POR MATTI KOHONEN, EVA SACCO Y JUAN PABLO COSTA. En los últimos años, hemos sido testigos de la consolidación de una corriente de pensamiento global que se ha arraigado en el sentido común a través de las redes sociales, de economistas mediáticos, de periodistas complacientes y especialmente impulsada por una élite de multimillonarios. Estos magnates, en su mayoría vinculados a las nuevas tecnologías, como Elon Musk (Tesla-Starlink), Travis Kalanick (Uber), Jeff Bezos (Amazon) y, en el ámbito local, Marcos Galperín (Mercado Libre) son considerados “benefactores sociales” porque innovan y generan empleo. Su habilidad para acumular riqueza y aplastar a la competencia se interpreta como una influencia positiva en la sociedad. En contraposición, encontramos al Estado con sus impuestos y regulaciones siendo, para quienes abrevan en este paradigma, la raíz de todos los problemas. Cualquier intento de cuestionar esta visión se atribuye a la envidia o, simplemente, a un deseo de obtener o mantener privilegios del Estado. Sin embargo, estas ideas no son novedosas, sino que consolidan su hegemonía a partir de la emergencia liberal de fines de los ‘70 y la posterior caída de la URSS.
El laboratorio libertario argentino
Desde la asunción de Javier Milei, la Argentina se convirtió en un verdadero laboratorio libertario. Entre todas las reformas y desregulaciones planteadas queremos detenernos en las que tendrán un notable impacto en la progresividad tributaria.
La primera de ellas es la fuerte reducción del Impuesto sobre los Bienes Personales (BBPP), siendo un tributo fuertemente progresivo que grava la riqueza patrimonial de las personas físicas, mejorando la distribución e incentivando la reinversión de los excedentes de las empresas.
La reforma propuesta por el gobierno libertario va en sintonía con la política implementada durante el período 2016-2019: una reducción de alícuotas y un aumento del piso a 100 millones de pesos y la deducción por vivienda familiar a 350 millones de pesos de valor fiscal. En materia de reducción de alícuotas, la ley votada en el Congreso establece una reducción progresiva de alícuotas hasta el 2027, quedando establecida, a partir de allí, una alícuota del 0,25% para todas las escalas. Este último punto es significativo. Hasta ahora, las alícuotas iban del 0,5% al 1,75% para bienes en el país; y del 0,7% al 2,25% para bienes en el exterior. Esto significa que los cambios introducidos benefician mayormente a los segmentos más altos de quienes pagan BBPP —los más ricos entre los ricos—, que verán reducida su carga tributaria en hasta dos puntos porcentuales. En cambio, a los segmentos más bajos se les reduce la alícuota en 0,25 puntos porcentuales.
Además, la ley crea un régimen especial que permite adelantar el pago de este tributo hasta 2027 con una alícuota especial (0,45%), comprometiendo ingreso fiscal futuro y otorgando al contribuyente estabilidad fiscal por los próximos 15 años, como reaseguro ante la posibilidad de un futuro gobierno que pretenda revertir esta reforma. La frutilla del postre es la tasa preferencial que otorga el régimen a quienes adhieran al blanqueo de capitales, lo que nos lleva al próximo punto.
Pocas veces se ha visto un blanqueo de capitales con tantos beneficios para los incumplidores, entre los que se incluye tasa 0% para blanquear hasta 100.000 dólares, y sin tope en caso de mantener los fondos depositados en cuentas especiales hasta diciembre de 2025 o dirigir los fondos a inversiones determinadas por el Ministerio de Economía. Para el resto de los casos, la alícuota para quienes ingresen con más de 100.000 dólares es del 5%.
En este blanqueo no se requiere ingresar las divisas al país ni se pregunta la procedencia de los fondos, lo que puede habilitar el blanqueo de sumas obtenidas a través de actividades ilícitas. Por eso, el proyecto oficialista encendió las alarmas del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), el organismo internacional cuyo objetivo es establecer un piso de regulaciones y normativas que impidan la circulación del dinero proveniente del narcotráfico y el terrorismo.
La inequidad en el desarrollo federal
Existe otra dimensión adicional en materia de equidad distributiva y es el enorme recorte que viene haciendo el gobierno en materia de transferencia a las provincias. Este ajuste tiene tres dimensiones simultáneas:
un ajuste superior al 90% durante el primer semestre del año en la mayoría de las partidas vinculadas a la obra pública, según el CEPA (La ejecución presupuestaria de la administración pública nacional: 1° semestre 2024);
una paralización casi total de las transferencias no automáticas del Tesoro Nacional a las provincias (Transferencias a las provincias y municipios durante el primer cuatrimestre 2024. CEPA. Mayo 2024), y
una caída interanual real del 24% de los Recursos de Origen Nacional (RON) de las provincias, y del 20% de los recursos de la Coparticipación Federal, sobre la base de una sensible caída de la recaudación de IVA y Ganancias, según datos del CEPA (Transferencias a las provincias por recursos tributarios de origen nacional y transferencias de coparticipación. CEPA. Junio 2024).
Esto implica un triple golpe a las finanzas provinciales que no puede ser subestimado dado que, en promedio, la suma de la coparticipación federal y el resto de RON implica el 70% de los ingresos provinciales. Sin embargo, la dependencia de los recursos nacionales es mayor entre las provincias con un menor desarrollo económico. De esta forma, por ejemplo, la provincia con mayor dependencia es Formosa, ya que el 92% de sus ingresos totales son de origen nacional, y el distrito con menor dependencia es la Ciudad de Buenos Aires, con tan sólo 12% de recursos nacionales.
Así, a pesar de una gran necesidad de nueva infraestructura, las provincias más rezagadas no recibirán inversión privada ni pública ante el retiro del Estado nacional, lo cual no hará más que profundizar las desigualdades en el desarrollo de las distintas provincias del país.
Como decíamos, estas políticas que implementa el gobierno libertario no son nada nuevo, sino que están basadas en una serie de mitos liberales con más o menos arraigo. En todo caso, el mérito que le cabe a Javier Milei es haber logrado popularizarse entre los sectores que son justamente los más perjudicados; es decir, construir legitimidad política convirtiendo a los mitos liberales en políticas viables. Veamos algunos de ellos.
El mito de la austeridad
El liberalismo afirma que el Estado es como un hogar donde en tiempos difíciles hay que apretarse el cinturón. Sin embargo, los gobiernos no son hogares porque tienen opciones de política que van mucho más allá de la gestión personal del presupuesto y la reducción de gastos en este. Además, la recaudación del Estado no puede determinarse independientemente del nivel de actividad económica y del gasto. Los recortes en el gasto público en este contexto conducen a un aumento del desempleo y a una reducción de la actividad económica, lo que a su vez disminuye los niveles generales de demanda del consumidor y los ingresos gravables derivados del trabajo, desencadenando más rondas de recortes de gasto público.
El mito de los impuestos y la inversión
Muchos gobiernos presentan las rebajas de impuestos para los ingresos altos y las ganancias corporativas como algo que impulsa la actividad económica y la inversión. Esta noción se basa en la hipótesis de la “Curva de Laffer” y en la noción teórica popularizada como “teoría del derrame” de que, si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto de la población porque ese dinero se invertiría, impulsando así la economía, el empleo y los salarios. La curva relacionaba la recaudación con la tasa y dejaba como enseñanza que niveles impositivos altos tienen efectos contraproducentes en la recaudación. Reagan, Nixon y Trump adoptaron el argumento para justificar las rebajas de impuestos afirmando que, de esa forma, los ingresos aumentarán.
