La súper política de Putin
Un líder con más de 20 años de experiencia al mando de una potencia histórica. Muchas veces cuestionado y otras venerado. Para algunos un dictador y para otros un libertador. Sea como sea, hay algo que es seguro, y es que el “zar del siglo XXI” es un animal geopolítico.
La guerra en Ucrania sirvió y sirve para ver el comportamiento de la alta política exterior de Rusia. Un país que demuestra el potencial nuclear como su carta de presentación, además de ser uno de los grandes núcleos políticos del mundo, requiere de un manejo con mano de hierro, y vaya si Putin es complementario a ello. Hay quienes dicen que cada país tiene al gobernante que merece, cuando la realidad es que los gobernantes nacen del seno de su pueblo y son producto de la simbiosis del imaginario colectivo, la idiosincrasia y el devenir histórico. Putin es eso, un líder hecho y derecho para Rusia. Un país que ha visto los procesos políticos e históricos bajo mandatos autoritarios en donde los momentos de auge tuvieron sus matices. Personajes como Iván el Terrible, Catalina la Grande, Lenin y Stalin, son un reservorio histórico sobre cómo impartir el manejo del poder en el vasto territorio ruso, algo que Putin heredó y lo reconvirtió en la nueva geopolítica del mundo, la famosa multipolaridad.
Putin: líder, dentro y fuera de casa
La conflagración en Ucrania tiene un punto de ser particular para el mandatario ruso. La idea principal es evitar, a toda costa, que Ucrania ingrese en la OTAN o esté bajo la órbita de influencia de la Europa Occidental. Uno podría pensar que Rusia no quiere perder a aquellas naciones que estuvieron bajo su manto durante mucho tiempo, pero la verdadera lógica de este pensamiento es que Putin está intentando evadir las fronteras cercanas de la OTAN. Si mantiene una cercanía como ya la tiene con los países nórdicos, sería potencialmente catastrófico en el equilibrio de fuerzas reales en esa zona, además de ser fronteras calientes que sean disparadores de conflictos directos entre la OTAN y Rusia.
El otro tema interesante de la súper política de Putin es la apropiación estratégica del territorio ucraniano. Si Moscú avanza con la partición de Ucrania tras el cese de las hostilidades y un acuerdo de paz duradera, podrá tener libre acceso y usufructo del Mar Negro. Estratégicamente es importante porque son aguas navegables en donde puede mantener durante todo el año al comercio exterior ruso activo, a diferencia de las congeladas aguas del norte que requieren buques especializados y dónde hay épocas en donde la navegabilidad es casi inviable. En pocas palabras, es una reducción de costos a costas de la sangre ucraniana y rusa derramada en el campo de batalla.
Putin, para mantener esta visión frívola pero efectiva de una Rusia imperante, tiene que ser el depositario de la confianza absoluta de su pueblo. La cohesión social es una condición sine qua non para conseguir el afianzamiento de políticas externas muchas veces violentas, como una guerra. Para ello, el zar del siglo XXI mantuvo una serie de condiciones internas en un pacto social implícito.
Basó parte de sus mandatos en la reconstrucción económica rusa y el fortalecimiento de una clase media y trabajadora que venían en picada tras los últimos años soviéticos y el gobierno de Boris Yeltsin.
Otro punto importante fue el paternalismo político con características históricas que comentamos antes. Un líder férreo y con cierto autoritarismo, sintetizando los valores del viejo Imperio Ruso y revalorizando los años dorados soviéticos. Esto de sacar lo “mejor” de dos momentos históricos significativos para los rusos, sumados al posicionamiento nuevamente en el tablero internacional, le valió una cuota de confianza importante de su pueblo.
Finalmente, y no menos importante, la cohesión social se vale de la utilización de los aparatos represivos del Estado cuando se lo requiera. Es sabido que la oposición al régimen de Putin suele ser severamente castigada y perseguida, sobre todo cuando toca de cuajo a las formalidades que hacen a la visión de la construcción del Estado. No necesariamente se habla de represión violenta siempre, sino de una fuerte campaña en la construcción de un relato único que represente los intereses del gobierno de Putin y que sean aceptados o impuestos a la sociedad. Los ejemplos pueden ser los modelos de familia, la no proliferación del colectivo LGBT, el acceso a la cultura y la vanagloria hacia el fuerte pasado ruso.
Putin construyó un poder igual de respetado en Rusia como en el resto del mundo.
Putin, el terror europeo
Durante la Guerra Fría, el telón de acero de occidente contra la URSS trajo a colación la aplicación del concepto del “fantasma del comunismo”, lo que era, básicamente, el miedo de la influencia de grupos revolucionarios que respondan a los intereses soviéticos en pleno capitalismo. Hoy, Europa, tiene un nuevo fantasma y es Putin.
El terror de la Unión Europea es evidente y vienen instalando la idea de un expansionismo ruso sin fin. La verdad es que difícilmente eso pase. Si bien es obvio que Rusia avanzó sobre Ucrania por cuestiones estratégicas y de equilibrio de poder, es difícil que vaya más hacia occidente, ya que esto sería sinónimo de un enfrentamiento directo con la OTAN y está a las claras que eso es lo que no quiere Putin. Aunque, ese miedo tiene una parte de posible realización en algunas zonas.
Rusia ve a varios países bajo su zona de influencia histórica, y son Georgia y Moldavia aquellos países que podrían estar en la mira de Putin. Georgia tiene severos problemas institucionales por lo que la oposición denomina “leyes prorrusas” y por la lectura que uno puede hacer acerca de la no alineación por completo de Georgia con Bruselas es básicamente para no transformarse en la nueva Ucrania.
El caso de Moldavia es paradigmático, ya que si bien tiene el proceso de adhesión a la UE en marcha y es colaborador de la OTAN (no miembro), tiene un enclave soviético dentro. Aunque parezca extraño, la región rebelde Transnistria sigue viviendo como en los años de la URSS. Tienen su propio gobierno, su delimitación fronteriza y hasta su propia moneda. Moldavia no lo reconoce como un país independizado, sino como una zona que presenta conflictos internos, sin agresión mediante. Sin embargo, Transnistria ve en Moscú a su aliado y potencial jefe. Es decir, un solo movimiento ruso en este enclave rebelde será suficiente para detonar una guerra en Moldavia. Pese a ello, es difícil que pase, ya que Moldavia limita con Ucrania y es una zona fuera de disputa con Rusia, por ende haría que todo sea más difícil en cuestiones logísticas, además que podría afectar a la paz duradera con Kiev.
Hoy en día, el mundo tiene tres líderes: Putin, Trump y Xi Jinping. La tríada, con tensiones y distensiones, con alianzas y desconfianza, mantienen un mismo orden y pretenden que la multipolaridad sea el eje del reordenamiento político global, es por eso que necesitan ser depositarios de una súper política que vaya más allá de lo aparente y que sean capaces de transformar a países en imperios sin que sean catalogados como tal. Putin es así y por eso es el zar del momento.