Teniente Estévez, el comando misionero que murió cuidando a sus soldados en Malvinas: “A Roberto lo recuerdan como si fuera el padre”
Por Hernán Calogeropulos. Desde muy pequeño dio indicios de la misión que iba a elegir en su juventud. De niño dibujaba historietas de un gaucho con capa, un héroe nacional que peleaba para recuperar las Malvinas, un emblema que marcó su amor incondicional por la Patria desde el inicio de su vida. Este amor se mantuvo y, fue en su último suspiro, donde se fortaleció. El teniente primero Roberto Estévez entregó su vida a la Nación y se ganó la Cruz al Heroico Valor en Combate, la máxima condecoración militar de la Argentina. Esa condecoración fue otorgada por haber dirigido un contraataque, en la batalla de Pradera del Ganso, para permitir el repliegue de compañeros comprometidos.
La situación del enfrentamiento era totalmente desfavorable ya que fue durante la noche y en una zona ocupada por fuerzas enemigas. Luego de haber sido herido seriamente,el oficial continuó en la acción, ocupó el objetivo asignado y lo mantuvo. Combatió hasta el final, con un balazo en una pierna y un brazo destrozado por un proyectil. Un disparo impactó en uno de sus pómulos poniendo fin a su vida. Antes de morir y seriamente herido, el teniente aún tuvo tiempo de ordenarle a uno de sus soldados que se coloque el casco para protegerse de las balas.
[podcastplayer feed_url=’https://economis.com.ar/feed/podcast/podcast-de-la-guerra’ number=20′ podcast_menu=’enter_nav_nenu_name’ cover_image_url=’enter_custom_img_url’ hide_cover=’true’ hide_description=’true’ hide_subscribe=’true’ hide_search=’true’ hide_loadmore=’true’ hide_download=’true’ accent_color=’#65b84f’]Short Description [/podcastplayer]A cuarenta años de ese momento, su hermana María lo recuerda con emoción. La familia conocía su determinación y su amor por Malvinas. Nacido en Posadas el 24 de febrero de 1957, Roberto fue abatido el 28 de mayo de 1982. Tenía 25 años y desde su muerte en la guerra, la figura de Estévez es una de las más influyentes en el Ejército Argentino, catalogado como un ejemplo de liderazgo, valor y coraje, y referente de lo que debe ser un «buen soldado».
¿Cuando se enteran que él tenía que ir a Malvinas, cómo lo vivieron, cómo fue ese momento?
No nos enteramos mucho tiempo antes. Él estaba en el regimiento de Infantería 25 de Colonia Sarmiento, en Chubut. El jefe del regimiento era el coronel Mohamed Alí Seineldín. Seineldín en una reunión con los oficiales les informa que todo el Regimiento va a ir a Malvinas, que van a ir antes. El 2 de abril se conoció la noticia, pero ellos partieron antes, creo que fueron el 24, o el 25 de marzo. Como Roberto era comando, el jefe le imparte una orden especial, como comando. Porque ellos tenían que ir antes, para preparar el desembarco. El 2 de abril cuando todo el país se entera que se había tomado Malvinas, Roberto se comunica con papá a través de radioaficionados y le cuenta que él estaba allá. En realidad, papá sospechaba que él estaba allá, porque como se habló de que era el regimiento completo, él dijo: “Roberto es comando, está primero en la fila”. Porque ese fue su deseo de toda la vida, participar de la recuperación de las Islas Malvinas.
¿Qué sintieron en ese momento?
Me alegré por él, porque era lo que él quería, además él estaba preparado. Él estudió, era militar de alma. Él estaba consciente de su misión, fue lo que él transmitió a sus soldados, estaban seguros de lo que estaban haciendo. Él preparó a sus soldados, a su sección. Estábamos tranquilos, sabíamos que no era un picnic, pero él iba a hacer todo lo posible para que sus muchachos estuvieran bien y llevar a cabo la misión que le habían encargado. Tuvimos la suerte de que pudimos escribirle y que él recibió las cartas porque nos contestaba. En ese sentido, estábamos sabiendo lo que él hacía y lo que pasaba donde ellos estaban. No te voy a decir que no es un dolor enorme para mí, han pasado 40 años y me falta, porque éramos muy amigos. Él era menor que yo, pero teníamos una relación muy linda. En esa época no había celulares, hablar por teléfono era imposible, así que eran cartas y cartas que nos escribíamos. Y mientras que él estuvo en el Colegio Militar, yo viajaba siempre que podía, para ver cómo estaba, para encontrarnos, pasábamos unos días juntos en Buenos Aires, después volvía porque yo tenía que trabajar y él tenía que estar adentro del colegio. Fue muy duro cuando nos enteramos que él había muerto, él murió el 28 de mayo, nosotros nos enteramos a fines de junio.