Sin embargo, no solo es un argumento utilizado por gobiernos de derecha, sino también otros como José Luis Rodríguez Zapatero, quien afirmó en 2003 que “bajar impuestos es de izquierdas”. Quizás Margaret Thatcher tenía razón al decir: “Mi mayor logro es que hemos obligado a nuestros oponentes a cambiar de opinión”.
Los economistas británicos David Hope y Julian Limberg realizaron un estudio longitudinal para la London School of Economics (LSE) sobre las reformas impositivas que habían realizado casi dos decenas de países entre 1965 y 2015. Así surgió que la tasa máxima del impuesto sobre los ingresos de los más ricos de Estados Unidos pasó del 91% al 37% y en el Reino Unido del 95% al 40%. Los efectos que detectaron fueron cercanos a cero. Es decir, las economías de los países que bajaban impuestos no habían generado un mayor crecimiento económico añadido ni habían creado más empleo. La evidencia de que menores impuestos al capital estimulan la inversión es también muy escasa: lo que observamos, más bien, es que el periodo de reducción de impuestos ha sido también un periodo de estancamiento de la inversión. Simplemente, hicieron más ricos a los ricos.
Un mito similar está relacionado con la imposición de impuestos a los inversores extranjeros; no hay evidencia de que la reducción temporal de impuestos afecte las decisiones de inversión. A los inversores les preocupan mucho más los factores económicos generales, como la disponibilidad de mano de obra calificada, la infraestructura, los recursos naturales y los mercados de consumo, que los incentivos fiscales temporales. En términos de tributación, lo que más les preocupa a los inversores es la previsibilidad del sistema tributario general —como la base imponible o las alícuotas impositivas—, más que las exenciones fiscales, que pueden aparecer y desaparecer, y afectar con su volatilidad la rentabilidad y las operaciones de año en año.
El mito de la economía como un hogar
Un lugar común en el discurso de la economía mainstream consiste en afirmar que la economía es como un hogar y que, si los ingresos se reducen, también deben hacerlo los gastos. Este argumento siempre olvida mencionar que, a diferencia de un hogar, los gobiernos pueden cambiar las políticas fiscales y, por lo tanto, la cantidad de ingresos que reciben en impuestos; y también impulsar políticas que eviten la fuga de capitales y los Flujos Financieros Ilícitos (FFI) que privan a la economía tanto de financiamiento como de impuestos para financiar el gasto público. Estos argumentos evitan mencionar el hecho de que la Argentina junto con México son los dos países que más financiamiento en forma de FFI pierden. Según el FMI, “estos flujos pueden drenar las reservas de divisas, (…) disminuir los ingresos tributarios y reducir los ingresos públicos. Desvían recursos del gasto público y pueden reducir el capital disponible para la inversión privada. Los flujos ilegales también pueden incentivar nuevas actividades criminales, socavar el Estado de derecho, erosionar la confianza en las instituciones públicas y amenazar la estabilidad política de un país”.
Un estudio realizado por la CEPAL (Flujos financieros ilícitos en América Latina y el Caribe, 2017) estimó que las salidas financieras ilícitas, originadas en la manipulación de los precios de transferencia, desde la región latinoamericana han ido aumentando con el tiempo. El acumulado de diez años hasta 2013 representó el 1,8% del PIB regional y el 3,1% del valor total de comercio exterior, lo que implica 765.000 millones de dólares. Una aproximación a los ingresos fiscales que se podrían percibir en caso de controlar y gravar estas actividades ronda el 0,5% del PIB regional. Además, las estimaciones arrojan que América Latina y el Caribe es la segunda región, después de África, donde mayores pérdidas se registraron.
El bimonetarismo y los flujos ilícitos
También, se encuentra poco explorada la relación entre la demanda de dólares, el carácter bimonetario de las economías latinoamericanas y los flujos ilícitos. Existe evidencia de que los flujos de evasión impositiva y salida de capitales se derivan a circuitos económicos alternativos o informales. Un ejemplo es el mercado inmobiliario, donde las operaciones se realizan triangulando con cuentas extranjeras o en dólares físicos. Basta consultar simplemente en inmobiliarias para verificar que se pueden realizar estas operaciones muy fácilmente, por lo cual no debería resultar llamativo que la Argentina ostente el récord regional en términos de evasión impositiva, y el cuarto lugar mundial en los casos de sobre o subfacturación de importaciones y exportaciones.
Nada nuevo bajo el sol….
En su versión de economista trash-mediático, como diputado y luego candidato presidencial, Javier Milei propuso un cóctel de dolarización, rebaja de impuestos y liberalización de todos los aspectos de la economía. Estas medidas, por sí mismas, generarían un shock de confianza, un impulso e incentivos tan grandes que la economía comenzaría a crecer inmediatamente. Sin embargo, su implementación es mucho menos innovadora: puede establecerse un claro hilo conductor entre la política monetaria de Martínez de Hoz, la convertibilidad, la economía macrista y el actual plan de Milei-Caputo.
Tanto la “tablita” de Martínez de Hoz, la convertibilidad y la política económica de Macri dependieron del ingreso de capitales especulativos, lo que llevó a un aumento significativo de la deuda externa. Lejos de atraer inversiones productivas, los modelos impulsaron procesos de apreciación cambiaria, con tasas de devaluación sistemáticamente por debajo de la tasa de interés, causando crisis significativas cuando los capitales se retiraron ante la reversión de los flujos. La imposición de un discurso, que en sus aspectos económicos se resume en una serie de mitos, es parte de la manipulación necesaria de las grandes mayorías que resultan sumamente perjudicadas. En definitiva, más allá de la viabilidad de su implementación, la construcción de este discurso tiene una función: generar legitimidad alrededor de la implementación de políticas que incrementen la rentabilidad del capital, atacando lo que queda de los Estados de bienestar, a nivel macroeconómico, y las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora, a nivel microeconómico.
En una entrevista en profundidad, el economista y ex Gerente General del Banco Central de Ecuador explica el proceso que condujo a la dolarización en su país y las consecuencias a corto, mediano y largo plazo.
Eva Sacco: Por la propuesta de uno de los candidatos a la presidencia en Argentina se está hablando mucho de dolarización. Queremos entender un poco desde tu visión —fuiste gerente del Banco Central de Ecuador entre el 2013 y el 2015 durante la presidencia de Rafael Correa— cómo fue la experiencia y cómo fue gestionar política monetaria en un país con una economía dolarizada. En nuestro país se habla que se va a dolarizar la economía, como una herramienta para frenar la inflación, y ese sería el principal objetivo. Por otro lado, tiene una gran problemática, y es que no tiene dólares actualmente en sus reservas. De hecho, el tipo de cambio implícito al cual habría que dolarizar, obviamente depende del momento en que se dolarice, sería alrededor de $3000 ARS y $7000 ARS, dicen diversos especialistas. Entonces, ¿nos podrías comentar un poco cómo nació la dolarización en Ecuador? ¿Cuáles fueron los motivos y si resultó?
