Argentina, el país más infiel de Latinoamérica (y también el que más entiende de no monogamia)
Un estudio regional sobre prácticas afectivas no tradicionales dejó al descubierto una paradoja incómoda para la Argentina. Según el informe elaborado por la plataforma Gleeden y Dive Marketing, basado en 1.773 encuestas realizadas en Argentina, Brasil, México y Colombia, nuestro país es el único donde el deseo de ser infiel no disminuye frente a su frecuencia actual. Mientras en el resto de América Latina crece el interés por vínculos más consensuados y transparentes, en Argentina la inclinación por el engaño persiste con la misma fuerza.
La modernidad que incomoda
El informe -que cuenta con el aporte de psicólogos y sexólogos especializados en diversidades afectivas- revela que los argentinos encabezan el ranking regional en cuanto al reconocimiento de las formas éticas de no monogamia. El 75% identifica a las relaciones abiertas como una modalidad válida, el 69% reconoce el poliamor y el 43% menciona a las triejas, cifras muy por encima del promedio latinoamericano.
Sin embargo, esta apertura teórica no se traduce en prácticas relacionales plenamente honestas. Cuando se indagó sobre las preferencias comunicacionales en vínculos no monógamos, solo el 78% de los argentinos eligió la “honestidad y apertura”, mientras que el resto manifestó preferir evitar detalles o directamente no hablar del tema. En Brasil, por ejemplo, esta sinceridad baja al 66%, pero también disminuye el deseo de incurrir en infidelidades.
Un lenguaje nuevo, con viejos hábitos
El trabajo muestra además una brecha significativa entre el deseo y la experiencia real. En Argentina, un 33% manifiesta interés por experimentar relaciones abiertas, pero solo el 27% lo ha hecho; en el caso del poliamor, el salto es mayor: 37% desea explorar esa práctica, pero solo el 9% lo ha concretado. La excepción es la infidelidad: 30% expresa deseo de ser infiel y 27% lo ha sido, cifras que se mantienen estables y sin indicios de declive, a contramano del resto de la región.
Este doble estándar evidencia una tensión entre el discurso de libertad y las viejas estrategias de evasión. “Salir de la monogamia no solo implica abandonar una relación de dos personas, sino también desafiar normas sociales y culturales profundamente arraigadas”, señala Laura Pírez Felguérez, psicóloga clínica y sexóloga que participó del estudio.
Las juventudes y el espejo de la contradicción
Las generaciones más jóvenes (menores de 25 años) son las más valoradas en Argentina por su curiosidad, apertura y capacidad para explorar nuevos modelos vinculares. De hecho, nuestro país es el que más atributos positivos les asigna en comparación con Brasil, Colombia y México. El 86% los describe como emocionalmente libres y el 83% como sexualmente autónomos.
Pero esa libertad declarada convive con prácticas poco coherentes. Aun en los sectores que promueven acuerdos y diversidad, el deseo de ser infiel no disminuye, y muchas veces se recurre al silencio o al eufemismo antes que al consentimiento informado.
El gran desafío: pasar del dicho al hecho
Los obstáculos más reconocidos por los encuestados en Argentina para llevar adelante relaciones no monógamas son el respeto a los acuerdos (42%) y la comunicación (31%). No es casual: la falta de herramientas para conversar, acordar y sostener lo pactado aparece como la gran asignatura pendiente, incluso entre quienes se perciben como progresistas en términos afectivos.
Así, el estudio traza una radiografía que combina reconocimiento teórico con praxis esquiva. Argentina aparece como un país dispuesto a repensar los vínculos, pero que aún encuentra en la infidelidad —silenciosa y sin acuerdos— una vía más sencilla que la construcción de una ética relacional basada en la honestidad.
En otras palabras, más que un problema de moral, lo que refleja esta investigación es una dificultad estructural para conversar. Y en esa falta de conversación, parece incubarse la más persistente de nuestras contradicciones afectivas.
