Harvard premió a un científico argentino, por “primero hacer reír a la gente y luego hacerla pensar”

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El neurocientífico argentino Adolfo García, recibió el premio IgNobel, emitido por la universidad de Harvard, por su ingenio a la hora de estudiar la habilidad del cerebro para secuenciar los sonidos.

El 2023 será recordado como uno de los mejores años para la ciencia argentina. La cantidad de científicos y científicas nacionales galardonadas en todo el mundo, desde el ganador del «Nobel» de Matemáticas, Luis Caffarelli, hasta la titular del Servicio Meteorológico Nacional, Celeste Saulo, que pasó a presidir el principal organismo del clima del mundo, son ejemplos de lo importante de este año.

Sumado a lo que se mencionó antes, ahora Adolfo García acaba de ser premiado en Harvard con el IgNobel por «primero hacer reír a la gente y luego hacerla pensar».

Así lo dio a conocer en redes sociales el biólogo, docente e investigador del Conicet, Diego Golombek: “¡Notición! El neurocientífico argentino Adolfo García acaba de ganar el premio IgNobel!”.

El IgNobel, es una suerte de Lado B del Nobel, con tono humorístico. Organizado por la revista de humor científico Annals of Improbable Research (AIR), los premios son presentados por una serie de colaboradores que incluye a auténticos Premios Nobel, durante una ceremonia organizada en el Sanders Theatre, de la Universidad de Harvard. «Los premios pretenden celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de todos por la ciencia, la medicina y la tecnología».

“Adolfo es un extraordinario neurolingüista, pionero en trabajos de bilingüismo y cerebro. En este caso estudiaron qué pasa en el cerebro en el habla normal e invertida. En otras palabras, qué pasa en el cerebro cuando hablamos ‘al vesre’. Así se puede estudiar la habilidad del cerebro para secuenciar los sonidos”, sostuvo Golombek.

“Estudiamos el cerebro de gente que habla al revés”, definió el propio García en las redes. En su trabajo “Neurocognitive signatures of phonemic sequencing in expert backward speakers” analizó los mecanismos neurocognitivos de la experiencia en el habla hacia atrás “como una ventana a los mecanismos que subyacen a la codificación fonológica, en general, y a la secuenciación de fonemas, en particular”. Habla de “habilidades elevadas de secuenciación de fonemas” y de resultados que “iluminan una dimensión poco estudiada de la codificación fonológica-fonética al tiempo que informan modelos de experiencia relacionada con el lenguaje”.

Un estudio científico revolucionario en Latinoamérica

Adolfo García, también forma parte de un estudio que consiste en detectar demencia a través de inteligencia artificial, una patología que afecta casi al 15 por ciento de la población de la región latinoamericana mayor de 60 años.

Se calcula que hay más de 55 millones de personas en el mundo que la padecen y la Organización Mundial de la Salud (OMS) vaticinó que, para 2050, ese número se incrementará en un 250%.

En Latinoamérica, los pacientes con demencia representan entre un 7 y un 13 por ciento de la población mayor de 60 años. Una cifra que desde la ciencia vislumbra muchísimo peor: “Entre el 70 y el 90 por ciento de los pacientes latinos que padecen demencia no recibe el diagnóstico adecuado”, advierte el investigador del CONICET Agustín Ibañez, director del Instituto Latinoamericano de Salud cerebral (BrainLat) e investigador del Global Brain Health Institute (GBHI).

Junto a Adolfo García (que es director del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andrés (CNC-UdeSA), acaban de lanzar un estudio que nace de la colaboración entre investigadores de diferentes regiones, bajo el consorcio ReDLat desarrollado y apoyado por el equipo del BrainLat, para diagnosticar la demencia en la región combinando inteligencia artificial con técnicas de análisis del lenguaje.

“La demencia, lamentablemente, trae consigo varios estigmas –remarca Ibañez–. Cuando alguien la padece, el común de la gente siente desprecio hacia el envejecimiento y la pérdida de autonomía que conlleva. Hay un miedo y rechazo generalizado hacia la enfermedad, porque se suele asumir que todas las personas con demencia no pueden tomar decisiones por sí mismas o realizar tareas simples. Además, se suele ignorar o minimizar la opinión de la persona con demencia, y a los adultos que la padecen se los trata como si fueran niños, reduciendo su autonomía y dignidad”, explica.