Mateo Villalba: Muchas gracias por darme este espacio para compartir un poco la experiencia de Ecuador con todos los presentes. El tema de la dolarización en Ecuador es bueno comprenderlo en la historia de su contexto monetario. Ecuador es un país que, como todos los países de América Latina, logró su independencia en la primera mitad del siglo XIX, y vivió un caos monetario hasta que creó una moneda nacional en 1884, el sucre. Las primeras décadas de nuestra moneda fueron bastantes estables, porque en esa época existía una dominancia, primero del patrón bimetálico y después del patrón oro hasta 1914, la Primera Guerra mundial. En Ecuador se acabó el patrón oro en 1914, y surge una etapa muy inestable en el manejo de la moneda hasta la creación del Banco Central en 1928. Luego empezó una etapa de estabilidad de la moneda, y el país no vivió episodios de inflaciones altas. Hubo unos pequeños episodios muy esporádicos de inflación de 2 dígitos, pero jamás hiperinflaciones, y ese período se dio entre 1928 y el año 1980. Al mismo tiempo, para que tengan una idea de la estabilidad del sucre, en 1928 el tipo de cambio eran 5 ECS por dólar de los Estados Unidos y para mediados de los años setenta eso había subido a 25 ECS por dólar, es decir, había perdido cuatro veces su valor, en el transcurso de cerca de cincuenta años. La moneda ecuatoriana era muy estable, y la economía y la sociedad ecuatoriana estaban acostumbradas a eso. Sin embargo, los años ochenta y noventa fueron muy diferentes. El país fue afectado por las crisis que afectaron no solo a Ecuador, sino a toda América Latina. La crisis de la deuda, por ejemplo; también hubo fenómenos propios de Ecuador como terremotos, que provocaron la ruptura de los oleoductos de petróleo. El petróleo es un producto muy importante en la canasta de exportaciones de Ecuador. Tuvo dos guerras no declaradas con el Perú, una en la década de los ochenta y otra en la década de los noventa. Al mismo tiempo hubo dos procesos muy críticos, el primero fue e los años noventa, que se llamó la sucretización de la deuda privada, en la cual, una serie de empresarios ecuatorianos, gente muy pudiente que se había endeudado en dólares en el extranjero, y que, con la crisis de los años ochenta, la subida de la tasa de interés internacional y la escalada del tipo de cambio, se les hizo muy difícil pagar esas deudas. En ese rato, el gobierno ecuatoriano tuvo presión de esta élite económica local, desde adentro, pero por fuera también presionaron los organismos multilaterales de crédito y los acreedores de esas deudas, que habían colocado esas deudas asumiendo un riesgo y conociendo el riesgo que tenía. Sin embargo, la presión fue tal que finalmente el estado terminó asumiendo esas deudas privadas a través de un mecanismo que en Ecuador se conoció como la sucretización de la deuda privada. El Banco Central daba un tipo de cambio especial, un tipo de cambio subsidiado y mediante mecanismo asumía la gran mayoría de esos pasivos privados que tenía. Obviamente, esto se hizo en Ecuador emitiendo una cantidad enorme de sucres en la década de los ochenta y esto empezó a presionar la inflación al alza, y el tipo de cambio al alza, entonces fue como el primer gran golpe.
En los inicios de los años noventa, hubo una reforma, en línea de lo que sucedía en toda América Latina con las reformas inspiradas por el consenso de Washington, en donde se aprobó una ley en 1994, para desregular el sistema financiero y facilitar la expansión de la actividad financiera y las entidades financieras. Esto al inicio dio un empuje a la economía, porque obviamente al tener mayor facilidad del acceso al crédito, hubo inversión, la tasa de crecimiento empezó a mejorar, pero pronto aparecieron los problemas. Hubo una colocación enorme de cartera, que no siempre tuvo buenas prácticas en la gestión de riesgo, y pronto los bancos empezaron a entrar en problemas de liquidez, que además evidenciaron prácticas tremendamente cuestionables, como créditos vinculados. Muchos dueños de bancos generaban créditos desde empresas que eran también de su propiedad y obviamente, estas empresas nunca repagaban sus carteras, y el problema de liquidez se convertía en problemas de solvencia.
A finales de los años noventa, una porción importante de los bancos privados mas grandes del Ecuador entró en una tremenda crisis y solicitaron ayuda al Banco Central, el que tenía un dilema, y decidió financiar con emisión monetaria la asistencia del Estado a través del Banco Central a la Banca privada, y lo hizo de manera masiva. Esta asistencia no sirvió de mucho, a finales de la década el 70% de la banca privada, en términos de patrimonio, había quebrado y terminó en manos del Estado. La cantidad de asistencia que había hecho el Banco Central elevó los niveles de emisión monetaria y disparó brutalmente la inflación.
Las décadas del ochenta y del noventa fueron muy traumáticas por una explosión de la inflación y del tipo de cambio. El sucre nunca había tenido este tipo de comportamiento desde que el Banco Central empezó a funcionar (se creó en 1927), porque había podido gestionar una moneda bastante estable. En la década del noventa, la gente naturalmente empezó a buscar un refugio para que sus tenencias monetarias no pierdan valor, y el refugio natural era el dólar, al ser Estados Unidos el socio comercial mas grande de Ecuador, en términos de comercio internacional, de influencia política y de muchos otros factores. Entonces, para que tengan una idea, en nuestro país, a inicios de esta década la cantidad de depósitos, que en esa época la ley ya permitía que los bancos nacionales pudieran captar depósitos en dólares de los EE. UU, no era mayor del 5%, del total y los bancos también podían colocar en dólares, pero ni siquiera alrededor del 3% de la cartera de los bancos privados se colocaba en dólares. Es decir, el sucre a inicio de los noventa todavía era una moneda muy fuerte. A finales de la década y antes de la dolarización oficial, esta cifra había cambiado, mas del 55% de los depósitos y más del 70% de la cartera estaba en dólares. En realidad, el dólar se dolarizó de facto, antes de tomar la decisión oficial.
Nosotros tuvimos un proceso improvisado, la dolarización de Ecuador no fue un proceso planificado en el que se tomó la decisión, sino que renunció el presidente de la junta monetaria y la gerenta general de entonces por estar en desacuerdo, y se nombró provisionalmente a unas personas que de manera improvisada empezaron a tratar de implementar la dolarización, es decir, pasar de una situación de facto a una situación de jure, y esto se hizo a inicios del año 2000. El tipo de cambio en Ecuador estaba tremendamente volátil, había muchísima especulación y oscilaba de manera muy volátil, pero, podías conseguir por 7000 ECS un dólar, y en el peor de los casos por 15000 ECS un dólar, la especulación en un momento llegó a 20000 ECS. Al momento de cerrar la dolarización en este proceso improvisado, el tipo de cambio se quedó en 25000 ECS por dólar, lo que básicamente licuó todas las tenencias monetarias de la gente que tenía ahorros en sucres, es decir, sus ahorros se volvieron nada, una pequeña cantidad en dólares y esto fue un proceso extremadamente traumático.
