Venezuela como eje de la geopolítica continental
Venezuela tomó la entidad de un tema geopolítico de primer nivel, y no solo por la importancia propia de la hermana República Bolivariana (que por cierto la tiene y potencialmente mucho más), sino por todos los actores de primer nivel que se involucraron abierta o sutilmente, por otros actores menores de reparto, y por marionetas dóciles que la juegan de cuzquitos que ladran al amparo del mandamás del barrio.
El tema es muy complejo, y para abarcarlo todo, el análisis debería ser muy extenso, y seguramente unos cuantos pormenores están ocultos o no totalmente visibles, para los que no manejamos informaciones reservadas.
Como contexto general, está claro que las dos primeras potencias anglosajonas quieren volver a tener a Íbero América y El Caribe totalmente alineado, como patio trasero de EEUU y como subordinado al poder financiero transnacional con sede en Londres, ambas potencias además con sus respectivos brazos armados amenazantes y listos para intervenir, como última alternativa, si otras acciones previas no surten el efecto de sumisión total, que es el deseado por los anglosajones y sus socios de las Potencias Atlantistas. En forma más abierta las amenazas de EEUU y con la clásica sutileza británica las del viejo imperio.
La geopolítica mundial ha tenido cambios muy acentuados y con mucha rapidez en las últimas tres décadas, y se puede decir que dio un giro copernicano de 360º, volviendo a un contexto casi calcado al de los años ’80 pero con otros encuadres ideológicos.
En efecto, en el bloque “occidental”, hoy devenido en Atlantista, el liberalismo preconizado devino en neoliberalismo globalizante; mientras que las ex potencias comunistas hoy lideres del sector Continentalista,
ejecutan políticas de capitalismo de Estado, lejos de dictados marxistas y más bien afines a versiones de neokeynesianismo.
Ese giro copernicano tuvo varias instancias intermedias muy breves, medidas en términos históricos. De la vieja pugna entre las dos superpotencias, enmarcada en fuertes enfrentamientos ideológicos de comunismo – capitalismo, se pasó efímeramente al mundo unipolar con la caída de la URSS, para tan solo una década después emerger el mundo multipolar en la Era de los Grandes Bloques, en los que sobresalían EEUU, la resurgida Rusia de Putin (luego del desastre neoliberal de Yeltsin), la creciente y aparentemente imparable China, la también firmemente creciente India, y el mosaico ensamblado que es la Unión Europea; eso sin desmerecer otros actores importantes, como Japón, los Estados del Sur y Sudeste Asiático, Irán, Sudáfrica, Brasil, México y otros…y por allí asomaba Argentina, antes del desguace neoliberal actual.
En ese contexto, la UNASUR aspiraba a ser un gran bloque continental, de dimensiones similares a Rusia y con notorias potencialidades si se superaban resistencias y limitaciones, pero hoy parece arrojada al desván de lo desechable, dentro de la ola neoliberal que se instaló en casi toda Sudamérica.
Pero hoy el Mundo Multipolar pasó a ser una nueva versión del Mundo Bipolar existente hasta los años ’90, ahora conformado por dos grandes bloques de poder: las Potencias Atlantistas y las Potencias Continentalistas.
Las Potencias Atlantistas están encabezadas por EEUU, sumándose Canadá, la Unión Europea (con Gran Bretaña, Francia y Alemania como líderes del bloque), y Japón como integrante extrazona de la triada.
Las Potencias Continentalistas, basadas en “la gran isla mundial” que es Asia, y con proyecciones en la península que con relación al extenso continente oriental es la pequeña Europa, son primordialmente China y Rusia, además de India, Pakistán, Irán y la pléyade de países del sur y sudeste asiático, dentro de los que descolla la hoy bipolar Corea.
Si bien el comunismo como sistema económico ha desaparecido, la visible y durísima puja geopolítica entre Atlantistas y Continentalistas, tiene otro componente de primerísima importancia, en lo político – económico. Los Atlantistas tienen como mascarón de proa al neoliberalismo salvaje, que busca disolver los Estados Nacionales, y como conductores reales a los “capo mafia” de los grandes poderes financieros transnacionales. Claro que son un tipo muy particular de neoliberales, pues las “recetas” de Estado ausente las hacen obligatorias para los países que se subordinan a esas grandes potencias, mientras que esas mismas potencias practican un fuerte intervencionismo estatal, siendo hoy EEUU y la UE los ejemplos más paradigmáticos de ese doble discurso.
Las Potencias Continentalistas, claramente aplican planes económicos que pueden definirse como de Capitalismo de Estado, o sea con el Estado Nacional muy activo, promotor y rector de la economía nacional, en un marco que permite la propiedad privada, sujeta a los supremos Intereses Nacionales; o sea muy lejos del “libre mercado” salvaje del neoliberalismo. Eso con la característica que cada nación de este gran bloque geopolítico Continentalista, aplica su propia versión nacional de Capitalismo de Estado, claramente sin apegarse a ejemplos dogmáticos, como sí lo hacen en cambio los países subordinados al neoliberalismo salvaje de los Atlantistas.
