Día: 15 noviembre, 2025

Bodegas Cruzat: los secretos del espumante argentino de alta gama

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La cultura del vino en Misiones sigue creciendo, impulsada por emprendedores que aportan pasión, formación y una mirada sofisticada del mercado. En ese escenario, una marca destaca por su identidad singular: Cruzat, la única bodega argentina dedicada exclusivamente a elaborar espumantes bajo el método tradicional -el histórico champenoise– y que hoy fortalece su presencia en la provincia de la mano de María Victoria D’Amico, su representante comercial para Misiones y el norte de Corrientes.

La bodega Cruzat es la única bodega argentina dedicada exclusivamente a la elaboración de espumantes bajo el método tradicional o champenoise”, explica D’Amico, quien lleva poco más de un año al frente de la distribución en la región. Ubicada en Luján de Cuyo, la bodega celebró recientemente su vigésimo aniversario y acumula un sólido reconocimiento internacional.

El dato no es menor: el método tradicional -el mismo utilizado en la región de Champagne, Francia- otorga burbujas finas, elegantes y de persistencia notable. “Al probarlo uno se da cuenta enseguida”, resume la representante, convencida de que ese diferencial posiciona a Cruzat en un segmento premium donde la fidelidad del consumidor es clave.

El portfolio supera los 15 espumantes, desde la línea Premier hasta la gama Cuvée Brut, además de ediciones especiales y etiquetas tope como Millesime, que en 2025 obtuvo el premio al mejor espumante argentino con su añada 2018.

Un mercado selecto que se reactiva

En un contexto nacional marcado por vaivenes económicos, el sector vitivinícola fue uno de los más sensibles. Sin embargo, la percepción desde Misiones muestra algunas señales alentadoras.

Yo noto que el mercado se va reactivando”, sostiene D’Amico. “El consumidor de Cruzat es un consumidor de nicho: prueba Cruzat y no cambia por otra marca. Tengo clientes muy fieles; prueban y vuelven a comprar”.

Esa fidelidad, asegura, permite sostener la presencia en un escenario con oscilaciones, donde la estabilidad del último tramo del año abrió oportunidades para recuperar ritmo.

El vínculo de María Victoria con el mundo del vino no nació desde la industria, sino desde el turismo. “Soy licenciada en turismo y todo surgió en un viaje familiar a Mendoza, haciendo enoturismo”, recuerda. Fue allí donde conoció la bodega y estableció contacto -y amistad- con Lorena Mulet, una de las responsables comerciales de Cruzat.

La necesidad de la bodega de sumar representantes regionales coincidió con su vocación por aprender. “Estudié mucho, me capacité, y así nació todo esto, que me encanta”, asegura.

Hoy lidera la presencia de Cruzat en Misiones y en el norte de Corrientes, trabajando con restaurantes, hoteles, vinotecas y espacios gastronómicos que buscan elevar su propuesta con espumantes de alta gama.

La llegada de Cruzat no solo amplía la oferta premium en espumantes, sino que acompaña el crecimiento de Misiones como destino gastronómico. Con restaurantes que apuestan por maridajes de autor, eventos gourmet en ascenso y un turismo que busca experiencias, la presencia de una bodega enfocada exclusivamente en espumantes aporta sofisticación y diversidad. “Estoy muy contenta, tengo muy buenas respuestas”, concluye D’Amico, convencida de que el segmento de los espumantes de alta calidad tiene mucho por crecer en la región.

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La exaltación de la fragilidad

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Sorpresivamente Estados Unidos anunció un acuerdo comercial con Argentina que tendrá un enorme impacto en la economía del país. El Gobierno lo celebró con entusiasmo, pero hay señales que obligan a ser cautelosos ante el riesgo de la asimetría que puede significar un golpe de gracia para diversos sectores de la industria nacional. Argentina asume compromisos estrictos en casi todos los frentes -aranceles, barreras no arancelarias, normas técnicas, propiedad intelectual, acceso agrícola, estándares regulatorios, comercio digital, empresas públicas y minerales crítico-  mientras que las contrapartidas de Estados Unidos se reducen a un puñado de promesas abiertas y condicionadas. Washington ofrece, en el mejor de los casos, evaluar reducciones arancelarias para recursos naturales y productos que no produce, analizar “positivamente” el impacto del acuerdo cuando invoque razones de seguridad nacional y considerar eventuales ampliaciones de cupos agrícolas. 