Una vez implementada la dolarización, en los primeros años en Ecuador, no funcionó para contener la inflación, se siguió experimentando inflación extremadamente alta, ahora en dólares, durante el año 2000. La inflación fue todavía importante en el año 2001 y 2002, y recién en el año 2003, es decir, fue un proceso de convergencia que tardó 3 años, la inflación empezó ya a bajar. Posteriormente, durante los años 2007 y 2008, la inflación volvió a tener un repunte y fue un tema de preocupación. Después de la crisis financiera global de esos años, finalmente la inflación convergió realmente a niveles bajos y no volvió a ser un problema en Ecuador.
Entonces, ¿qué te podría decir yo sobre la dolarización? Primero que el proceso de ajuste para que una economía se dolarice no es un proceso inmediato, hay un tiempo de ajuste, los precios relativos deben ajustarse, los actores económicos también tienen presiones e intereses. Hay una economía política de ganadores y perdedores que hace que la dinámica de precios sea muy distinta. Me imagino que en Argentina no va a ser igual que en Ecuador, pero aquí la experiencia es que costó unos años que baje la inflación, hubo grandes ganadores, grandes perdedores y finalmente la inflación convergió a la baja. Sí podemos decir que, en términos generales, para contener la inflación después de sufrir ese largo proceso traumático, la dolarización sí funciona en Ecuador. ¿Cuál es el problema que tiene la dolarización? El problema que tiene es que el Estado pierde muchas herramientas o pierde grados de libertad en herramientas de política monetaria, y también tiene impactos serios en la política fiscal, a través de las relaciones que existen entre el ejercicio de la política fiscal y monetaria. Al tener menos de instrumentos o menos grados de libertad en el ejercicio de sus instrumentos de política económica, Ecuador ya no tiene instrumentos con los cuales mitigar la volatilidad del ciclo económico y tampoco tiene instrumentos para enfrentar grandes choques externos que pueden venir por causas de exógenas, cómo fue la crisis financiera de los años 2007-2008, o el COVID, o en el caso de Ecuador que también tuvo un terremoto importante en el año 2016.
Hay muchos estudios de diferentes colegas y hay evidencia que apunta hacia que el problema de la dolarización es que hace mucho más difícil estabilizar el ciclo económico, enfrentar choques exógenos y, por lo tanto, sostener tasas de crecimiento. Entonces, el costo que se paga sí sirve para contener la inflación, con un coste inicial muy alto y un proceso de sacrificio muy duro, pero al final funciona. Aunque el sacrificio que se paga es el crecimiento a mediano y largo plazo. La tasa de crecimiento de Ecuador, incluso, a pesar de haber sido favorecida por un boom de los commodities, de haber tenido una época en que la inversión privada y la inversión pública fueron muy altas y tuvieron una época de auge, si miras a Ecuador entre el año 2010 y el año 2014 vas a encontrar un auge económico, pero incluso en el auge, las tasas de crecimiento de la economía ecuatoriana que eran positivas, estaban muy por debajo de varios países de América Latina. En buena medida, el tener una moneda tan dura, que mantiene su valor en el mercado internacional, genera este problema. Cuando tienes problemas, por ejemplo, de grandes choques económicos, países vecinos como Colombia o Perú, que además son competencia directa en ciertos mercados de exportación, inmediatamente toman decisiones que permiten que sus monedas nacionales se deprecien. Entonces sus exportaciones se vuelven más competitivas en términos de precio, y van a poder de alguna manera mitigar el choque exógeno. Ecuador no puede hacer eso, porque no tiene ninguna influencia sobre el tipo de cambio del dólar con el resto de monedas del mundo, y esa es una de las limitaciones que tiene. Sin embargo, dentro de la dolarización hay un espacio para hacer política monetaria, el cual ha sido muy polémico en Ecuador, porque en ciertos momentos se utilizaron instrumentos monetarios de cierta manera, que permitieron dar holgura al sector fiscal, por ejemplo; pero en otro momento, el uso de esos instrumentos no se atuvo a reglas de sostenibilidad y generó cuestionamientos. Finalmente, hubo un proceso político muy convulso, de cambios de tendencia, que terminó eliminando por ley, muchas de las herramientas que el Banco Central tenía para gestionar su política monetaria, y actualmente cumple una función casi de caja de conversión, donde no puede ejercer política monetaria. Ecuador tiene que sufrir los choques exógenos que han venido de diferentes motivos: caídas del precio del petróleo o la misma pandemia del COVID, que ha complicado muchísimo este tema. Si tú miras las tasas de crecimiento de la economía ecuatoriana en los últimos años, particularmente desde el año 2016, vas a encontrar un resultado pobrísimo. De hecho, hay que analizar un tema, Ecuador a partir del año 2016, cuando sufre un terremoto, empieza a registrar un fenómeno que nunca había pasado en la economía ecuatoriana, y que son episodios deflacionarios, es decir, empieza a tener episodios de deflación, lo cual hace que la economía entre en un espiral recesivo y deflacionario que se sostiene hasta el día de hoy. Ecuador ha tenido un decrecimiento de su economía en promedio desde el año 2016 hasta hoy, y en buena medida, eso se explica por la falta de instrumentos que tiene. Entonces, la dolarización no es gratis, sirve para frenar la inflación, pero se tiene que pagar un alto costo de ajuste al inicio del cambio, y luego un alto costo de mediano y largo plazo en la tasa de crecimiento de la economía.
ES: Dijiste que hubo al principio ganadores y perdedores. Me meto más en una cuestión socioeconómica. El proceso de dolarización, ¿cómo afectó al empleo, al desarrollo productivo del país, al nivel de vida de los ecuatorianos, a la desigualdad? En Argentina hay una gran segmento de población que se considera clase media. ¿Cómo afecto a la clase media la dolarización?, lo que se denomina los estratos de ingresos medios y los estratos de ingresos bajos. ¿Y quiénes fueron los ganadores y los perdedores que nombraste?
MV: Sí, al inicio, como te comenté, el proceso licuó las tenencias monetarias de la gente que había ahorrado en sucres, mucha gente perdió todos los ahorros de toda si vida. La gente que tenía ahorros, que tenía tenencias monetarias en sucres fueron grandes perdedores. También había un grupo de actores de económicos importantes que, por ejemplo, habían contraído deudas en dólares, y el rato que el tipo de cambio cerró a 25.000ECS, que fue el tipo de cambio oficial para cerrar la dolarización de la economía, sus deudas se volvieron simplemente impagables, y quebraron. Entonces, la gente que se endeudó en dólares, la gente que tenía credenciado o había ahorrado en Sucres fueron grandes perdedores. Al mismo tiempo, el sector exportador pasó a tener su estructura de costos de una moneda dura, pagar salarios en dólares, entonces, este sector fue también otro gran perdedor en ese proceso, y el ganador era básicamente el sector importador. También hubo cosas positivas porque la estabilidad de precios que vendría después del año 2003, permitió un ambiente más de confianza, donde la economía de la especulación fue cediendo espacio a la economía productiva, y ese sí fue un aspecto positivo de la dolarización.
ES:Pero se tardó dos años en llegar a ese punto.