Mucho tiempo después…
Mucho tiempo después, porque nadie sabía nada. Llegaban soldados heridos, llegaban listas con muertos, otros que estaban internados, otros que no se sabía dónde estaban. Él no estaba en ninguna lista, había algunos que estaban presos en Malvinas.
Ustedes guardaban esperanzas de que estuviera con vida…
En realidad, no. Porque pasó mucho tiempo y no había señales de él. Papá en un primer momento dijo: “Roberto murió, porque no me llama, no me hace saber que está bien, así que murió”. Yo le decía: “Pero papá, no tenés que pensar así, él es comando, él está preparado”. “Pero él de alguna manera me hubiera hecho saber que estaba bien”, decía. Nadie sabía nada, nadie avisaba nada. Y una noche, en un informativo de ATC, que había todas las noches y el periodista, se acerca a un grupito y le pregunta de qué regimiento eran. Yo estaba con mi otro hermano, estábamos en mi casa, comiendo una pizza y mirando el informativo. Entonces, uno de los chicos dice: “Nosotros somos del regimiento 25 de Chubut”. Bueno ahí se nos pararon los pelos de punta. El periodista preguntó “¿Dónde estuvieron?”. “En Goose Green” dijeron. “Quién es tu jefe”: le dice el periodista. Entonces uno de los chicos dice: “Nuestro jefe fue un gran tipo, el teniente Estevez”. Y cortan la transmisión. Yo ahí quedé loca, empecé con qué, viste que papá tenía razón. Mi hermano me decía: “Por qué decís que está muerto”. “Porque dijo fue, dijo fue, sino hubiese dicho nuestro jefe es”. Y mi hermano me dice: “Pero por ahí dijo fue porque está detenido en Malvinas”. Y yo: “No, no”. Bueno, se armó un lío en toda la familia porque somos muchos, estábamos casi todos en Posadas, además de los amigos y demás, que a esa hora todos miraban el mismo canal, en esa época, no. Entonces yo le digo a mi hermano que vaya a casa, porque él vivía con papá, porque quizás estaba mirando la tele y uno no sabía cómo podía reaccionar. Después empezó uno de mis cuñados, porque encima era de noche, a esa hora no se podía averiguar nada. Bueno, mi cuñado fue, se encontró con un coronel, o un general, un compinche de él, fue a golpearle la puerta de la casa y le exigió que averiguara algo porque era una vergüenza que nosotros nos hubiéramos enterado así. Encima, no era que nos habíamos enterado, fue una noticia, salió en la tele.
Casi al pasar…
Era como un comentario en la radio. Mi cuñado se puso firme, que averiguara algo, que llamara a Buenos Aires. En esa época, la novia de Roberto, que estudiaba medicina en Buenos Aires, trabajaba como voluntaria recibiendo a los soldados que llegaban, los acompañaba a los hospitales, la pobre se pasaba leyendo las listas, de heridos, muertos, desaparecidos, en ninguna estaba Roberto. Gracias a que mi cuñado fue y se plantó ahí, averiguaron esa noche y le confirmaron que sí que había muerto, pero no se sabía la fecha, que estaba mal la fecha, pero que no importaba porque en definitiva ya había muerto. Al otro día, me fui hasta la casa de papá, me quedé con él, empezó a llegar gente, los amigos, los compinches, los parientes, al final fue un grupito del Regimiento, del Ejército a llevar el telegrama de confirmación, de que sí, había muerto. En el telegrama creo que decía que era el 30 de mayo, pero en realidad fue el 28 de mayo que fue el día cuando desembarcaron los ingleses, donde muere Roberto con varios chicos de su sección, que eran los que estaban haciendo frente para frenar el desembarco, para que las tropas que creo eran de Santo Tomé, que estaban detrás de ellos pudieran replegarse.