El agro aparece como un terreno sensible. El Gobierno celebró la posible ampliación del cupo de exportación de carne vacuna hacia Estados Unidos, de 20.000 a 80.000 toneladas. Pero un estudio del Centro de Economía Política Argentina sostiene que el aumento llevaría la participación del mercado estadounidense sobre el total de exportaciones argentinas de carne del 3% al 7%, y está condicionado a la aprobación del Congreso estadounidense, además de ser vulnerable a objeciones sanitarias. En paralelo, el acuerdo abre el mercado local a carne aviar, bovinos vivos, productos porcinos, lácteos y otras proteínas norteamericanas con estándares regulatorios de origen. Esto implica un doble riesgo: competencia creciente para la producción local y una presión alcista sobre los precios internos, que tenderían a alinearse con los valores exportables, asfixiando al mercado interno. 

Sin embargo, el Gobierno celebra el pacto como si hubiera encontrado un oasis en un desierto. Nuevamente Donald Trump al rescate de una frágil economía argentina que sigue sin encontrar un sendero de recuperación. Pero el apoyo del bueno de Donald no es simple generosidad, sino una veta de negocio, como con swap preelectoral que incluyó una amenaza a los argentinos si no ganaba Javier Milei y ganancias inmediatas, según reconoció el secretario del Tesoro, Scott Bessent. 

Lo cierto es que aún con el salvataje del país del norte, la economía argentina sigue con respirador artificial y una fragilidad ostensible. 

La dinámica empresaria ha sido un termómetro claro del clima económico de cada gestión. Si se observan los primeros 20 meses de mandato, los datos son elocuentes: Néstor Kirchner lidera con una creación neta de 68.391 empresas empleadoras, seguido a gran distancia por Cristina Kirchner con 12.684 en su primera gestión. En el resto de los gobiernos predomina el signo negativo: Fernando de la Rúa perdió 3.998 firmas en el epílogo de la década menemista, Eduardo Duhalde 7.785, Mauricio Macri 5.518, y Alberto Fernández, en medio de la pandemia, 20.068, mientras que Javier Milei acumula una caída de 19.376 empresas cerradas en su inicio de gestión. Este recorrido revela un patrón persistente: desde 2011 la creación de empresas -y, con ella, la creación de empleo- permanece estancada o en retroceso, exhibiendo la fragilidad estructural de un país que no logra recomponer su ecosistema productivo. 

Pese a que la construcción aparece como el sector más golpeado por la virtual paralización de la obra pública nacional, otra actividad que quedó en la línea de fuego es la industria textil. La fuerte desregulación de las importaciones -con Temu y Shein como protagonistas del boom de compras puerta a puerta- profundizó la crisis: la Federación de Industrias Textiles Argentinas  difundió su informe mensual que la actividad del sector textil cayó 18,1% en agosto respecto del mismo mes de 2024, una contracción muy superior al 4,4% que registró el promedio de la industria nacional en igual período. Por su parte, el uso de la capacidad instalada textil se ubicó en apenas 41,5%, casi nueve puntos porcentuales por debajo del año anterior. 

En materia laboral, los números confirman la tendencia negativa. En julio de 2025, los sectores de textiles, confección, cuero y calzado contabilizaron 108 mil empleos formales. La cifra representa una reducción de 5 mil puestos respecto al mismo mes de 2024, consolidando así una tendencia de contracción que se sostiene desde febrero del año pasado.

Sin embargo, el presidente Javier Milei no parece preocupado por nimiedades. “La macro es la suma de todas las micro”, dijo en Corrientes el Presidente. 

