¿Cómo llega la economía a la elección?

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Este domingo 26 de octubre la Argentina irá nuevamente a las urnas en una elección de medio término que puede reconfigurar el escenario político nacional y también el rumbo económico. No solo habrá disputas por bancas (claves para lo que se viene, tanto de un lado como de otro), sino que será un plebiscito sobre el rumbo del Gobierno. 

Lo que suceda este domingo determinará cuánta capacidad tendrá del oficialismo para sostener su agenda económica en un contexto de tensiones crecientes, o por el contrario, que tanta fuerza podrá sumar la oposición para imponer en el Congreso una agenda propia.

La elección llega con una economía real golpeada. Pese a los esfuerzos oficiales por mostrar señales de estabilización, la actividad sigue débil, el consumo no repunta, la inflación baja no trajo recomposición de ingresos y la inversión privada continúa sin aparecer de manera significativa. 

Los datos, en algunos indicadores puntuales, pueden ofrecer matices pero el escenario generalizado es de desgaste. A su vez, el frente financiero (quizás, el que mejor resultado mostró durante casi todo el 2024) está marcado con un grado de incertidumbre muy elevado debido, en parte, a la altísima carga política que el propio Gobierno se le puso a esta elección de medio término, estrategia que, según cómo sea el resultado, podrá ser su impulsor o su ancla.

¿Cuáles son los puntos centrales de evaluación de la economía en esta instancia? Uno de los principales tiene que ver con la actividad económica: según el gobierno nacional, la “economía crece como pedo de buzo”, cita textual del presidente Javier Milei. 

Parafraseando a Chequeado, esto es “engañoso” y vamos a mirar dos indicadores para ello. En primer lugar, el PBI. El último dato disponible muestra que el producto nacional creció al segundo trimestre de 2025, un 6,3% interanual, pero debe aclararse que la base comparativa estaba en el piso. Es válida la “celebración”, por decirlo de algún modo, de esa suba, pero tiene que ser contextualizada necesariamente. Sin embargo, si vemos la evolución trimestral desestacionalizada, ese mismo segundo trimestre de este año presentó caída contra el primero de -0,1%. Esto se venía advirtiendo desde antes de conocerse los datos: entre abril y junio, la actividad se había amesetado y terminó en rojo, dando señales de agotamiento. 

Esto se reconfirma con el segundo indicador: el EMAE. El Estimador Mensual de Actividad Económica que elabora el INDEC como un proxy del PIB adelantado. Entre mayo y diciembre de 2024, creció de manera sostenida; pero en este 2025, se planchó. Entre enero y agosto, solo creció en tres meses y cayó en los otros cinco y de esas, tres fueron consecutivas (de mayo a julio). Actualmente la actividad está 0,6% por debajo de los niveles de diciembre de 2024 y con perspectivas negativas para los datos de septiembre y octubre producto de la volatilidad cambiaria y el crecimiento de la incertidumbre, que golpeó fuertemente a la economía real. 

A esto debe agregarse necesariamente un dato central: la heterogeneidad dentro de la actividad económica. Según el último EMAE, a nivel interanual se observó una suba del 2,4%, pero apoyado en la intermediación financiera (+26,5%) y la minería (+9,3%), dos sectores que poco dinamizan las cadenas económicas y tienen una escasa participación en el empleo. En cambio, el comercio y la industria manufacturera fueron los dos sectores con mayor caída (-1,7% y -5,1% respectivamente). Ambos sectores son los más empleadores de la Argentina (concentran el 40% del empleo registrado en el sector privado) pero además son altos dinamizadores de la actividad. Entonces, las mejoras que puedan observarse en materia de actividad económica están atadas a sectores que son importantes, pero que no “derraman” en calidad de vida, en creación de empleo ni en factores de desarrollo nacional. 

En resumen: la economía mostró una dinámica de recuperación en 2024 pero se planchó en 2025, llegando a esta elección con perspectivas negativas e incluso con potencial riesgo de volver a entrar en recesión técnica. 

En esa misma línea, y retomando sobre la cuestión de sectores más relevantes de la economía, otros dos indicadores que mide el INDEC permiten retratar el fuerte golpe sobre los sectores productivos: el Indicador de la Construcción (ISAC) está en la actualidad -20,8% comparado con el nivel previo al cambio de gobierno; por su parte, el de producción Industrial (IPI Manufacturero) se ubica -3,9%. 

