“Quedarte encerrado detrás de un placard te enferma”: Antonio Aracre, el CEO de Syngenta, se refirió a su lucha por la diversidad

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Antonio Aracre es el CEO de Syngenta para Latinoamérica Sur desde 2011, en los últimos años su nombre se hizo conocido por exponer un problema que se ha venido agudizando en la Argentina: la pobreza y la indigencia. En estos tiempos tan atípicos por la pandemia de coronavirus, el ejecutivo se ha involucrado en la política y se ha convertido en uno de los pocos empresarios dispuesto a tender puentes entre los productores, la sociedad y el Gobierno, sobre todo por los duros cuestionamientos de los que ha sido objeto el sector agropecuario por parte de movimientos ambientalistas.

En una entrevista en exclusiva con Agrofy News, Antonio abrió su corazón para contar todo lo que pasó en este tiempo en el que también trascendió su compromiso con la diversidad sexual. Además, lamenta que haya pocos CEOs en multinacionales que decidan contar su verdad, lo que impide la construcción de una sociedad más igualitaria e inclusiva. “La gente no se da cuenta que quedarte encerrado detrás de un placard te enferma. Quererte, aceptarte y vivir realmente como sos te libera. Te hace respirar y vivir mejor porque te hace una persona más sana de mente y cuerpo. No todos lo pueden procesar de la misma manera”, dice.

El director ejecutivo de la empresa de insumos china es un férreo defensor del sector agropecuario y también se ha involucrado en los problemas que afectan a las grandes urbes y la forma en que el campo podría ayudar a combatir esta situación. En 2019 escribió una columna de opinión titulada “El hambre que nos avergüenza a los argentinos”, producto de la repercusión que tuvieron sus palabras surgió el Consejo Federal Argentina contra el Hambre para paliar este flagelo, pero hoy se siente frustrado porque no se ha podido avanzar, tal y como creyó que iba a suceder. 

Antonio Aracre, de Syngenta, con Agrofy News

– ¿Cómo está Syngenta en este momento en Argentina?

– Desde hace varios años, Syngenta ha venido creciendo a partir del acompañamiento de una paleta de productos y una serie de innovaciones que no vienen solamente por el lado del producto, sino de estrategias comerciales y financieras que se han creado para que a los productores les pueda resultar más competitivo. Este año esperamos estar dos o tres puntos arriba y así mantener nuestro primer puesto en el ranking de empresas del sector. Tenemos buenos indicios de que eso va a ser así, aunque el año aún no terminó. 

– ¿Esto tiene que ver con el impulso del sector agropecuario?

– Indudablemente, esta performance viene de la mano de un sector que es extremadamente eficiente en todo lo que hace y que busca maximizar la productividad en todo lo que puede. Yo, a veces, tengo debates públicos con personas que cuestionan esto de la tecnología agropecuaria porque creen que el productor es cautivo y siempre les digo que el productor argentino es el más racional e independiente. Es conocedor, estudioso y, si realmente no hubiera valor en la tecnología, sería el primero en tacharla y no cargar costos innecesarios en su ecuación de rentabilidad. Si la abraza es porque realmente considera que le va a generar mayor beneficios. La relación costos-beneficios al adoptarla es muy positiva. El sector, en general, es muy pujante. Siempre se pone a la Argentina al hombro en sus peores años con más inversiones y lo estamos viendo en buena parte del país; se habla de un crecimiento en torno al 10% del PBI y viene apalancado de una buena porción del agro, además, facilitado porque para poder crecer necesitás importar. El crecimiento de la producción argentina en la industria, en general, necesita dólares. El 80% son insumos importados: autos, medicamentos, artefactos eléctricos y para poder importar esos insumos necesitás de dólares y los dólares vienen de la mano del campo. Recordemos que el 70% de los dólares que se generan en la Argentina proviene de la agroindustria, es decir, hay un acompañamiento enorme del sector en la recuperación del país. 

– El sector agropecuario está cada vez más en la mira de iniciativas ambientalistas por el modelo de producción. ¿Cómo ve esa mirada estigmatizante sobre el campo?  