El proceso actual, lejos está de ser virtuoso. Por el contrario, el deterioro parece acelerarse. Según los datos oficiales, en agosto de 2025, perdieron el empleo registrado 11.229 personas, de acuerdo a la Secretaría de Trabajo. Y en septiembre, según la Encuesta de Información Laboral, el nivel de empleo privado registrado habría continuado con un retroceso (-0,1%), acumulando 8 meses de contracción (solo en junio se registró un valor positivo de 0,1%).

El empleo asalariado en el sector privado alcanzó las 6.204.252 personas: 10.600 trabajadores menos. Desde comienzos de 2025, son 27.000 trabajadores menos..En relación con noviembre de 2023 son 181.512 menos.

La caída atraviesa todos los sectores y provincias. Misiones no fue la excepción. Marcó la tercera caída consecutiva y registró 101.860 trabajadores, con una baja que fue del 0,3% contra el mes anterior. Ese descenso equivale a una pérdida de 269 empleos durante agosto. Durante la era Milei, Misiones perdió 6.886 empleos, lo que representa una baja de 6,3%. El 2023 había cerrado con 107.800 empleos, después de picos de 110 mil. 

Si la situación de las empresas y el empleo es crítica, la inflación, que fue el caballito de batalla de Milei en su primera etapa, ahora es una meseta agria. La de octubre fue de 2,3 por ciento en el país y desde mayo que no se registran descensos. En el NEA pegó un salto de 1,8 a 2,2 por ciento, lo que se refleja en un consumo cada vez más ralentizado. 

De todos modos, algunos insisten en celebrar la supuesta “estabilidad de precios” bajo el gobierno de Javier Milei. En contraste, la realidad es que la inflación acumulada en lo que va de su gestión alcanza el 241%, según datos oficiales del INDEC. 

La narrativa del éxito se apoya en que ahora los precios “suben poco”, pero omite un dato esencial: el salto inicial fue descomunal, y desde ese Everest inflacionario los valores siguieron escalando. 

Basta comparar productos básicos entre noviembre de 2023 y octubre de 2025 para ver la magnitud del golpe: la sal fina aumentó 342%, el pan 316%, el aceite de girasol 294%, el jabón en pan 288%, la leche 248%, la carne picada 212% y los huevos 190%. El combustible en Misiones aumentó 217 por ciento desde diciembre de 2023. 

Argentina se volvió uno de los países más caros del mundo con salarios entre los más bajos de la región. Para ponerlo en perspectiva: el mismo nivel de inflación que Milei acumuló en 20 meses, Cristina Fernández lo acumuló en 71 meses y medio -casi seis años- según las mediciones de The Economist.

En Misiones, de acuerdo al semáforo de actividades que realiza Economis -el local, no el inglés-, el tablero está casi todo en rojo. Apenas se lucen en verde el patentamiento de autos y motos, las exportaciones de yerba y los préstamos al sector privado. El resto, carmesí. 

Pero incluso el verde esconde tonalidades. La producción primaria de la yerba mate está atravesando uno de sus peores momentos, con un precio que se ha desplomado tras la desregulación y costos que aumentaron en contraste -el gasoil aumentó 190 por ciento desde diciembre de 2023-. Sin embargo, la industria tampoco se siente “ganadora” en un sistema que dejó de tomarles el pulso. Los costos también han impactado en la rentabilidad y una rentabilidad de cinco por ciento no es la misma sobre un paquete a cinco mil pesos que sobre uno a tres mil. Nadie gana con la yerba barata. Pierden la provincia, los pueblos que no tienen inyección de dinero y las propias industrias, que deben competir por precios mediocres en un mercado que no crece demasiado. 

Algo parecido sucede con el té. “Para los que trabajamos la tierra este es el peor Gobierno que existe”, aseguró Fabián Laban, director por la producción en la Coproté. El productor advirtió que la actividad atraviesa una de las peores campañas de los últimos años, con precios atrasados, costos en alza y una pérdida de competitividad que deja al productor “sin margen para seguir invirtiendo”.