¿Ustedes pudieron saber cómo fue que falleció?
El que cuenta cómo muere Roberto, es uno de sus soldados que es Sergio Rodríguez, que está vivo, Sergio vive en Buenos Aires. Lo contó después, en una entrevista que le hicieron en el diario “Tiempo Argentino”. Él cuenta cómo fue, porque ellos estaban distribuidos en pozos, son como, las trincheras en realidad son largas, como zanjas, los pozos, son pozos realmente. Y en cada pozo, había 3, o 4, soldados. Roberto iba de un pozo al otro, dando instrucciones, fue en la madrugada. Y los ingleses, el armamento que tenían eran con miras infrarrojas, o sea, ellos en la oscuridad los localizaban porque los veían. Los argentinos no, entonces apenas asomaban la cabeza, los tiraban. En una de esas, Roberto iba yendo y viniendo, se va al pozo donde estaba la radio, para dar instrucciones de cómo estaban avanzando los ingleses, lo hieren primero en una pierna, él se arrastra y sigue. Vuelve, para arreglar los disparos, cuando vuelve, le disparan en un brazo y queda colgando. Alcanza a meterse en el pozo donde estaba Rodríguez y Rodríguez no tenía casco y ya estaba herido. Entonces, Roberto le dice: “Rodríguez, saque el casco de ese compañero muerto y póngaselo, porque los ingleses nos están tirando a la cabeza”. Y Rodríguez, como no se podía mover, no alcanzaba el casco. Entonces, Roberto se incorpora, saca el casco al muerto y se lo alcanza a Rodríguez, cuando se lo alcanza le disparan en el pómulo derecho y lo tira para atrás. Él murió desangrado. Pero mientras está vivo, con las fuerzas que le quedaban, va dando las órdenes a los soldados y les dice quién tiene que quedar a cargo.
O sea, hasta el último momento que él falleció, hace una obra para otros.
Y sí, un gesto viste, por sus muchachos, por sus soldados. Ahí se hace cargo uno de los chicos, que me parece que lo matan también, me parece que ese era Fabricio Carrascull. Pero, los ingleses avanzan. Los ingleses creían que eran muchísimos más, que no era esa sección sola que estaba ahí, de tan bravos que eran. Es más, el regimiento 25, se llaman los bravos. Ellos se consideran los bravos del 25.
Hablamos de su muerte, pero vamos a hablar de su vida. Me dice que se escribían por carta…
Cuando él se va a Buenos Aires, él acá hizo la secundaria en el Colegio Nacional, todo el último año, él se estuvo preparando para el ingreso al servicio, que en esa época era muy, muy exigentes, porque después cambiaron los programas de estudio. En esa época era muy exigente, él se daba cuenta que matemática, física y química eran duras, antes, ahora es peor, era muy poco lo que él sabía. Y era básicamente, en el programa de estudios en el Colegio Nacional, era muy exigente en esas materias, él era más de las materias humanísticas, todo eso le gustaba. Yo le decía que era un desperdicio que él se fuera al Colegio Militar, yo hasta el último momento traté de que estudiara cualquier otra cosa menos la carrera militar, pero no, él estaba tan firme, totalmente convencido que era lo que él quería hacer. Un día me dijo: “Me voy a ir, voy a rendir y voy a entrar. Pero, yo te prometo que si me doy cuenta que no sirvo, dejo y me engancho en otra carrera”. Al final se fue, rindió y sacó muy alto puntaje porque eran muchos, pero tenías que tener muy buen puntaje ya para entrar y para elegir qué querías ser, si querías ser de caballería, de infantería, que se yo. Bueno, le fue bien, en el orden de los 10 primeros seguro que estuvo y eligió infantería. Ese año que ingresó, yo fui a verlo en Semana Santa, porque ese año no iba a venir, estaba tan flaco, encima con el pelo cortito. Cuando él estaba acá en el colegio, usaba el pelo largo. Cuando lo vi, parecía un preso. Además, estaba acostumbrándose a la vida, porque teniendo siempre uno arriba que te está pisando la cabeza, él que era un cocorito, que siempre estaba defendiendo a los pobres y abandonados de todas las injusticias, en el Nacional era una calamidad… Allá tuvo que darse cuenta que era otra cosa. Yo lo ví y dije: “Roberto, ¡¿Cómo estás?!”. “Tengo sueño, no nos dejan ni dormir, nos pasamos todas las noches, cuando no tenemos que encerar los pisos, tenemos que lustrar los bronces, tenemos que descoser los botones de las camisas, tenemos que coser los botones, tenemos que bordar las letras, arreglar los placares…”. Porque todo eso, tenían que hacer, desatar toda la ropa, de noche, era para quebrarlos, así el que no aguanta eso, se tenía que ir. Tuvo un grupo de compañeros muy lindo, de los compañeros de habitación, una promoción muy linda, empezaron y terminaron juntos, fueron muy amigos. Con él, se fueron a ese destino, que fue su único destino, porque ese fue el primer destino el regimiento de Chubut, dos de sus compañeros de habitación, después se encontró en Malvinas, con otros de sus compañeros. Eso me contaba en una de sus cartas. Fue una época muy linda.