Este contexto, con respecto a la visión sobre la enfermedad provoca que sea una patología subdiagnosticada. A esto se le suman factores “de riesgo”: condiciones que muchas veces son el puntapié para que una persona desencadene demencia. Como, la pérdida de audición en la mediana edad, la hipertensión, la obesidad, las dietas poco saludables, el tabaquismo, la depresión, la inactividad física, el aislamiento social, la diabetes. Pero en Latinoamérica a esos factores se le suman otros factores culturales, políticos y económicos, que hacen que el riesgo de demencia sea aún mayor.

“Los latinos somos más susceptibles a condiciones como el alzhéimer y la demencia frontotemporal, probablemente por la combinación de factores genéticos, pero sobre todo ambientales. El exposoma o la combinación de factores físicos, como la contaminación, y sociales, como las disparidades socioeconómicas, tienen un profundo impacto en la salud cerebral y la demencia”, apuntaron.

“El diagnóstico de la demencia es complejo, requiere muchos profesionales con alto grado de especialización y la combinación de métodos clínicos, de imágenes y de estudios cognitivos. Las vastas desigualdades socioeconómicas dentro de los países de la región reducen el acceso a las necesidades humanas básicas y los servicios de salud, lo que, combinado con una mayor exposición a los factores de riesgo, aumenta la prevalencia de la demencia en la región”, explica Ibañez.

Uno de los métodos más innovadores para detectar la demencia consiste en realizar evaluaciones automatizadas del habla y el lenguaje (ASLA, por sus siglas en inglés). Son sistemas que permiten a los participantes simplemente hablar, produciendo características acústicas y lingüísticas que se procesan automáticamente, y se pueden utilizar para caracterizar trastornos y predecir la gravedad de los síntomas y la atrofia cerebral. Pero éstos métodos se aplican en los Estados Unidos y Europa, en la región no existen evaluaciones específicas.

La iniciativa de Ibañez y García podría ser un inicio para revertir la desigualdad que existe en la lucha global contra la demencia. “La prevalencia de estas enfermedades suele ser mayor en familias de bajos ingresos, y la carencia de recursos económicos priva a muchas personas de oportunidades de evaluaciones que favorezcan la detección temprana”, señala García, que también es Senior Atlantic Fellow del Global Brain Health Institute de la Universidad de California, San Francisco.

“Por eso es clave desarrollar abordajes automatizados y asequibles que brinden información clínica relevante independientemente de las posibilidades financieras y la ubicación geográfica de las personas. Las evaluaciones automatizadas del lenguaje tienen el potencial de abordar ambos desafíos”, advierte.

Fuente: El Tiempo

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Tomarse un tiempo ayuda al cerebro a aprender cosas nuevas

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Si bien existe la creencia sostenida de que para aprender algo hay que practicar incesantemente, varios estudios señalaron que esto lejos de ser eficiente dificulta el aprendizaje. Hoy se plantea que el cerebro también necesita un descanso.

Uno de los hallazgos más recientes es que los breves descansos intercalados con la actividad conducen a grandes ganancias de aprendizaje, el cerebro aprovecha estos descansos para realizar una “repetición” mental súper rápida de lo que acaba de aprender, reforzando la habilidad recién adquirida.

Esos breves descansos pueden ser altamente productivos para el cerebro de aquellos que practican movimientos nuevos, diminutos y repetitivos, como atletas, músicos o, incluso pacientes que necesitan recuperar una habilidad perdida en un accidente cerebrovascular.

El investigador brasileño Leonardo Claudino, quien coautor de un estudio sobre este tema analizado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE.UU, en una entrevista para la BBC señaló que si nos imaginamos a una persona en un escenario que está intentando aprender a tocar una nueva canción en el piano, cuando descansa:  “descubrimos que durante las pausas, el cerebro repite una versión 50 veces más rápida de los movimientos utilizados para tocar la canción, una y otra vez, lo que refuerza la conexión de neuronas en las áreas asociadas a esa nueva memoria”.

En este estudio el investigador, junto con otros profesionales del NIH documentaron el proceso de 33 voluntarios diestros, que estaban aprendiendo a escribir una secuencia de números con la mano izquierda en un teclado.

