Alejandro Pegoraro

Director de Consultora Politikon Chaco

La economía del esfuerzo: qué estrategias usan los hogares para llegar a fin de mes

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¿Cómo se hace para llegar a fin de mes? Esta es quizás una de las preguntas que más se realizan en el último tiempo en la Argentina, a partir del hecho de que el salario no logra recomposición plena, el consumo sigue mostrando señales a la baja (principalmente el de bienes esenciales) y los hogares tienen una realidad que no se condice con algunos indicadores oficiales

Para evaluar la capacidad de las familias de hacer frente a sus gastos, solemos mirar siempre la curva de salarios y en base a ello, se sacan conclusiones: si creció por encima de la inflación, mejora la capacidad adquisitiva; si crece por debajo, entonces hay menos poder de compra. Hasta ahí suelen llegar los análisis. Pero a esto debe agregarse otra pregunta que se hizo algo más recurrente en los últimos años: si pierdo capacidad de compra por mi salario (o por otros ingresos no laborales como programas de asistencia social en determinados hogares), ¿entonces cómo compenso o cubro ese faltante? La primera respuesta es obvia: consumir menos. La segunda es algo más compleja: es identificar las estrategias de los hogares para hacerse de liquidez extra que permitan afrontar la mayor cantidad de bienes y servicios esenciales posible. 

El análisis profundo de los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de INDEC nos permite responder parte de esos interrogantes. Empecemos por el final: los datos muestran que el deterioro del poder adquisitivo de los hogares argentinos en general y posadeños en particular, a partir del hecho de que deben hacer mayores esfuerzos en implementar estas estrategias, que redundan en el corto y mediano plazo en endeudamiento o pérdida de capital propio.

Puntualmente, hay cinco preguntas que la EPH les hace a los hogares en torno a estas estrategias que señalamos. La primera de ellas es: ¿han tenido que gastar lo que tenían ahorrado? Al segundo trimestre del 2025, últimos datos disponibles, el 23,4% de los hogares de Posadas recurrió a esta estrategia, siendo que tres meses atrás (es decir, el 1° trimestre 2025) lo había hecho del 22,3% de los hogares. Peor aún, en el segundo trimestre pero de 2024, era “solo” el 16,0%. Es decir, la cantidad de hogares que usó ahorros en el último año creció casi en un 50% (46% para ser específico), incrementándose en 7,4 puntos porcentuales. 

En el plano regional, Posadas muestra la segunda mayor proporción de esta variable analizada, sólo por detrás de Corrientes donde el 33,5% de los hogares usaron ahorros, aunque la diferencia entre ambos es que mientras que en Posadas creció en 7,4 puntos porcentuales interanual y +1,1 p.p. trimestral, en Corrientes cayó 10,8 p.p. interanual y -5,2 p.p. entre trimestres. 

El promedio regional muestra que el 21,7% de los hogares del NEA usó esta estrategia, fuertemente afectado por bajos niveles en Gran Resistencia (14,8%) y Formosa (11,9%). En este punto, a modo complementario, debe considerarse la posibilidad (principalmente dado por los niveles salarios, de ingresos promedios históricos y de indicadores de pobreza) que las bajas proporciones observadas en los casos chaqueños y formoseños se deban no por una ausencia de necesidad, sino por ausencia de ahorros efectivamente disponibles para usarlos. Esta hipótesis agravaría el caso para esos aglomerados, debido a que si así fuese, hay menos hogares con capacidad de hacer frente a la crisis de ingresos familiares. 

Por su parte, la media nacional muestra que el 35,3% de los hogares argentinos usaron ahorros para poder cubrir sus canastas de consumo, un valor muy inferior a los observados en Posadas.

Vamos a la segunda pregunta: ¿han tenido que pedir préstamos a familiares/amigos? En Posadas, al segundo trimestre 2025, el 4,6% de los hogares respondieron afirmativamente y el dato presenta dos variaciones distintas: por un lado, se reduce frente al dato de igual período de 2024 (fue de 5,0%) pero creció de manera significativa respecto al trimestre anterior (1° del 2025) cuando fue del 3,0%. En este caso, Posadas se ubica en el tercer lugar en el NEA, por debajo de Corrientes (16,3%) y Formosa (6,9%) y por encima del Gran Resistencia (1,9%). El promedio regional marcó 7,3% (traccionado por el caso correntino) por lo que Posadas quedó debajo de esa, mientras que el promedio nacional vuelve a ubicarse muy por encima de los niveles de la región (15,4% con +0,3 puntos trimestral). 

En línea con esa segunda pregunta, viene la tercera: ¿han tenido que pedir préstamos a bancos y/o financieras? En Posadas, la cantidad de hogares que recurrieron a ello casi se duplicó: pasó del 10,7% en el primer trimestre del año al 20,3% en el segundo. Más fuerte aún es la variación si se la compara contra igual período del 2024: en ese momento, solo el 7,2% de los hogares usó ese mecanismo. Esta situación expone la fragilidad del ingreso corriente de las familias posadeñas, que cada vez con mayor frecuencia necesitan endeudarse para afrontar gastos básicos: el crédito, en este contexto, deja de ser una herramienta de progreso (para adquirir bienes durables, por ejemplo) y se transforma en cambio en una especie de salvavidas ante la pérdida del poder adquisitivo. 