MV: Casi tres años costó para llegar a eso. Si tú veías el Ecuador en los años noventa, había una economía de especulación que era terrible, porque las empresas estaban todo el tiempo moviendo sus capitales, el gerente financiero tenía un poder enorme, porque si tu movías de dólares a sucres y apostabas bien con el tipo de cambio, podías hacer más ganancias en el área financiera de la empresa que en la gerencia productiva. Entonces, había una economía de la especulación que mermaba la capacidad de planificación y desarrollo productivo de todo el sector económico. Esto sí mejoró a partir del año 2003, hubo estabilidad, confianza en la moneda y ese fue un impacto positivo. Por ese lado sí se ganó, pero los costos que se pagaron también fueron muy grandes. Al inicio, los ajustes del tipo de cambio y todo llevó a que los niveles de pobreza y desigualdad crezcan enormemente. Ecuador tuvo una migración masiva de conciudadanos que salieron al extranjero ante la falta de oportunidades en el país a inicios del siglo XXI, y eso se sostuvo los primeros cuatro años. La época de prosperidad de Ecuador vino con el boom de los commodities a partir del año 2004, con un pequeño bache por la crisis financiera internacional en 2008- 2009, y obviamente, luego una época de auge, entre 2010 y 2014. El 2015 fue un año de transición. Desde el año 2016 el Ecuador ha caído en un espiral con episodios deflacionarios, y un desempeño del crecimiento muy pobre, que ha costado otra vez, revertir los indicadores que se habían ganado. Desde el año 2016 hacia acá, la desigualdad está avanzando, la pobreza ha crecido, y luego vino el golpe de la pandemia que ha sido terrible. Así que, la dolarización tiene sus pros y sus contras. ¿Sirve para contener la inflación? Si, sirve, con un costo de ajuste inicial muy grande, que hay que estar dispuesto a pagar. Los costos que se debe pagar no solo es el ajuste del inicio, sino el problema que vas a tener luego al tener una política económica con menos grados de libertad, una economía mucho más vulnerable a los choques exógenos y a la volatilidad del ciclo económico, y eso se va a traducir en una tasa de crecimiento de mediano y largo plazo. Es bien complicado, además, que la dolarización al tener una moneda tan dura, beneficia a unos sectores y perjudica a otros. Por ejemplo, los negocios que están en torno a la importación, pueden ganar mucho con el tema del comercio, y los bienes importados se vuelven muy fácil importar cuando tienes una moneda dura, pero los exportadores van a ser duramente golpeados, al tener una estructura de costos de una moneda dura, y el precio de sus exportaciones, siempre que el dólar se aprecie, se puede complicar.
ES: Uno de los argumentos en mi país, acerca de la posibilidad de la dolarización, es que el gobierno pierde la posibilidad total de financiar el déficit mediante emisión monetaria. Esta característica, ¿cómo influyó en la economía ecuatoriana? Y esto, ¿contribuyó a la estabilidad fiscal?
MV: Primero, ese argumento es falso. Esto se conoce en política monetaria, como monetización del déficit fiscal, y es básicamente que, a través de su capacidad de emisión, la banca central puede financiar parte del déficit, en dolarización eso se puede hacer. De hecho, el Ecuador lo hizo de manera indirecta a partir del año 2009, y de manera directa desde el año 2014 hasta el año 2018. Así que, es absolutamente falso que no lo puedes hacer en dolarización, lo puedes hacer, el problema es que depende de cómo lo hagas, las consecuencias pueden ser complejas. Si tú tienes un esquema de institucionalidad muy fuerte, donde se respetan reglas de sostenibilidad, puedes darle cierta flexibilidad a la política monetaria que te permite hacer operaciones de monetización del déficit fiscal, pero si no respetas las reglas de sostenibilidad, pronto vas a perder reservas internacionales, vas a reducir la capacidad operativa del Banco Central para garantizar el esquema monetario de dolarización, y puedes salir expulsado del esquema monetario dolarización. Es una discusión bien compleja, pero en principio es falso, es decir, el hecho que te dolarices no asegura la disciplina fiscal, eso es falso, tampoco es que borra la herramienta de acierto de monetización del déficit. Cuando te dolarizas, no solo el Banco Central, todo el sistema financiero, obviamente, se atiene a usar una moneda extranjera y los bancos centrales, que son los emisores de la moneda soberana, pierden la posibilidad de emisión primaria, es decir, no pueden imprimir billetes ni acuñar monedas y eso pasó en Ecuador. Pero, el sistema financiero en su conjunto conserva su posibilidad de emisión secundaria, se expanden los balances de las entidades financieras para otorgar crédito, eso hace crecer la liquidez total a través del crecimiento de los depósitos y de todas las formas de cuasi dinero. En Ecuador, al inicio de la dolarización eso fue una bendición, porque el hecho de que el sistema financiero y más tarde el propio Banco Central, puedan hacer operaciones de emisión secundaria que expandan la liquidez más de allá de los dólares emitidos por la Reserva Federal de los Estados Unidos, que están disponibles en la economía, estiraron la liquidez total del M2 lo suficiente como para que la economía pueda tener un respiro y pueda funcionar. Entonces, por un lado, es algo necesario, pero por otro lado es súper riesgoso, porque si la emisión secundaria crece demasiado y el Banco Central no tiene las capacidades, sobre todo las reservas internacionales, que le permitan garantizar la disponibilidad de efectivo y el pago de los giros netos al exterior, el esquema monetario puede entrar en riesgo. La disciplina fiscal no viene como una consecuencia de la dolarización, y más bien se enfrenta a otro dilema, que es el problema de que una vez que estás dolarizado, si no tienes disciplina fiscal, puede entrar en caminos de insostenibilidad que pueden llevarse abajo el propio esquema de dolarización, con consecuencias complejas. Porque la dolarización es dura de entrar, pero si tienes la suficiente reserva de dólares disponible y estás dispuesto a pagar un tipo de cambio muy, muy alto, se puede hacer y Ecuador es muestra de eso. Con sacrificio puedes entrar, pero salir de la dolarización es un tema mucho más complicado, porque una vez que la gente tiene dólares en el bolsillo, tiene una moneda estable, contarle una historia a la gente y decirle: “te voy a sacar los dólares para darte una nueva moneda”, gente que además, tiene un trauma con la historia más reciente de haber sufrido la pérdida del valor de su moneda frente al dólar y altísimas inflaciones, nadie va a ceder, y vas a entrar a una economía de la especulación que te puede llevar a un desastre económico. Ese es el dilema de Ecuador. Una vez que dolarizaste, en mi opinión, debes aprender a vivir con ese problema, porque la dolarización es en buena medida, una restricción. Tiene algunas ventajas, la estabilidad de precios, una moneda dura, pero tiene un montón de desventajas también, y tienes que buscar las herramientas para gestionar un sistema monetario tan rígido de manera que le permita a la economía tener buenos resultados en el sector real: en el crecimiento, en la creación de empleo. Es un enorme desafío que en Ecuador no se ha solucionado bien, y sobre todo en estos últimos años, donde ha tenido episodios deflacionarios, tasas de crecimiento muy pobres, incluso períodos con promedios negativos, que han empeorado toda la situación económica de los ecuatorianos: la pobreza, la desigualdad, el empleo, que hoy son temas de gran preocupación a nivel nacional.
ES: ¿Qué lecciones podríamos extraer de la experiencia ecuatoriana otros países como Argentina, que están considerando la opción de una moneda dura como la que adoptaron ustedes?
