversibles.
Los lleva de paseo. Los varea. Les muestra a los gobernadores y/o legisladores ciertos rincones privilegiados del poder, donde se florea con los grandes líderes. Para comprometerlos como activos sostenes del arreglo con el Fondo. Pero al regresar, para los medios, los audaces dicen todo lo contrario.
Las palabras pronunciadas en los ámbitos externos parecen no servir para las tensiones del consumo interno.
Perdonables entre La Doctora y el ÁngelPero se enoja también con los sindicalistas reversibles. Tampoco le cumplen -protesta- con lo que le prometen en privado. En Olivos o en La Rosada.
Sabe que a los políticos los regula la implacable frialdad de La Doctora, de la que pretenden despegarse.
Si se le acercan demasiado a Macri, como dadores voluntarios de gobernabilidad, La Doctora los fulmina. Con el desdén o con el silencio.
Sabe además el Ángel que a los sindicalistas, quien les pone la varilla de aceite, para medirlos, y regularlos, es Moyano, El Charol.
Terminan con el planteo de un paro que invalida los abundantes diálogos previos.
“Lo hacen quedar a Jorgito y a Quintana, como dos… distraídos, digamos”.
Para volver al día siguiente, a la franela cotidiana del teléfono.
Al final los políticos y los sindicalistas del peronismo son tan “garcas” como los empresarios que le reclaman, con fervor, que ajuste.
Pero cuando se decide a ajustar, después de las vacilaciones y con el pretexto del FMI, los empresarios comienzan a tomar distancias. A expresar preocupación. A permitirse criticarlo, en voz baja, mientras desfilan las componendas que trascienden y perforan la Fábula de la Transparencia.

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La rotonda

Es factible que emerjan los esquemas plácidos.
“El peronista que no quiera acordar se queda pegado al kirchnerismo”.
La Garganta es partidaria de fundir las identidades en una sola. “En el fondo son lo mismo. Peronistas”.
La deducción entonces es tan obvia como la declinación. Enigma sólo para chiquilines.
Aquel peronista que acuerde se va a quedar pegado a la caída de Macri. Y con el Fondo.
En la rotonda, se le abren a los Perdonables dos caminos principales. No existe ninguna “ancha avenida del medio”.
En la permanente campaña electoral, con el marco divisorio del aborto (el balazo que el macrismo se tiró en el pie) los fragmentos del Peronismo Perdonable deben resolver si se asocian al Ángel, o lo dejan estrellarse solo.
Que se haga cargo de los errores encadenados de la historia. Se suman a los propios.
“Cuando las encuestas los favorecían, nos orinaban desde el estrado, nos marcaban la superioridad con globos”, confirma otra Garganta.
“En la lona, con los números en contra, ahora quieren acordar”.
Para embocarlos, en la práctica, con el fango de las pérdidas. Para arrastrarlos hacia la utopía del ajuste.
Extirpar el 1,3 del PBI, recortar 7.500 mil millones de dólares. Para la artesanía del presupuesto comprometido con Madame Lagarde.
Si le quitan la nalga a la jeringa del acuerdo, si lo resisten, le ponen al TGR severos “miguelitos” en el camino.
Aunque queden embocados en el fango fundamental de La Doctora.

El consuelo espiritual

Al cierre del despacho, el TGR ensaya el consuelo espiritual de encontrarle causas externas a la formidable cuesta abajo que mandó el país a la B.
Conste que no se pusieron el país de sombrero por haber sido ineptos, improvisados, insustanciales.
Fue porque Estados Unidos, al subir la tasa de interés, clausuró para la Argentina el generoso despliegue del crédito externo. Para mandarlo a Caputo, El Toto, nuestro Gordon Gekko, a rapiñar dinero en el FMI. Decisión estratégicamente medular que se tomó en media hora.
Aparte, a los macristas duros del “campo”, no se les puede manotear ninguna otra moneda. Si hasta debieron recular con el manoteo a las retenciones. Los pobres chacareros padecen el coctel virtual de sequía e inundaciones. Por la cosecha triste se perdieron diez mil millones. Lo mismo que, por la mala praxis, dilapidaron para contener, sin conseguirlo, la vorágine del dólar. Entre el delicioso conjunto de atorrantes que se autodenomina “el mercado”. A merced de los discípulos de Michael Douglas (cliquear).
Consta en actas también el aumento del petróleo. Sin restar importancia a la desgracia de los niños futbolistas en la cueva de Tailandia. A la guerra comercial entre el delirante Trump y China. O el triunfo en Italia de la xenofobia de Mateo Salvini. O del Duque de Colombia que despoja al Ángel, injustamente, de la centralidad en el sur del continente. Por situarse, el Duque invasor, más a la derecha aún que Macri, y por ser -imperdonablemente- casi 20 años más joven.

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