El acuerdo con el FMI
El Acuerdo con el FMI establece metas exigentes en lo fiscal y en acumulación de reservas que son necesarias para blindar el programa. En un contexto internacional desafiante, sería prudente acumular reservas y evitar una apreciación del tipo de cambio real, que tiene riesgo de no ser sostenible en el mediano plazo.
El acuerdo firmado entre la Argentina y el FMI sorprendió favorablemente, tanto por el monto del programa (US$ 20.000 millones), como porque el 75% de ese total se recibiría dentro del primer año. Junto con el aporte de otros organismos internacionales, eso blinda al techo de la banda cambiaria porque el mercado sabe que el BCRA tiene munición suficiente para evitar que pase de ese nivel y, dado eso, antes de que toque el techo habrá incentivos para que inversores que apuesten al carry trade ingresen divisas para hacerse de pesos que rendirían más que el 1% de depreciación mensual, que pasa a ser relevante en caso de que se llegue a tocar tal techo.
El Reporte de país del FMI publicado en abril de 2025 contiene los detalles del acuerdo entre ese organismo y la Argentina, que incluye las metas acordadas (fiscal, monetaria y de acumulación de reservas internacionales) y proyecciones.
El balance fiscal primario del gobierno nacional puede reducirse a 1.3% del PIB este año respecto del 1.8% registrado en 2024, pero luego debe aumentar hasta alcanzar un mínimo de 2.5% del PIB de 2027 en adelante. A nivel de las provincias también se proyecta una mejora de alrededor de medio punto del PIB, con lo cual el balance consolidado se aproximaría a los 4 puntos del PIB.
La mejora fiscal prevista a mediano plazo se lograría con una modesta rebaja del gasto primario nacional y por una mejora en los ingresos, ambos medidos como porcentaje del PIB. En los egresos, el aumento previsto en las jubilaciones es compensado con una reducción de subsidios que se focalizarían en las familias más pobres. Respecto de los ingresos, los impuestos distorsivos a reemplazar son retenciones e impuesto a las transacciones financieras entre los recaudados por la Nación (que aportan alrededor de 3% del PIB de recaudación) e ingresos brutos a nivel provincial (algo más de 4% del PIB de ingresos propios de las 24 provincias).
Los impuestos menos malos que recauda la Nación se comparten con las provincias. Ello hace cuesta arriba el reemplazo de los dos mencionados porque casi todos los ingresos acrecen al gobierno nacional. El crecimiento económico aporta algo de espacio y también se espera algún plus por mejoras en la administración tributaria. Pero también en el reporte del FMI se esbozan algunos lineamientos de una reforma tributaria que ayude a compensar la pérdida de ingresos que se produciría si se eliminan esos dos gravámenes: ampliación de la base del impuesto a las ganancias de las empresas, un régimen de monotributo menos generoso que el actual y reducción de gastos tributarios que son muchos, pero sólo se menciona una armonización de las tasas del IVA y acotar los beneficios del régimen de Tierra del Fuego.
En definitiva, las proyecciones del equipo técnico del FMI suponen que se mantienen los logros fiscales con una reducción del gasto primario consolidado de 35.3% del PIB en 2023 a 31.1% del PIB en 2030, pero que los ingresos tributarios y las contribuciones a la Seguridad Social también aumentan en algo más de 3 puntos del PIB en ese mismo lapso. Si bien son proyecciones, resaltan la importancia de que las reformas estructurales avancen para generar, vía un menor peso del gasto público que el proyectado, algo más de espacio para una reducción de la carga tributaria.
La meta de acumulación de reservas es exigente, ya que se proyecta una mejora de algo más de US$ 80.000 millones en sólo seis años, que es consistente con el aumento previsto en la demanda de pesos que debería satisfacerse con compras de divisas en el mercado (se espera que la base monetaria aumente algo más de Arg$ 90 mil miles de millones entre finales de 2024 y finales de 2030, de 5.1% a 8.3% del PIB).
La discusión más interesante para los próximos meses es si el tipo de cambio se acercará al piso de la banda. De hecho, el gobierno ha anunciado que el BCRA sólo comprará divisas si se alcanza ese piso.
En los primeros meses de flotación tiene alguna importancia que la misma no termine en una fuerte depreciación del peso. Pero la intención de comprar divisas sólo en el piso de la banda no parece que sea
lo que tenían in mente los funcionarios del FMI.
En primer lugar, si se lee el punto 24 del reporte 25/95 se destaca que la flexibilización cambiaria le permitiría a la Argentina recomponer reservas en forma decisiva, limitar riesgos de una apreciación y reganar acceso al mercado internacional y luego se menciona que el peso flotará dentro de la banda con compras de divisas dentro de la banda consistentes con los objetivos de acumulación de reservas.
En segundo lugar, y por más que sean proyecciones de los funcionarios del FMI, el tipo de cambio que utilizaron para finales de cada período no es el del piso de la banda sino uno que se ubica algo por encima del medio de la banda.
En tercer lugar, si el tipo de cambio se moviera siempre en el piso de la banda de flotación, la apreciación se volvería difícil de sostener. Utilizando la proyección de caída del piso de 1% al mes y la inflación prevista por el FMI en la Tabla 1 de su reporte, el tipo de cambio real bilateral de la Argentina perforaría los 400 pesos por dólar de hoy en 2030. Es evidente que los compromisos y, sobre todo, las proyecciones pueden variar, pero de todas maneras el piso de la banda no parece ser consistente con el nivel de equilibrio de largo plazo, más allá de que el tipo de cambio pueda ubicarse allí, circunstancialmente, en las próximas semanas.
Finalmente, en un contexto internacional muy desafiante, con proyecciones a la baja del precio de las commodities, sería más prudente acumular reservas y evitar una apreciación del tipo de cambio real que tiene riesgo de no ser sostenible en el mediano plazo.