VIRREYNATO DEL RÍO DE LA PLATA

Annobón, ¿la provincia argentina en África?

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Como si algo le faltara a nuestro país —o como si se tratase de una potencia con peso internacional—, una pequeña nación africana le pidió ayuda a Argentina. Este tipo de gestos suelen dirigirse a Estados Unidos, Rusia o China, pero rara vez a una nación del sur global como la nuestra. Sin embargo, la amabilidad diplomática de Annobón, una isla africana que tendió la mano a la tierra de Maradona, Messi, el mate y el dulce de leche, sorprendió a propios y extraños.

Una nueva nación en África

Annobón es una pequeña isla ubicada en el Golfo de Guinea. Según el censo de 2015, cuenta con poco más de 5.000 habitantes. Se estima que esa cifra pudo haber aumentado ligeramente en la última década, salvo por el delicado contexto que atraviesa.

En 2022, su historia dio un giro tan virulento como previsible: tras años de represión, abandono y discriminación por parte del gobierno central de Guinea Ecuatorial, Annobón declaró unilateralmente su independencia. El nuevo gobierno, autoproclamado, mantuvo como presidente a Nando Palas Bahê y como primer ministro a Orlando Cartagena Lagar.

La respuesta no se hizo esperar. Teodoro Obiang, quien gobierna con puño de hierro Guinea Ecuatorial desde 1979, impuso un virtual bloqueo. Desde 2024, la isla enfrenta una crisis humanitaria: carece de energía eléctrica, agua potable y servicios básicos de comunicación como internet y telefonía. A esto se suma su dependencia casi total de la pesca y la agricultura de subsistencia.

En busca de respaldo, Annobón recurrió a organismos internacionales como las Naciones Unidas y se incorporó a la Organización de Naciones y Pueblos No Representados, con escasos resultados positivos. Fue entonces cuando miraron hacia la historia… y hacia Argentina.

Annobón y Argentina, unidos por el pasado

El primer ministro de Annobón, Orlando Cartagena Lagar, dirigió un pedido abierto de apoyo diplomático a Argentina, lo que despertó interpretaciones exageradas sobre una posible anexión, algo que, de concretarse, sería erróneo y contraproducente. La isla busca un reconocimiento simbólico a su proceso de independencia y la posibilidad de establecer lazos de cooperación humanitaria y diplomática. Tal vez sea también una jugada de marketing geopolítico, aprovechando el eco internacional que suele generar Argentina.

Pero detrás del gesto hay un dato curioso: Annobón fue parte del Virreinato del Río de la Plata. En 1778, mediante el Tratado de El Pardo, Portugal transfirió la isla a España en un intercambio de territorios que buscaba reducir tensiones en Sudamérica. Desde entonces, Annobón fue administrada por la Corona española, con sede organizativa en Buenos Aires.

La isla funcionaba como punto estratégico en el traslado de esclavos. Tras la independencia argentina en 1816, volvió a estar bajo control español hasta que, en 1968, fue incorporada al territorio de Guinea Ecuatorial, como parte de los procesos de descolonización en África.

¿Provincia argentina o delirio geopolítico?

Más allá de las bromas y memes que circularon en redes sociales, la postura argentina —si se atiende su coherencia histórica y diplomática— debería ser clara: Annobón no será una provincia ni será reconocida como Estado independiente. Las razones son evidentes.

Apoyar la independencia de Annobón debilitaría la posición argentina en el reclamo por las Islas Malvinas. Aceptar el principio de autodeterminación sin considerar la integridad territorial de los Estados abriría una grieta en la estrategia diplomática frente al Reino Unido, que utiliza ese mismo argumento para justificar su control sobre el archipiélago.

Además, respaldar a Annobón podría generar tensiones con el continente africano. Desde votos desfavorables a la Argentina en las Naciones Unidas hasta el estímulo de movimientos independentistas en otras regiones, las consecuencias diplomáticas podrían ser considerables.

Por otro lado, la posibilidad de que Argentina se transforme en un país tricontinental —con presencia en América, la Antártida y, eventualmente, África— resulta atractiva desde el punto de vista simbólico. Pero es irreal: implicaría asumir enormes costos económicos y logísticos, desde defensa y salud hasta educación y administración territorial.

Pese a todo, el gesto de Annobón tiene un valor anecdótico y simbólico notable. Refleja un vínculo histórico olvidado, una mirada inesperada hacia nuestro país y, quizás, un reconocimiento a la trayectoria diplomática argentina. En tiempos de aislamiento y repliegue global, que una nación africana pida ayuda a Argentina no deja de ser un pequeño recordatorio de que seguimos estando en el mapa.

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