España: La grieta avanza

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BARCELONA, New York Times — Cataluña está conmocionada, los catalanes están conmocionados. Nadie parece quedar del todo al margen. Hay personas que se quejan porque sus vidas están lastradas por la incertidumbre, personas que se emocionan porque sienten en la cara el viento de la Historia, personas que se molestan porque quieren desentenderse y no lo logran, personas que se angustian porque no saben qué pensar, de qué lado ponerse. Algo pasa cuando la política se convierte en emoción: a veces es bueno, a veces menos.

Corren tiempos fuertes: en las casas, las calles, los campos, los trabajos, nadie duda de que vive una situación extraordinaria. Una situación se vuelve extraordinaria cuando te acostumbra a esperar lo inesperado. Y lo inesperado ha sucedido tanto, últimamente, que todos creen que podría volver a suceder. Si no sucede, si las cosas siguen su curso actual, en los próximos días el gobierno español suspenderá las instituciones de la democracia catalana —su gobierno, su hacienda, su policía, su televisión— y gobernará Cataluña en su lugar.

Se apoyará en el artículo 155 de la Constitución de 1978, que permite que el gobierno central intervenga si una región lo desconoce. El artículo es tan rebuscadamente vago y breve que consiente casi cualquier cosa. Nunca nadie lo usó, pero ahora el Partido Popular está dispuesto a aprovecharlo —con la ayuda de su leal oposición, ese partido que todavía llaman Socialista Obrero—.

 

El presidente Mariano Rajoy dijo el viernes pasado que la situación “no le deja más remedio”. Desde su punto de vista tiene razón: si una región quiere separarse, el gobierno central debe impedirlo. Lo que no dijo fue que había hecho todo lo imaginable para que la voluntad de separarse fuera la respuesta más ajustada a sus desprecios y agresiones. Tampoco justificó la paradoja de suspender el sistema constitucional en nombre de la defensa de la Constitución, los organismos democráticos en nombre de la Democracia. Otra vez, el camino del infierno es asfaltado con buenas intenciones, y ya no parece camino sino grieta, un diálogo imposible.

La grieta es el resultado del enfrentamiento entre dos lógicas nacionalistas contrapuestas. Parecen oponerse en todo pero no: están de acuerdo, entre otras cosas, en enfrentarse y revolear banderas y aliarse con quien sea en nombre de la patria. Ahora, por ejemplo, buena parte de la izquierda catalana está en la calle apoyando a Carles Puigdemont, jefe del partido que recortó las prestaciones sociales como ninguno antes, que protagonizó corruptelas magníficas, contra el que manifestaron una y otra vez antes de que los uniera una bandera patria. Y ese partido ahora se enfrenta audaz a su aliado en aquellos recortes, aquellas corruptelas —el Partido Popular español—, porque los separan dos banderas patrias.

Pero la grieta también enfrenta diferencias; entre lo legal y lo legítimo, por ejemplo. En todo este proceso el gobierno de la derecha española se ha parapetado tras la ley: sus argumentos la enarbolan, sus intervenciones se usaron como punta de lanza al Tribunal Constitucional. La legalidad está de su lado, dicen, y los catalanistas contraatacan con la legitimidad: que sus demandas son justas, que si la ley no las contempla hay que cambiarla. No, la ley está hecha para cumplirse, dicen unos; sí, pero si siempre se hubiera cumplido ciegamente seguiría habiendo esclavos, les contestan, o mujeres sin derecho al voto. A veces la ley deja de tener el consenso que la fundó, y hay movimientos que tratan de cambiarla.

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Mariano Rajoy, presidente del gobierno de España, responde preguntas durante la reunión semanal del gabinete de control en el parlamento, en Madrid, el 25 de octubre. CreditSergio Perez/Reuters

La grieta también llegó al salón del trono. Los españoles, cuando hablan de Cataluña, intentan soslayarlo, pero el “factor República” es central. Los independentistas no solo quieren armar otro país; quieren, además, que ese país no tenga reyes. Eso explica, también, la violencia con que los enfrenta el gobierno de Madrid y la corte de Felipe VI. Quien, en lugar de poner paños fríos, los calienta. Su discurso del jueves pasado no buscó acercar a sus millones de súbditos catalanes disconformes sino decirles que su conducta es inaceptable.

