“Sin Dios nos deshumanizamos”

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Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 5° domingo de Pascua 10 de mayo de 2020

Este domingo vivimos de una manera diferente nuestra querida peregrinación y celebración de Nuestra Señora de Fátima. A causa de la cuarentena, haremos la peregrinación y celebración de la misa por televisión, radio, y diversos medios digitales, A María de Fátima queremos pedir para que pronto salgamos de este flagelo de la pandemia. El próximo fin de semana también celebraremos a Santa Rita. Seguramente, recurriendo a los mismos medios, para vivir la peregrinación y la misa.

Estos son momentos muy fuertes, que manifiestan la fe y la unidad de nuestro pueblo. Queremos agradecer y pedir a Dios que nos acompaña siempre y nos sostiene en la esperanza. El texto de este domingo [Jn 4,1-12], nos presenta la partida de Jesús. La liturgia nos prepara para las celebraciones de la Ascensión del Señor y Pentecostés. En este anuncio que realiza Jesús se genera un diálogo con sus discípulos que es importante que nosotros tratemos de profundizar. El Señor, después de varios encuentros posteriores a su Resurrección, comienza a advertirles de su partida: «En la casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar». Para llegar a ese lugar les dice que saben cuál es el camino. Tomás con asombro le pregunta: «Pero, Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús les respondió: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí» [Jn 14, 2.5-6].

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Durante el tiempo de la Pascua profundizamos en la necesidad de comprender que para llamarnos cristianos necesitamos tener o buscar un encuentro con la Persona de Jesucristo, muerto y resucitado. Esta experiencia de fe es especialmente importante en este tiempo, sobre todo porque se va acentuando en los grandes centros urbanos el problema del secularismo. Una forma de ateísmo práctico que concibe la vida humana, personal y social al margen de Dios.

En el camino de discipulado en el que queremos insistir, considero fundamental que comprendamos el problema del secularismo, ya que inevitablemente todos formamos parte de un ambiente en el que tendemos a mimetizarnos. Por eso debemos conocer y discernir con libertad para realizar bien nuestras opciones. Para esto nos ayuda la aclaración del Concilio Vaticano II, en el documento Gaudium et Spes, señalando la diferencia entre «la legítima secularización» y «el secularismo». Es importante para los laicos comprender esta diferencia para vivir su propia vocación de transformar las realidades temporales en sus ambientes y ser instrumentos de la evangelización de la cultura. La legítima secularización enseñada por la Iglesia implica la necesaria autonomía de las realidades temporales. Autonomía de las leyes naturales y la libertad con que Dios nos ha creado. En general cuando tenemos una enfermedad recurrimos a un médico y tomamos una medicina adecuada indicada por la ciencia.

Lamentablemente se multiplican las propuestas religiosas que no respetan
esto casi obvio de la justa autonomía de las leyes naturales, dando lugar a una especie de proselitismo religioso que abunda en promesas de curaciones, milagros, sanaciones que parecen más un negocio
religioso y ofertas de multiconsumo, o bien una alcancía. La Iglesia con sabiduría acepta los milagros, pero es muy prudente y exigente para reconocerlos. Sabemos que la evangelización no puede ser una acción proselitista. Un discipulado que nos ayude a madurar nuestra fe, no puede dejar de integrar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la cruz como parte del camino pascual.

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Distinta a esta justa secularización, es el secularismo, el mayor problema a encarar en nuestro tiempo, porque desconoce a Dios, lo omite, ni siquiera lo discute. «El olvido de Dios, fundamento último de todo valor ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y absolutizar el poder, el dinero, la mera eficiencia o el Estado mismo» (LPNE 12).

Con una profunda valoración de la piedad que tiene nuestro pueblo seguimos profundizando en la necesidad de ahondar en el camino de discipulado y misión, buscando que la fe en Cristo, el Señor, implique un estilo de vida y un compromiso que nos lleve a creer, como nos enseña el Evangelio de este domingo, que el Señor es «el Camino, la Verdad y la Vida».

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

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