Argentina, con plena conciencia de la incertidumbre que domina la coyuntura internacional
La incertidumbre constituye hoy el factor dominante de la coyuntura internacional, y es una incertidumbre compleja, ya que son los factores políticos los que tienen la facultad de alterar las reglas de juego de la economía global, como es el caso de los cambios que se esperan luego de la reciente asunción de Donald Trump.
El nuevo presidente norteamericano ha prometido una política fiscal más expansiva (aumento del déficit fiscal) y mayor proteccionismo, pero aún se desconoce cuál será magnitud de su implementación. Lo cierto es que ninguno de los dos anuncios son buenas noticias para la economía mundial en general, ni para el mundo emergente en particular.
Una mayor expansión fiscal puede elevar las presiones inflacionarias en EE.UU. forzando a la FED a acelerar la suba de tasas por encima de lo que se espera, lo que implicaría monedas emergentes más depreciadas, menores precios de commodities y del influjo de capitales hacia las economías emergentes.
Mientras que un Estados Unidos más proteccionista eleva las chances de amenazas de represalia por parte de otras potencias económicas, lo que podría afectar el proceso de globalización y dañar el comercio internacional en un mundo que crece poco hace mucho tiempo.
“Habrá represalias grandes”, advirtió hace pocos días Paul Krugman. “Cuando se trata de comercio, Estados Unidos no es una gran superpotencia, China también es un jugador enorme y la Unión Europea es todavía más grande”, subrayó el Premio Nobel.
Dentro de este contexto, la buena noticia es que nuestro país ha implementado una serie de iniciativas que denotan que existe plena conciencia respecto de esta incertidumbre global. El rápido cierre del Programa Financiero del Tesoro con una rápida colocación de unos US$ 10.000 millones en los mercados internacionales, ante la posibilidad de que la situación financiera empeore para los países emergentes durante el año, se enmarca en este menú proactivo.
Una segunda iniciativa es la autorización del Banco Central a las entidades para que puedan suscribir títulos públicos con fondos de los depósitos (lo que estaba prohibido desde la salida de la convertibilidad), ampliando así la demanda potencial local de bonos soberanos frente a la posibilidad de que se restrinja el acceso al crédito externo.
Los cambios de enero en Hacienda, que generan la expectativa de un mayor orden macroeconómico, configuran otra acción adecuada para que las ventanillas de financiamiento externo sigan abiertas a tasas razonables. Otro eje clave es la preocupación por mejorar la competitividad en un mundo que parece avanzar hacia un mayor proteccionismo y en el cual será más difícil insertarse.
Un ejemplo gráfico en este sentido es la firma del convenio para la explotación de Vaca Muerta, cuya importancia reside en que muestra el camino para unir la búsqueda de la competitividad con la economía política, cambiando radicalmente ciertos usos y costumbres que caracterizan a las tratativas clásicas.
En Argentina, las negociaciones entre empresas y sindicatos se limitan casi por completo a discutir salarios y condiciones de trabajo y la cuestión de cómo cooperar para incrementar la productividad no se incluye en la agenda de diálogo.
En síntesis, nuestro país está dando pasos para estar mejor preparado ante una coyuntura global que contiene una gran cuota de incertidumbre. Y eso es clave ya que, históricamente, una de las deficiencias de la política económica nacional ha sido no tomar suficientemente en cuenta que una economía pequeña como la nuestra no tiene otra opción que adaptarse a las condiciones internacionales. El enigma hoy es cuáles serán los pasos que dará Estados Unidos y si Argentina tendrá las herramientas de alquimia idóneas que transformen esos desafíos en oportunidades de expansión y crecimiento.