A su vez, esto agrava el riesgo de sobreendeudamiento en los hogares de ingresos medios y bajos

Como dato complementario: según datos del BCRA, el otorgamiento de créditos a trabajadores formales de Misiones creció 99% al segundo trimestre 2025 respecto a igual período de 2024, pero el saldo de créditos en mora creció 269%. Esto generó que el porcentaje de crédito en mora sobre el saldo total otorgado pase de 3,1% a 5,8% en la provincia.

En la comparación regional, Posadas presenta la mayor proporción de hogares con uso de crédito bancario o financiero seguido luego por Corrientes (12,7%), mientras que el promedio regional se ubica en solo 10,2% por arrastre del Gran Resistencia y Formosa cuyos valores son muy bajos y es posible que se deba no a falta de necesidad sino a falta de acceso al crédito, ya sea por escasa oferta o por no estar en condiciones de cumplir los requisitos crediticios. A nivel país, el 14,1% recurrió a esta estrategia para poder llegar a fin de mes. 

Como último comentario sobre esta tercera pregunta en particular, vale recordar que las respuestas de la EPH son brindadas directamente por los encuestados y, por lo tanto, pueden estar condicionadas por la interpretación que cada persona haga de la pregunta. ¿Por qué señalar esto? Porque es posible que haya hogares que utilicen, por ejemplo, adelantos de sueldo (una práctica común especialmente entre empleados públicos) que, desde el punto de vista técnico, constituyen préstamos bancarios de muy corto plazo, pero que las personas no perciben como tales. En consecuencia, pueden responder que no recurrieron a créditos con bancos o financieras, cuando en realidad sí lo hicieron.

Vamos a la cuarta pregunta: ¿han tenido que comprar en cuotas o al fiado con tarjeta de crédito o libreta? Bajo el supuesto de que el “fiado con libreta” ya está casi extinto, podemos deducir que esta pregunta apunta directamente al uso de cuotas en tarjeta de crédito para poder hacerse de una mayor cantidad de bienes y aliviar temporalmente la carga a pagar. Hace mucho tiempo viene hablándose de esto como una de las herramientas más usadas por las familias para poder hacerse de la mayor cantidad de bienes y servicios posibles ante la falta de liquidez, pero ¿esto es tan así?

Bueno, los datos muestran que si. En Posadas, el 62,5% de los hogares hizo uso de este mecanismo, creciendo de manera muy fuerte contra el trimestre anterior (era 47,7%) y mucho más contra igual trimestre de 2024 (marcó 39,7%). En el NEA, se posiciona en el segundo lugar por debajo del Gran Resistencia (69,5%) y por encima de Corrientes (47,8%) y Formosa (19,1%). La media regional marcó 53,3% y la nacional 49,9%, por lo que Posadas se ubica por encima de ambas. Este uso de cuotas para compras de bienes básicos tiene una correlación con los niveles de endeudamiento que ya vimos para el apartado de toma de préstamos bancarios: los hogares toman crédito para subsistencia, generando un sobreendeudamiento que no solo altera sus propias dinámicas económicos en el mediano plazo, sino que además corren riesgo de entrar en mora, como ya está ocurriendo. 

Llegamos a la última de las preguntas vinculadas a las estrategias de los hogares, la quinta: ¿Han tenido que vender alguna de sus pertenencias? Esta es, probablemente, una de las estrategias más extremas, porque desnuda la urgencia de liquidez que lleva a las familias a deshacerse de su propio capital para poder afrontar gastos básicos. En Posadas, el 2,7% de los hogares manifestó haber recurrido a este mecanismo, cuando en el trimestre anterior había sido apenas del 0,8%, aunque todavía se mantiene por debajo del segundo trimestre de 2024, cuando alcanzó el 2,9%.

La evolución de estas respuestas refleja, en buena medida, el vaivén del ciclo económico reciente. Del 2,9% registrado en el segundo trimestre de 2024 (el momento más crudo de la recesión) se pasó al 1,5% en el tercero y al 0,7% en el cuarto, períodos en los que comenzó a percibirse cierta estabilidad, con una inflación a la baja y salarios que intentaban recuperar algo de terreno. Sin embargo, hacia 2025, y especialmente en el segundo trimestre, la situación volvió a deteriorarse con fuerza, lo que explica el repunte de esta estrategia y el retorno a niveles similares a los de inicios de 2024.

En el NEA, Posadas quedó por debajo de Corrientes (4,8%) y por encima del Gran Resistencia y Formosa (2,0% en cada caso) al tiempo que la media regional fue de 2,9% y la nacional de 9,4%. Por ende, el aglomerado misionero se ubica por encima de la región aunque bastante lejos de la media nacional.