La grieta también fisura ideas sobre la democracia. ¿Quién decide qué, cómo, por qué medios? El argumento más ponderado de los españolistas contra los “indepes” consiste en que no representan a la mayoría de sus ciudadanos. Es cierto que solo los votaron 2 millones, el 36 por ciento del censo catalán, pero también lo es que el Partido Popular gobierna el país con los votos de 8 millones, el 22 por ciento del censo español. Y también es cierto que, cuando aplique el artículo 155, sus dirigentes regirán —en nombre de la democracia— una región donde no alcanzan a representar al 6 por ciento de sus ciudadanos.

Vivimos en democracias confusas, de baja intensidad, que se justifican por el mayor número pero nunca involucran a las verdaderas mayorías. No es azaroso que cada vez menos personas, en cada vez más países, crean en ese sistema. Y que ese sistema sea cada vez menos capaz de solucionar los conflictos presentes.

En cualquier caso será esa legalidad democrática la que justifique la intervención del Estado central en las instituciones catalanas. Es posible que en estos días, justo antes de que Madrid lo destituya, el president Puigdemont declare la independencia. Sería una forma de decir que no hay retorno, pero hay miembros importantes de su partido que lo presionan para que no lo haga. Entre ellos, se dice, el expresident Artur Mas, el que le dio su cargo. Y, sobre todo, las grandes empresas catalanas que, con su abandono de Barcelona, votaron muy en contra.

A cada lado de la grieta las partes se atrincheran. Nadie sabe cómo recibirá Cataluña la “invasión española”, pero el cariño no está entre las opciones. Distintos grupos ya se entrenan para resistir —por ahora sin violencia— su llegada que, visto lo visto, podría ser violenta. Es probable que no consigan mucho: la fuerza de un Estado que despliega sus fuerzas es difícil de contrarrestar. Pero también es difícil imaginar cómo ese Estado podrá convencer a los catalanes de aceptarlo, de reintegrarse a él. En un plazo impreciso —que debería medirse en meses—  el gobierno español debe convocar elecciones autonómicas en Cataluña: es probable que los partidos independentistas rentabilicen en votos el malestar por la intervención, y no está claro que podría hacer Madrid para impedirlo —salvo prohibirles que se presenten y agrietar todavía más el sistema democrático—.

Mientras, la grieta crece. Millones de catalanes identifican a España con el gobierno del Partido Popular y sienten que ese gobierno —ese país— los priva de su libertad. Y millones de españoles sienten que Cataluña —en lugar de acompañarlos en la construcción de un país mejor— solo quiere abandonarlos. Quizá por eso muchos españoles no consiguen identificarse con ellos: no entienden que su gobierno podría tratar a cualquier otro rebelde como trata a los rebeldes catalanes, que si manda a su Guardia Civil a impedir una votación o si detiene por “sedición” a dirigentes catalanistas, podría hacer lo mismo con cualquier otro movimiento que le resulte amenazante.

La grieta está instalada. Mucho tendría que cambiar España para que millones de catalanes vuelvan a sentirse parte de ella; mucho tendría que cambiar Cataluña para que millones de españoles vuelvan a sentirla suya. Pero la grieta crece también entre los catalanes: después de todo, una mitad quiere la independencia y la otra no, y la convivencia se complica: amistades rotas, proyectos truncos, familias enfrentadas, reproches encendidos. Aun cuando el proceso político encuentre un cauce, la vida en Cataluña no será fácil durante muchos años. La grieta, parece, llegó para quedarse.

 
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Éxodo corporativo en Cataluña: casi 1.200 empresas ya trasladaron su sede en octubre

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Un total de 1.185 empresas trasladaron su sede social fuera de Cataluña entre el 2 y 19 de octubre,según datos del Colegio de Registradores, un éxodo motivado por la escalada de las tensiones políticas en la región por la deriva soberanista.

