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Por Ignacio Ortega, EFE. La llaman República Sheriff. Y es que en Transnistria, franja de territorio incrustado entre Moldavia y Ucrania, todo lo decide un solo hombre, Víctor Gushán, el dueño de la corporación y del club de fútbol Sheriff (Tiráspol).

La historia de Transnistria está estrechamente vinculada a la estrella que acompaña a Gushán desde la caída de la URSS en 1991. Estrella en el sentido literal y figurado. Estrella porque de oficial de la policía se convirtió en el hombre más poderoso del enclave prorruso y porque una estrella de cinco puntas es el símbolo del imperio que ha amasado durante los últimos 30 años.

La historia de Gushán es una auténtica odisea del ‘salvaje este’, en la que pistoleros dictaron la ley durante los primeros años tras la desintegración postsoviética. Los bandidos transnistrios mataron a numerosos hombres de negocios durante los años 90, pero no al shériff Gushán. Sin competidores ni rivales, controla desde la economía al Parlamento, el operador de internet y telefonía, las fábricas de pan, los supermercados, el tabaco y el alcohol, la ropa y hasta las gasolineras.

Todo oligarca que se precie tiene que tener un equipo de fútbol, pero Gushán carece del glamour de Román Abramóvich, el dueño del Chelsea y antiguo tesorero del Kremlin que pactó su emigración a ‘Londongrado’ con el presidente ruso, Vladímir Putin. Tampoco puede compararse con el propietario del Shakhtar Donetsk y el hombre más rico de Ucrania, Rinat Akhmétov, que ha sobrevivido a la guerra en el Donbás.

Las autoridades locales tachan las acusaciones de contrabando de “vieja leyenda” para descalificar a Transnistria. Diputados moldavos acusan a Gushán de utilizar métodos criminales para forjar su imperio, mientras personas que lo conocen bien comentaron a Efe en Tiraspol que, “aunque es verdad que los propios habitantes de Transnistria le tienen ojeriza a la corporación Sheriff por su monopolio de la economía nacional, Gushán también ha hecho cosas buenas como financiar los dos orfanatos de la ciudad”.

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Sin contrabando no existiría Transnistria, pero sin Transnistria, tampoco habría contrabando. Según la prensa, el esquema es muy simple. Sheriff adquiere toda clase de artículos en Rusia, Ucrania o China. Los importa sin pagar ningún arancel y después los formaliza en Moldavia y se los vende a la Unión Europea a precios mucho más altos.

Eso ocurre principalmente con los coches y el tabaco, la mina de oro de Gushán. Según las estadísticas de las aduanas, Transnistria produce tanto tabaco, que cada habitante de la república separatista, incluido los niños, podría fumar diariamente varios paquetes de cigarrillos. Lo mismo ocurre con el resto de artículos. Sheriff es la única corporación que puede importar tabaco y alcohol, a lo que hay que sumar que está exento de aranceles. El negocio es redondo.

Como voluntarios transnistrios combatieron en el Donbás en 2014-15, Ucrania ha cambiado en los últimos años su actitud con respecto a Transnistria. En septiembre pasado Kiev prohibió a los automóviles privados con matrícula transnistria cruzar su frontera, un duro revés para la economía del enclave.

Con todo, la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, considera que el contrabando de cigarrillos sigue siendo un negocio boyante. Recientemente, estimó en 250 millones de paquetes el volumen de contrabando anual entre Transnistria y la UE. Y los multimillonarios beneficios no se quedan en Chisinau, sino en Tiráspol.

PROTECTORADO RUSO

“Si obviamos el componente militar ruso, el auténtico hombre fuerte en Transnistria es Gushán”, comentó a Efe Oazy Nantoi, veterano diputado moldavo.

Rusia está presente en cada aspecto de la vida transnistria. Para empezar, más de la mitad de su población tiene ciudadanía rusa, el ruso es la lengua franca y la legislación rusa también es ley en este territorio.

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El Kremlin subsidia a la economía de la autoproclamada República Moldava de Transnistria (Pridnestrovie en ruso). Algunos cifran en más de mil millones de dólares la ayuda anual, si se tienen en cuenta también los créditos sin intereses a las empresas del territorio.

La mejor demostración de que sin Moscú el enclave no sobreviviría son los 7.000 millones de dólares que Transnistria le debe al gigante gasístico Gazprom por el gas. Esa deuda le convierte en rehén del Kremlin por los siglos de los siglos. Al ser gratis, el gas permite que Transnistria parta con ventaja a la hora de exportar.

De la seguridad se ocupan los soldados rusos, cuya base se encuentra en medio de la ciudad. Para las autoridades locales, su presencia es la garantía de la paz desde la guerra entre moldavos y transnistrios que entre 1990 y 1992 dejó más de mil muertos. Rusia se comprometió en 1999 a retirar la tropas en un plazo de tres años. Siguen aquí.

Otro factor de tensión son las más de 20.000 toneladas de armamento y munición que se encuentran en la localidad de Kolbasna, a 20 kilómetros de la frontera moldava desde que las tropas soviéticas abandonaran Alemania Oriental y la antigua Checoslovaquia.

Además del peligro de una explosión, aunque el Gobierno insiste que especialistas rusos garantizan su seguridad, Ucrania y Moldavia denuncian el riesgo de que dicho armamento caiga en manos de terroristas o pueda ser utilizado por las milicias prorrusas en el Donbás ucraniano.

El Sheriff ha disfrutado jugando contra el Real Madrid en la Liga de Campeones, pero la República Sheriff se juega su futuro en un campo de batalla mucho más cruento en el que es muy difícil mantener tu portería a cero.

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