Emilio Salvador

Profesor de filosofía Emilio Salvador

Pensar la economía desde la fábula

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“Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.”

Esopo

Pensar la economía desde las fábulas, un desafío que requiere reflexión pero que demuestra la atemporalidad de este estilo literario y de las problemáticas humanas que no se cierran jamás en una respuesta y que nos invitan a explorar diversos modos de analizarlas. ¿Qué es una fábula? Es una composición literaria narrativa breve, generalmente en prosa o en verso, en la que los personajes principales suelen ser animales o cosas inanimadas que hablan y actúan como seres humanos y que siempre dejan un mensaje, un consejo, una moraleja como resultado final. Son grandes disparadores de pensamiento.

Esopo es el nombre de un gran fabulista griego que nos ha legado una vastísima producción. Poco se sabe de su vida: algunos lo ubican en el siglo V a. C pero no hay mayores precisiones sobre él salvo las menciones que le hacen Platón, Aristófanes o Herodoto, inclusive algunos dudan de que haya existido. Lo cierto es que sus contenidos literarios han recorrido el mundo occidental regándolo de máximas y enseñanzas morales. Para traerlo a nuestros días, mencionaremos algunos de sus relatos y veremos cómo nos ayuda a pensar los recursos y las tensiones económicas actuales desde su mirada ocre sepia.

En la lucha por el desarrollo y el bienestar de cada país, se establece una carrera que a priori parece desigual: algunos poseen una ventaja cualitativa y cuantitativa en tanto que la naturaleza le ha proporcionado una amplia suma de variados recursos valiosos; por otro lado, están los países que priorizan ser constantes en su desarrollo ya que no han sido agraciados por el entorno. La pregunta es ¿Cómo pueden países en desigualdad de recursos, en comparación con otros, ser competentes en la carrera? Esopo nos dará una pista con su fabula de la liebre y la tortuga:

La liebre, animal veloz y ágil se mofa de la tortuga, quien con su aspecto cansino soporta el peso de su caparazón. Cansada de las chicanas, la tortuga desafía a una carrera a la liebre quien acepta de manera burlona esta propuesta. Al día siguiente ambas se reunieron en el lugar que habían convenido. Muchos animales asistieron como público, pues la noticia de tan curiosa prueba de atletismo había llegado hasta los confines del bosque.. Cuando todo estuvo a punto y al grito de “Preparados, listos, ya”, la liebre y la tortuga comenzaron la carrera. La tortuga salió a paso lento, como era habitual en ella. La liebre, en cambio, salió disparada, pero viendo que le llevaba mucha ventaja, se paró a esperarla y de paso, se burló un poco de ella.

– ¡Venga, tortuga, más deprisa, que me aburro! – gritó fingiendo un bostezo – ¡Como no corras más esto no tiene emoción para mí!

La tortuga alcanzó a la liebre y ésta volvió a dar unos cuantos saltos para situarse unos metros más adelante. De nuevo la esperó y la tortuga tardó varios minutos en llegar hasta donde estaba, pues andaba muy despacito.

A lo largo del camino, la liebre fue parándose varias veces para esperar a la tortuga, convencida de que le bastaría correr un poquito en el último momento para llegar la primera. Pero algo sucedió…  A pocos metros de la meta, la liebre se quedó dormida de puro aburrimiento  así que la tortuga le adelantó y dando pasitos cortos pero seguros,  se situó en el primer puesto. Cuando la tortuga estaba a punto de cruzar la línea de meta, la liebre se despertó y echó a correr lo más rápido que pudo, pero ya no había nada que hacer. Vio con asombro e impotencia cómo la tortuga se alzaba con la victoria y era ovacionada por todos los animales del bosque.La liebre, por primera vez en su vida, se sintió avergonzada  y jamás volvió a reírse de la tortuga. Los países que siempre han sido ricos en recursos coquetean con la idea de que estos son inagotables y que esa ventaja, llamada en economía “comparativa”, le bastará para posicionarse siempre por encima de aquellos que prefieren las ventajas “competitivas”. La historia nos ha mostrado que son estas últimas las que se alzan en punta en el mercado mundial que premia la constancia por sobre la cualidad. Alemania es un ejemplo de estabilidad económica en Europa siendo que fue una nación de unificación tardía y que debió levantarse de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Muchos países sudamericanos de geografías favorables se han confiado  en sus recursos y hoy son las más endeudadas, precisamente le deben a los países que a paso lento siempre fueron constantes. Así como, en otra fábula de Esopo, la cigarra se reía cantando de la hormiga que trabajaba en el verano y necesitó luego de su clemencia para combatir el frio, las naciones que han cultivado la perseverancia manejan el mercado económico. Nobleza obliga recalcar que muchas veces abusan de su condición de prestadores y siempre miran de reojo los bienes de aquellos que ahora, como la liebre, sienten que han hipotecado su autonomía. De allí proviene la crisis que empieza por darse puertas para adentro al aumentar la inflación, la deuda, la desconfianza política, el desempleo, la pobreza y que aleja a quien más concentra de quien menos posee. Tal vez Einstein suponía esto cuando dijo: “No sé con qué armas se combatirá la tercera guerra mundial, pero la cuarta se peleará con palos y piedras”. ¿Lucha por recursos naturales?¿crisis social que enfrente pobres contra pobres? Esperemos que se equivoque.