Me quiero meter de lleno en este tema de las cartas, qué contaba en esas cartas, cosas de su vida cotidiana ¿qué se acuerda de esas historias?
Él contaba, por ejemplo, que los ingleses no los dejaban descansar, o sea, querían quebrarlos de esa manera, que los bombardeaban constantemente, sobre todo durante la noche, pero que ellos estaban ahí. Que a la madrugada hacían vuelos rasantes, qué había días que la comida no alcanzaba. Entonces, cuando la comida no alcanzaba, porque ellos estaban muy apartados, entonces el carro que tenía que llevar la comida, a veces tardaba mucho en llegar, o a veces no llegaba directamente. Entonces, él salía con dos de sus soldados a cazar gaviotas y avutardas, para cocinarlas, asarlas, no sé. Seguramente las asaban, para que los chicos tuvieran algo para comer. Que lo poco que tenían se repartían entre todos. Eso también me confirmaron muchos años después, cuando yo los conocí a los soldados, ellos me contaron, que él salía a cazar y que volvía con las gaviotas, para que ellos cocinaran y repartían toda la comida, que primero comían ellos, después él, si alcanzaba, si no, no comía.
Era muy justo, muy honrado…
Sí, básicamente lo que él le transmitió a sus soldados, es que el valor que ellos tenían que enaltecer era la solidaridad y la amistad, que se tenían que cuidar entre ellos, que así le iba a ir bien. Obviamente que él tenía que dar el ejemplo. Los chicos me decían que él tenía 25 años, ellos 20, él parecía su padre, por la forma que se preocupaba por ellos, cómo le enseñó todo, que tenían que cuidarse la piel de la cara, de las manos, que no estuvieran con los borceguíes, con las medias mojadas, que eso iba a perjudicar sus pies. Porque el terreno de Malvinas parece una esponja, vos pisas y sentís que te hundís, que está todo mojado. En una carta decía que el clima era tan horrible, que los únicos seres que soportan son las ovejas. Eso me decía. Cuando yo fui a Malvinas, yo me fui en 1999, yo me acordaba de eso que los únicos que están tranquilos ahí son las ovejas. Bueno, él no sé si en una de mis cartas, o a mi hermana, él parece que se queja de que el clima es horrible, que por ahí la comida no alcanza, después dice que, en realidad, no fueron de paseo: “No estamos de campamento, ni de picnic, estamos en una guerra, así que esto es lo que pasa cuando uno va a la guerra”. En realidad, nunca se quejó, él a veces decía que cuando los ingleses le permitían a la mañana, buscaba un libro y se ponía a leer, o andaba recorriendo a ver cómo estaban, viendo qué faltaba, qué no faltaba, dando la posición. Las cartas siempre fueron muy alentadoras, cuenta que sus soldados están bien, que hasta ese momento todo se desenvolvía dentro de lo que estaba planificado. Que ninguno estaba herido. Él rezaba el rosario con ellos de mañana y a la noche, se juntaban y rezaban el rosario. Esa fortaleza fue lo que los mantuvo y hasta ahora, los mantiene. Ellos todos los años se reúnen, están reunidos siempre, se llaman por teléfono, saben de la vida de cada uno, cuando saben que uno no está bien, o que necesita algo, están todos juntos, viendo qué se puede hacer. En estos dos años de la pandemia, fueron los dos únicos años que no se reunieron, pero como la mayoría son de Córdoba, de la zona de Río Tercero, de los pueblitos de alrededores, todas las reuniones anuales se hicieron ahí. Yo estuve, viajé tres veces porque ellos me invitaron. Son unas reuniones increíbles, vos no te imaginas la cantidad de gente que va. Van todos con sus familias, el pueblo trabaja para la reunión, porque ellos están orgullosisimos de sus veteranos. Lo recuerdan a Roberto como si fuera el padre de ellos, todo lo que él les enseñó y les transmitió.