En conjunto, estos datos pintan una postal de una Posadas donde los hogares están ajustando su economía doméstica por múltiples vías. El uso de ahorros, las compras en cuotas y el aumento del crédito son señales de una tensión que no cede: el ingreso disponible no alcanza para sostener el nivel de gasto corriente, y las familias agotan recursos futuros para sostener el presente. Así, las estrategias de supervivencia económica se convierten en un termómetro más preciso del malestar social que cualquier índice macroeconómico.

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La solvencia misionera: veinte años de desendeudamiento sostenido

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En tiempos en que la discusión sobre las cuentas públicas suele quedar atrapada en el cortoplacismo (el déficit de hoy, la caja de mañana, la asistencia nacional o la emisión monetaria), vale la pena mirar a contraluz aquellos casos provinciales que, sin mucho ruido, han sostenido una conducta fiscal ordenada y previsora. Hace un par de semanas hablamos del equilibrio en las cuentas públicas misioneras: superávit al segundo trimestre con baja expansión del gasto ante un escenario de ingresos débil. Ahora nos toca hablar de algo que, aun a riesgo de ser insistente (o repetitivo) no debe pasarse por alto: la deuda pública. 

Hace varios años se viene destacando el proceso de desendeudamiento misionero, que tuvo momentos altamente complejos sobre finales del 90 y principios de los 2000 y que paulatinamente comenzó a mejorar su perfil para convertirse, en la actualidad, en una de las provincias más desendeudadas del país. 

¿Qué vemos en la actualidad? Con un stock de $76.374 millones al segundo trimestre, el nivel de deuda pública provincial equivale a apenas el 4% de los ingresos totales

En otras palabras, el peso de los compromisos financieros sobre el presupuesto es prácticamente insignificante. Solo a modo de ejercicio, Misiones podría cancelar toda su deuda con un solo mes de coparticipación y aún así le sobraría. Esa es la dimensión del bajo nivel actual de pasivos que tiene la provincia. 

Este dato, lejos de ser un tecnicismo económico, tiene un fuerte contenido político y de administración. Sostener una política de desendeudamiento no es un fin en sí mismo, sino que es una herramienta de autonomía para que cada peso que ingresa a la caja provincial pueda destinarse al desarrollo, a la inversión social o a la infraestructura, y no a cubrir vencimientos. 

Hagamos un breve recorrido histórico. En 2005 (al segundo trimestre, para comparar periodos iguales), la deuda pública misionera era de $2.680 millones a precios de ese entonces. Si lo convertimos a moneda de hoy (pesos constantes de junio 2025), equivaldría a unos $1.620.020 millones. Más fácil: 1,6 Billones de pesos. 

Diez años después, hacia el año 2015, de nuevo, medido a precios actuales, el stock se había reducido a $559.399 millones: una disminución del 65%. Ahora vamos otros diez años más adelante: para 2025, la reducción de la deuda es del 95% contra 2005 y del 86% respecto a 2015. Vale decir, en este marco, que Misiones virtualmente eliminó sus pasivos a partir de una política deliberada de desendeudamiento que se aplicó por décadas: no se trata de pagar lo que se debe, sino de evitar nuevos pasivos que compliquen el perfil de deuda futuro. 

Esa decisión estratégica tiene un valor doble. Por un lado, permitió descomprimir la presión sobre las cuentas corrientes, liberando recursos que antes se destinaban al pago de intereses. Por otro, construyó una reputación de solvencia y previsibilidad que se volvió un activo en sí mismo. Las provincias que demostraron disciplina fiscal son las que hoy pueden acceder con mayor facilidad y menor costo a los mercados de crédito, cuando lo necesitan. Incluso, Misiones hoy tiene un muy buen perfil crediticio que no usa, pero que podría hacerlo si las condiciones lo ameritan. En un contexto donde varias provincias están saliendo a colocar deuda en el mercado local (y algunas mirando también el internacional) si Misiones quisiera ir por ese camino encontraría condiciones muy favorables respecto a otros subnacionales. Hoy, la decisión es no hacerlo o hacerlo únicamente para obras de infraestructura que demandan una inversión importante, como la energía eléctrica. 

El contraste con otras jurisdicciones del país es evidente. Mientras muchas provincias, incluso algunas con economías más diversificadas o con mayor tamaño relativo, cargan con niveles de deuda que limitan su margen de maniobra. Incluso en el NEA, la diferencia de Misiones respecto a Chaco es muy fuerte y eso traduce en capacidad de acción: cada seis meses, Chaco debe hacer malabares financieros para cumplir sus vencimientos, incluso a costa de recortar gastos sensibles a la ciudadanía, quitándole, aunque sea temporalmente, autonomía de gestión. 

En el contexto macroeconómico argentino, donde la volatilidad de los ingresos provinciales, la inestabilidad macro persistente y las tensiones cambiarias suelen condicionar severamente a las finanzas subnacionales, sostener un perfil de deuda tan bajo no es solo una buena práctica, es casi una excepción virtuosa. 

La característica del perfil de deuda misionero no solo se da por bajo stock y descensos significativos: también en su composición. Apenas el 16% del total de la deuda provincial está nominada en moneda extranjera con un plus: esa deuda nómina en dólares, se paga en pesos. Se trata de una proporción bajísima en comparación con la mayoría de las jurisdicciones del país (promedio nacional por encima del 60%). Esto significa que el riesgo cambiario, uno de los principales factores de vulnerabilidad en la Argentina, prácticamente no afecta al balance financiero provincial.