La lista de empresas incluye algunos nombres señeros como CaixaBank, Banco Sabadell, Gas Natural , Abertis y Grupo Planeta.

El número de salidas podría aumentar en un clima de nerviosismo por las medidas que puedan adoptarse dentro del artículo 155 para intervenir la autonomía regional y la respuesta del Gobierno catalán, que contempla la eventual votación de la independencia en el Parlamento regional.

El impacto económico de la incertidumbre política lleva afectando a las bolsas durante semanas, forzando además al Gobierno español a rebajar el lunes en tres décimas su previsión de crecimiento para 2018.

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España: el gobierno de Rajoy confirmó que iniciará la intervención de Cataluña

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La crisis en Cataluña dio un nuevo giro luego de que el Gobierno español decidiera intervenir la autonomía de la región. El paso, inédito en la 40 años de democracia en el país, marca un nuevo hito en una escalada de tensión. 

El gobierno de Mariano Rajoy anunció que seguirá adelante “para restaurar la legalidad” en Cataluña, no dando por buena la respuesta del presidente catalán Carles Puigdemont a su requerimiento de si declaró o no la independencia.

Este jueves vencía el plazo definitivo para que Puigdemont aclarara si declaró la independencia en una confusa sesión en el Parlamento catalán que acaparó la atención mundial.

En su respuesta, Puigdemont afirmó que “si el Gobierno del Estado persiste en impedir el diálogo y continúa la represión, el Parlament de Cataluña podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de independencia que no votó el día 10”.

Rajoy no se dio por satisfecho y convocó para el sábado un consejo de ministros extraordinario para avanzar en los trámites para intervenir en la administración catalana. 

El gobierno de España ha constatado “la negativa del presidente de la Generalitat de Cataluña a atender el requerimiento” y en consecuencia “continuará con los trámites previstos en el artículo 155 de la Constitución para restaurar la legalidad en el autogobierno de Cataluña”.

Ese artículo permite al gobierno central ejercer las competencias de una autonomía en caso de que esta incumpla la ley.

“El Gobierno pondrá todos los medios a su alcance para restaurar cuanto antes la legalidad y el orden constitucional, recuperar la convivencia pacífica entre ciudadanos y frenar el deterioro económico” causados por el desafío independentista, según el comunicado.

No hay de momento respuesta del gobierno catalán al anuncio de Madrid, pero diputados de la coalición Junts pel Sí, del presidente Puigdemont, y de la CUP, que conforman el frente independentista en el Parlamento catalán, estaban reunidos para decidir los próximos pasos en esta crisis.

El artículo 155 dice que el gobierno central “podrá adoptar las medidas necesarias” para forzar a una comunidad autónoma “al cumplimiento forzoso” de sus obligaciones. Requiere una adopción en el Consejo de Ministros y la subsiguiente aprobación del Senado, un trámite que podría alargarse varios días.

La mayoría independentista del Parlamento catalán se comprometió a proclamar la secesión si ésta se imponía en el referendo del 1 de octubre, declarado inconstitucional. Así fue, con 90% de los votos a favor pero una participación inferior a la mitad del censo. Rajoy viajará este jueves a Bruselas para participar en una cumbre europea, y la primera reunión del conjunto del gobierno no será hasta el sábado.

En un primer plazo, que concluyó el lunes, Puigdemont se limitó a ofrecer diálogo, un guante lanzado e ignorado por el gobierno central, que insiste en que la declaración rompería la legalidad española.

“No se puede dialogar con quienes están fuera de la ley y de la Constitución“, dijo el jefe del gobierno español en el Congreso el miércoles.

El 155 podría dar lugar a que el gobierno central asuma la dirección y gestión de Cataluña, la destitución de dirigentes y la toma de control de su policía, los “Mossos d’Esquadra”.