– Lo veo con preocupación por dos razones muy importantes que se complementan entre sí. La primera es que creo que la sociedad no tiene una buena comprensión ni conocimiento acerca del sector agropecuario. Entonces, los sectores ambientalistas arman con mala intención, por ejemplo, este video que se viralizó la semana pasada donde se desparraman muchas falsedades e inexactitudes acerca del sector y perforan fácilmente la línea de empatía de la sociedad, que se ve asustada por esa desinformación y, por lo tanto, comprometida en su deseo de vetar estas formas de producción, sin entender muy bien por qué y, mucho menos, qué consecuencias tendría ese veto para su vida diaria. Me refiero, desde la producción de alimentos y de cuánto escasearían al cambiar el modelo productivo hasta la calidad de vida en general. Si no exportamos no hay dólares y, si no hay dólares no hay industria, trabajo y tampoco crecimiento. Esto que parece muy simple, hay una buena parte de la sociedad que no lo comprende muy bien. La otra parte de mi preocupación es con cohabitante con esto sobre qué hacemos desde el sector para ayudar a la sociedad a entender estos mensajes y que, por lo tanto, no perforen el nivel de empatía de la gente que ya conoce, entiende y no solo aceptan, sino que abraza al sector. Ahí la conclusión es que hacemos poco, nos miramos muy endogámicamenteNos hablamos entre nosotros, pero solemos hacerlo mal o poco hacia los sectores más citadinos, más urbanos, más hostiles. Nos molesta, no nos gusta dialogar o empatizar con sectores que, por ahí, no son tan afines, sino que son más hostiles a la mirada del campo. En realidad, si queremos instalar el concepto de la Argentina agroexportadora, con todos los beneficios que tiene eso, hay que empatizar con todos los sectores.  

– Para ir a un ámbito más personal, en el último año trascendió a lo público su orientación sexual, ¿no cree que hoy, 2021 sigue siendo raro que estemos hablando esto, de una elección personal?

– Yo hice pública mi orientación sexual hace 10 años, primero que nada con mi familia, después con mi jefe y con mi equipo. En los últimos dos años tomó más dimensión pública porque quizás yo tenía más dimensión pública en función de mi rol y haber subido el perfil en los medios y no me molesta, al contrario. Es verdad que es raro que uno tenga que hablar de estas cosas, pero a su vez es positivo y constructivo porque todavía hay muchos chicos que tienen dificultades para aceptarse o que siguen siendo golpeados en la calle o en los bares o que sufren un proceso de discriminación en la escuela o que tienen problemas de libertad para hablarlo con sus familias. Me parece que tenemos que construir modelos positivos que puedan ayudar a mirar su identidad desde un costado más optimista. Me pasa mucho que cuando salgo en algún medio hablando de este tema recibo muchísimos mensajes por privado de papás y mamás cuyos hijos adolescentes están en ese proceso de salir del closet y me hablan con muchísima ternura y gratitud porque a partir de lo que leyeron pudieron comprender que sus hijos podían realizarse, pero sobre todo podrían no sufrir, que es lo que más los atemoriza: el miedo que ellos tienen. A mí, así sea un mensaje que reciba de este tipo ya me hicieron el día. Poder ayudar a la gente a desmitificar algo que les hace daño, que los hace sufrir, en verdad, vale la pena porque la vida tiene cosas para sufrir de verdad y que no son tan remediables. Creo que desde ese lugar, ojalá haya más líderes, personajes públicos en el deporte, la política, las empresas y medios que lo hagan porque necesitamos esos modelos positivos. Lamentablemente, hay pocos y en nuestra actividad no conozco muchos otros, pero se va a ir construyendo una sociedad cada vez más diversa e inclusiva. A partir de la diversidad se enriquece el pensamiento porque podemos tener una sociedad mejor, con mejores pensamientos y gestores de esas ideas. 

– Justamente, usted es uno de los pocos CEOS que ha decidido dar el paso y contar su historia, su verdad. ¿Cómo ha sido todo esto?

– Cuando tomás esa decisión básicamente lo hacés porque te sentís bien con vos mismo, te querés, te valorás y no tenés nada que ocultar. A mí no es que me resulte placentero hablar de mi orientación sexual a esta altura de mi vida, pero si me preguntan lo hago sin problema porque siento que ayudás a otro. A veces, en las redes sociales siempre se presenta algún inadaptado que te dice alguna cosa un tanto agresiva en alusión a eso, pero la verdad me siento muy seguro de mí mismo y no me molesta mostrarme tal cual soy, pero pienso: ‘qué triste que el único argumento para desvalorizar tu opinión sea eso’. No me duele ni preocupa. Pero me pasa mucho con las familias que me encuentran en un lugar público, me abrazan y me dicen: ‘gracias a vos pude cambiar mi mirada. Siempre amé a mi hijo, pero tenía miedo de que sufra y logré cambiar esa mirada, hoy lo veo feliz’. Cuando te pasan esas cosas sentís que ya te hiciste el día, la semana, el mes, simplemente contando tu historia de una manera positiva, está buenísimo. Me genera mucha alegría y paz. Lamentablemente, no todo el mundo lo puede hacer y no creo que sea algo para juzgar, sino que es algo para trabajar. La gente no se da cuenta que quedarte encerrado detrás de un placard te enferma. Quererte, aceptarte y vivir realmente como sos te libera. Te hace respirar y vivir mejor porque te hace una persona más sana de mente y cuerpo. No todos lo pueden procesar de la misma manera. 