Vamos ahora para el lado del consumo: las ventas en supermercados a nivel nacional arrastran cinco meses consecutivos de descensos mensuales, mientras que hay una suba en la variación interanual apoyada de manera casi exclusiva en el piso con el que se compara; aun con ello, la suba año/año se desacelera cada vez más. En comparación con noviembre de 2023, mes previo al cambio de gobierno, este indicador está 10% por debajo en la actualidad, graficando el fuerte retraso en términos de acceso al consumo. Peor aún, al analizar los rubros dentro de este indicador, los más golpeados siguen siendo los más esenciales, evidenciando así que la merma del consumo afecta en mayor medida a los hogares de ingresos más bajos

Otro rubro de consumo, como Autoservicios mayoristas, lo pasa aún peor: está 20,9% por debajo en la era Milei. Para completar, otro dato que es importante para analizar son las ventas minoristas relevadas por CAME: llevan seis meses consecutivos con descensos mensuales y ya están -27,3% durante la era Milei, un golpe durísimo para las pymes que ven que todas las mejoras publicitadas no llegan. 

Y no, no es cierto que ahora “todo se vende online”. Sí, la venta online creció de manera muy fuerte, pero para nada se trata de un fenómeno que vino a reemplazar a los otros canales de venta. La crisis del consumo masivo y esencial es evidente, más allá de que se pretenda deslegitimarla. 

¿Cómo se llegó a esta crisis de consumo? Por menor empleo y por menores ingresos. El empleo registrado en el sector privado muestra una caída del 2,0% entre julio de 2025 y noviembre de 2023, equivalente a la pérdida de 127 mil puestos de trabajo formales; a su vez, el empleo registrado en el sector público cae 1,7% (58 mil empleos menos). A su vez, la tasa de empleo descendió en 1,3 puntos porcentuales entre el segundo trimestre 2025 y el cuarto trimestre del 2023, al tiempo que en ese mismo período la tasa de desocupación creció en 1,9 puntos. El salario del sector privado, según el INDEC, a julio se ubicó -0,3% contra noviembre de 2023, pero en el sector público el salario cayó 14,0% real. Dentro de este segmento, los trabajadores públicos del sector nacional registraron una caída del 32,8% de sus salarios, mientras que en el sector público provincial (consolidado de todas las provincias) cayó en 6,2%. 

En ese contexto, ¿Cuáles son las dos banderas principales que muestra el gobierno como “victorias”? La primera es la inflación, cuya desaceleración sostenida, aun con ciertas volatilidades en el último tiempo, se presenta indudablemente como el gran éxito del gobierno alineado con sus compromisos de campaña electoral allá por 2023. Pero así como es cierto que se logró contener la inflación, no menos cierto es que eso se logró, en parte, mediante un importante ajuste del gasto y retracción de la actividad de principios del 2024 que actuaron como anclas, provocando muchos de los resultados que vimos anteriormente. 

La segunda es la baja de la pobreza. Estadísticamente, es innegable la mejora. ¿Representativa? Quizás no tanto, principalmente por el desacople metodológico. Pero para discutir esto con seriedad debemos hacernos muchas preguntas cuyas respuestas no son tan claras. La más relevante, a criterio personal, es ¿qué entendemos por pobreza? Aunque parezca obvia la respuesta, no lo es en materia estadística, principalmente en un país como el nuestro con marcadas volatilidades y crisis frecuente que obliga (o mejor dicho, debería obligar) a practicar ajustes sistemáticos a los modos de medición.

En definitiva, la economía argentina llega a esta elección en una situación frágil a la vez que contradictoria. Tras un 2024 de relativa (y heterogénea) recuperación, el 2025 mostró un freno claro: la actividad se estancó, el consumo siguió debilitándose, el empleo retrocede y los ingresos reales no lograron recomponerse. Si bien la inflación bajó y eso constituye un logro relevante, el costo social y productivo del ajuste fue alto, con una economía real que no termina de reaccionar. Así, la economía llega exhausta, sin motores internos claros de crecimiento. El post-elección será clave para entender el camino que se viene y, por ende, los nuevos desafíos que enfrentará el país.

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