Pero eso también podría generar fuertes movilizaciones -que empezarán este mismo jueves por la tarde- y una inestabilidad creciente en la región, muy dañina para la economía.

La comunidad de Cataluña, una de las más ricas y pobladas de España, es junto a País Vasco, Galicia y Andalucía una de las cuatro consideradas “históricas”: las que habían iniciado un proceso para contar con una norma que regulara la región antes de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975). 

Ese alto nivel de autonomía fue reconocido en la Constitución española de 1978 (respaldada por más de un 90 por ciento en Cataluña), que por ejemplo dotó a la región de una Policía propia, los Mossos d’Esquadra. La lengua catalana, prohibida durante el franquismo, fue reconocida como lengua cooficial con el español.

Aunque está integrada en España desde el siglo XVI, la turística región con capital en Barcelona y patria de artistas como Salvador Dalí, Joan Miró, Antoni Gaudí o Joan Manuel Serrat cultivó siempre sentimientos nacionalistas alimentados por su identidad lingüística e histórica y sus tradiciones culturales.

Pero fueron sobre todo dos factores los que dispararon el movimiento independentista los últimos años: el impacto de la crisis que sacudió España desde 2009 y la decisión del Tribunal Constitucional español de anular en 2010 algunos puntos del nuevo Estatuto de Autonomía catalán, una suerte de Constitución regional.

Partidos independentistas culparon de la crisis a Madrid y explotaron el fallo como una humillación a Cataluña, al tiempo que se organizaban manifestaciones masivas en reclamo del derecho a decidir y el Gobierno catalán daba pasos hacia un referéndum secesionista.

Una consulta convocada en 2014 y declarada ilegal por la Justicia española motivó un juicio al entonces presidente del Gobierno catalán, Artur Mas, inhabilitado en marzo por dos años. Cerca de dos de los 7,5 millones de catalanes acudieron entonces a las urnas y votaron en un 80 por ciento a favor de una Cataluña independiente.

El Gobierno regional actual liderado por Carles Puigdemont organizó el 1 de octubre un nuevo referendo, celebrado pese a que también fue suspendido por el Tribunal Constitucional. Un 90 por ciento de los 2,2 millones de votantes apoyaron la ruptura con España, en parte porque los detractores veían ilegal la consulta y la boicotearon.

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Cataluña: Puigdemont amenazó con la independencia y Rajoy activa la intervención

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El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, respondió este jueves (19/10) por carta al presidente Mariano Rajoy, reiterando su oferta de diálogo sobre Catalunya y amenazando con votar la independencia en el parlamento si el Gobierno se decide la intervención. El Gobierno español tomó la misiva de Puigdemont como un ‘chantaje’ y ratificaron que siguen adelante con los pasos para aplicar intervenir la autonomía. Este sábado (21/10), el Consejo de Ministros se reunirá de forma extraordinaria en La Moncloa para aprobar un informe con las medidas que se pondrán en marcha en Catalunya.

Se vienen dos días de máxima tensión en España. El sábado (21/10) será clave para determinar si el presidente Mariano Rajoy avanza con la intervención de Catalunya después de que esta mañana el titular de la Generalitat, Carles Puigdemont, le enviara una carta donde además de volver a plantear el diálogo amenazara con votar en el parlamento la independencia si se avanza con la intervención de la autonomía.

Puigdemont envió la misiva al Gobierno español sobre el fin del plazo que le otorgó la administración central para que contestara si se independizaba o no después de los resultados de la votación de semanas atrás y especialmente después de que compareció ante el parlamento catalán diciendo que aplicaría lo resuelto e n la consulta popular.

Según el portal español ABC.es, la primera reacción del Gobierno fue tajante: “Es una amenaza y un nuevo chantaje de Puigdemont, que no vamos a aceptar. Seguramente será el último chantaje que haga. El 155 sigue adelante”.

El Gobierno emitió un comunicado en el que constata la negativa de Puigdemont a responder al requerimiento que le envió Rajoy el miércoles de la semana pasada, en el que se le reclamaba que informara de forma clara y precisa si alguna autoridad de Cataluña había procedido a declarar la independencia de esa Comunidad y se le instaba a restituir el orden constitucional alterado.