– ¿Cree que en el sector agropecuario hay una mirada más estereotipada que en otro rubro sobre la homosexualidad?

– El sector ha sido tradicionalmente un poco machista porque ha habido más hombres que mujeres. Creo que eso ha ido cambiando. En los últimos diez años me encuentro muchísimo más con mujeres manejando los negocios familiares. Incluso, elegidas por sus padres como sus sucesoras, algo que era impensado hace más de diez años cuando arranqué, ya que la mujer siempre estaba más reservada a un cargo administrativo, a lo sumo, si era brillante manejaba las finanzas de los negocios. Pero hoy estoy viendo mujeres al frente de los negocios agropecuarios, que fueron elegidas por sus padres como sus sucesoras y eso me pone muy contento porque significa que hay una nueva generación que, con otra cabeza, va a tener una mirada muy distinta y eso nos va a ayudar en la construcción de la comunicación hacia la sociedad.

– ¿Por qué seguimos hablando del término salir del closet?

– Porque como el placard es el lugar donde se guardan cosas, es un buen lugar para esconder cosas; acumulás todo ahí para que no se note y eso es lo que hacemos con nuestra orientación sexual. Ahí van todas aquellas cosas que nos vuelven más vulnerables y que no queremos que la gente lo note, las escondemos. Cuando llega el momento en que eso te hace invertir mucha energía, inventandote otra vida que no es la tuya, te vuelve menos auténtico, menos genuino, entonces empezás a creer, a aceptar y decir que es el momento de sacar todas esas cosas del placard, que vivas y te aceptes tal cual sos. 

– ¿Le pasó esto de ocultar su vida tanto tiempo?

-Sí, salí del closet hace 15 años y en aquel entonces la sociedad no era como es hoy. El matrimonio igualitario no era como es hoy, por lo tanto, no te sentías tan legitimado como un par frente a tus compañeros, en la universidad o en tu familia. En esas circunstancias, obviamente sentís miedo. Pensá que en el colegio muchos de nosotros sufrimos bullying, eso te deja algunas heridas. Lastima y te cuesta mucho trabajo sanar, incluso, sanándolas, cuando te pasan algunas de adulto sucede lo mismo que a un disco de vinilo rayado, donde la púa siempre se queda en el mismo lugar. Por eso es que hay que trabajar tanto para evitar el bullying infantil y no solo me refiero a la orientación sexual. Hoy, es muy común ver en las escuelas situaciones de bullying por el aspecto físico, el color de piel y los chicos sufren mucho. Han habido casos hasta de suicidio, pero sin llegar a eso se genera una herida tan profunda en el autoestima que esos chicos terminan creciendo con una personalidad morata, asustadiza y retraída. Se tiene que hacer una buena capacitación en los docentes para aliviar estas cosas con mayor profesionalismo, porque no todos están preparados.

-Por último, ¿cómo está hoy el Consejo Federal Argentina contra el Hambre?

