Una opción preferencial

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En numerosas oportunidades señalamos que la caridad practicada, y la opción preferencial por los más  pobres es un componente esencial de nuestra fe y condición del seguimiento discipular de Jesucristo el Señor,  en quien creemos. Los textos que nos presenta la Palabra de Dios en este domingo son contundentes.  

Por un lado, el Evangelio (Mc 7,31-37), nos presenta la curación de un sordomudo: «cuando Jesús volvía de  la región de Tiro le presentaron un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos […] y en enseguida  se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente». 

La carta de Santiago (Sant 2,1-7), también expresa de una manera definida esta opción preferencial a los  pobres, sobre todo contra la acepción de personas: «¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo  para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que le aman? Y sin embargo  ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos quienes los oprimen a ustedes y los hacen comparecer  ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el nombre hermoso que les ha sido pronunciado  sobre ustedes?».  

Estos textos bíblicos, y tantos otros que están en la Palabra de Dios deben orientarnos tanto en nuestra  espiritualidad, estilo de vida, opciones y criterios. Sobre todo, en nuestras opciones pastorales. 

Tenemos que agradecer que notamos en nuestras comunidades mucha gente que se suma a colaborar en  varias tareas y ministerios. Hay también muchos jóvenes que quieren responder generosamente al llamado  que Dios les hace y están en nuestro Seminario. Este regalo que Dios nos hace a la Diócesis seguramente es  un llamado a que integremos más seriamente esta opción preferencial por los pobres en nuestra tarea  evangelizadora.  

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Sabemos que hay muchas formas de pobreza y marginalidad: las nuevas pobrezas de la cultura urbana, la de  los jóvenes sin trabajo, los que sobreviven con changas, o los miles que viven en asentamientos. El Papa  Francisco en su exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium» señala: «Nadie debería decir que se mantiene  lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos. Ésta es una  excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede  decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas  realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse  exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social: «La conversión espiritual, la intensidad  del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza,  son requeridos a todos». Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin una  verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las buenas disposiciones de los cristianos,  y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta. La  necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia  pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la  vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas  urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los  problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación  financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y  en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales». (EG 201-202) 

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Los textos bíblicos nos indican con claridad la preferencia del Señor por los pobres, en este caso la curación  de un sordomudo, y Santiago en su carta nos señala la dignidad de los pobres, y nos enseña que sin las obras  de la caridad es imposible tener una fe viva. Pidamos que en nuestro discipulado privilegiemos  especialmente a los más pobres y sufrientes. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

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