La importancia de este punto es enorme. En un país donde los ciclos de devaluación son recurrentes y donde la volatilidad del tipo de cambio puede alterar de un día para otro el valor de los compromisos en dólares (ver sino el caso de diciembre 2023, cuando muchas provincias vieron saltar abruptamente sus niveles de deuda tras la devaluación de ese mes), haber optado por endeudarse poco y en pesos fue una decisión estratégica de largo plazo. Es una política de blindaje, de previsión, que evita que la provincia quede expuesta a los vaivenes externos o a shocks financieros globales.

El desafío hacia adelante será mantener esta senda en un contexto nacional incierto. Pero la experiencia de las últimas dos décadas muestra que, cuando la responsabilidad fiscal se vuelve política de Estado, las crisis externas golpean menos y las oportunidades se aprovechan mejor. Misiones es, en ese sentido, una muestra de cómo la prudencia puede ser una forma de fortaleza o escudo ante las crisis.

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¿Cómo llega la economía a la elección?

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Este domingo 26 de octubre la Argentina irá nuevamente a las urnas en una elección de medio término que puede reconfigurar el escenario político nacional y también el rumbo económico. No solo habrá disputas por bancas (claves para lo que se viene, tanto de un lado como de otro), sino que será un plebiscito sobre el rumbo del Gobierno. 

Lo que suceda este domingo determinará cuánta capacidad tendrá del oficialismo para sostener su agenda económica en un contexto de tensiones crecientes, o por el contrario, que tanta fuerza podrá sumar la oposición para imponer en el Congreso una agenda propia.

La elección llega con una economía real golpeada. Pese a los esfuerzos oficiales por mostrar señales de estabilización, la actividad sigue débil, el consumo no repunta, la inflación baja no trajo recomposición de ingresos y la inversión privada continúa sin aparecer de manera significativa. 

Los datos, en algunos indicadores puntuales, pueden ofrecer matices pero el escenario generalizado es de desgaste. A su vez, el frente financiero (quizás, el que mejor resultado mostró durante casi todo el 2024) está marcado con un grado de incertidumbre muy elevado debido, en parte, a la altísima carga política que el propio Gobierno se le puso a esta elección de medio término, estrategia que, según cómo sea el resultado, podrá ser su impulsor o su ancla.

¿Cuáles son los puntos centrales de evaluación de la economía en esta instancia? Uno de los principales tiene que ver con la actividad económica: según el gobierno nacional, la “economía crece como pedo de buzo”, cita textual del presidente Javier Milei. 

Parafraseando a Chequeado, esto es “engañoso” y vamos a mirar dos indicadores para ello. En primer lugar, el PBI. El último dato disponible muestra que el producto nacional creció al segundo trimestre de 2025, un 6,3% interanual, pero debe aclararse que la base comparativa estaba en el piso. Es válida la “celebración”, por decirlo de algún modo, de esa suba, pero tiene que ser contextualizada necesariamente. Sin embargo, si vemos la evolución trimestral desestacionalizada, ese mismo segundo trimestre de este año presentó caída contra el primero de -0,1%. Esto se venía advirtiendo desde antes de conocerse los datos: entre abril y junio, la actividad se había amesetado y terminó en rojo, dando señales de agotamiento. 

Esto se reconfirma con el segundo indicador: el EMAE. El Estimador Mensual de Actividad Económica que elabora el INDEC como un proxy del PIB adelantado. Entre mayo y diciembre de 2024, creció de manera sostenida; pero en este 2025, se planchó. Entre enero y agosto, solo creció en tres meses y cayó en los otros cinco y de esas, tres fueron consecutivas (de mayo a julio). Actualmente la actividad está 0,6% por debajo de los niveles de diciembre de 2024 y con perspectivas negativas para los datos de septiembre y octubre producto de la volatilidad cambiaria y el crecimiento de la incertidumbre, que golpeó fuertemente a la economía real. 

A esto debe agregarse necesariamente un dato central: la heterogeneidad dentro de la actividad económica. Según el último EMAE, a nivel interanual se observó una suba del 2,4%, pero apoyado en la intermediación financiera (+26,5%) y la minería (+9,3%), dos sectores que poco dinamizan las cadenas económicas y tienen una escasa participación en el empleo. En cambio, el comercio y la industria manufacturera fueron los dos sectores con mayor caída (-1,7% y -5,1% respectivamente). Ambos sectores son los más empleadores de la Argentina (concentran el 40% del empleo registrado en el sector privado) pero además son altos dinamizadores de la actividad. Entonces, las mejoras que puedan observarse en materia de actividad económica están atadas a sectores que son importantes, pero que no “derraman” en calidad de vida, en creación de empleo ni en factores de desarrollo nacional. 

En resumen: la economía mostró una dinámica de recuperación en 2024 pero se planchó en 2025, llegando a esta elección con perspectivas negativas e incluso con potencial riesgo de volver a entrar en recesión técnica. 