Por lo precedente, sobre todo China y Rusia, son dos formidables escollos contra las maniobras de imposición del neoliberalismo y la consecuente globalización salvaje, pues cuidan sus respectivos mercados internos y a la vez apoyan a otros países que se resisten a ser sometidos a aquellos poderes financieros transnacionales y los dictados “democráticos” de los Atlantistas.
Por otra parte, cabe hacer la salvedad que tres de los líderes Atlantistas, EEUU -Gran Bretaña y Francia-, califican por sus accionares desde los pasados años ’90, como las Potencias Neocolonialistas del Siglo XXI, pues volvieron o enfatizaron las políticas de las cañoneras del siglo XIX, hoy remozadas con toda la parafernalia militar de última generación y los múltiples tipos de las guerras híbridas, guerras blandas y otras, como alternativas o prolegómenos a las agresiones de fuerza bruta o de militarismo descarnado.
En ese contexto, deben analizarse las sucesivas agresiones del Bloque Atlantista, contra todos los países que pudieron serles molestos o rebeldes a sus duras imposiciones. El listado desde los años ’90 es muy extenso, citándose los casos de Yugoeslavia, Iraq, Libia, los fraccionados países del Cuerno de África, todo el arco que comprendió la operación mediática – electrónica de la “primavera árabe”, las intervenciones armadas “pacificadoras” de Francia en algunas ex colonias del África Subsahariana, el polvorín a medio estallar de Ucrania, y las sempiternas violencias en Medio Oriente; sin olvidar el intervencionismo desembozado en Afganistán y en Siria, y los amagues de agresiones a Corea Del Norte. Agresiones estas últimas no concretadas por la capacidad nuclear y misilística del pequeño país asiático, con sus espaldas cubiertas por el gigante chino.
Tampoco cabe omitir el escenario del Mar de la China, en el cual las poderosas flotas de EEUU tienen enfrente al creciente poderío bélico de China, que no parece dispuesta a ceder espacios en este, “su” mar interior. En el Mar Negro, la presencia amenazante de EEUU fue puesta a prueba por la avanzada tecnología militar rusa, claramente conducida con visión estratégica.
Los sucesivos “parates” cuando no derrotas semi encubiertas que sufrió el bloque Atlantista en otros lugares del globo, parecen hacerle volver la vista a su patio trasero. De ahí la oleada neoliberal que parece dispuesta a arrasar con toda oposición en Íbero América y El Caribe.
De los seis puntos fuertes de la UNASUR (Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Venezuela), solo quedan dos, y la prolongada guerra híbrida que soporta Venezuela evidencia estar arreciando.
No son solo las enormes reservas de crudo, gas, oro, coltán y seguramente otras materias primas estratégicas…¡es la intención expresa de barrer todo vestigio del incómodo chavismo y sus ideales de independencia total de la Patria Grande!
De allí las desembozadas agresiones múltiples, que implican injerencias en cuestiones internas realizadas con alevosía, aunque se las disfrace de “humanitarias” o de “democráticas”; todo bajo el contexto del bloqueo económico que acentúa los desórdenes internos que seguramente en parte son producto de errores del gobierno que no logró superar el esquema rentístico mono exportador, pero también de esas presiones múltiples y de la caída de los precios del petróleo, las que no son casuales.
Aceptar y fogonear el injerencismo externo, por parte de los Macri, Bolsonaro y otros similares, no solo es aberrante, echando por tierra la consolidada Doctrina Drago y la larga trayectoria argentina opuesta al intervencionismo extranjero, sino que sienta un peligroso precedente para otras posibles agresiones potenciales en La Patagonia, la Triple Frontera de Iguazú, el Amazonas y otras áreas estratégicas, apetecidas por los Atlantistas y las grandes corporaciones transnacionales que operan bajo esa cobertura.
En Argentina causa vergüenza ajena el opinar de sectores apátridas reaccionarios, fogoneadores del “animémonos y vayan”, que contra el pensamiento sanmartiniano bolivariano de respeto mutuo e integración, quieren que nuestras tropas se sumen a una eventual agresión contra el país hermano.
No es casual que EEUU, la UE y sus aliados, apoyen al supuesto presidente destituyente auto juramentado en una plaza, en una maniobra caricaturesca; mientras los medios a su servicio ocultan los muchos países que apoyan la institucionalidad venezolana, su autodeterminación, y condenan las maniobras de descarada injerencia neocolonialista. En tanto parece una amenaza concreta el estallido de violencias generalizadas, bajo un modelo similar al perpetrado contra Siria, u otras variantes de agresiones.
Venezuela debe resolver el caso sin invasiones ni mandamases externos puestos en el papel de falsos salvadores y/ liberadores.