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Podría ser rico… si quisiera

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La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos.

Diógenes.

La filosofía y la economía parecen caminar por veredas diferentes. La primera circunscripta injustamente a un ámbito meramente especulativo y subjetivo; la segunda en la primera plana de las preocupaciones de gran parte de la población, con un matiz lleno de práctica y objetividad. Sin embargo podemos encontrar varios puntos de encuentro entre sus sinuosos caminos históricos.

No hace falta mirar tan cerca en el tiempo: tanto en la modernidad de Locke como en la escolástica de Santo Tomas de Aquino, la economía aparece siempre desde un foco filosófico y reflexivo. Pero les propongo viajar más atrás, allá en ese siglo VI a. C en Grecia, en donde se dice empezó a darse el paso de la explicación mitológica a la racional y con ello, el origen de la filosofía occidental.

¿Cuál es la relación entre un filósofo y la riqueza? ¿Qué lugar ocupan el dinero y el poder en esa majestuosa antigüedad griega? Veamos algún ejemplo y con él, los puntos de contacto entre la filosofía y la economía que tranquilamente podrían servirnos para pensar nuestro presente.

El viaje comienza en Mileto, actual Turquía. Allí vivía quien fue considerado uno de los 7 sabios de la antigüedad y pionero del pensamiento racional: Tales. La vida de estos pensadores antiguos generalmente nos llega por intermedio de anécdotas que otros autores como Aristóteles o Platón recogen de sus contemporáneos. Se dice que Tales era un pensador casi constante, inquieto, que miraba mucho los astros y que conocía los alcances intelectuales de Egipto. Ustedes se preguntarán ¿Qué tiene que ver esto con la economía? Ahí vamos.

Mucho tiempo se estigmatizó al saber filosófico como “inútil” ya que sus alcances parece que estaban más en las ideas que en las prácticas mismas, sin embargo Tales demostró que el poder de la observación y la deducción son tan fuertes que si uno se preocupara más por cultivarlas, hasta podría vivir mejor. ¿No es acaso el corazón de la economía velar por los recursos necesarios para la supervivencia? Resulta que Tales caminaba un día mirando los astros con tanta pasión que cayó en un pozo y una esclava que pasaba por allí le recriminó, que de tanto mirar el cielo olvidaba lo que estaba en sus pies. La anécdota está llena de simbolismo porque para el griego el esclavo no puede más que mirar sus pies, está vinculado solo a lo mundano, el filósofo puede ver más allá. Cansado de ser blanco de este tipo de comentarios decidió hacer lo siguiente: realizo cálculos de astronomía y llegó a la conclusión de que en un futuro no tan lejano, existiría una gran cosecha de aceitunas. Comenzó a vender lo poco que tenía y a alquilar todos los molinos de aceite de Quíos y Mileto a módico precio ya que nadie competía con él. Cuando el momento oportuno se presentó, todo el mundo lo buscaba para acceder a sus molinos, y él se los alquiló al precio que quiso abrazando una considerable suma de dinero. Su mensaje fue: “ es fácil para los filósofos enriquecerse, si quieren, pero que no es eso por lo que se preocupan” (la cita se encuentra en la Política de Aristóteles)

Esta sería la primera mención histórica de la creación y uso de opciones (un tipo de contrato que da al comprador el derecho, pero no la obligación de vender o comprar bienes a un precio pactado de antemano en una fecha futura). (Guillermo Carvajal)

Aristóteles recoge estas ideas aunque él también sabía que por más altruista que sea el pensar, hay que tener todas las necesidades básicas cubiertas para poder hacerlo. No se puede reflexionar sobre temas universales con hambre o ¿sin un esclavo? Lo charlamos la próxima columna.

