El Bosque Atlántico necesita una política de Estado tripartita y una nueva economía regenerativa
Por Cristina Besold, El Paranaense. El bioma Bosque Atlántico alberga un tercio de la población de Sudamérica; almacena gran cantidad de carbono y el Acuífero Guaraní (la mayor reserva transfronteriza de agua del mundo), que proporciona el 10,8% de la energía de Brasil y el 90% de la de Paraguay. Su situación es crítica por la alta fragmentación ecológica. Recuperarlo y conservarlo es posible si los tres países involucrados -Argentina, Paraguay y Brasil-, juntos, optimizan iniciativas (gubernamentales y de organizaciones civiles) ya en marcha e implementan una nueva economía, orientando la recuperación del monte como herramienta para el desarrollo y crecimiento socio económico.
De lo contrario, se profundizarán la pérdida de suelo; las crisis hídricas, con repercusiones en el abastecimiento humano, productivo y energético, y el aumento de enfermedades vinculadas a la degradación ambiental.
Así lo entienden los máximos referentes de la Red Trinacional de Restauración del Bosque Atlántico, creada en 2019 precisamente para evitar la pérdida de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos del bioma que se extiende en los tres países: Taruhim Quadros, analista de Conservación de WWF-Brasil y co-líder de la Iniciativa de Referencia de la Década de Restauración de la ONU – Pacto Trinacional del Bosque Atlántico; Claudia Amicone, especialista en restauración y comunidad de Fundación Vida Silvestre Argentina, y Oscar Rodas, director de Cambio Climático y Políticas de WWF Paraguay.
La Mata Atlántica “se encuentra entre los biomas más amenazados del mundo”, recordó Quadros. “Ya ha superado el punto crítico de fragmentación ecológica y se enfrenta a una creciente vulnerabilidad climática e institucional”, ilustró.
La Red Trinacional de Restauración del Bosque Atlántico está integrada por más de 70 organizaciones de la sociedad civil, gobiernos, comunidades locales y el sector privado de Argentina, Brasil y Paraguay, que se han propuesto apoyar la recuperación de 1,6 millones de hectáreas de Selva trinacional, una tarea que ya se concretó en 20.525 hectáreas.
La iniciativa tiene una meta integral y profunda. “Se trabaja para hacer frente no sólo a la degradación ecológica, sino también a la fragmentación institucional y socioeconómica asociada a la pérdida de sus bosques”, señaló Quadros. Es decir, revertir la mirada histórica del Bosque como un obstáculo para el desarrollo y como un tema que debe ser tratado en cada país en forma separada, desconociendo que es un ecosistema único contínuo, trinacional, que comparte funciones ecológicas y bienes comunes.
En esa línea, es importante la aplicación de “nuevas economías regenerativas, integrar políticas públicas, construir instrumentos financieros adecuados y valorar el conocimiento local”.

En la práctica, describió Quadros, “esto significa fomentar cadenas de productos autóctonos como la yerba mate, apoyar la agricultura familiar y desarrollar modelos como la agroforestería, así como conservar y restaurar regiones ecológicas claves como los corredores ecológicos y las zonas de importancia hídrica”.
Se trata de “una agenda que une biodiversidad, clima e inclusión social, con el potencial de generar beneficios duraderos para toda la región, con una visión integradora del paisaje”.
En la Argentina, concretamente en Misiones, “la deforestación es fluctuante, pero se mantiene constante a lo largo del tiempo”, observó por su parte Amicone. “Entre 2007 y 2023 se perdieron 69.601 hectáreas de bosques nativos en la provincia. De particular relevancia es que 22.357 hectáreas se perdieron en zonas de mediano (amarillas) y alto (rojas) valor de conservación del Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos”, detalló.

Las causas incluyen “aprovechamiento forestal intensivo, fragmentación por el avance progresivo de la frontera agrícola, la expansión de las actividades ganaderas, el establecimiento de plantaciones forestales comerciales y la caza furtiva, factor que contribuye significativamente a la pérdida de biodiversidad”.
Amicone recordó que la degradación “compromete el mantenimiento de los servicios ecosistémicos que proporciona el ecosistema”.
En ese marco, consideró que “se vuelve urgente y estratégico el diseño de un marco normativo provincial que consolide y coordine esfuerzos (ya en marcha) bajo un Plan de Restauración del Bosque Atlántico”; evaluó como necesario que “este plan provincial promueva la participación activa de los gobiernos locales, fomentando que cada municipio se apropie de los objetivos de restauración y los implemente según las particularidades de su territorio, con apoyo técnico, financiamiento descentralizado y mecanismos de gobernanza participativa”; y consideró “imprescindible articular el diálogo y la cooperación entre las áreas gubernamentales vinculadas al ambiente y a la producción”, haciendo realidad una “conservación productiva -es decir, prácticas económicas sostenibles que contribuyan a preservar y restaurar el bosque-”, una “sinergia entre conservación y desarrollo”.
En Paraguay, el Bosque Atlántico “se encuentra en una situación crítica, con una cobertura reducida a menos del 10% de su extensión original y una alta fragmentación”, informó Oscar Rodas, director de Cambio Climático y Políticas de WWF en ese país. “Esto compromete la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que proporciona”, expresó.

La recuperación del Bosque Atlántico en los tres países es central para garantizar el agua y el suelo (producción de alimentos, de energía y la salud pública); mitigar efectos del cambio climático (inundaciones, deslizamientos y sequías prolongadas) y conservar la biodiversidad, entre otros importantes ítems, como la identidad regional y la cultura guaraní.