En esa misma línea, y retomando sobre la cuestión de sectores más relevantes de la economía, otros dos indicadores que mide el INDEC permiten retratar el fuerte golpe sobre los sectores productivos: el Indicador de la Construcción (ISAC) está en la actualidad -20,8% comparado con el nivel previo al cambio de gobierno; por su parte, el de producción Industrial (IPI Manufacturero) se ubica -3,9%. 

Vamos ahora para el lado del consumo: las ventas en supermercados a nivel nacional arrastran cinco meses consecutivos de descensos mensuales, mientras que hay una suba en la variación interanual apoyada de manera casi exclusiva en el piso con el que se compara; aun con ello, la suba año/año se desacelera cada vez más. En comparación con noviembre de 2023, mes previo al cambio de gobierno, este indicador está 10% por debajo en la actualidad, graficando el fuerte retraso en términos de acceso al consumo. Peor aún, al analizar los rubros dentro de este indicador, los más golpeados siguen siendo los más esenciales, evidenciando así que la merma del consumo afecta en mayor medida a los hogares de ingresos más bajos

Otro rubro de consumo, como Autoservicios mayoristas, lo pasa aún peor: está 20,9% por debajo en la era Milei. Para completar, otro dato que es importante para analizar son las ventas minoristas relevadas por CAME: llevan seis meses consecutivos con descensos mensuales y ya están -27,3% durante la era Milei, un golpe durísimo para las pymes que ven que todas las mejoras publicitadas no llegan. 

Y no, no es cierto que ahora “todo se vende online”. Sí, la venta online creció de manera muy fuerte, pero para nada se trata de un fenómeno que vino a reemplazar a los otros canales de venta. La crisis del consumo masivo y esencial es evidente, más allá de que se pretenda deslegitimarla. 

¿Cómo se llegó a esta crisis de consumo? Por menor empleo y por menores ingresos. El empleo registrado en el sector privado muestra una caída del 2,0% entre julio de 2025 y noviembre de 2023, equivalente a la pérdida de 127 mil puestos de trabajo formales; a su vez, el empleo registrado en el sector público cae 1,7% (58 mil empleos menos). A su vez, la tasa de empleo descendió en 1,3 puntos porcentuales entre el segundo trimestre 2025 y el cuarto trimestre del 2023, al tiempo que en ese mismo período la tasa de desocupación creció en 1,9 puntos. El salario del sector privado, según el INDEC, a julio se ubicó -0,3% contra noviembre de 2023, pero en el sector público el salario cayó 14,0% real. Dentro de este segmento, los trabajadores públicos del sector nacional registraron una caída del 32,8% de sus salarios, mientras que en el sector público provincial (consolidado de todas las provincias) cayó en 6,2%. 

En ese contexto, ¿Cuáles son las dos banderas principales que muestra el gobierno como “victorias”? La primera es la inflación, cuya desaceleración sostenida, aun con ciertas volatilidades en el último tiempo, se presenta indudablemente como el gran éxito del gobierno alineado con sus compromisos de campaña electoral allá por 2023. Pero así como es cierto que se logró contener la inflación, no menos cierto es que eso se logró, en parte, mediante un importante ajuste del gasto y retracción de la actividad de principios del 2024 que actuaron como anclas, provocando muchos de los resultados que vimos anteriormente. 

La segunda es la baja de la pobreza. Estadísticamente, es innegable la mejora. ¿Representativa? Quizás no tanto, principalmente por el desacople metodológico. Pero para discutir esto con seriedad debemos hacernos muchas preguntas cuyas respuestas no son tan claras. La más relevante, a criterio personal, es ¿qué entendemos por pobreza? Aunque parezca obvia la respuesta, no lo es en materia estadística, principalmente en un país como el nuestro con marcadas volatilidades y crisis frecuente que obliga (o mejor dicho, debería obligar) a practicar ajustes sistemáticos a los modos de medición.

En definitiva, la economía argentina llega a esta elección en una situación frágil a la vez que contradictoria. Tras un 2024 de relativa (y heterogénea) recuperación, el 2025 mostró un freno claro: la actividad se estancó, el consumo siguió debilitándose, el empleo retrocede y los ingresos reales no lograron recomponerse. Si bien la inflación bajó y eso constituye un logro relevante, el costo social y productivo del ajuste fue alto, con una economía real que no termina de reaccionar. Así, la economía llega exhausta, sin motores internos claros de crecimiento. El post-elección será clave para entender el camino que se viene y, por ende, los nuevos desafíos que enfrentará el país.

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Superávit fiscal y cuidado del gasto sensible: los resultados financieros de Misiones

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En tiempos donde el equilibrio fiscal parece haberse convertido en una bandera casi excluyente del discurso económico nacional, vale la pena detenerse a observar con más detalle las distintas maneras en que se puede alcanzar ese resultado. No todo superávit es igual ni tiene las mismas consecuencias. 

Misiones ofrece un caso particular: la provincia ha logrado sostener sus cuentas ordenadas sin apelar a un ajuste que duela.

