La Red de Aprendizaje para la Gestión Eficiente del Transporte (RdA GET) inició oficialmente el 9 de diciembre, con el objetivo de acompañar a empresas del sector en la reducción de costos operativos, la optimización energética y la transición hacia un sistema de transporte más sostenible. La iniciativa, vinculada al proyecto ProCLIM-AR, marca un hito institucional al articular academia, sector privado y organismos internacionales.
Una nueva plataforma colaborativa para modernizar el transporte argentino
La presentación de la Red de Aprendizaje para la Gestión Eficiente del Transporte (RdA GET) consolidó un espacio inédito en Argentina para impulsar la reconversión operativa y ambiental del transporte de cargas. Uno de los sectores de mayor incidencia en el consumo de energía y las emisiones asociadas. El lanzamiento, realizado el 9 de diciembre, reúne a trece empresas de transporte asociadas a FADEEAC–FPT y FAETYL, que integrarán esta primera edición con una fase de trabajo intensivo de 10 meses.
La iniciativa se enmarca en el proyecto ProCLIM-AR y es liderada por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), con apoyo de Fundación AVINA y la cooperación técnica de GIZ. También participan organismos del Gobierno nacional, en una articulación que apunta a generar capacidades institucionales para un modelo logístico más eficiente, competitivo y ambientalmente compatible con los compromisos internacionales en materia climática.
La creación de la RdA GET responde a un diagnóstico compartido: la cadena de transporte y logística enfrenta costos crecientes, presiones ambientales, exigencias regulatorias globales. Y una necesidad histórica de actualización tecnológica y de gestión. Mediante talleres periódicos, instancias de acompañamiento técnico y espacios de consulta, la red busca promover soluciones basadas en evidencia, favorecer la innovación operacional y mejorar la toma de decisiones empresariales.
Metodología, actores y objetivos: hacia una logística más competitiva y sostenible
La Red funciona bajo un esquema voluntario, apoyado por especialistas técnicas y moderadoras, que facilitan la construcción colectiva de diagnósticos, el intercambio de buenas prácticas y la evaluación de resultados. El modelo de Red de Aprendizaje ha sido implementado en distintos países para acelerar transiciones productivas complejas. Y en Argentina representa un instrumento estratégico para modernizar la estructura logística.
Las empresas participantes podrán: Analizar consumos energéticos, trazados de rutas y patrones de operación. Identificar oportunidades de ahorro de combustible. Incorporar herramientas de gestión inteligente. Medir su impacto ambiental y mejorar indicadores de desempeño. Producir información comparable entre actores del sector.
El objetivo es avanzar de manera progresiva hacia la descarbonización del transporte. Un eje que ya forma parte de las estrategias empresariales y públicas a nivel global. En ese sentido, la participación de FADEEAC, FAETYL y organismos nacionales configura un ecosistema que permite transformar aprendizajes en políticas y estándares sectoriales más amplios.
Repercusiones e impacto esperado en el sector logístico
La creación de la RdA GET puede generar impactos inmediatos y de mediano plazo. En el plano económico, la eficiencia energética implica reducciones directas en costos operativos —una variable crítica en un contexto de volatilidad de precios y presión sobre la competitividad. En el plano técnico, las empresas incorporarán metodologías de medición y gestión que son crecientemente requeridas en cadenas de valor internacionales.
Desde una perspectiva institucional, la red introduce un mecanismo replicable para otros sectores estratégicos, articulando universidad, sector privado, cooperación internacional y Estado. En el plano ambiental, la iniciativa contribuye a facilitar el cumplimiento de metas de mitigación. En un país donde el transporte es uno de los principales emisores.
La expectativa del sector es que esta primera edición funcione como un laboratorio para desarrollar herramientas escalables. Capaces de integrarse más adelante en programas de certificación, financiamiento verde y estrategias logísticas nacionales.
En los últimos dos años, el país más grande de la región redujo las emisiones por deforestación, pero las emanaciones de sectores como la energía y la agricultura crecieron, lo que influye en el aumento de la temperatura y la sequía en la Amazonia.
“En los dos últimos años, hubo una disminución de emisiones debido al control de la deforestación, que es necesario, pero lo que muestran los últimos 15 años no es suficiente. Necesitamos descarbonizar otros sectores también”, dijo a IPS desde Brasilia.
