
Yacyretá y el precio de la lealtad
La reciente designación de Rodrigo De Arrechea como consejero de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) es una muestra más de la confusión entre intereses personales y gestión pública que caracteriza al gobierno nacional actual. Más allá de la evidente incompatibilidad que establece la Carta Orgánica de la UCR, lo preocupante es el trasfondo de esta decisión: una maniobra que debilita nuestro partido y socava la integridad del radicalismo en Misiones. La participación de un dirigente de un partido opositor en un gobierno que se aleja del ideario radical no solo es una contradicción ideológica, sino un acto que atenta contra la coherencia política y la confianza ciudadana.
Los intentos por justificar el nombramiento desde una perspectiva de conciliación o pragmatismo político son, en el mejor de los casos, ingenuos, y en el peor, una muestra de oportunismo. No se trata de una simple designación burocrática, sino de un movimiento que genera ruido dentro de un partido que debería estar enfocado en fortalecer su estructura y su identidad, en lugar de prestar cuadros al oficialismo. La política no puede ser un juego de ambigüedades en el que los dirigentes se acomodan según su conveniencia personal. La UCR en Misiones no puede permitirse perder más credibilidad ante la sociedad ni convertirse en un apéndice de un gobierno que, según su propia historia, representa ideas contrarias a su tradición ideológica.
Más allá de la discusión interna dentro del radicalismo, esta designación tiene implicancias en el escenario político más amplio. La cooptación de figuras opositoras por parte del oficialismo es una estrategia evidente de debilitamiento de la resistencia democrática y de consolidación de una estructura de poder con rasgos cada vez más autoritarios. No es casualidad que sean precisamente las voces críticas dentro del radicalismo las que cuestionen esta decisión, ya que perciben en ella un intento de desarticular cualquier posibilidad de oposición real en un contexto donde el debate político se vuelve cada vez más restringido.
En tiempos de crisis política e institucional, la coherencia y la ética deberían ser principios rectores de cualquier partido que se precie de representar una alternativa. La dirigencia radical de Misiones debe decidir si está dispuesta a defender su identidad y su compromiso con los valores democráticos o si, por el contrario, quieren seguir convirtiendo al partido en el Titanic que, mientras se hunde, ellos bailan en primera clase. Esta opinión será cuestionada por ellos mismos en la búsqueda de que “las discusiones las demos puertas adentro”; no obstante son los mismos que cierran el partido para decidir puertas adentro y entre unos pocos la mejor forma de acomodar sus intereses personales a espaldas de los que trabajamos con sudor y compromiso por el partido todos los días hace tantos años.
La historia del radicalismo nos ha enseñado que la convicción y la coherencia pesan más que cualquier cargo público. Es momento de recordarlo y actuar en consecuencia o, bien, de agarrar sus fichas de afiliación y retirarse. El radicalismo no está en venta.