¿Hay una carta que se lee de él en esas reuniones?
Claro, esa carta, que se conoció en realidad, es una carta que él envió a papá. Él dejó esa carta en el regimiento, antes de irse. Al que deja la carta, porque deja una carta a papá y una para la novia, le dice qué cuando pase todo, vamos a ir a buscar sus cosas, dijo como si hubiéramos hablado un día antes, que yo voy a ir. Nosotros somos nueve, podía haber dicho otro nombre. Pero él dice: “Van a venir, mi hermano Octavio y mi hermana María Julia”. Octavio, en realidad, que es el veterinario, estaba haciendo el servicio militar, porque él también era OR, había pedido la prórroga, se había recibido. Bueno los convocan, él estaba en un regimiento en Covunco, en Neuquén. Pero, cuando el jefe de Octavio se entera que Roberto había muerto en Malvinas, lo licencia: le informa que Roberto había muerto en Malvinas, que venga a Posadas porque tenía que estar con su familia. Le firma su libreta, le da la baja. Así que Octavio vino a Posadas. Me parece que cuando él va a Buenos Aires, se encuentra con Marta, la novia de Roberto y vienen juntos a Posadas. El caso es que nos enteramos, vienen con el telegrama. Vino el Gobernador a casa, se puso a disposición de la familia, le dijo a papá que lo que necesitara se lo pidiera y que el gobierno se iba a hacer cargo del traslado de todas las cosas de Roberto de allá. En esa época había trenes, así que era más fácil viajar. Pero, después papá me dice que él quería que fuera a buscar las cosas de Roberto, pero yo le digo que por qué no iba Octavio, así que él me dijo que fuéramos los dos. “Anda y habla a Gobernación, dale los nombres de las personas que van a viajar”, me dijo. Ahí, Marta, la novia pregunta a papá si ella podía ir también, papá le dijo que sí, que fuera. La pobre Marta estaba destruida. Así que fuimos, Marta, Octavio y yo. Primero tuvimos que ir a Buenos Aires, porque había un montón de papeles y cosas que firmar, porque había que cobrar seguros de vida de Roberto, tuvimos que llevar un poder porque algunos seguros estaban a nombre de papá y algunos a nombre de mi hermano menor, Fernando. Qué cómo era menor, obviamente, alguien se tenía que hacer cargo de esa papelería. Empezamos esos trámites y nos fuimos, por supuesto en avión porque el viaje era larguísimo, hasta Comodoro Rivadavia. En Comodoro Rivadavia, nos esperaba Juan Gómez Centurión que era compañero de Roberto. Él estuvo en Malvinas, pero ya estaba de regreso en el regimiento. Desde Comodoro teníamos que viajar hasta Colonia Sarmiento que es un pueblito chiquitito, en el centro de la provincia. Es un punto dentro de la provincia. Hacía un frío, era pleno mes de julio, era increíble. Llegamos al regimiento y nosotros teníamos la idea de quedarnos en el regimiento, en el casino. Viste que en los casinos de los regimientos hay habitaciones. Pero resulta, que como todo el regimiento se había ido a Malvinas era un desastre, estaba todo inundado, congelado, porque se habían reventado las cañerías de la calefacción, porque no las habían usado. Así que andábamos chapaleando, porque adentro hacía más frío que afuera. Bueno, ahí tuvimos que ponernos a recoger las cosas de la habitación de Roberto. Fue un golpe entrar a la habitación, porque parecía que él recién se había levantado, Marta lloraba porque no podía ser, yo lloraba, pero trataba de consolarla a ella. Empezamos a clasificar todas las cosas, a pensar cómo podíamos hacer con todas las cosas que había, porque había una cantidad increíble de libros. Era un baúl de libros. Bueno, cuando estábamos ahí llegó un soldado, buscándolo a Octavio. Que el segundo jefe que estaba ahí lo mandaba a llamar, las cartas estaban ahí. Había un sobre que decía “para papá, el otro, para Marta”. Ahí estaba la carta famosa, donde Roberto se despide de papá, de la familia.