Laban explicó que los costos internos hacen inviable sostener precios internacionales: “Competimos con países como Sri Lanka o India, donde el jornal de un peón es mucho más bajo. Ellos cosechan a mano, sin costos de combustible. Nosotros trabajamos con maquinaria, combustible caro y una carga impositiva que nos deja fuera del mercado”.

El dirigente remarcó que los industriales argumentan que no pueden mantener el precio fijado en agosto -equivalente a 73 centavos de dólar-. “Si ajustáramos por la devaluación, hoy el kilo de brote verde debería rondar los 106 o 107 pesos. Pero seguimos en 95. Es una vergüenza, porque todo subió: el jornal, el combustible, el dólar, y el precio del té quedó congelado”, expresó.

La Provincia asiste con las herramientas que puede. En el caso del té se decidió la bonificación del 20% de la tarifa eléctrica para las empresas tealeras durante los meses de mayor actividad -de noviembre a abril- así como fortalecer una línea crediticia con el Banco Macro, que permite descontar cheques diferidos a 30, 60 y 90 días sin costo financiero. 

El cupo total disponible asciende a 10.000 millones de pesos, destinado a que el sector pueda acceder a liquidez inmediata para cumplir con el precio acordado con los productores. La Provincia asume el costo del financiamiento, equivalente a un 42% de interés, una carga imposible de afrontar en plena zafra. A la actualidad ya se han hecho operaciones por 180 millones de pesos. 

Misiones está decidida a afrontar el vacío dejado por la Nación con los recursos propios. Incluso a costa de tomar deuda para afrontar gastos que hasta ahora dependían del Gobierno nacional, pero que afectan la vida de los misioneros, como la falta de energía o el evidente deterioro de las rutas nacionales que recorren el territorio. 

Antes de jurar como diputado provincial y asumir la presidencia de la Legislatura en reemplazo de Oscar Herrera Ahuad que se irá al Congreso, Sebastián Macías confirmó que Misiones negocia un acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo para conseguir financiamiento para mejorar la ruta 14, en accesos a pueblos y terceras trochas hoy inexistentes. La falta de mantenimiento y la paralización de obras en rutas nacionales que atraviesan Misiones obligaron a la Provincia a buscar financiamiento propio e internacional para evitar un deterioro mayor de la infraestructura vial. En las próximas horas llegará a la provincia una misión del BID para activar un crédito por más de 40 mil millones de pesos.

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El nuevo pacto Roca-Runciman

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La noticia rimbombante de la semana, sin lugar a dudas, es el acuerdo comercial (y político) al que arribaron Argentina y Estados Unidos. En el marco del rearmado del mundo nuevo, los aliados del poder están a la orden del día. ¿Es simplemente cambiar China por Estados Unidos? ¿Hay una venta indiscriminada de la patria? Tal vez solo sea el eterno retorno del devenir de la historia de nuestro país, el cual, como si fuera un espiral, gira y se consume.

Corría el año 1933 y, en plena reforma del modelo económico mundial, Argentina enfrentaba una seria crisis relacionada estrictamente a lo comercial.
Tras el crack de 1929 y la consecuente crisis internacional del sistema capitalista integrado, a nuestro país no le quedó más remedio que la reconversión de un modelo agroexportador a uno de sustitución por importaciones. Todo ello, en medio de la vorágine de mercados truncos o fríos debido a una Europa deprimida tras la Primera Guerra Mundial y con el fragor revanchista de las potencias del Eje que llevarían al enfrentamiento posterior en la Segunda Guerra Mundial.