MV: Primero, hay que entender la situación de Argentina actualmente. Argentina tiene una economía mucho más grande que Ecuador, en términos de tamaño. Si uno mide el indicador de apertura comercial, es decir, si toma las exportaciones mas las importaciones y divide para el PIB, es una economía mucho mas cerrada que Ecuador. Esto de alguna manera te dice que las lecciones de Ecuador para Argentina no son fácilmente extrapolables, el proceso argentino de una dolarización sería muy diferente al de Ecuador, sin embargo, vas a tener los mismos dilemas. En Argentina, buena parte de la actividad económica esta dolarizada ya, la gente guarda dólares, la gente se defiende en dólares. No conozco el sistema financiero en Argentina, no sé si el sistema financiero transa en dólares, descuenta en dólares, da créditos en dólares.
ES: Está prohibido, porque nosotros ya hemos tenido una experiencia cuasi dolarizadora, que fue la convertibilidad, que era una caja de conversión, pero no habíamos eliminado la moneda, y paso lo que nos contabas de Ecuador, se expandió el crédito y no había dólares para responder a esa convertibilidad. A partir de ahí, cuando se devaluó la moneda, se prohíbe que el sistema financiero otorgue créditos dólares, porque fue un proceso muy traumático salir del proceso de convertibilidad, salvo el caso de los exportadores, que tienen el ingreso de dólares asegurado.
MV: Entiendo, es lógico. Entonces las lecciones no son tan extrapolables. Argentina es un país muy distinto, la estructura de la economía es muy distinta a la de Ecuador. Sin embargo, salvando esas diferencias se pueden sacar ciertas lecciones. La primera es que la solución no viene de los gobiernos ni de la política, es la propia gente esta buscando una moneda dura para poder defender el poder adquisitivo de sus tenencias monetarias, entonces, la dolarización entra primero de facto no de jure. No es una decisión, no es una política, es una consecuencia de haber manejado mal la política monetaria, y permitir que la moneda nacional haya perdido valor y haya experimentado muchísimas inflaciones. Hay que entender la dolarización no es una medida política-económica, es sobre todo una consecuencia de una pésima gestión de política monetaria durante un largo periodo de tiempo, que en el caso de Ecuador fueron dos décadas, los ochenta y los noventa, habría que ver cuánto tiempo duró en Argentina.
Segundo, la dolarización con un sacrificio muy grande, en un periodo de ajuste que puede durar varios años, si funciona para contener la inflación, pero hay que pagar un costo y luego vas a enfrentar un problema y es que vas a tener una política económica con menos grados de libertad y mucho más vulnerable, que va a ser muy difícil que enfrentes la volatilidad del ciclo económico y los choques externos que deben enfrentar las economías. Argentina es una economía más cerrada que Ecuador, también tiene un sector exportador muy importante, y creo que eso puede cambiar algunas cosas; en tal caso es una decisión dura de tomar, con grandes costos que poner sobre la mesa antes de tomarla, pero lamentablemente con un peso muy fuerte, porque Argentina está dolarizada de facto. Ese es un hecho que también sucedió en Ecuador, y revertir eso es un proceso complicado, no imposible, pero que hay que ver cómo se puede lograr. Hay otros países que han sufrido hiperinflaciones: Bolivia, Perú, Uruguay, que han logrado mantener su moneda nacional, y volver a controlar la inflación. Habría que investigar todos los caminos. La dolarización oficial es uno. Lamentablemente, mientras más largo haya sido el período de tener una moneda inestable con altísimas inflaciones y pérdidas de poder adquisitivo frente al dólar, el grado de dolarización de facto es mayor, y yo creo que el caso de Argentina es así. La gente está acostumbrada a defenderse con dólares. Y eso hace que se vuelva, de alguna manera, como un camino natural para transitar hacia allá, pero antes de dar ese salto hay que evaluar los costos y los beneficios sobre la mesa y, sobre todo, las implicaciones a mediano y largo plazo, no que no son sencillas.
ES: Una última pregunta, Ecuador —al igual que Argentina— está atravesando una crisis económica y social. En el caso de Ecuador, además, es una crisis política. ¿Podría describir el proceso económico que está experimentando Ecuador en la actualidad y cuál es el papel de la dolarización en esta situación?
MV: Sí, en este momento Ecuador, desde el año 2016 atraviesa un ciclo de episodios deflacionarios y de comportamiento recesivo de la economía, que han venido echando al suelo el ingreso per cápita y el bienestar económico de las personas, lo que además se ha sumado a un aumento enorme de la violencia y la criminalidad, que es una de las preocupaciones más graves hoy. Y básicamente, eso ha causado que ahora haya una convulsión en el ámbito político. El presidente actual, el señor Guillermo Lasso, de hecho, no va a poder terminar su periodo presidencial. Hemos empezado ya con el tema de la volatilidad política. El equilibrio al que hemos llegado en términos de política económica es un equilibrio bastante negativo, porque se ha cuestionado el uso de instrumentos de política monetaria y de política fiscal. Ahora tenemos un estado que no hace nada frente a un desempeño pésimo de la economía, y hay un enorme descontento que ahora se traduce en una crisis política. Entonces, la situación de Ecuador es muy compleja en ese sentido, y sabemos que el panorama político se va a volver muy convulso en estos próximos años para tratar de buscar una solución, pero nadie está contento con la política económica; y menos con el desempeño económico que tenemos actualmente, así que creo que hay mucho por hacer. Además, tenemos que hacerlo lidiando con un esquema monetario que tiene ciertas ventajas al mantener una estabilidad de precios, pero enormes desventajas al no tener instrumentos para enfrentar la volatibilidad del ciclo económico y los choques externos.
Durante los últimos días, escuchamos de parte de los economistas heterodoxos que hay que evitar una evaluación a toda costa. En realidad, esta discusión venia dándose hace tiempo, pero ahora se expresa “a cielo abierto” por la situación de público conocimiento. El argumento por el que hay que evitar la devaluación, es que la misma causaría un incremento de la pobreza, como pasó en 2001, como pasó en 2018… Supuestamente, el que pide una devaluación, quiere volver pobre a la sociedad y la impulsan los exportadores… es mentira. El sector exportador no esta haciendo ni mas ni menos que otros sectores: en medio del quilombo no quieren deshacerse de productos dolarizados, y tampoco podemos hacer nada para que liquiden porque se eliminó la obligación de hacerlo
La realidad, el elefante en la habitación es que quien no quiere una devaluación hoy por hoy es el sistema financiero ya que la misma generaría una inmensa licuación del stock de deuda del Estado y los Hogares, y que luego de esto, la tasa de interés sea muy inferior. El único y gran elefante rosa que esta en la habitación y nadie quiere ver son los 7 mil millones de pesos DIARIOS que le transferimos al sector financiero por pago de intereses y que van generando necesidad de mas y mas emisión de papeles que no son mas que promesas de pago (y emisión) a futuro con tasa de interés creciente. Y se sigue haciendo, porque si no, se van al dólar y generan un incremento en la brecha….. y así al infinito. Pensaban que habíamos inventado la alquimia de convertir nada en dólares y en realidad los ministros de Macri y Guzmán (porque fue la continuidad de lo mismo pero más nac and pop) estuvieron inflando un ponzi enorme que nos está explotando en la cara…..