Era cómo premonitoria.
Él sabía que no iba a volver si no ganaban en Malvinas. Si ganaban y él moría en el intento, estaba bien. Pero si él moría y no se ganaba, él se quedaba en Malvinas. Es una carta que lo pinta cómo es, él agradece a la familia, pide que estemos unidos, que lo recordemos con alegría, porque él era un tipo muy divertido. Por supuesto que nosotros no abrimos el sobre, porque como decía que era para papá, lo trajimos cerrado. Marta sí, ella abrió la carta ahí, mientras llorábamos las dos. La carta de Marta es medio por el estilo, se despide de ella, le dice que se reciba, que siga estudiando, que haga la especialidad, porque ella estudiaba medicina, que siga con el recuerdo de él, pero que busque un buen compañero, que no se quede sola, que se case. Bueno, fue lo que hizo Marta, pero ella nunca lo superó, se casó, tuvo tres hijos. No los conocí a sus hijos personalmente, pero estuve en contacto con ella a través de correo electrónico, a veces por teléfono, falleció de cáncer hace unos años. Pero ella nunca superó la muerte de Roberto, me di cuenta, porque hablaba mucho a sus hijos de Roberto. Los hijos de Marta, conocían la historia de Roberto como si hubiese sido su padre. Tienen un buen recuerdo de él. Bueno, nosotros reunimos todas las cosas de Roberto. El que se encargó de llevarlas a Buenos Aires, para desde Buenos Aires mandar las cosas, porque era más fácil por los baúles con libros, fue Juan Gómez Centurión. Él, que terminaba su pase en Chubut y le salía el pase a Buenos Aires. Así que él con su mudanza, cargó todas las cosas de Roberto hasta Buenos Aires y después se las mandó a papá. Así fue el tema de la carta. Cuando llegamos con la carta y él la leyó, fue una cosa impresionante, porque era como que él estaba programado para eso. Bueno, ahí hicimos copias para cada uno de los hermanos. Y alguien pidió prestado el original a papá y se perdió el original, así que todo lo que hay, son copias de fotocopias. Es lo que pasa cuando uno confía en la gente, pensando que actuaría como uno.
¿Cómo querés que se lo recuerde?