Y la paradoja consiste en que, a pesar de la caída de la tala en el macizo selvático más grande del mundo, este sufrió incendios forestales debido a altas temperaturas y sequía, efectos de la catástrofe climática. “Esto muestra que el gobierno tiene que hacer más en otros sectores, como el mundo entero. Salvar la Amazonia no es ya solo responsabilidad brasileña”, subrayó el especialista.
Datos del no gubernamental Seeg indican que la mayor economía latinoamericana redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero, procedentes de las actividades humanas y responsables del aumento de la temperatura del planeta, 17% en 2024, la mayor baja desde 2009.
Si bien el cambio de uso de la tierra (deforestación) reportó una caída de 32%, sectores como la ganadería, uno de los motores de la economía nacional; generación y consumo de energía crecieron 20%, frente al año de referencia de 2005 para su contribución determinada a nivel nacional (NDC, en inglés).
Así, Brasil, el cuarto mayor contaminador mundial, no cumplirá la meta de emisiones de 1320 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalente, el gas responsable del recalentamiento planetario, en 2025, al registrar un faltante de 9 %, según el Seeg, ni la de 2030.
El CO2 equivalente es una medida utilizada para comparar las emisiones de diferentes gases de efecto invernadero en relación con su potencial de calentamiento global.
El expediente brasileño muestra las dificultades de la región para cumplir con sus compromisos voluntarios de reducción de emisiones plasmados en las NDC, el conjunto de políticas de mitigación y adaptación a las consecuencias de la catástrofe climática, que los países deben presentar cada cinco años para cumplir con el Acuerdo de París de cambio climático, rubricado en 2015.
En ese contexto arriba la región a la COP30 de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), que acogerá Belém, en el estado de Pará, del 10 al 21 de noviembre.
La cita anual estará precedida excepcionalmente por una Cumbre de Líderes políticos los días 6 y 7, segmento que la presidencia brasileña de la COP30 adelantó debido a cuestiones logísticas por lo inadecuado de Belém para acoger un encuentro que proyecta acoger a más de 40 000 personas, entre representantes gubernamentales, de organismos internacionales, la academia, organizaciones de la sociedad civil y periodistas.
Paneles fotovoltaicos en una casa en la ciudad de Aguascalientes, en el estado homónimo en el centro de México. La transición energética hacia modos menos contaminantes marcha con lentitud en este país latinoamericano y lo que repercute en la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Imagen: Emilio Godoy / IPS
Las emisiones totales entre 1990 y 2022 crecieron 67%, mientras que en el decenio 2012-2022 este indicador se situó en 5,8%.
La generación y uso de energía aportó 63%, la ganadería, 15%; los procesos industriales, 9,6%, y los residuos, 8,5%.
El gobierno mexicano asegura que está en ruta de alcanzar la reducción de 30% de las emisiones en 2030, en línea con su NDC de 2022, que CAT calificó de “críticamente insuficiente” ante la meta del Acuerdo de París de estabilizar el incremento de la temperatura global en 1.5 grados centígrados.
Cuando están por abrirse las puertas de la COP30, México está aún por publicar su nueva NDC, que estipularía una meta de reducción de emanaciones de 35%, unos 225 millones de toneladas de CO2.
Argentina, por su parte, asegura que está muy cerca de lograr su meta de baja de contaminación, que totalizó 401 millones de toneladas en 2022. La nación sudamericana colocó su meta para 2030 en 349 millones.
Pero organizaciones de la sociedad civil de la tercera economía regional hallan difícil el seguimiento al proceso y la corroboración de la cifra.
“La fuente confiable debería ser el inventario (de emisiones), porque de lo contrario es muy difícil acceder a la información. Cuando la incertidumbre es tan grande, es muy difícil el seguimiento. No estaríamos en dirección correcta para la meta. Tampoco hay políticas que incentiven reducción de emisiones”, dijo a IPS desde Buenos Aires Camila Mercure, coordinadora de Política Climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (Farn).
Entre 1990 y 2022, las emisiones aumentaron 46%. En este último año, la generación y utilización de energía colaboró con 50%, la agricultura y ganadería, 25%; uso de la tierra y cambio de uso de suelo (Uscus, medidor de la deforestación), 13%; residuos y procesos industriales, ambos 6%.