-El Consejo surgió a partir de una nota de opinión que hice en LinkedIn que se llamaba ‘El hambre que nos avergüenza a los argentinos’, en alusión a lo que sucede con los argentinos que producen tantos alimentos para millones de personas y que todavía no se le ha podido encontrar la vuelta para que su propia población no padezca este flagelo. Ahí proponía una serie de cosas sobre cómo fondear establecimientos de cooperativas en sectores más pobres y que puedan producir sus propios alimentos. Además de que puedan combatir el hambre, también lo harían con otro flagelo que es el de sentirse lo suficientemente digno, que pasa cuando uno no tiene trabajo. Eso tuvo mucha repercusión, y cuando el presidente [Alberto Fernández] era candidato estaba con el deseo de lanzar una campaña contra el hambre, entonces se formó un Consejo contra el hambre en el cual me invitaron a participar, pero desgraciadamente a los tres meses de comenzado este gobierno se desató la pandemia y no se pudo avanzar en ninguna cosa esencial ni convenios con cooperativas. Se decidió avanzar con la Tarjeta Alimentar que lanzó el Ministro Daniel Arroyo porque era necesario, evidentemente, mitigar la cuestión social de una manera rápida y efectiva porque no había tiempo. Desde ese lugar me siento un poco frustrado porque no se ha podido avanzar mucho con ese tema. Es el gran pendiente para hacer, ya no es ni de este gobierno ni del anterior. Es el pendiente de la democracia, de construir una sociedad donde en un país como la Argentina la gente no padezca de necesidades básicas insatisfechas. En poco tiempo es difícil eliminar la pobreza, pero la Argentina debería proponerse en muy pocos años erradicar la indigencia, que a diferencia de la pobreza, son personas que no logran una rutina alimenticia adecuada: comen una vez sí, una vez no, un día sí, un día no. No tienen trabajo, viven en condiciones infrahumanas desde el punto de vista de la estructura. Esto tiene que ser algo con un acuerdo horizontal en lo social de cualquier partido político, sindicatos o empresas. Debería poderse construir un consenso amplio para abordar la temática de la indigencia y erradicarla en poco tiempo. Yo sé que la pobreza está en el orden del 40,6%, pero la indigencia no debería existir. Es algo que debería darnos vergüenza a todos, el no poder hacerlo rápido. Hay que comenzar a pensar en estas cosas urgentes, construir un país más viable, con más desarrollo, más trabajo e inversiones es un objetivo a mediano y largo plazo que hay que hacer. Eso es importantísimo, pero erradicar la indigencia es urgente, no solo importante, es urgente. Es algo que se debe hacer ahora mismo y, a veces, siento que las prioridades políticas no siempre acompañan lo que para nosotros es realmente muy urgente. 

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No me digas ‘puto’

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México. Por Guillermo Osorno — La Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) ha decidido redoblar las sanciones a la Federación Mexicana por su incapacidad de erradicar el grito homofóbico de “puto” entre los aficionados durante los partidos. Los próximos dos juegos se celebrarán sin público. La FIFA prometió escalar los castigos si los insultos continúan: podría incluso prohibir la participación de la selección mexicana en el Mundial de 2022 en Qatar.

El tema en conflicto es un grito que apareció hace casi dos décadas en una liga del futbol local y luego saltó a la afición de la selección mexicana, que lo usa en los partidos internacionales. La palabra tiene mucha historia: ha sido usada de manera despectiva para referirse a los hombres homosexuales en México. Algunos fanáticos aseguran que no se usa con esa connotación —sino como una expresión que quiere decir que alguien no es valiente— y que es parte de la “tradición” futbolística. Pero otros pensamos que siempre tiene una carga homófoba, aún cuando se asocie a otros significados.

La prohibición y la amenaza de sanciones de la FIFA por el grito (que está dirigido al portero contrario cuando está a punto de hacer un saque de meta, como una manera de socavar su confianza como jugador o como hombre, para el caso) son ahora más severas, pero no son nuevas. Después de que la FIFA anunció una multa económica contra la selección mexicana y la acumulación de dos partidos que deberá jugar a puertas cerradas, esta semana la Federación Mexicana de Futbol volvió a hablar de la tarea pendiente de vencer la homofobia en el deporte y en los estadios. Lo cierto es que falta mucho por hacer. Ahora que terminó el mes del orgullo deberíamos recordarlo y emprender nuevas acciones contra la homofobia y la discriminación en el futbol y más allá de él.

Me encuentro en una posición extraña en el debate sobre el grito homófobo. Como miembro de la comunidad LGBTQI me parece que el esfuerzo por erradicarlo tiene un doble filo. Es cierto que por un lado mete a la discusión entre un sector amplio del público la duda de si está bien insultar al portero del equipo contrario con un epiteto discriminatorio. Pero falla porque, en el mejor de los casos, hará que la afición deje de gritarlo por miedo a las sanciones, no como resultado de una reflexión de los terribles efectos de la homofobia en muchísimos ámbitos de la vida de quien la padece.

En esto, creo que la FIFA ha elevado la gravedad de sus sanciones para lavarse la cara de varios escándalos de corrupción que la han rodeado desde hace ya una decada. También creo que la Federación Mexicana ha pasado de sortear el tema a intentar desesperadamente demostrar que sí hace algo.