Quiero que se sepa de él, es que fue un chico común y silvestre, un chico normal, como eran los jóvenes en esa época. Pero que él siempre tuvo sus valores siempre firmes, sus metas muy firmes, lo que él se había fijado como su meta, que nunca se apartó de ahí. Los valores, la honestidad, el respeto por los símbolos patrios, por las personas mayores, por la familia. Mantenía una fe inquebrantable. Que eso, realmente a mí también me ayudó mucho. Para mí, fue un modelo a seguir. Porque era un chico común, que estudiaba, que se esforzaba, que todo lo que tuvo lo consiguió con esfuerzo. Cualquiera lo puede hacer, porque todas las épocas fueron difíciles, pero si vos tenés la contención y el respaldo de la familia, todo se puede hacer. Nadie muere por trabajar y estudiar, no conozco a nadie que se haya muerto por trabajar y estudiar. Al contrario. La mayoría de la gente de mi edad, o mayores, tuvieron que trabajar y estudiar. Los padres con mucho sacrificio, en aquella época era muy complicado mandar un hijo a estudiar. Ahora tenés todo acá y no se puede, es dificilísimo. Esas son cosas que hay que resaltar a los chicos. A lo mejor, somos los padres los que tenemos la culpa, por querer darles todo para que no tengan que esforzarse. Pero las cosas que vos conseguís con sacrificio, vos valoras más, mucho más. Por eso te digo, él es un modelo para la gente. A los chicos les interesa. Les interesa que los veteranos vayan a los colegios, les cuenten sus experiencias, porque como no conocen nada de Malvinas, les parece increíble que hayan estado en una guerra. Porque las guerras, ellos las ven por la tele, o en una película. Son todas generalmente noveladas, las que se ven en películas. Pero, estos muchachos, que ahora son hombres, cuentan cómo pasaron, cómo se enteraron que iban a Malvinas. Y ninguno deja de repetir que, si los vuelven a llamar, ninguno se negaría a volver. Todos dicen lo mismo. No existe el resentimiento, al contrario, ellos están orgullosos de lo que hicieron. Para mí, son doblemente héroes, porque después de regresar de Malvinas, tuvieron que soportar años de indiferencia, que no tuvieran nada, cuántos se suicidaron, cuántos terminaron borrachos, acá en Misiones hay muchos, que no tuvieron contención de la familia, porque no sabían qué hacer con ellos. No conseguían trabajos, el Gobierno no se ocupaba de ellos, el 2 de abril les daban la mano, les prometían el oro y el moro y el 3 de abril no sabían quiénes eran. Dentro de todo, en Misiones estuvieron contenidos, me parece, pero durante muchos años no tenían una lista completa de los que habían estado en Malvinas, esas cosas. En este momento, la mayoría está bien, pero estarían mejor si la gente no los tratara con la indiferencia que los tratan. Sobre todo, en las ciudades grandes se nota eso. En los pueblos no, en los pueblos los tratan muy bien y con respeto, en todas las ceremonias va todo el pueblo. Yo estuve cuando le pusieron el nombre de Roberto a la compañía de Irigoyen, estaba el pueblo entero en esa ceremonia. No entraba la gente en el regimiento, todos participaron. Lo mismo en el Sur, desde comienzo de año están preparando la ceremonia por los 40 años de Malvinas, pero en las ciudades grandes, esas cosas pasan desapercibidas, porque es como que es una fecha más.
¿Las Malvinas, son argentinas?
Por supuesto, están dentro de la plataforma que nos pertenece. Yo estuve en Malvinas. Muchos, no quieren volver porque tienen que hacer el pasaporte y tramitarlo desde el Reino Unido, eso es lo que a los soldados nos les gusta, yo también tuve que hacer el pasaporte. Pero viajé en una época donde la comisión de familiares organizaba cada año dos viajes para familiares que solamente podíamos ir al cementerio, así que era la única manera que podíamos ir. Ahora podés ir, por ejemplo, en un crucero, hay varios cruceros que tocan Malvinas, les permiten bajar, recorrer, pero no se sale de la Argentina, sino desde Uruguay. Yo no pierdo las esperanzas de poder ir una vez más a Malvinas y poder recorrer. Porque cuando fuimos, nos hospedaron en una hostería, te van indicando diferentes lugares donde se combatió y nos dejaron en esa hostería dos días, pero no podíamos circular más lejos de ese predio. Podíamos ir a la playa, nos atendieron muy bien, porque hay que reconocer que los ingleses tienen muy buena atención, ellos son unos diplomáticos bárbaros. Pero, sí esa es la condición para ir, yo lo haría, por supuesto que con el costo que hoy tiene no puedo ir, pero bueno, algún día voy a volver. Me encantaría ir, porque ese viaje para mí significó asumir que Roberto había muerto, de que no lo iba a ver más. Así que fue increíble. Son argentinas, sí. ¿Te acordás que antes en las escuelas nos hacían dibujar el mapa, con las Malvinas que decían que eran argentinas? Yo creo que los chicos ahora, eso no lo hacen, me parece. Por eso, el 2 de abril todo el mundo estaba en la plaza, porque teníamos eso que las Malvinas son argentinas, así que seguiremos peleando diplomáticamente hasta cansarlos.