Recientemente, la Subsecretaría de Coordinación Fiscal Provincial de la Nación dio a conocer los datos de las cuentas públicas de las provincias, donde se observan resultados diferentes en los distritos, ya que a diferencia de lo que observado el año pasado, hay varias que han caída en déficit mientras que otro tanto conserva sus superávits, aunque dentro de este grupo hay mucho por analizar también respecto a cuál fue el camino tomado para lograr esos resultados. 

En primer lugar, si vemos la situación a nivel nacional, el Gobierno exhibe con insistencia los resultados de las cuentas públicas, mostrando un superávit que, si bien representa un cambio de signo relevante frente a años de déficit, se apoya fuertemente en los dos elementos que tanto festejan: motosierra y licuadora, que provocaron caída de las jubilaciones y salarios en términos reales, el freno total de la obra pública y la transferencia del peso del ajuste a provincias y sectores productivos. Entonces, ese “orden fiscal”, en los hechos, se sostiene sobre un profundo deterioro de la actividad económica y del bienestar social.

Por el otro lado tenemos a las provincias: durante el 2024 se encaró un severo ajuste del gasto público mientras que en 2025 se intentó comenzar a recomponer el mismo, aunque con una crisis de ingresos muy significativa, principalmente por que los recursos de origen tributario no repuntan (ante una actividad económica que no levanta cabeza) y por que no hay asistencia nacional. 

En ese marco, sobre un total de 22 distritos relevados (no hay datos aún de Neuquén ni de La Pampa), hay nueve que cerraron el primer semestre del año con déficit tanto primario como financiero

En el costado opuesto, hay otras trece provincias que sostuvieron sus resultados fiscales positivos. 

¿Cómo se posicionó Misiones? La provincia transitó un camino similar al de la Nación desde el punto de vista del resultado: tuvo superávit; pero tomó otro sendero para llegar a él: lo hizo dentro de un esquema que preserva el rol activo del Estado en la economía

Tiene un orden fiscal basado más en la eficiencia que en el ajuste. Vamos a los números. 

Lo que primera se destaca es que, ante un avance muy leve de los recursos, el gasto fue prudente: los ingresos de la provincia, que totalizaron $ 1,75 billones, crecieron apenas en 2,5% real; por su parte el gasto total, que fue por $ 1,74 billones, creció al 6,5%. Si el gasto creció más que los ingresos, ¿por qué hablamos de prudencia? Porque en la mayoría de las provincias, los recursos se movieron similares a Misiones, pero el gasto se expandió en doble dígito. ¿Esto significa que Misiones ajustó? No necesariamente. 

El gasto en personal (salarios públicos) creció al 22,9% real interanual; mientras que las Prestaciones de la Seguridad Social lo hicieron en +33,5% real. Por ende, dos de las cuestiones más sensibles del gasto tuvieron un desempeño positivo que impacta en el territorio. Además, reforzó el apoyo al sector privado, con alzas en las transferencias. Otro punto clave. 

En cambio, otros rubros menores estuvieron más contenidos, permitiendo así que la mayor parte del gasto, y el esfuerzo presupuestario por expandirlo, se concentre en las áreas que más aportan al desarrollo local. A la par, el gasto por servicios de deuda pública sigue en niveles bajos: apenas el 0,4%, ratificando el importante proceso de desendeudamiento que encara la provincia.

¿Cómo quedó el resultado fiscal misionero? Tuvo un superávit primario por $ 18.211 millones que representa el 1,0% de los ingresos totales y un superávit financiero por $ 12.084 millones equivalente al 0,7% de sus ingresos. Cabe señalar que dichos ratios de superávit respecto a los ingresos son algo menores que los que se observan en otros puntos del país, pero aquí viene una clave: el equilibrio se mantuvo eficientizando el gasto de manera de aplicar cada peso disponible en las áreas más importantes de la gestión económica

Entonces, la ecuación cierra así: ni déficit por expansión ineficiente del gasto ni superávit holgado a costa de ajustar sobre la población. Equilibrio justo para estos tiempos. Así, la disciplina fiscal no se choca con la inversión social, como sí ocurre a nivel nacional. 

El superávit, en este marco, no es el fin en sí mismo sino la condición que permite sostener políticas activas sin depender del endeudamiento o de la discrecionalidad de la Nación. 

Podemos hablar entonces de una gestión con austeridad inteligente: prioriza el equilibrio sin renunciar al desarrollo. 

En este contexto, Misiones presenta el mejor resultado fiscal de la región del NEA, con un superávit levemente mejor que el de Formosa y diferenciándose fuertemente de Chaco y Corrientes que cerraron con significativos déficits fiscales

Cabe comparar la situación con la vecina Corrientes: mientras que los ingresos crecieron con debilidad en ambas provincias, Misiones sostuvo una gestión eficiente al incrementar el gasto en solo 6,3%, pero Corrientes lo hizo en +27,4%. Las prestaciones de la seguridad social correntina crecieron por debajo de la misionera y, además, la política salarial acumulada del año mostró caídas en Corrientes y alzas en Misiones

Otro punto clave es notar que el apoyo al sector privado en Misiones concentra el 14,9% del gasto total, mientras que en Corrientes lo hace apenas en 5,2%.