Para el cumplimiento de su NDC, Argentina elaboró un plan de adaptación y mitigación que contiene 250 medidas y estimaciones de financiamiento necesario de 180 322 millones de dólares para 169 acciones. Sin embargo, no especificó montos para el resto.
Pero en 2024 publicó un informe de avance del plan y cita que la mayoría de las políticas no se han aplicado y de otras no existe información.
CAT catalogó de “insuficientemente crítica” la NDC de 2022 y estimó que el nivel de emisiones de 2022 implicaría una proyección de aumento de 15% en 2030, lo que incumpliría su propia meta voluntaria de recorte. Entre tanto, se espera que el país presente antes de inaugurarse la COP30 la actualización de su NDC.
Mientras, Chile, la quinta economía regional, ha sido de los países latinoamericanos más ambiciosos en su NDC, aunque esto se ha atenuado en sus nuevos objetivos.
En 2022, la nación sudamericana lanzó a la atmósfera 111 millones de toneladas, para una subida de 135 % frente a 1990 y de 7 % desde 2020.
La energía cooperó con 50%, Uscus, 33%; y agricultura, residuos y procesos industriales, los tres 5%.
La NDC de 2020 planteó una meta de disminución de 95 millones de toneladas en 2030 y su nueva política, presentada en septiembre último, la situó por debajo de 90 millones en 2035
Al respecto, CAT la calificó de “casi suficiente” frente al Acuerdo de París, pero advirtió que la brecha entre ambos objetivos ha crecido, de 10 millones de toneladas en 2030 a 22 millones en 2035, indicativo de un debilitamiento de la ambición.
El Uscus participó con 34,49%, seguido por energía (32,71%) y agricultura (20,69%).
En su NDC actualizada en septiembre, el país aumentó su ambición a un límite de emisiones entre 155 millones y 161 millones en 2035, ante 169 millones asumido para 2030 en su política previa. Sin embargo, el alcance y la ruta de ejecución aún son una incógnita.
CAT consideró “insuficiente” la NDC 2, mientras aún no evalúa el nuevo instrumento.
Los países abordados han asumido la meta de cero neto en 2050, entendidas como la equivalencia de las emisiones lanzadas y las evitadas, y el diferencial, anulado mediante el uso de depósitos de carbono, como bosques y manglares, o herramientas tecnológicas.
Varios informes recientes alertan de la insuficiencia de las NDC frente a la meta de 1,5 grados. Por ejemplo, el Balance Mundial sobre el cumplimiento del Acuerdo de París señaló que el avance es lento frente al desafío y que el mundo tiene una ruta extraviada hacia los objetivos plasmados en el acuerdo.
La construcción de alojamientos en la ciudad amazónica de Belém, en el norteño estado brasileño de Pará, para alojar a los más de 40 000 participantes en la COP30, ha seguido hasta las vísperas de cumbre, que busca reencauzar la lucha climática en un contexto de desastres y de retroceso en el diseño y aplicación de políticas climáticas. Imagen: COP30
¿Más de lo mismo?
El brasileño Tsai menciona la necesidad de compromisos obligatorios a nivel internacional para abandonar progresivamente el petróleo, el gas y el carbón, así como medidas nacionales para reducir las emisiones, como el fomento a biocombustibles provenientes de residuos y la restauración de áreas pastoriles dañadas.
“Según nuestras estimaciones, hay suficiente tierra para biocombustibles que descarbonicen Brasil. Es una forma rápida de cambiar el panorama de las emisiones. Pero tenemos que arribar a tecnologías más eficientes, etanol de caña de azúcar y soja no son las mejores opciones. Pero seguramente veremos lo mismo de cumbres previas, es un panorama difícil de cambiar”, planteó el experto.
Para la argentina Mercure, la principal barrera es la falta de prioridad de la temática climática.
“Hay una puja por seguir con el modelo actual (de uso de combustibles fósiles). El escenario es bastante complejo. En la reducción (de emisiones), lo que termina sucediendo es que las metas y compromisos son ambiciosos en el papel, pero no están las hojas de ruta correspondientes para llegar a ese número. Vale preguntarse cuál es el camino para seguir, para presionar para elegir una ruta mejor”, lamentó.
Con la intensificación de desastres, como huracanes poderosos, y la meta de 1,5 grados al borde de la ruptura, la COP30 difícilmente aportará un cambio de ruta, especialmente bajo la luz de las NDC actualizadas.