Javier Milei, el enajenador social
En un año eleccionario intenso en la Argentina cargado de incertidumbre, la aparición del odio desmedido fue puntal en las hasta ahora dos campañas presidenciales (PASO, Generales y falta el balotaje). Como destacado nombre del odio aparece el de Javier Milei, me refiero al lenguaje provocador. Y eso lo convirtió en el enajenador social de los y las argentinas.
Dejo aquí la definición de enajenador según la RAE y un par de párrafos más abajo lo entenderán: Sacar a alguien fuera de sí, entorpecerle o turbarle el uso de la razón o de los sentidos.
La presencia de Milei con votos se dio en la política hace dos años logrando una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. Pero ese no fue su lugar de expresión a las barbaridades que escuchamos o leemos. Sus alocadas exclamaciones violentas arrancaron un par de años antes en medios de comunicación y redes sociales. Y desde ese lugar decidió ser el líder de la ultraderecha argentina. Creó conexiones con el bolsonarismo (Brasil), con Vox (España) y con el lepenismo (Francia). Sus faros fascistas.
Milei nunca fue un fenómeno. Midiendo donde encajar aprovechó una ola que es mundial respecto a la ultraderecha. Ese espacio no lo ocupaba nadie en nuestro país y coincidió en su pensamiento y en los apoyos económicos a los que el caos le sirve.(en muchos casos son los mismos apoyos donde la convivencia en paz también les sirve). Y por supuesto de los medios de comunicación y comunicadores porteños a los cuales ese juego le sirve para sus negocios.
La ultraderecha en algunos países llegó al poder, en otros sus referentes se convirtieron en fuertes oposiciones que para mantener sus bases de votantes alimentan el enojo desmedido.
Para los libertarios (que no son lo mismo que los liberales) la primera prueba eleccionaria como espacio consolidado llegó en las PASO. El volumen electoral de Milei sorprendió en cuanto a la transversalidad de sus votos. Jóvenes, adultos y adultos mayores lo acompañaron con un fanatismo digno del populismo fascista. Y fueron muy intensos en sus ataques de odio hacia afuera. Y hacia adentro mantuvieron ese ecosistema alimentado con el desprecio hacia quien no piensa como ellos.
El triunfalismo los envolvió hasta que llegaron a las elecciones generales y el pueblo argentino reaccionó ante la violencia y la irresponsabilidad. Le puso un freno. Pero aun sin quitarle la posibilidad de una oportunidad más en el balotaje (pero estoy convencido de que habrá una segunda dosis de vacuna que contendrá el virus). Nota aparte, que linda es la democracia que ellos tanto desprecian.
Pero no es culpa de sus votantes el odio, el desprecio y la negatividad. El responsable de eso es Milei y su grupo acólito de locos libres pensadores.
El líder libertario no propuso nada que genere esperanza. Solo plantea destruir todo y a todo aquel que no lo acompañe. El terminar con la casta fue el leitmotiv de su campaña (sí, escribí fue). Destruir todo para que después se salve quien pueda.
Es por eso que señaló su rol de enajenador social. Ha logrado generar un enojo inexplicable en un sector del pueblo. Los condujo al odio y lo más irresponsable en ese sentido hizo que la juventud tenga mucha amargura y enojo. Les cambió la rebeldía por desesperanza. Eso no es de cuerdos, es de locos.
Machismo, misoginia, homofobia, anti ambientalista, anti política, anti familia, anti educación, insultar con palabras como mogólico y retrasado mental y más, mucho más. Ni una idea, ni una esperanza.
Y ahora rumbo al balotaje abraza a la casta política solicitando casi por favor ser parte de la misma. Y también pidiendo disculpas a diestra y siniestra y ofreciendo ministerios a otra alineación política.
La enajenación nubla sentidos y Milei no será presidente pero deja un legado de odio que habrá que cambiar en los próximos meses. Es una persona muy peligrosa para la democracia. Y además dejará a sus seguidores en el medio del desierto con tan solo (o tanto) odio.
Pero tengamos la tranquilidad que el amor siempre vence al odio.