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La máscara del capitalismo

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El sistema socioeconómico del capitalismo imperante en nuestros días tuvo un comienzo, un objetivo y por supuesto, un aparato ideológico que legitimó y legitima sus prácticas para que todos naturalicemos vivir bajo sus reglas en un espacio de “oportunidades laborales y crecimiento económico”. Pero ¿Cómo surgió el capitalismo? ¿Cuál es la mercancía que se posiciona como el capital reinante? ¿Cómo funciona el enmascaramiento de sus debilidades para erigirse como el modelo imperante en Occidente? Vayamos desde el principio.

El sistema capitalista surge en los últimos siglos de la Edad Media como consecuencia de las prácticas comerciales de una nueva clase social que se fortalece ante la caída de un feudalismo que se resquebrajaba. En la periferia de esos feudos  donde el siervo era explotado por el señor feudal, un nuevo movimiento de libre comercio comenzaba. Esas pequeñas organizaciones sociales recibían el nombre de burgos y de aquí el nombre de su nueva élite: la burguesía.

Mercaderes y artesanos ya no estaban sujetos a la presión tributaria feudal y pronto comenzaron (con ayuda del mercantilismo y la expansión europea a “nuevas tierras”) a concentrar dinero y por lo tanto, poder. Esta es justamente la mercancía reinante en este sistema: el dinero. A través de él se establece una red de relaciones donde la clase dominante se adjudica los medios de producción, el libre comercio y la posibilidad de oprimir a una clase desprovista de este poder que solo puede ofrecer su fuerza de trabajo para compensar la negociación.

Quizás haya sido el filósofo, periodista y economista alemán Karl Marx (1818 – 1883) quien más haya dirigido su mirada crítica a este sistema e, independientemente a comulgar con todas o algunas de sus ideas, no se puede negar que nos ha legado algunas líneas interesantes a través de su análisis. 

La  sociedad capitalista se divide en tres estructuras: una infraestructura en donde la clase dueña de los medios de producción sofoca a una que solo puede brindar su fuerza de trabajo; una estructura donde todos consumimos y somos compradores de las mismas mercancías que muchas veces nosotros producimos con nuestro trabajo, pero a valor de mercado; y una súper estructura compuesta por todo un aparato ideológico que va a sostener con argumentos y líneas de acción intencionadas la legitimidad del modelo. Esa es la máscara más elaborada de un sistema que va a posicionar al trabajo como posibilidad de un hombre que se hace “digno” con él, porque necesita que el trabajador encuentre un sustento virtuoso en la acción que realiza para poder ocultar la desigualdad entre los que producen y sobreviven y los que venden y engordan.

Marx escribe en su capítulo 24 de “El Capital” de 1867, que la fuente  económica originaria del capitalismo europeo ha sido el saqueo. Dice Marx: “En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más(…).Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero en la dulce Economía política ha reinado siempre el idilio

Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el «trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos.

Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como tampoco lo son los medios de producción ni los artículos de consumo. Hay que convertirlos en capital.

¿Cómo se sostiene esta conversión? A través de un sistema o aparato ideológico que conforma la súper estructura. La educación, la filosofía, la religión, etc; son solo los hilos de la máscara que sostiene un sueño de posibilidades en un suelo donde solo ha existido lodo y sangre, expropiación y opresión. No hay nada más peligroso para un esclavo que convertir en virtud el agradar al amo, porque eso arrastra como consecuencia la anulación de una mirada crítica ante el yugo al que está  sometido.Recuerdo a una alumna de un profesorado decirme alguna vez: “Profe, el capitalismo tiene defectos pero no hay nada fuera de él”. Misión cumplida, el sistema sonríe tras la máscara.

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Filosofía y economía: una vieja relación

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Ningún problema económico tiene una solución puramente económica.”