Si tanto la FIFA como la Federación quisieran fomentar un cambio a largo plazo, no deberían de centrarse tanto en las sanciones, por ejemplo, sino en generar una discusión sobre el papel del futbol en la socialización masculina y promover ámbitos más visibles para las mujeres y de mayor inclusión a las comunidades LGBTQI dentro del deporte, al tiempo que la afición debería dejar de ser una expresión solamente patriarcal, para ser más diversa.

Y no podemos olvidar al gobierno: creo que no sería solo responsabilidad de la Federación Mexicana de Futbol prohibir que los aficionados griten ofensas; el Estado tiene una función en toda esta discusión que no está asumiendo.

Recientemente, hablé con el antropólogo José Ignacio Lanzagorta, quien hace unos años escribió un texto sobre cómo se siente la homofobia entre los hombres gay. Para Lanzagorta la palabra “puto” tiene un efecto disciplinador, separa a los “normales” de aquellos a quien estigmatiza. A menudo aparece en la escuela primaria y se usa como una sanción contra todo lo que no es percibido como masculino. El problema empeora si eres “afeminado”, o descubres que te gustan los chicos de la clase. Entonces tratas de esconderte para para no ser el “puto”, que no se burlen de ti, incluso te golpeen. Uno pensaría que con los años el asunto se compone, pero no es así.

Hace poco, lancé un pódcast sobre asuntos de la comunidad LGBTQI. Uno de los primeros episodios estaba dedicado a revisar los pros y los contras del lenguaje inclusivo. En Facebook nos llamaban aberrantes. Alguien escribió que si no sabíamos cuál era nuestro género, menos podríamos dictar algunas reglas de convivencia en el lenguaje. Los comentarios de esa naturaleza me devuelven siempre al terreno sensible del seno familiar.

Cuando se enteraron de que era gay, mis padres pegaron el grito en el cielo. Estoy seguro que querían protegerme del escarnio. Pero como no pudieron aceptar que su hijo no cumpliría con las expectativas sociales, aquel asunto se quedó sin resolver. Llegamos al único acuerdo posible: no hablar más del asunto. Buena parte de mi vida he tenido que lidiar, por un lado, con el sentimiento de culpa de no ser cómo ellos esperaban y, por el otro, con la injuria por mi homosexualidad. Esta experiencia personal podría servir de manera colectiva. Hoy le diría a mis padres: hablemos del tema. Hay formas alternativas de estar en el mundo, no son las que dictan la norma, pero sí las que nos harán más felices.

El futbol, uno de los deportes más populares de México, puede ayudar a poner el tema sobre la mesa. Y debemos hacerlo pronto.

Las barras seguirán siendo un ámbito de socialización masculina. Yo les diría a la FIFA y a la Federación: mejor inicien una campaña de sensibilización general. Por ejemplo, se debe informar que, en México, los actos de odio contra la comunidad LGBTQI han provocado al menos 209 asesinatos de 2014 a 2020. Es también crucial que se entienda que la masculinidad patriarcal no es la norma y que se alienten formas diversas de afición.

En este debate, el silencio del Estado mexicano es inaceptable. Según un informe de la UNESCO de 2020, el 75 por ciento de los estudiantes LGBTIQ en México experimentó acoso verbal e insultos en la escuela. La educación sobre la homofobia en la enseñanza básica de las escuelas públicas mexicanas es deficiente y queda a discreción de los colegios y los docentes.

En México existe un organismo llamado el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) creado en 2003, que tiene autonomía en sus decisiones, pero poco presupuesto y una limitada capacidad de sanción. Con todo, cuando ha sido necesario, se ha metido en estas conversaciones. En 2019, por ejemplo, firmó con la Federación Mexicana un convenio de colaboración para erradicar el grito discriminatorio. Conapred ofrecía asistencia técnica y capacitación. Pero el gobierno de López Obrador ha cuestionado la existencia de este órgano, disminuyendo su presupuesto y manteniéndolo sin dirección. Se trata de una estrategia general para quitar relevancia a una gran variedad de organismos autónomos que la democracia mexicana generó para poner límites al poder del Ejecutivo.

Si queremos un verdadero cambio debemos hacerlo, no por medio de la prohibición, sino por la educación, el debate y el fortalecimiento de la capacidad del Estado para generar ciudadanos con mejores herramientas para lidiar con estos asuntos. Por eso este debate es crucial en el futbol y al mismo tiempo lo trasciende. Algo así nos habría aliviado un enorme dolor a mis padres y a mi, por ejemplo.

Guillermo Osorno (@guillermosorno) es periodista y editor mexicano. Ha publicado Tengo que morir todas las noches: Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay.

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