Estos voluntarios tenían 10 segundos para escribir tantas secuencias como les fuera posible, para después tomar otros 10 segundos de descanso.

Este equipo de investigación, que estaba liderado por Marlene Bonstrup, en estudios similares ya habían observado que los voluntarios mejoraban la velocidad y precisión con las que tecleaban las secuencias numéricas, luego de breves intervalos.

Pero su objetivo en este estudio era comprender qué pasaba con el cerebro durante el proceso. Usando magnetoencefalografía, los científicos pudieron observar las rápidas “repeticiones” que el cerebro hacía de lo que acababa de aprender.

“Descubrimos que la (consolidación) ocurre en una escala de tiempo mucho más rápida de lo que se creía”, señaló Claudino, quien agregó: “Una habilidad de dos segundos se repite en el cerebro en la escala de milisegundos”.

Es decir que gracias a estas “repeticiones” el cerebro puede aprender.

Entendiendo un poco más cómo se almacenan en la memoria los recuerdos

Según el conocimiento científico que se tenía hasta el momento, se consideraba que para consolidar recuerdos que implicaba transferir la memoria desde el hipocampo, donde se guardan los registros temporales, a áreas del neocórtex, en donde se encuentra la memoria más duradera, solo se producía durante el sueño. Que es cuando el cerebro está más libre de estímulos sensoriales externos, produciendo este efecto de consolidación.

Sin embargo, con los nuevos estudios, se pueden entender que los recuerdos también se consolidan casi en simultáneo con la práctica, proceso que parece ser complementario a lo que ocurre cuando dormimos.

Solo que esto, aún necesita ser confirmado con estudios más profundos “Todavía no se sabe mucho y ciertamente son fisiológicamente diferentes. Pero quizás el sueño codifica una experiencia más completa: todo el contexto (de ese recuerdo), quién estaba allí, cómo era el entorno”, comentaba Claudino.

“Una pausa rápida puede registrar detalles más minuciosos: la sinergia entre los dedos, teclear, el movimiento. Es una hipótesis para que alguien investigue en el futuro”.

¿Cómo nos sirve esto de tomar un descanso para el aprendizaje?

El especialista señala que ve un uso práctico de estos descansos en las áreas deportivas o musicales, donde se suele hacer muchas repeticiones, o el mismo movimiento.

“Una lección para tener en cuenta es esta: cuando comiences a aprender una nueva técnica evita practicar hasta el agotamiento, hasta el fracaso. En cambio, es mejor tomar descansos”, y agrega: “la perfección llegará más rápido si se le da tiempo al cerebro para consolidar (el aprendizaje) en lugar de practicar sin cesar para la perfección”.

Este razonamiento, a su vez, puede ser desplazado para las prácticas pedagógicas en las escuelas y universidades.

“En un entorno de enseñanza, quizás el profesor al introducir un concepto fundamentalmente nuevo, puede pensar en la sesión de aprendizaje como si incluyera estos descansos”, detalló Claudino.

Agregando que es importante que el estudiante tenga “periodos de descanso”, porque el cerebro seguirá activo, a pesar del descanso: “Su hipocampo y su corteza estarán realizando estos intercambios, que consolidarán el aprendizaje reciente”, afirma.

Lo que aún no pueden precisar con certeza es el tiempo necesario de descanso, para que estos aprendizajes logren consolidarse de manera más óptima.

Aunque en el estudio, aquello en los que los voluntarios escribían secuencias, se pudo apreciar que la ganancia de aprendizaje era mayor cuando la práctica y el descanso tenían una duración similar. Aunque Claudino remarcó que esto tiene mucho que ver con el tipo de “habilidad aprendida” y las características individuales de cada practicante.

Si bien el investigador aclaró que una de las situaciones a considerar es que al realizarse en un laboratorio, muchas veces no puede traducirse en lo que pasa en la cotidianeidad, pero que, el sugiere: “Si una persona está aprendiendo a tocar una canción, me imagino que (la pausa) sería simplemente dejar de tocar, pensar en otra cosa, o no hacer otra actividad que pueda interferir con aquello; por ejemplo, no intentes aprender otra canción cuando estés descansando de la primera, porque usas las mismas regiones y capacidades”, explica el especialista.