John Stuart Mill (1806-1873) Filósofo y economista inglés

¿Se puede hablar de filosofía en un portal de economía? Por supuesto que sí. De hecho la relación entre estos dos campos de las ciencias sociales es mucho más antigua de lo que parece.  A nivel histórico podríamos decir que la cuestión de la riqueza, su administración, su comercialización, la creación de distintos sistemas de mercado, la satisfacción de las necesidades humanas, etc, han sido tema de muchos pensadores que a lo largo del tiempo han visto en la actividad económica un campo humanamente ineludible y que amerita ser reflexionado. Es allí en donde la filosofía hace su aparición: la filosofía es más que solo preguntar o buscar el saber “por amor al mismo” y nada más. La actitud filosófica es una herramienta de análisis que  debería ser adoptada por los actores de todos los escenarios sociales: educación, economía, política, inclusive reflexión introspectiva.

Reducir la filosofía a un relato que empieza en Grecia hace 2500 años es lavarla, banalizarla y reducirla a un relato desconectado del entorno social actual. Quizás la actividad más heróica de un filósofo sea la de poder pensar en las necesidades y problemáticas de su tiempo articulando todos los escalones de un edificio del saber que a veces sube, a veces gira y a veces es necesario deconstruir y por qué no, destruir.

Marx, Adam Smith, Locke, son nombres que rápidamente se nos vienen a la mente, pero ya en la antigüedad Platón, Epicuro, Diógenes nos hablaban de la relación indisoluble que existe entre los deseos, la riqueza, los bienes y sobre todo, el poder. Epicuro nos invitaba en el siglo IV a. C a que busquemos el placer para evitar el dolor, pero que tratemos de que eso no suceda en el mercado. 

Diógenes y Sócrates son famosos por caminar entre mercaderes enunciando frases como “cuántas cosas hay que no necesito”. Marx nos habla de la mercancía como ese fetiche que nos convocó a pensar constantemente en conseguirlo y del que muchas veces terminamos presos en la desesperación por atrapar esa fortuna y el miedo a perder lo conseguido.

¿Qué nos hace vivir corriendo esa carrera desesperada? La mercancía de mercancías: el dinero. Claramente la economía no se resume nada más que a él: es un campo del saber que integra y articula muchísimas temáticas y es por eso que existe la “filosofía de la economía”. 

En este campo se utilizan las herramientas críticas, reflexivas, profundas del saber filosófico para ahondar en lo que muchas veces solo vivimos como parte de un sistema que nos oculta  sus bases. La filosofía es ante todo una actitud, ¡salgamos de la etimología de manuales! y utilicemosla para que los campos en los que se aplique se miren a sí mismos, giren sobre sus objetivos, sus alcances, sus metodologías y se generen nuevas preguntas, nuevos debates.

La filosofía es un desafío hiriente, es una práctica incómoda que se necesita para crecer como el árbol que soporta el viento para que su tronco se haga fuerte, si la economía no piensa en sí misma, siempre pasará colectivamente como un lugar en el que estamos todos pero sin pensar en él. Sus definiciones siempre serán herencia de una masa que no piensa en los conceptos que repite pero que divulga; hablará siempre en un lenguaje para académicos que la mayoría solo puede interpretar a través de ellos. (Y ya sabemos cómo funcionó en la historia que el “que entiende” traduzca al iletrado un mensaje. Siempre existe la tentación de que el otro entienda lo que mis intereses demandan.

Abordaremos temas económicos desde las diferentes disciplinas filosóficas yendo más allá de lo meramente estadístico y cuantificable. Por ejemplo: ¿Cómo liberarnos del arrastre del consumismo? Aprender a distinguir lo necesario de lo contingente es un análisis producto de la reflexión. No es más feliz quien más consume, sino quien mejor maneja sus deseos. Desde lo político: ¿podría existir un conflicto bélico entre naciones por los recursos naturales? Los países de históricas prácticas colonizantes miran con ojos de rapto los dones de otras geografías.

Acerquémonos a pensar en la economía no como un camino para pocos entendidos, porque la participación económica nos incluye a todos (eruditos o no), por lo tanto este será un espacio para pensar filosóficamente en todo lo que rodea a la economía. ¿Están listos para incomodarse?

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