La adulación que duele
La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena”
Sir Francis Bacon (1561 – 1626)
Todos somos conscientes de que necesitamos bienes para vivir, necesitamos del dinero, de las relaciones sociales, de proyectos que se realicen o que sirvan de horizonte; necesitamos del más allá, del mas acá, de la política, de nuestros amigos de la familia, en fin. Necesitamos de muchas cosas pero ¿Quién es aquel al que tantos son indiferentes pero que cumple una función socio-vital? ¿Quién es ese al que muchos aplauden pero valoran tan poco? ¿Quién es aquel que da igual si está presente o no pero mantiene el equilibrio en el caos y el silencio en la tormenta? Ese ser disperso en todo grupo social es el altruista. ¿Y por qué es tan necesario y a la vez tan ignorado? Porque su capital es la empatía, muchas veces la intelectualidad, pero por sobre todo algo que en sus adentros racionales sabe que es una corriente adversa pero que su sentimiento no la deja descartar: la esperanza.
Un altruista es alguien que ve la esperanza en la desazón, que siente la angustia existencial pero camina contra el viento porque su esperanza lo obliga a hacerlo. Su capital, su riqueza es la de no resignarse ante un mundo que le hace notar a cada paso que da, que no le importa si está o no, que todo puede funcionar sin él, ignorando que él es quien ve tierra a lo lejos del mar, que es él quien llora la indiferencia de pares que se deshacen en halagos pero no pagan un centavo a su labor. Él es quien entiende que “el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también” (como reza el tango Cambalache) y sin embargo se brinda valientemente en una cruzada que lo lleva de la ilusión a la frustración en una pérgola constante.
Si hablamos de una mercancía inagotable para la sociedad, sin dudas que la esperanza es esa moneda. Utilizada de todas las maneras posibles: como piedra en medio de una corriente que nos sostiene o como modo de dominación que adormece a un individuo en su rebeldía naturalizando a su alrededor prácticas de disciplinamiento social, como una piedra que te salva pero coquetea con la tentación de la inacción y nada hay que nos acerque más a la muerte que la quietud.
Curiosa es la mirada que ya tenían los antiguos griegos como Hesíodo, quien relata en el famoso mito de Pandora que la esperanza ha nacido como un mal maquillado en bien. Repasemos la historia brevemente: Zeus, Dios padre envía a Pandora con una caja que no debía abrirse pero no le dice por qué. Ella llega y es quien se convierte en esposa de Epimeteo, hermano de Prometeo, quien había robado el secreto del fuego para dárselo a los hombres, he aquí el motivo de la venganza de Zeus. La curiosidad hizo que Pandora abra un día la caja y allí todos los males del mundo se liberaran. Desesperada corrió a taparla y uno quedo preso: la esperanza. No pasó al mundo como un mal porque quedo encerrada en la caja que iba a contenerla como tal y daría la posibilidad a los hombres de usarla como un bien. Un gran error. Porque es a través de ella que uno se consuela, se aferra a lo que no está, se manifiesta en su carencia porque se esperanza en que llegue lo que no está presente. ¿Interesante lectura no?
¿Por qué elegí hablar de esto en este portal de política y economía? Porque considero que una sociedad sin altruistas esperanzados, seria tonta, ignorante, hipócrita y falaz. Una sociedad que sigue considerando al portador de la esperanza como alguien que puede estar o no, se equivoca. El altruista tiene una esperanza que sabe que duele, que sabe de Pandora, que siente la carencia, pero entre todas las espinas del camino se sigue cortando porque con cada gota de sangre abona la tierra de una sociedad que se fertiliza con ella, se hace mejor, se hace más elevada, se hace rica en valores.
No sirve de nada aplaudir gratis sin convicción de valorarlo, eso es adulación, en la política demagogia y en las relaciones sociales, un accionar que llena la boca del altruista de sabor a muerte más que a vida, porque ve como la suya esta brindada a los demás y no pide nada a cambio o al menos no la indiferencia o el aplauso sin sentido. No es malo tener esperanza cuando es guía hacia adelante pero no cuando es cadena los sueños.
Valoremos al altruista como lo hacemos al dinero y evitemos la demagogia porque como decía Antístenes: “los cuervos devoran a los muertos pero la adulación carcome a los vivos”.