Bajo ese contexto, Argentina se vio en la necesidad de mantener el régimen exportador de carne, el producto emblema nacional, pero ante el impedimento o la dificultad por una economía seriamente resentida, encontró una salida, allá por 1933, que trae sombrías semejanzas con el 2025.
El hijo de Julio A. Roca firmó junto al político y empresario liberal británico Walter Runciman un pacto que marcaría el rumbo económico del país y plantaría los nuevos cimientos de una dependencia siempre grave entre nuestro país y el poder central europeo, norteamericano o chino. En este caso, el pacto fue con el Reino Unido, donde Argentina se aseguraba mantener la exportación de carne vacuna a cambio de, básicamente, el control del sistema financiero y los trenes nacionales en manos de capitales e intereses británicos. ¿El resultado de ese acuerdo? Una dependencia absoluta que retrasó aún más la industrialización argentina.

Dicho así, al pasar, resulta muy parecido y muy curioso respecto de lo que sucede actualmente en una comparación siempre odiosa, pero a la vez inevitable.

El actual gobierno encabezado por el presidente Milei, junto a su partener que maneja la cartera económica del país, Luis “Toto” Caputo, mantiene una amplia afición por Estados Unidos y es, ipso facto, una de las primeras grandes pretensiones del gobierno: sostener una absoluta cercanía y alineamiento con la Casa Blanca, con acuerdos de por medio que permitan establecer el eje Washington – Buenos Aires.

Hoy, pareciera ser que es realidad. Se dio a conocer que, tal como en 1933, Argentina mantiene un esquema de bajos aranceles y de prioridad del mercado agrícola argentino en Estados Unidos a cambio de la manipulación de los recursos naturales y minerales de nuestro país. No es un invento de la “izquierda”, sino una realidad plasmada en documentos oficiales, aunque, como todo, hay asuntos más oscuros detrás.

El factor chino

Argentina tiende a ser, como gran parte del mundo, un laboratorio político, económico y cultural de las potencias centrales. Nuestra historia está signada, justamente, por un sensacionalismo de dependencia norteamericana, europea y china que se cuela entre las rendijas de una idiosincrasia cada vez más endeble o fluctuante. Definir la argentinidad parece quedar circunscripto al fútbol y a la gastronomía, ya que el ser nacional se diluye entre tantas pretensiones de ser extranjero.

Este contexto es aprovechado por naciones poderosas, hoy por Estados Unidos, que utilizan al país como un conejillo de indias en su disputa mayor contra China. No es una novedad si uno lo piensa o lo plantea de esa manera.

El control que establece Estados Unidos sobre la economía argentina a partir de este nuevo acuerdo tiene como condición central desplazar a China de la región. No es que Argentina sea meramente importante, más allá del potencial absoluto de la utilización de nuestros recursos, sino que la puja geopolítica es más grande y Argentina es solo un escenario más.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China tiene un particular agregado en el que Argentina parece tener participación. La disputa tecnológica y el posicionamiento de productos forman parte de esta lógica sino-estadounidense. Para la producción de bienes tecnológicos, minerales como el litio son fundamentales, y Argentina forma parte del triángulo del mismo, junto a Chile y Bolivia, que detenta entre el 60 y el 70 por ciento del total de dicho mineral en el mundo.

Además de la utilización estratégica de los minerales y recursos naturales, el desplazamiento de China como aliado comercial también es clave para la región. Casi como en un efecto contagio, si China se retira y a Argentina le va “bien” (entiéndase la simplicidad mediática de la afirmación), es posible que sirva como ejemplo para otros países de la región que se encuentran alineados con Estados Unidos. Las nuevas (viejas) derechas, como en Paraguay, Bolivia o Ecuador, pueden ver como potable esta situación y que ello conlleve a un emparejamiento. A esto se suma la polarización con la hegemonía china en el mercado interno de países como Brasil.

Con esta visión, resulta imposible no pensar que nuestro país se transforma en un peón más del ajedrez mundial.

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Marcelo Capello: “Argentina no volverá a un dólar alto: sin reformas no hay competitividad”

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Tras el resultado electoral, la economía argentina abrió una nueva etapa. Con una lectura política favorable para el oficialismo y un clima financiero más estable, el Gobierno busca consolidar un paquete de reformas estructurales para recuperar competitividad y buscar la recuperación. Marcelo Capello, investigador y vicepresidente de la Fundación Mediterránea, analiza el escenario, la dinámica del tipo de cambio, las negociaciones con los gobernadores y las perspectivas de actividad.