Aun con esto, Corrientes terminó el período con un déficit financiero de $73.198 millones, equivalente al 5,1% de sus ingresos. Posiblemente, el gasto electoral explique gran parte de este desbarajuste de las cuentas públicas correntinas.

La estabilidad fiscal provincial, alcanzada con herramientas propias y en un entorno macroeconómico adverso, consolida la previsibilidad como rasgo distintivo del modelo económico misionero. Esto no solo fortalece la gestión pública, sino que también genera incentivos a la actividad privada, clave para alcanzar grados de desarrollo superiores. 

Por todo esto, entendemos que la experiencia misionera aporta una enseñanza clave al debate nacional: el equilibrio fiscal no debe medirse solo por el resultado numérico, que es muy importante, sino por el modo en que se logra y por las consecuencias que deja. Gestión, tan simple (y no) como eso.

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Misiones crece al estilo Misiones: top tres de la Argentina

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Durante los últimos días, tomó relevancia en la agenda pública provincial un informe que elaboró la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), que analizó el desempeño de las 24 jurisdicciones del país entre los años 2011 y 2022 tomando la evolución del Valor Agregado Bruto (VAB) provincial como indicador clave para medir el tamaño (y los desempeños) de las economías provinciales. 

En ese informe, resaltó, entre otras cosas, el buen desempeño misionero en ese período, mostrando un crecimiento de 17,1% la mayor expansión en el NEA. 

La publicación de la BCR se basa en los datos que elabora la Cepal, que mide año a año el VAB de las provincias y difunde la información con un año de rezago: es decir, a finales de este 2025 tendremos los datos de 2024. Pero mientras el informe de la BCR toma como punta el año 2022, los datos de 2023 ya están disponibles. Ante ello, haremos una nueva evaluación de cómo varió y cómo evolucionó la economía misionera no entre 2011 y 2022, si no ya entre 2011 y 2023. Es decir, le agregamos un año más al análisis. 

En primer lugar, cabe destacar un punto de inicio transcendental: ¿para qué medimos y analizamos el VAB? Esto es una de las formas más concretas de entender cómo cambia una economía, considerando por supuesto ciertos ciclos coyunturales (que se dan mucho en la Argentina) pero sobre todo para ver la foto de largo plazo. 

A diferencia de los datos de empleo o de recaudación, que suelen mostrar solo los efectos más visibles de las crisis o expansiones, el VAB permite observar qué sectores realmente sostienen el crecimiento, cuáles se estancan y, sobre todo, cómo se transforma la estructura productiva de una provincia. 

En este punto, Misiones exhibe resultados que muestran con claridad que tiene una economía que creció considerablemente en el período  2011–2023 y que tuvo razones de crecimiento en un perfil más urbano, de mayor valor de los servicios y con un rol estatal más fuerte en la generación de valor.

Empezamos por el dato global: el VAB misionero entre 2011 y 2023 creció en un 15%, constituyendo así en la provincia con el mayor crecimiento de su economía de la región del NEA y la tercera en todo el país, únicamente superada por Neuquén (+72,3%) y Jujuy (28,6%)

Cabe recordar que en la publicación del BCR hasta el 2022, Misiones se posicionaba cuarta en el país, por lo que subió un escalón al medirlo hasta 2023 (superando a Santiago de Estero que cayó al séptimo lugar del ranking). Por ende, se observa de inicio que el rol de la economía misionera está entre las mejores de todo el país en el período analizado, no solo con distancia respecto a otras provincias de la región (como Corrientes y Chaco que crecen al 10,5% y 2,7% respectivamente) sino incluso con provincias con relativo grado de desarrollo mayor como Mendoza, Buenos Aires o Córdoba, e incluso la CABA, que presentaron caídas en este tramo de análisis. 

¿Qué hay detrás de esta expansión? A priori, puede identificar una reconfiguración considerable del mapa productivo provincial. Algunos sectores tradicionales, que mantienen su importancia, contrajeron su participación en términos relativos pero otros irrumpieron con fuerza. Veamos los casos más resonantes.

La Industria Manufacturera se sostiene como el sector de mayor presencia en el VAB misionero: concentró en 2023 el 18,6% del total, aunque decreció en su participación respecto a 2011 cuando era del 21,8% y tuvo una evolución punta a punta de -1,8%. Aun con esa baja, lidera con amplitud el espectro económico provincial. Hacia dentro, la Fabricación de papel y de productos de papel explica el 41,5% del VAB industrial misionero y presentó un alza del 7,6% respecto a 2011; la Elaboración de productos alimenticios y bebidas se ubica en segundo lugar en el producto industrial explicando el 24,8% del total y también mostró un alza que fue del 19,6%. Es decir, las dos principales actividades industriales, ligadas fuertemente a las tres grandes fortalezas naturales de Misiones (madera, yerba y té), que explican el 66% del producto industrial, crecen en conjunto un 11,8% en el período analizado

Por el contrario, hay sectores que contrajeron su actividad, explicado en parte por las crisis recurrentes del país que afectan esos rubros en particular como ser la fabricación de muebles, productos de madera y textiles, entre otros. 