Por su parte la investigadora en psicología y escritora del libro “Aprender a aprender”, Barbara Oakley, explicó las dos maneras en que el cerebro funciona, que se complementa en el aprendizaje:

Uno es el modo enfocado (cuando prestamos atención a un ejercicio, una película, al profesor, etc) y el modo difuso (cuando el cerebro se relaja).

Según la escritora, el cerebro necesita cambiar entre estos modos para aprender de manera efectiva, es decir entre el modo enfocado y difuso.

Relajar la mente ayuda a mejorar el aprendizaje y a resolver problemas, sea dando un paseo, o cambiando de actividad. La escritora da un ejemplo simple: “Cuando estás atascado en una tarea de matemáticas, lo mejor que puedes hacer es cambiar de enfoque y estudiar algo de geografía. De esa manera, podrás salir adelante cuando vuelvas a matemáticas”, propuso.

¿Qué pasa con los pacientes con accidentes cerebrovasculares?

En la investigación de NIH, llevada por Leonardo Claudino, uno de los focos de estudio es la consolidación de la memoria durante los descansos cortos, para ayudar a las personas que están recuperándose después de haber sufrido un accidente cerebrovascular.

“Ahora tenemos un marcador biológico de cuándo el cerebro está consolidando la capacidad y dónde está ocurriendo”, explicó el científico. “Podemos pensar en desarrollar un sistema de monitoreo mientras la persona está en terapia ocupacional o en una técnica de neuroestimulación o neuromodulación (…) y que el sistema maximice las repeticiones de la habilidad”, sostuvo.

Este tipo de estimulación permitiría que la rehabilitación produzca resultados más rápidos, según Leonardo Cohen médico responsable de esta investigación por parte de la NIH: “Nuestros resultados sugieren que puede ser importante optimizar el tiempo y la configuración de los intervalos de descanso cuando se implementan tratamientos de rehabilitación en pacientes con accidentes cerebrovasculares o cuando se aprende a tocar el piano en voluntarios normales”.

Este descubrimiento sin duda, abre nuevas preguntas para comprender lo que sucede al cerebro mientras estamos quietos y este sigue en funcionamiento, pensando los estímulos y la producción del movimiento. Lo importante en palabras de Claudino, es que: “Incluso durante el descanso, el cerebro nunca deja de aprender”.

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El ITBA lanza un Workshop de Neurociencia aplicada al derecho penal

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El Laboratorio de Sueño y Memoria del Departamento de Ciencias de la Vida del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) organiza el Workshop de Neurociencia aplicada al derecho penal a cargo de la Dra. Cecilia Forcato. La propuesta consiste en un ciclo de 4 encuentros de 2hs cada uno que se realizarán a partir del viernes 26 de noviembre de 18 a 20h de forma online. Las inscripciones estarán disponibles hasta el 22 de noviembre inclusive.

La propuesta, patrocinada por Innocence Project Argentina, está orientada a comprender el rol de la memoria en los distintos momentos del proceso judicial y los factores que pueden afectarla. Está dirigida a estudiantes y profesionales de Derecho, trabajadores de la justicia, psicólogos, policías y disciplinas afines, quienes podrán obtener un certificado de participación.

“Es fundamental comprender el rol de la memoria y cómo esta puede sufrir alteraciones, lo que puede impactar de manera crítica en una instancia judicial. Este workshop intenta ayudar a dilucidar los procesos cognitivos que están involucrados en el proceso testimonial, para que quienes toman decisiones tengan las herramientas necesarias para actuar cabalmente”, explicó la Dra. Cecilia Forcato, directora del programa y del Laboratorio de Sueño y Memoria del ITBA.

El plan de estudios incluye 4 módulos que abarcan conocimientos sobre: Memoria, Emoción y Estrés, Ruedas de reconocimiento y Buenas Prácticas en el Reconocimiento y la toma de Testimonio.

La directora del programa, Cecilia Forcato, es Doctora de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Biológicas. Actualmente se desempeña como Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET); Directora del Lab. de Sueño y Memoria, Depto. de Ciencias de la Vida, Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA); Docente Asociada ITBA, Docente Responsable de Neurociencias y Desarrollo Productivo. Depto. Cs de la Vida, ITBA y Docente Maestría en Neurociencias, Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Inscripciones en: https://www.labsuenoymemoria.com/copia-de-cursos-workshops 

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