¿Qué Argentina estamos transitando tras las elecciones?
Después de la elección, por el resultado, se alinearon los astros para que la economía tenga una nueva oportunidad. El oficialismo tendrá más votos en el Congreso: si suma Libertad Avanza, parte del PRO y algunos gobernadores dialoguistas, podría alcanzar la mayoría necesaria para aprobar reformas. Y cuando hablamos de reformas, hablamos de competitividad: laboral, tributaria, regulatoria. Son imprescindibles porque Argentina difícilmente vuelva a tener un tipo de cambio alto como en otras épocas. La oferta de dólares del petróleo y el gas va a crecer, y con un dólar real más bien intermedio, la competitividad tendrá que venir por una baja de costos.

Eso obliga a un trabajo político fino con las provincias.
Sin dudas. Y creo que el Gobierno lo ha leído. El discurso del Presidente la noche del triunfo fue más moderado, casi pensado para un resultado menos favorable. Luego no vimos tantos cambios de gabinete como ese tono sugería, pero hay un mensaje: sin diálogo con los gobernadores no habrá reformas. Hoy todos están yendo a reunirse con el nuevo ministro del Interior, Diego Santilli, con su “carpetita” de pedidos. Se está negociando el Presupuesto. No habrá plata para todo si se quiere mantener el equilibrio fiscal, pero sí un punto intermedio para destrabar apoyos y garantizar gobernabilidad.

El Fondo Monetario volvió a insistir en la necesidad de acumular reservas. ¿Es un punto crítico?
Sí. El FMI probablemente apunta a que Argentina revise el régimen cambiario: o dejar flotar o, si mantiene las bandas, comprar reservas hasta llevar el tipo de cambio cerca del techo. Creo que, por ahora, esa será la estrategia: sostener el esquema, pero con el dólar pegado al techo, que sube 1% mensual. El problema es que la inflación está algo arriba de ese número. Si la inflación de noviembre y diciembre no baja al 1,5% mensual, podría haber novedades. Caputo insinuó en una charla en Estados Unidos que no se cambiaría el techo, pero sí la velocidad a la que sube. Pasar del 1% al 1,5% mensual, por ejemplo, evitaría atrasar el tipo de cambio.

¿Está costando bajar la inflación?
La de octubre responde al salto del dólar preelectoral. La prueba de fuego será en los meses de noviembre y diciembre. Si en diciembre se perfora otra vez el 2% y se acerca al 1,5%, tal vez no haga falta acelerar el crawling. Pero si no, podría haber un ajuste. No sería una devaluación, sino mover el ritmo de actualización del techo de la banda. El objetivo es que el dólar no se atrase, porque ese fue el error del primer tramo del gobierno.

Hay una macro más ordenada, pero la economía doméstica sigue estancada. ¿Ves un repunte?
Sí, va a haber recuperación. La actividad está prácticamente estancada desde el primer trimestre. Pero no veo un boom, porque los booms suelen venir por consumo y eso depende de salarios y jubilaciones. Las jubilaciones van atadas a la inflación y los salarios medidos en dólares están en un nivel intermedio, un promedio de largo plazo. Difícilmente suban por encima del tipo de cambio sin generar atraso cambiario. Entonces la recuperación vendrá por otro lado: por el crédito.