Pero por fuera de los sectores tradicionales de la industria misionera, hay otros que exhiben un grado de desarrollo muy relevante: pueden citarse, en otros, la fabricación de minerales no metálicos (+34,7%), la reparación de maquinaria (+33,4%) y la fabricación de sustancias químicas (+2,7%), entre otros. 

En este punto, la diferencia que muestra Misiones respecto a otras provincias de la región es de gran importancia: por caso, en Corrientes la Industria representa apenas el 8,4% de su economía y tuvo una caída en los últimos años (-1,9%), aunque con menor fortaleza del sector por contar con una participación considerablemente menor

Para comparar: medido a precios constantes de 2004 (método usado por Cepal), la Industria misionera es 123% mayor a la correntina.

El Comercio se posiciona como el segundo sector de mayor incidencia en el VAB de Misiones: concentra el 13,6% del total, aunque decreció respecto a 2011 cuando era del 14,7%. Esta baja en su nivel de participación se da pese a que, entre 2011 y 2023, el sector creció 6,4%. La baja se explica, entonces, porque otros sectores crecieron con mayor dinamismo, pero no por ello se desmerece el importante avance comercial de los últimos años; por el contrario, esa evolución refleja tanto la expansión del consumo interno y del empleo urbano con una dinámica comercial propia de una economía de alta circulación de bienes y servicios. 

El sector de la Enseñanza se posiciona en tercer lugar: explica el 10,6% del VAB misionero en 2023, cuando en 2011 era del 7,7%. Este salto en su nivel de participación se apoya en un incremento fenomenal del 59,5%, que se explica principalmente por la expansión de la enseñanza privada (+115,7%), que evidencia la fuerte ampliación de la oferta educativa de diferentes niveles: no solo escolar, también complementarios como idiomas, gimnasia, etc., que fortalece la posición misionera como polo educativo en la región. 

El sector de Transporte y Comunicaciones es otro que mostró desempeños muy positivos: creció 22,7% y pasó de representar el 8,5% del VAB misionero en 2011 al 9,0% en 2023, apoyado sobre todo en el rubro de las comunicaciones ante mayor demanda de servicios. 

En contraste, sectores productivos clásicos como la agricultura y la construcción muestran retrocesos. El agro (incluyendo agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca) tuvo una caída del 18,9% en su VAB respecto de 2011, reduciendo su participación del 7,7% al 5,4%. 

La construcción, por su parte, sufrió un descenso del 28,2%, con una pérdida de más de tres puntos porcentuales en su peso relativo (de 7,3% a 4,5%). Ambos casos reflejan la dificultad de sostener un ritmo de expansión en actividades fuertemente afectadas por la volatilidad macroeconómica, los costos internos y la pérdida de competitividad frente a otros sectores.

En cambio, algunos rubros asociados a la modernización de la estructura urbana tuvieron un fuerte impulso

El sector energético y de agua se expandió en 71,3% (y +2,1 puntos en participación sobre el total) lo que puede vincularse a la inversión pública en infraestructura y a la mejora en redes y servicios esenciales, mientras que los restaurantes y hoteles crecieron en 35,6% (y +0,5 puntos de participación) mostrando el avance sostenido de la actividad turística y si bien su peso total dentro del PBG sigue siendo modesto (3%) es un indicador de diversificación económica en marcha.

Estas cifras ponen de manifiesto un rasgo clave: buena parte del crecimiento económico misionero en los últimos doce años se explica, principalmente, por actividades de servicios mientras que los sectores productivos tradicionales como el agro, la industria y construcción mostraron estancamiento o retroceso. 

Un punto central que no debe dejar de analizarse es el rol del Estado dentro de esta transformación

El sector “Administración Pública” creció 49% entre 2011 y 2023, con un aumento de su participación de 6,1% a 7,9% del total del VAB provincial. 

Esta expansión del Estado como generador de valor refleja un papel activo del sector público como garante de estabilidad económica y social, especialmente en contextos de crisis o recesión. Al mismo tiempo, la ampliación de servicios públicos en materia de salud y educación representa una inversión en capital humano e integración territorial fundamentales. Se trata, en definitiva, de un Estado activo dentro de la economía, no como freno al desarrollo, sino como componente estructural del modelo de crecimiento misionero.

En definitiva, los datos del VAB muestran que Misiones consolidó un proceso de crecimiento sostenido en los últimos doce años, apoyado más en la expansión de los servicios que en los sectores tradicionales, aunque estos aún son fundamentales (e imprescindibles, en algunos casos) en la economía misionera.  Esta transformación refleja una economía que se urbaniza, diversifica y apuesta por el capital humano como eje de desarrollo, con una fuerte impronta estatal y un dinamismo privado adaptado a las nuevas demandas. El desafío hacia adelante será mantener ese sendero de crecimiento equilibrando la expansión de los servicios con un impulso más vigoroso al sector productivo, garantizando que la estructura económica misionera combine inclusión, innovación y sostenibilidad.

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