Tras la respuesta, la aplicación del artículo 155 que dispone la intervención y restaure la legalidad sigue adelante. El sábado, el Consejo de Ministros se reunirá de forma extraordinaria en La Moncloa para aprobar un informe con las me didas concretas que se pondrán en marcha en Catalunya. Ese informe, una vez aprobado, se entregará al presidente del Senado. El trámite en la Cámara Alta podría durar una semana, hasta que se produzca una votación de las medidas, que necesitan mayoría absoluta para salir adelante. Esa mayoría la tiene el PP por sí solo, pero contará con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos, como mínimo, explicó ABC.

La carta de Puigdemont a Mariano Rajoy dice que “si el Gobierno del Estado persiste en impedir el diálogo y continúa la represión“, el Parlament “podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de independencia que no votó el día 10“.

El diario El País reproduce el pronunciamiento del Gobierno español: ha constatado “a las diez horas de esta mañana, la negativa del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont a atender el requerimiento que le fue remit ido el pasado 11 de octubre y en el que se reclamaba que informara de forma clara y precisa si alguna autoridad de Cataluña había procedido a declarar la independencia de esa comunidad autónoma y se le instaba a restituir el orden constitucional alterado”, dice el comunicado de respuesta del Gobierno. La consecuencia es que continuará los trámites previstos en el artículo 155 de la Constitución “para restaurar la legalidad en el autogobierno de Cataluña”.

En su carta, Puigdemont subraya explícitamente que en su comparecencia del 10 de octubre el Parlament “no votó” ninguna declaración de independencia y recalca que su “suspensión continúa vigente“, antes de añadir: “Pese a todos estos esfuerzos y nuestra voluntad de diálogo, que la única respuesta sea la suspensión de la autonomía indica que no se es consciente del problema y que no se quiere hablar“. Con estos argumentos la Generalitat intent ará frenar, como mínimo unos días, la aplicación inmediata del artículo 155 de la Constitución.

Delegaciones del Gobierno y del PSOE se reunieron a partir de las diez de la mañana hora española, una vez conocida la respuesta de Puigdemont, para negociar estas medidas que también serán sometidas a la deliberación de Ciudadanos.

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Carles Puigdemont declara la independencia en el Parlamento, pero la deja en suspenso

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El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, declaró la independencia de esta región española tras el referendo del 1 de octubre, aunque suspendió sus efectos para abrir un proceso de diálogo.

Puigdemont dijo que defiende “el mandato del pueblo de Cataluña de ser independiente”, pero le pidió al Parlamento que “suspenda la declaración de independencia, para emprender un diálogo para llegar a una solución acordada”. 

Desde Madrid, el gobierno español de Mariano Rajoy había prometido actuar con firmeza, inclusive si se trata de una declaración retórica o sin efecto inmediato, y sobre la mesa está la suspensión de la autonomía regional o incluso decretar un estado de emergencia.

Rajoy comparecerá el miércoles en el Congreso de los Diputados.

En juego está el futuro de un territorio estratégico para España, con una superficie similar a la de Bélgica, con un 16% de su población y un 19% de su Producto Interior Bruto. Y desde Madrid, no piensan quedarse de brazos cruzados.

Sobre la mesa está la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que prevé la suspensión del autogobierno de Cataluña, restaurado tras la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), o incluso decretar un estado de emergencia en la región.

En los últimos 100 años, el gobierno catalán ha proclamado en dos ocasiones la independencia, sin que llegara a materializarse. El primero en hacerlo fue Francesc Macià en 1931, y el segundo Lluís Companys, en 1934, lo que le costó ir a la cárcel.

Ante este horizonte, las empresas optaron por resguardarse: de las siete compañías catalanas en el selectivo bursátil español, seis trasladaron su sede a otras regiones españolas como los bancos CaixaBank y Banco Sabadell, o la energética Gas Natural.

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