¿Ya se está normalizando?
Sí. Está bajando la tasa, van a bajar encajes, y eso reactiva el crédito, tanto para consumo como para inversión. No generará un boom, pero sí una recuperación más tranquila. Y si se suma la inversión en petróleo y gas, que ya está ocurriendo, podemos tener un crecimiento menos explosivo pero más sostenible. Más lento, pero más duradero.¿Cuáles son los tres pilares clave para esta segunda etapa?
Equilibrio fiscal, competitividad y financiamiento externo. Con equilibrio fiscal y un tipo de cambio competitivo, más acceso al crédito internacional para pagar vencimientos, Argentina podría iniciar un proceso de crecimiento sostenido. El punto más débil es la competitividad: requiere reformas y requiere un régimen cambiario que no atrase. Y sobre todo, reformas que bajen los costos no salariales: impuestos, logística, cargas para producir. No se trata de bajar sueldos, sino de bajar el resto de los costos que asfixian a la producción. Si eso no se logra, seguiremos en una economía que no despega.

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Exclusivo: el hombre detrás del regreso la marca Sheraton a Iguazú 

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Su entusiasmo y visión de futuro ponen a prueba la edad que le marca el calendario. Habla pausado y casi en voz baja. Pero las ideas brotan incesantes con claridad: hay que invertir y explorar nuevas opciones para transformar la ciudad de Puerto Iguazú en un destino de élite internacional. Miguel Ángel Isanbizaga es el hombre detrás del regreso de la marca Sheraton a Misiones, una marca emblemática para el turismo de las Cataratas, pero también para el flujo de visitantes de distintos puntos del planeta, al que se quiere captar. 

Isanbizaga asegura que el mercado turístico de Misiones atraviesa un momento bisagra y que hay que invertir más allá de la coyuntura económica. Ya tiene experiencia con el Merrit de Iguazú y ahora da un paso más trascendente con el avance del Hotel Four Points by Sheraton Iguazú, un desarrollo que combina inversión internacional, modelo Condo Hotel e innovación en servicios. 

La obra ya registra un avance del 60% y proyecta su inauguración para fines de 2027. Isanbizaga, fiduciario del proyecto y referencia creciente en el ecosistema de inversiones turísticas del norte argentino destaca que a pesar de los hoteles en las 600 hectáreas y un servicio turístico de nivel internacional, Iguazú todavía está “virgen” en infraestructura y servicios. Y es ahí donde él ve la oportunidad.

La decisión de invertir en Iguazú nació de dos observaciones simultáneas: el potencial global del destino y la falta de infraestructura a la altura de ese nivel de demanda.

Iguazú está virgen. Hay muchas cosas por hacer. Tenemos ventajas enormes: naturaleza protegida, un Parque Nacional con acceso único a las Cataratas y mucha seguridad en comparación con Foz. Pero nos faltan servicios, infraestructura básica, espectáculos, shopping. Hoy el turista muchas veces termina cruzando al lado brasileño para obtener lo que acá aún no tenemos”, explica.

El empresario es directo al señalar lo que considera una oportunidad estratégica: “El destino atrae al mundo, pero todavía no le damos todos los servicios para que se quede más”.

El Sheraton es un pico de un camino iniciado hace algunos años. Isanbizaga venía de construir un edificio en Posadas, pero decidió correrse del negocio inmobiliario tradicional.

Hay gente excelente trabajando en vivienda, pero también mucha improvisación que descalibra precios y dificulta vender. Por eso busqué otra cosa”. Ese otra cosa incluye también el desarrollo de un barrio cerrado en el emblemático club San Francisco de Posadas, que en principio apuntará a los médicos pero después abrirá el loteo a otros inversores. Las instalaciones deportivas seguirán disponibles. 

Con la experiencia acumulada, hoy se mueve como pez en el agua en un terreno de altísima exigencia. Al mismo tiempo que piensa en el Sheraton, está conectando líneas con empresarios chinos que pueden llegar a invertir en Misiones.

Para Isanbizaga, el desarrollo inmobiliario está volviendo a mutar después del boom de los alquileres temporarios, lo que favorece al modelo condominal. “En vez de comprar acciones, el inversor compra una habitación. Tiene título de propiedad, puede vender, hipotecar, donar. Y la renta es muy buena: el primer hotel que hicimos va a dar casi un 9% anual en dólares”, detalla en relación con el Merrit. Hoy la tasa de retorno está más baja por la crisis que atraviesa la Argentina, pero espera que una vez recuperado el flujo turístico en Cataratas, se pueda recuperar un alto beneficio. 