Hoy la única solución es aceptar lo inevitable antes de caer en una crisis autoinfligida aún peor (y si amigues, puede ponerse muuuuucho más áspero esto) y desdoblar el tipo de cambio.
¿Qué implicaría hoy por hoy un desdoblamiento cambiario que blanquee esta situación? ¿Qué medidas podemos tomar para compensar y lo que es más importante: estabilizar?
1. Aumento de precios. Varios precios van a aumentar más aún, porque, aunque gran parte estan ajustándose al paralelo otros no. Por eso es importante seguir manteniendo el desdoblamiento para la exportación de alimentos (es una manera equivalente a poner retenciones), y la importación de energía. Algunos insumos difundidos mas, pero no mucho mas. Alimento y energía es la prioridad.
2. Caída en los ingresos reales: por eso es importantísimo que el día 1 despues de la unificación cambiaria se DECRETE aumentos de suma fija. Y generar una mesa de discusion para la reapertura de paritarias para los sectores que pueden pagar que no son pocos, Estamos creciendo y hay que cuidarlo. Ademas la mesa de negociación tiene que ser institucional, representar a todos los sectores y permitir administrar y arbitrar la puja distributiva.
3. Aceleración de la inflación. Durante varios meses los precios relativos se van a estar acomodando, hay que manejar la puja y dejar que los precios suban ordenadamente. Entender que el problema no es de precios sino de stocks de deuda y la unificación cambiaria la tenemos que hacer para licuar deuda, no para ganar competitividad (el dólar nunca define la competitividad, porque lo que importa es el tipo de cambio real no el nominal, la devaluación es un asunto de nominalidad). El aumento de precios, permitirá que se emita para acomodarse a los nuevos saldos reales y eso permitirá no renovar los bonos del BCRA y bajar la tasa de interes. IMPORTANTE: no emitir mas deuda atada al dólar ni a la inflación, reducir esa como primer y principal objetivo.
4. Fijar la tasa de acuerdo a la inflación que podemos aceptar, no al revés. No alimentar el monstruo del déficit cuasifiscal (el déficit del BCRA) vía tasa es principal para la estabilidad. La tasa baja, por otro lado, permite a la economía que crezca. La estabilidad en el tipo de cambio y la clausura de la posibilidad de hacer rulos que generen enormes ganancias jugando al tipo de cambio, genera mejores condiciones en la economía real y desincentivos a la especulación. El crecimiento es virtuoso y genera crecimiento y por lo tanto un incremento en la recaudación que permita por un lado absorber los saldos emitidos y por otro lado reducir el déficit fiscal.
5. Para atender la situación de los sectores mas vulnerables, relanzar el ingreso de emergencia. Usar los pesos que no se le van a pagar al sistema financiero para pagar jubilaciones y IFE… recordemos la promesa de campaña y hagámosla realidad. Entre los jubilados y los bancos…
6. La licuación puede ser tan grande que genere una crisis bancaria, por lo que es importante generar algún mecanismo de desagio. De hecho, el efecto riqueza de la licuación de deudas en pesos para los hogares es muy fuerte, y tiende a compensar el efecto de caída de ingresos transitorio. Por eso lo mas importante es observar la situación de los sectores vulnerables especialmente, que no se beneficiaran de esto.
7. Fomentar el ingreso de dólares vía exportaciones y vía repatriación de capitales. Por ejemplo, una billetera electrónica para exportadores de servicios, incentivos para que reingreso de dólares al tipo de cambio paralelo, para que los turistas metan la plata al sistema formal. De manera simple, fácil. Acumular dólares es el objetivo principal.
8. Fomentar el ingreso de inversiones (muchas de los propios argentinos, podemos generar lindas herramientas financieras con las nuevas tecnologías) a los sectores con capacidad exportadora que permitan crecer: vaca muerta, litio, agro, infraestructura.
9. Comunicar bien la situación, podemos generar un nuevo signo monetario con factores de conversión entre el nuevo y el viejo peso. Comunicar de manera muy clara la situación y hablarles a todos y todas, no sólo a los mercados o sólo a los sectores vulnerables. Explicando cuales son los costos y los beneficios y entender que administramos un concurso y que hay que ordenar los “pagos” si todos queremos recuperar algo y que no se no se esfumen los activos. Pero que claramente, los sectores más vulnerables no pueden seguir pagando.
En definitiva: vengo diciendo hace tiempo que le tenemos miedo a un cuco que no existe. Hoy estamos generando condiciones de crisis terribles que no se condicen con las condiciones reales de la economía argentina que tiene muchas fortalezas. No están dadas las condiciones para un 2001, ni para una hiper como en el 89: no tenemos a los hogares y las empresas endeudadas en USS, hay valores récord de la soja, el mundo esta demandante de lo que tenemos, inclusive mano de obra muy calificada que con la pandemia se abrieron muchísimas posibilidades de teletrabajar para el exterior (y que hoy no se puede cobrar) y es algo que puede generar muchos ingresos para el país y mejorar las condiciones de la clase media. El FMI no tiene ningunas ganas de empujarnos por el precipicio, como pasaba en el 2001, tenemos una gran red de protección social a la cual acudir para atender a los sectores vulnerables. En fin, ojala nos demos cuenta que es la última bala. Yo siempre creí que es lo que había que hacer desde un principio, dudo que ahora me escuchen, porque la ceguera intelectual que tenemos es enorme. Pero al menos cumplo con mi ética profesional de sentir que digo lo que creo que es correcto en un momento tan crítico para el país.
En el contexto de la escalada de precio de los alimentos, se retomó en la discusión la noción de Maldición de los recursos naturales. Una buena noticia como es el aumento internacional del precio de los alimentos, suma paralelamente tensiones inflacionarias a las ya existentes y disminuye el poder de compra de los salarios. La maldición de los recursos fue estudiada durante años y hace referencia al hecho de que muchas economías que cuentan con una abundante dotación de recursos experimentan en paralelo grandes dificultades para alcanzar el desarrollo. Esta regularidad que empíricamente se puede contrastar en numerosas economías, se contrapone con la aparente candidez y escandalización de la prensa y de economistas mediáticos sobre su existencia.
Un breve repaso de algunos ejemplos: a finales de la década del 60 se descubrió un gran yacimiento de gas en el Mar del Norte y paralelamente al incremento de las exportaciones los Países Bajos experimentaron un proceso de desindustrialización que afectó significativamente el empleo. Nigeria, en el puesto 10 de las mayores reservas de petróleo, convive con altas tasas de desempleo, desplazamientos de la población rural, enfermedades endémicas y conflictos étnicos. Durante el Siglo XIX y principios del XX varios países caribeños experimentaron el boom de las exportaciones de productos tropicales (especialmente bananas) gracias a la productividad, clima y desarrollo de métodos de conservación y fletes. Mientras tanto, ganaban el mote despectivo de Repúblicas Bananeras debido a las organizaciones políticas inestables y dependientes de las empresas productoras y la población local sumida en la pobreza y relegada a tierras marginales o empleada básicamente en el sector de producción de frutas con salarios de miseria.