El Four Points by Sheraton Iguazú, impulsado bajo franquicia de Marriott International, representa una inversión de entre 15 y 20 millones de dólares y avanza bajo un esquema constructivo industrializado que optimiza tiempos, recursos y eficiencia operativa.

El proyecto contempla:

  • 120 habitaciones
  • Centro de convenciones
  • Restaurante internacional
  • Spa
  • Piscina con solárium
  • Estacionamiento para 40 vehículos
  • Gimnasio
  • Salas para niños y adolescentes
  • Tres salas corporativas y un salón para eventos de 200 personas

Será un hotel de mundo, cuatro estrellas superior, con todos los estándares de Marriott. Va a demandar alrededor de 80 empleos directos y muchos más indirectos: transfers, remises, excursiones, proveedores. El impacto es enorme”, explica.

La obra, iniciada en febrero de 2023, prevé terminarse en diciembre de 2027, tras la ampliación autorizada que permitió sumar pisos adicionales.

Isanbizaga detecta un fenómeno que atraviesa a los principales destinos turísticos del país: propietarios agotados de la administración de departamentos destinados a Airbnb.

El que tiene un departamento para alquiler temporal vive con dolores de cabeza: el inquilino se va, quedan tiempos muertos, hay que pintar, reparar, pagar expensas extraordinarias, enfrentar impuestos…”, detalla.

En el modelo Condo Hotel ocurre lo contrario: “El inversor no tiene costos. Todo lo cubre la operación del hotel. Solo paga Ganancias; el resto lo tributa el fideicomiso operativo. Y todos los meses recibe un informe completo de pasajeros, ingresos, gastos, ocupación y procedencia. No tiene que ocuparse de nada”.

Una negociación en plena pandemia

Isanbizaga cuenta que, al inicio, no podían pagar franquicias internacionales por las restricciones para acceder a dólares. Por eso la primera experiencia fue con una marca nacional. Pero en plena pandemia, se animó a golpear las puertas de los grandes jugadores globales.

Nos contactamos con Hilton, Marriott y otras marcas. A Marriott le interesó mucho. Yo hablaba de hacer un hotel cuando todos decían que había que cerrar. Eso fortaleció la relación”.

El acuerdo fue sorprendente: “Nos otorgaron la franquicia sin cobrarnos el fee de ingreso y nos permitieron vender el hotel con la marca desde el pozo. Cosa que no suelen hacer. Es un compromiso enorme: ellos confían en nosotros y nosotros en ellos”.

El proyecto no solo implica inversión internacional: también abre puertas a proveedores, productores y trabajadores locales.

Hoy emplea a unas 30 personas en obra, pero ese número crecerá exponencialmente con la operación hotelera. Además, la articulación con productores misioneros es clave para la filosofía del proyecto, que promoverá compras de alimentos, artesanías, servicios y productos locales.

Uno de los conceptos más llamativos de Isanbizaga es su mirada sobre lo que falta en el destino.

Estamos en conversaciones con un organizador de espectáculos que quiere montar un teatro permanente en Iguazú, tipo el Cirque du Soleil. Queremos que sea del lado argentino y que el pasajero se quede una noche más. Que tenga una opción para quedarse en Iguazú y no tenga necesariamente que cruzar la frontera”. 

La propuesta encaja en su diagnóstico general: Iguazú tiene todo para crecer, pero necesita servicios complementarios para retener al turista y darle una experiencia completa. Isanbizaga sostiene que Argentina está “encaminándose”, y que el fortalecimiento de la relación con Estados Unidos favorece al sector hotelero y particularmente al Sheraton. “La marca es norteamericana y eso va a traer muchos norteamericanos. Ya está pasando en Buenos Aires: entre el 60% y el 70% del Sheraton Retiro se llena con el sistema de fidelidad. Y una parte importante de ese flujo termina viniendo a Iguazú”.

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