En Argentina, el sector agrícola es incapaz de generar trabajo para toda la población, tanto de manera directa como indirecta. Fruto de esta hiper-productividad, la industria no se puede desarrollar en ausencia de políticas activas del Estado. Si el tipo de cambio se fija de acuerdo al sector exportador, sería demasiado bajo y la industria no podría funcionar por la avalancha de importaciones. Si por el contrario fuese demasiado alto, sobrevendrían problemas en el mercado interno por los costos dolarizados y el aumento de los alimentos que cotizan en precio dólar y generarían una caída en el poder de compra. Además, la propia dinámica industrializadora y desarrollo del mercado interno imprime tensiones que generan la contínua necesidad de recalibrar y revisar el tipo de cambio y el comercio exterior.
Lamentablemente, no existe solución que no entrañe dificultades ni dilemas: fijar un tipo de cambio subsidiado para la industria desincentiva las actividades productivas y genera tensiones sociales y políticas con los sectores que no pueden acceder, los cupos imponen elegir ganadores y perdedores e incentivan conductas poco competitivas. Las retenciones, que establecen un tipo de cambio diferencial mayor para el sector exportador y desacoplan el precio de los alimentos de los internacionales protegen el poder adquisitivo del salario y al mercado interno, pero la experiencia demuestra que son fuertemente rechazadas por un sector social.
La única solución de fondo es lograr saltar por sobre la restricción externa, ya que sólo el desarrollo de sectores adicionales que generen dólares genuinos sustentables a largo plazo es la solución. Estados Unidos o Canadá lograron conjugar altos niveles de desarrollo de la industria y los servicios con la explotación de los recursos, por lo que no es posible establecer un sentido determinismo entre recursos naturales y desarrollo. Sin embargo, resulta ingenuo pensar que se trata de algo fácil de resolver en un mundo afectado por una crisis internacional sin precedentes en una economía donde se suman la demanda de dólares de las importaciones a las necesarias para el servicio de la deuda externa.
En el corto plazo sólo queda, nada más y nada menos, que administrar las tensiones que surgen por la propia naturaleza del problema. Al final del día, el dilema es más de naturaleza política que económica: ¿Qué intereses prevalecen y con cuántos grados de libertad cuenta el Estado para imponer y lidiar con los efectos de sus decisiones?
Las restricciones a numerosas actividades impuestas por los Estados de casi todo el mundo, con el motivo de contener contagios y colapso sanitario, generaron una caída inaudita y abrupta en las economías de casi todos los países. ¿Cuáles son las expectativas para Argentina, a casi 9 meses de iniciada la crisis sanitaria mundial ? ¿Qué condiciones hacen falta para salir y potenciar el desarrollo?
“las estrategias de adaptación a la nueva normalidad y el lejano horizonte de la vacuna sentaron las bases de cambios que por un lado se vislumbran estructurales y que por otro se esperaba sucedieran en algún futuro, pero de manera mucho más gradual. “
La economista Carlota Pérez define a las posibilidades de desarrollo como blancos móviles representados por los diferentes paradigmas tecnoproductivos históricos. En el momento de cambio se abre una ventana de oportunidad para avanzar cuando todavía las tecnologías no están maduras, y los costos de entrada son más bajos. La situación actual justamente representa un momento de cambio de paradigma. Por un lado, la crisis generó una pérdida sustancial de puestos laborales, especialmente en el sector servicios y baja calificación. Pero por otro, la irrupción del teletrabajo y los nuevos hábitos de consumo generaron nuevas demandas y la re-significación y adecuación de los puestos laborales. A mayor duración, inversión hundida en tecnología, capacitación y fluidez en su uso mayores serían las probabilidades de que estos cambios terminen moldeando un nuevo perfil de demanda laboral, brindando mayores salarios y oportunidades para algunos. Pero también a costa de más explotación de la mano de obra. Paralelamente, también es probable que el desempleo generado durante la pandemia no pueda ser absorbido rápidamente, ya que no sólo está relacionado al cierre de empresas, caída en el consumo y la destrucción de puestos laborales, sino a la re-estructuración del mercado laboral, y cambios permanentes en los hábitos de consumo
“En el momento de cambio de paradigma se abre una ventana de oportunidad para avanzar cuando todavía las tecnologías no están maduras, y los costos de entrada son más bajos. La situación actual justamente representa un momento de cambio de paradigma.”
El mercado laboral podría profundizar la incapacidad de incorporar a los trabajadores menos calificados y profundizar la desigualdad en términos de acceso a derechos laborales e ingresos. Las políticas de transferencia y sostenimiento de la demanda necesitarán perdurar en el tiempo para sostener un piso mínimo de dignidad para todas y todos los argentinos, pero también como herramienta para disminuir la desigualdad, impulsar la demanda y promover la armonía social. Sin duda un gran desafío económico y de financiamiento, pero especialmente en términos políticos para lograr los consensos necesarios.
La conectividad, clave para la economía
La posibilidad de aprovechar la ventana de oportunidad sumada a la necesidad de incluir la mayor cantidad de población en los nuevos esquemas de consumo y trabajo, presuponen cerrar la brecha tecnológica que además se magnifica y profundiza a medida que los cambios son cada vez más significativos. Asimismo, ese salto tecnológico este limitado por la pobreza digital: por la posibilidad de educarse y capacitarse vía streaming, acceder a la cultura y los mercados de consumo electrónico para ofertar y demandar productos.
El decreto que declara la telefonía celular e internet y como servicios públicos esenciales es la piedra angular para cualquier transformación tecnoproductiva. La decisión del ejecutivo da cuenta de dos elementos: el Gobierno tiene un plan y muestra cuál es la dirección del mismo. Lejos de atentar contra el desarrollo, son piezas fundamentales para que el Estado se erija como amplificador del proceso de difusión de tecnología e innovación, y apuntale al sector privado. Una característica del momento de cambio e innovación tecnológica, es que no existen señales de precios o que no son suficientemente robustas como para orientar la inversión por la gran incertidumbre inherente a estas etapas embrionarias. El gobierno, además de fijar tarifas consecuentes con los costos de producción (de la misma manera que se hace con la electricidad, el gas y el teléfono fijo), tiene la posibilidad de orientar y ordenar planes de inversión. No sólo tiene un impacto directo sobre el bienestar de los consumidores, sino que los beneficios en la ampliación del mercado y de los ingresos generales termina redundando, a la postre, también sobre las empresas prestadoras del servicio.
“El decreto que declara la telefonía celular e internet y como servicios públicos esenciales es clave en lo que viene”
¿Cual es la jugada siguiente para disminuir la brecha digital? La conectividad no es posible sin un hardware necesario que no sólo tiene un precio muy elevado en nuestro país, sino que además se incrementó sustancialmente desde el inicio del aislamiento hasta hacerlo prohibitivo. Una posibilidad, es explorar y favorecer las propuestas de software libre, dónde existen alternativas interesantes para reutilizar y extender la vida útil. También, entre otras cosas, es necesario avanzar en opciones que faciliten la exportación de servicios mediante plataformas tecnológicas al exterior, especialmente a PYMES de base tecnológica y profesionales independientes. En definitiva, se están dando los primeros pasos de un largo camino que promisoriamente, si se sigue el derrotero adecuado, redundaran en mayor desarrollo y bienestar.